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lunes, 22 de junio de 2020

RATISBONA



    Vienen hoy, a mi mente, los  acontecimientos ocurridos en relación con la intervención del Papa Benedicto XVI en Ratisbona, Alemania y sus referencias al Islam, y las reacciones acaecidas en el mundo musulmán, que deberían obligar a Occidente a realizar una reflexión más seria, menos acobardada, de la que estamos presenciando.

    Me parece indignante que tantos personajes del mundo se hubieran pronunciado tan tibiamente, rogando al Papa que se disculpase ante los Islamistas extremistas que le habían puesto en la picota, ¡¡¡como si Benedicto XVI hubiese dicho algo inconveniente!!!.

    Nos encontramos ante un nuevo capítulo de la presión del Islam sobre el mundo Occidental en el terreno de las ideas y la libertad de expresión, continuación de la situación provocada por el llamado “Escándalo de las Caricaturas”, o el ataque a la libertad de expresión contra Salman Rushdie por su libro “versículos Satánicos”.

    Podríamos aquí entrar en la disquisición a cerca de lo que realmente dijo Benedicto XVI, el contexto en que se pronunciaron sus palabras sobre el Islam y la conclusión de todo su discurso, que no es sino la identificación de los conceptos “Dios” y “Logos” (razón), y aconsejar a los hombres que, en el dialogo entre culturas, el elemento esencial sea el “Logos”, la Razón, partiendo de una crítica al mandato del Corán de expandir la fe de Mahoma mediante la violencia, usando para ello las palabras del Emperador de Constantinopla Manuel II Paleólogo, en el dialogo que mantuvo con un persa culto sobre el cristianismo y el islam, y sobre la verdad de ambos, que son las siguientes:

"Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su directriz de difundir por medio de la espada la fe que predicaba".

    A lo largo de los últimos tiempos no han faltado invocaciones al dialogo Occidente-Islam, ni llamadas a la necesidad de salvar el enorme abismo existente entre las culturas judéo-cristiana de los países occidentales y la musulmana de los Islámicos.

    Que duda cabe que todas estas llamadas al dialogo, incluida la de Benedicto XVI, con invocación de la “Razón” como elemento inspirador del mismo, son bienintencionadas y encuentran perfecto acomodo en la tradición liberal occidental de respeto al diferente, a las minorías, al otro en definitiva, sin importar diferencias de credo o pensamiento.

    Sin embargo, la cuestión fundamental es la de saber si ese dialogo, esa negociación, esa “Alianza de Civilizaciones”, en palabras del entonces Presidente Rodríguez Zapatero, es o no posible con el Islam.

    Un análisis detenido de lo que hoy en día representa el Islam y su cara más integrista o fundamentalista, desgraciadamente mayoritaria, nos lleva a la conclusión de lo vano de la propuesta, de lo inútil de la buena intención y de la condena al fracaso de tales pretensiones.

    Occidente no debería repetir, por su inclinación al dialogo y la alianza, episodios de su historia tan lamentables como el del “appeasement”, o política de apaciguamiento protagonizada, siempre desde posiciones bienintencionadas, por el Primer Ministro Británico Chamberlain en los años 30 del siglo pasado, que se concretó en los pactos de Munich de 1938.

    Esa política de “appeasement” consistente en fomentar el dialogo y la negociación con la Alemania Nazi de Hitler a base de cesiones (p.e.: la cesión de los Sudetes checos a Hitler), a fin de evitar un conflicto de mayores proporciones, desembocó en un fortalecimiento de Alemania y en la Segunda Gran Guerra, pues lo cierto es que mientras las naciones liberales y democráticas sí eran partidarias del dialogo y el acuerdo, los Nazis tan solo accedieron a ellos como método de fortalecimiento propio, con desprecio absoluto de sus interlocutores.

    Winston Churchill ya dijo que el “appeasement” era como

 “dar de comer a un cocodrilo con la sola esperanza de retrasar el momento en que vaya a devorarnos”.

    En cualquier caso, mi apreciación de la futilidad del intento de abrir un proceso de dialogo con el Islam, se basa en el análisis de su propia esencia.

    En el año 1990 la 19ª Conferencia Islámica, formada por 45 países musulmanes, promulgo la “Declaración de Derechos Humanos en el Islam”, como respuesta a la declaración de Derechos Humanos de la ONU de 1948.

    En esta “Declaración de Derechos Humanos en el Islam”, se establecen principios que son esclarecedores en relación con la filosofía de fondo que subyace en el Islam y en su relación con el resto del mundo.

Así, en primer lugar, su artículo 10º nos dice:

“El Islam es la religión indiscutible”

Y como corolario de ello el artículo 22 de la misma declaración añade:

a) Todo ser humano tiene derecho a la libertad de expresión, siempre y cuando no contradiga los principios de la Sharía.

 b) Todo ser humano tiene derecho a prescribir el bien, y a imponer lo correcto y prohibir lo censurable, tal y como dispone la Sharía Islámica.

 c) La información es una necesidad vital de la sociedad. Se prohíbe hacer un uso tendencioso de ella o manipularla, o que ésta se oponga a los valores sagrados [del Islam] o a la dignidad de los Profetas. Tampoco podrá practicarse nada cuyo objeto sea la transgresión de los valores, la disolución de las costumbres, la corrupción, el mal o la convulsión de la fe.

    Recordemos que la Sharía es la ley islámica, contenida en el Corán y en la tradición de los “hazid” ---hechos o dichos del Profeta ratificados en su autenticidad por los Ulemas--- y que en palabras de Jomeini:

«El gobierno islámico está sometido a la ley del Islam, que no emana ni del pueblo ni de sus representantes, sino directamente de Dios y su voluntad divina. La ley coránica, que no es otra que la ley divina, constituye la entidad de todo gobierno islámico y reina enteramente sobre todas las personas que están bajo ella.»

 La consecuencia fundamental de esos preceptos es que la libertad de expresión queda sometida a la Ley Coránica. Y puesto que “El Islam es la religión indiscutible”, cualquier defensa de otra fe, o de cualquier idea ajena a las enseñanzas de “El Profeta”, no puede quedar amparada por el derecho a la libertad de expresión.

Por otra parte, profundizando en la misma idea, el apartado c del artículo 22 de esta declaración prohíbe expresamente que la información pueda oponerse a los valores sagrados [del Islam] o a la dignidad de los Profetas.

 Según Pedro Buendía en su comentario a la declaración de Derechos Humanos en el Islam, publicada en la página Web del Grupo de Estudios Estratégicos, (www.gees.org):

“La parte más grave de la Declaración es aquella que afirma "Todo ser humano tiene derecho a prescribir el bien, y a imponer lo correcto y prohibir lo censurable". Bajo esta filantrópica expresión alcoránica (al-amr bi-l-ma'ruf wa-n-nahi 'ani-l-munkar, 3:104), la Declaración oculta un concepto islámico de la moral pública que, en el plano práctico, equivaldría a autorizar a todo el mundo a fiscalizar la vida de su vecino y, en última instancia, a emprender particularmente la acción política represiva. "Imponer lo correcto y prohibir lo censurable" es, en efecto, una parte esencial del programa político del yihadismo internacional, y desde luego es una conducta que han aplicado los regímenes musulmanes más represivos, como el sudanés, el talibán, el iraní o el de Arabia Saudí, donde incluso hay departamentos de policía moral con ese nombre "Al-amr bi-l-ma'ruf wa-n-nahi 'ani-l-munkar".

        Pues bien, si consideramos estos principios, que aparecen en el mundo islámico como esencia de la filosofía que debe presidir la vida de todo “buen musulmán” y su relación con los no creyentes, difícilmente podrá nunca llegar a concretarse un entendimiento razonable entre Occidente y el Islam.

        Pero es que, además, y aunque la cita del “Libro” me ponga en el punto de mira de los integristas, lo que no me va a arredrar para ejercer mis derechos de occidental a la libertad de pensamiento y de expresión, es el propio Corán el que insta a la violencia contra los cristianos y lo hace, esencialmente en varios versículos de la Sura “Al taueba” (El arrepentimiento), o Sura 9ª, entre los que podemos citar los siguientes:

9,5 Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, matad a los asociadores dondequiera que les encontréis. ¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes!

9,29:  ¡Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura, no creen en Alá ni en el último dia ni prohiben lo que Alá y Su Enviado han prohibido,ni practican la religión verdadera, hasta que, humillados,paguen el tributo directamente!

9,33:  Él es Quien ha mandado a Su Enviado con la Dirección y con la Religión Verdadera para que, a despecho de los asociadores, prevalezcasobre toda otra religión.

9,38 ¡Creyentes! ¿Qué os pasa? ¿Por qué, cuando se os dice: «¡Id a la guerrapor la causa de Alá!» permanecéis clavados en tierra? ¿Preferís la vida de acá a la otra? Y ¿qué es el el breve disfrute de la vida de acá comparado con la otra, sino bien poco...?

9,39. Si no vais a la guerra, os infligirán un doloroso castigo. Hará que otro pueblo os sustituta, sin que podáis causarle ningún daño. Alá es omnipotente.

9,41. ¡Id a la guerra,tanto si os es fácilcomo si os es difícil!  ¡Luchad por Alá con vuestra hacienda y vuestras personas! Es mejor para vosotros. Si superáis...

        No faltan estudiosos, incluso sabios ulemas,  que interpretan el concepto coránico de “yihad” no como “guerra” sino como “lucha espiritual” que se impone al musulmán frente a la mentira y la descreencia, lucha que ha de estar encaminada a lograr el bien y la sintonía con las enseñanzas de Alá, conocidas por boca del Profeta.

         Por desgracia estas posiciones moderadas no ocupan el sentir de la mayoría en el mundo Islámico, en el que las posiciones fundamentalistas siguen ganando adeptos desde Marruecos hasta Filipinas, en todo el Orbe Musulmán.

Por otra parte, mucho se ha hablado de la cercanía del Islam a las otras religiones del “Libro”, Judaísmo y Cristianismo y la deslegitimación de la “yihad” emprendida contra Occidente, ya que aquella solo sería legítima frente a politeístas y animistas, pero nunca contra los miembros de las religiones monoteístas.

A tal efecto se cita el versículo 62 de la “Sura Al Bacara”, del Corán, que dice:

 Los creyentes, los judíos, los cristianos, los sabeos, quienes creen en Alá y en el último Día y obran bien. ésos tienen su recompensa junto a su Señor. No tienen que temer y no estarán tristes.

Sin embargo, la opinión más extendida entre los fundamentalistas, por desgracia como decimos la mayoría, es que el Corán ha de interpretarse en el sentido de que los “asociadores”, a los que reiteradamente se refiere, son todos los politeistas, y que los cristianos, en cuanto que defienden el Dogma de la Santísima Trinidad, declaran la divinidad de Jesús y elevan a sus santos a los altares, han de ser considerados politeistas y por tanto “asociadores”, ya que tales creencias son contrarias al principio esencial del Corán de que “Dios es Uno”.

 En tal sentido se citan varios versículos de la ya citada Sura “Al taueba” (El arrepentimiento), concretamente:

9,30. Los cristianos dicen: «El Ungido ---Jesús--- es el hijo de Alá». Eso es lo que dicen de palabra. Remedan lo que ya antes habían dicho los infieles. ¡Que Alá les maldiga! ¡Cómo pueden ser tan desviados!

9,31. Han tomado a sus doctores y a sus monjes, así como al Ungido, hijo de María, como señores, en lugar de tomar a Alá cuando las órdenes que habían recibido no eran sino de servir a un Dios Uno. ¡No hay más Dios que Él! ¡Gloria a Él! ¡Está por encima de lo que Le asocian!.

como demostración de la “desviación” en que han caído los cristianos en la interpretación, errónea según Mahoma, del papel y la realidad de Jesús      ---tan solo un profeta más--- que en modo alguno puede considerarse hijo de Dios ni ponerse en pié de igualdad con “El Profeta”.

       Desviación que todo buen musulmán debe combatir conforme a las enseñanzas coránicas transcritas.

Y, ¿a dónde nos lleva esta perspectiva islámica del mundo?

Como nos dice Gustavo Bueno:

“No tiene sentido una alianza entre una civilización cristiana (cuyo consustancial proselitismo le obligará, por amor a los demás hombres, a extender su doctrina y sus sacramentos) y una civilización islámica (cuyo consustancial proselitismo le obligará a extender la valoración del dogma de la divinidad de Cristo como una blasfemia). Solo cuando ambas civilizaciones hubieran perdido la fe proselitista salvadora de sus dogmas y sacramentos, es decir, cuando hubieran dejado de ser cristiana o musulmana, la Alianza sería posible.”

       Pero es más, no solo no cabe Alianza alguna entre ambos mundos, sino que el Islam, al menos el mayoritario Islam fundamentalista, no está dispuesto a renunciar a su guerra contra Occidente, contra su “inmoralidad”, su “herejía” y su “corrupción”.

Y mientras tanto Occidente, debilitado en su esencia, en sus creencias, en sus principios, acobardado desde sus posiciones extremistamente “pacifistas”, adormecido en el reconocimiento de su propia identidad, se empeña en el dialogo, la alianza, el pacto, con quienes no lo desean en absoluto, presa de un nuevo impulso del concepto de “appeasement”.

En esta línea se incardinan las alusiones del ex Presidente Rodríguez al reconocimiento de sus plenos derechos a todos los inmigrantes y su “Alianza de Civilizaciones”.

 Y hasta el Papa Benedicto, presionado por todas partes, celebró un encuentro ecuménico con responsables musulmanes moderados para explicarles su deseo de entendimiento entre el Cristianismo y el Islam.

No quiero concluir estas líneas sin una referencia al problema de la inmigración musulmana que ha crecido exponencialmente en Europa durante las últimas décadas.

La inmigración es un fenómeno complejo, que por si solo, requeriría un análisis detenido y profundo; pero en lo que ahora nos concierne no dejo de pensar en las corrientes ideológicas robustecidas últimamente en Europa, en ocasiones peligrosamente cercanas a los postulados del Fascismo, que nos previenen de la instrumentalización “islamista” de la inmigración musulmana a Europa.

No se si será un planteamiento simplista, pero desde el “yihadismo” internacional no parece descabellada la idea de financiar en Europa Mezquitas, centros culturales o instituciones de asistencia cultural y social a los musulmanes ─en gran medida procedentes de la monarquía wahabista Saudí, uno de los movimientos más intransigentes del Islam─ en vez de que las ingentes cantidades de dinero destinadas a tales fines se inviertan en programas de ayuda al desarrollo de naciones musulmanas esencialmente exportadoras de inmigrantes.

Y esa proliferación de instituciones musulmanas en Europa no parece responder sino a un deseo de reforzar la presencia del Islam en la vida social, política y cultural europea, en un deliberado intento de acabar con el “monopolio” del cristianismo en la sociedad Occidental.

Es más, ¿acaso todo ello no es un síntoma de la existencia de una decisión concertada y oculta, dirigida a la “conquista” de occidente a través de la emigración que se está produciendo desde los países musulmanes y el fortalecimiento social del Islam en nuestra sociedad?. ─Una prueba de ello serían las reiteradas campañas en defensa de las peculiaridades sociológicas musulmanas derivadas la aplicación de las normas del Corán, como por ejemplo el uso del chador o velo que año tras año se plantean en Francia o Inglaterra─

No deberíamos olvidar que el Corán mismo impulsaría, desde esa interpretación “yihadista”, la idea que apuntamos, pues no en balde el versículo 20 de la Sura Al taueba, nos dice:

Quienes crean, emigren y luchen por Alá con su hacienda y sus personas tendrán una categoría más elevada junto a Alá. Ésos serán los que triunfen.

Ciertamente, si no queremos vernos empapados por la persistente “lluvia mental” de la intransigencia religiosa y política musulmana, de la dilución de los principios filosóficos del humanismo cristiano, de la desaparición de la esencia de Occidente y de la cada día mayor influencia de lo musulmán en las sociedades occidentales, deberíamos ser capaces de reaccionar frente a la amenaza del islamismo, no solo del radical, activo y terrorista, sino también de ese islamismo sordo, cultural y sociológico, que nos invade poco a poco, y, abandonando las tentaciones del “appeasement”, profundizar en la defensa de los principios y valores que conforman el ser y la conciencia occidental.

Los principios de libertad y tolerancia, el respeto a “los otros” no pueden, nunca, ser coartada para permitir que esos otros cercenen nuestros derechos y nuestra libertad.

        Y para finalizar os acompaño una nueva pieza musical apropiada al contexto de esta reflexión heteróclita, que no es otra que el canto del "Padre Nuestro" oración por excelencia de los cristianos, cantada en arameo.




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