Con
este bello, triste y expresivo verso, comienza el poema romántico de Bernardo
López García “Oda al dos de mayo”.
Y con
este verso quiero comenzar hoy mi reflexión.
La
epidemia de COVID19 ha asolado las vidas y la economía de los españoles.
Pese
a que las cifras oficiales de fallecidos es de algo menos de 30.000 personas,
las investigaciones realizadas con los Registros Civiles y el MoMo, informe de “Monitorización
de la Mortalidad”, así como la declaración de la Seguridad Social, conforme a
la cual durante el mes de abril se registraron 38.500 pensionistas jubilados
menos que en el mismo mes del año pasado, nos llevan a pensar que la cifra real
de fallecidos por la epidemia se acerca a los 50.000.
Esto ha
ocurrido por la nefasta gestión de la crisis sanitaria por parte de nuestro
Gobierno, que no prohibió las manifestaciones feministas del 8-M ni otras
concentraciones multitudinarias de ese fin de semana, pese a haber prohibido días
antes la celebración de un Congreso de la Iglesia Evangélica, y hay evidencias
de que las autoridades sanitarias y en concreto el Ministro Illa y el técnico
Simón, conocían la gravedad y riesgo de rápida extensión de la epidemia desde
el mes de febrero, y pese a ello no hicieron nada por motivos de interés
político, para que se celebrase el aquelarre del 8-M.
Por otra parte, el pasado 19 de marzo, el ministro
de Sanidad, Salvador Illa, y máxima autoridad durante el estado de alarma,
delegó en Pablo Iglesias, a petición expresa del Vicepandemias, la coordinación
de los servicios sociales. Es decir, lo puso, de facto, al frente de ellos,
donde se incluyen las residencias de mayores. Más de un mes después, el
Gobierno es incapaz aún de ofrecer una cifra de muertos en estos centros,
convertidos en graves focos de la epidemia, mientras las residencias denuncian
dejadez, abandono y una actuación tardía e insuficiente, e incluso se ha
llegado a informar por algunos responsables de estos centros que, a su petición
de medios, se contestó con el envío de Morfina y otros sedantes para facilitar
su muerte, y se sabe que el 5 de marzo, antes de declararse el Estado de
Excepción encubierto como Estado de Alarma, se circuló por el Gobierno una
instrucción prohibiendo el traslado de los ancianos enfermos de las Residencias
a los Hospitales, todo lo cual constituye un genocidio directamente imputable a
Pablo Iglesias.
De tal suerte que podemos afirmar que, de los
fallecidos por la epidemia, al menos 18.000 son ancianos abandonados en las
Residencias.
Pero es que, a este caos de la gestión de la crisis
sanitaria, se une el desastre mayúsculo de la gestión política, social y
económica, lo que podemos asegurar sobre la base de unas breves pinceladas.
Desde el punto de vista económico el cierre de
nuestra sociedad sin mesura, ha abocado a cientos de miles de pequeños
empresarios a mantener al menos tres meses sus negocios cerrados, teniendo que
asumir sus gastos, incluso sus cuotas de seguridad social de autónomos,
careciendo absolutamente de ingresos, a lo que se suman más de 3 millones de
trabajadores afectados por ERTES, que según la mayoría de los expertos pasarán,
en su mayoría, a engrosar las cifras del paro, que en diciembre se estima pueda
llegar a los 8 millones de parados.
A ello se une el cierre de grandes factorías, Nissan
o Alcoa, la amenaza de reducciones de producción en otras como Mercedes, o de
reducciones de plantilla como Ryan Air.
Y pese a ello el Gobierno sigue subvencionando sus
chiringuitos ideológicos, crea la “paguita” que han llamado grandilocuentemente
“Ingreso Mínimo Vital” y que no es más que una subvención electoralista a la
miseria, en vez de ayudar a las empresas, crear riqueza y trabajo y reducir el
gasto público superfluo o electoralista.
Y a quien manifiesta su descontento con la actuación
del Gobierno con manifestaciones y caceroladas se les define como “cayetanos
fachas” y se les trata de controlar con la “minigestapo” montada por el
indeseable Marlaska en su ministerio, tras descabezar a la Guardia Civil, creando una situación de tensión en el Cuerpo
no vista desde nuestra Guerra Civil.
Y así avanza la bolivarización de nuestra sociedad,
de forma alarmante y veloz, lo que me hace recordar los versos de Bertolt
Brecht, en su poema
"AHORA VIENEN POR MI, PERO ES DEMASIADO TARDE”
pero como yo no
era judío, no me importó.
Después se
llevaron a los comunistas,
pero como yo no
era comunista, tampoco me importó.
Luego se llevaron
a los obreros,
pero como yo no
era obrero, tampoco me importó.
Mas tarde se
llevaron a los intelectuales,
pero como yo no
era intelectual, tampoco me importó.
Después siguieron
con los curas,
pero como yo no
era cura, tampoco me importó.
Ahora vienen por
mi, pero es demasiado tarde.»
“Nunca
preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti."
“…
OIGO PATRIA TU AFLICCION …”
Y como conocéis mi afición por la música,
aquí os dejo el dramático segundo movimiento de la Sinfonía nº 7 de Beethoven
Q verdad , aquí vendría muy bien la reflexión de la rana q cuecen poco a poco y cuando se da cuenta ya es TARDE
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