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miércoles, 29 de abril de 2020

CRÓNICA DE UNA EPIDEMIA ANUNCIADA Y MAL ATAJADA “LA PESTE ROJA”



En el mayor cataclismo del último medio siglo, un gobierno de párvulos perversos tiene su nombre propioTRAGEDIA                                         
Gabriel Albiac – ABC 6.4.2020



Tras no alcanzar la mayoría absoluta en la primera votación para su investidura como Presidente del Gobierno, el día 5 de enero de 2020, Pedro Sánchez obtuvo en la segunda Sesión de Investidura el voto de167 diputados: los 120 del PSOE, los 35 de la formación Comunista radical Unidas Podemos, los 6 de los separatistas vascos del  PNV, los 3 de Más País, escisión personalista de Unidas Podemos encabezada por Iñigo Errejón, el de Nueva Canarias, el del estrambótico partido Teruel Existe y el del partido separatista gallego BNG, así como la abstención de los 13 diputados de ERC, partido catalán republicano de izquierdas heredero del asesino Companys y de los 5 de EH-Bildu, los herederos políticos de la banda asesina terrorista ETA, mientras que el voto del NO se quedó en 165 Diputados.

A los pocos días, y después de que el líder del PSOE dijera reiteradamente en campaña electoral, que nunca pactaría con los comunistas bolivarianos chavistas de Unidas Podemos, el Sr. Sánchez anunció, sin vergüenza ni pudor alguno, su pacto de coalición con Unidas Podemos, los comunistas radicales, para la formación de Gobierno, en el que el Sr Iglesias ocuparía la Vicepresidencia Segunda.

Desde la formación del Gobierno, el 13 de enero de 2020, la política del nuevo ejecutivo se centró en el mensaje feminista como prioridad práctica e ideológica.

El día 31 de enero de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya advirtió a España, tras una reunión de sus mayores expertos en Ginebra, sobre las proporciones de lo que se avecinaba. E instó a tomar medidas drásticas para frenar una potencial pandemia.  y promover medidas de distanciamiento físico en las relaciones sociales, medidas de distanciamiento que, en España, cuarenta días después, no se cumplieron.
Sin embargo, es de todos sabido que el Gobierno animó a participar masivamente en las más de 400 marchas convocadas el 8 de marzo por el Día Internacional de la Mujer, y que para no suspender estas, autorizo centenares de actos públicos de concentración de personas, como mítines de otros partidos, conciertos, partidos de futbol, etc…
Ese día había en España 673 personas contagiadas y 17 muertos. Al día siguiente, el lunes 9, ascendieron a 1.073 y 28 muertos. Sólo en Madrid, en 24 horas se duplicaron los casos pasando de 202 a 436. Hoy, las cifras oficiales hablan de 17.000 muertos, aunque esa cifra está puesta en duda por los expertos, que afirman que el número de fallecidos en estas fechas, por la epidemia, podrían situarse en España en torno a los 40.000 muertos infectados.
Desde entonces hemos sufrido la declaración del Estado de Alarma, con orden de reclusión de los españoles en sus casas, restricciones a la movilidad personal, cierre de actividades económicas no esenciales y medidas de índole económica que son un verdadero desastre y que van a provocar una crisis económica sin parangón, de la que tardaremos años en recuperarnos.
Pero para entender por qué esto está siendo así, hay que analizar las razones de la ineficaz, absurda, políticamente contaminada e irresponsable actitud de nuestro Gobierno, y no voy a centrarme en los ejemplos que atestiguan esa ineptitud, si no en las causas de índole ideológica que nos han traído hasta este punto.
Y para ello debemos retroceder, en principio, hasta el primer cuarto del s.XX, y analizar las teorías, hoy aplicadas por la izquierda radical marxista, que encuentran su fundamento en los postulados formulados por el teórico comunista italiano Antonio Gramsci.
Gramsci, nacido en Cerdeña en 1981, inició su andanza en el Partido Socialista Italiano en 1913, a la edad de 32 años.
Sin embargo, la resolución de la Internacional comunista que pedía en 1920 a los partidos socialistas el alejamiento de los reformistas y más en general de los gradualistas (los que pretendían la toma del poder político por la vía democrática electoral para efectuar las reformas sociales) fue desoída por el Partido Socialista Italiano.
                                           Retrato de Gramsci en 1922.

Lo que llevó a la escisión del Partido, que tuvo lugar el 21 de enero de 1921, en el Teatro San Marco de Livorno, con el nacimiento del Partido Comunista de Italia (PCI), en cuyo comité central entran dos ordinovistas, Gramsci y Terracini.
            A partir de ese momento Gramsci lidera el movimiento Comunista Italiano hasta su encarcelamiento por el Régimen Fascista desde 1927 hasta 1935 período en el que escribe sus “Cuadernos de la Cárcel”  un total de 32 cuadernos publicados  tras sumuerte, ocurrida en 1937, y que constituyen el legado teórico del Gramsci ideólogo.
Es en estos Cuadernos es donde se desarrolla la idea de la “hegemonía” gramsciana, elemento esencial en el que se fundamenta toda su construcción ideológica política y sociológica, que los líderes Comunistas radicales de Unidas Podemos respetan como los cristianos su catecismo.
Pero ¿en qué consiste y como opera esa “hegemonía”?
Gramsci atribuyó un papel central a los conceptos de infraestructura (base real de la sociedad que incluye fuerzas de producción y relaciones sociales de producción) y superestructura ("ideología", constituida por las instituciones, sistemas de ideas, doctrinas y creencias de una sociedad), a partir del concepto de "bloque hegemónico".
Según ese concepto, el poder de las clases dominantes sobre el proletariado y todas las clases sometidas en el modo de producción capitalista, no está dado simplemente por el control de los aparatos represivos del Estado pues, si así lo fuera, dicho poder sería relativamente fácil de derrocar (bastaría oponerle una fuerza armada equivalente o superior que trabajara para el proletariado); dicho poder está dado fundamentalmente por la "hegemonía" cultural que las clases dominantes logran ejercer sobre las clases sometidas, a través del control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación.
A través de estos medios, las clases dominantes "educan" a los dominados para que estos vivan su sometimiento y la supremacía de las primeras como algo natural y conveniente, inhibiendo así su potencialidad revolucionaria.
Así, por ejemplo, en nombre de la "nación" o de la "patria", las clases dominantes generan en el pueblo el sentimiento de identidad con aquellas, de unión sagrada con los explotadores, en contra de un enemigo exterior y en favor de un supuesto "destino nacional".
Se conforma así un "bloque hegemónico" que amalgama a todas las clases sociales en torno a un proyecto burgués.
Partiendo de tales conceptos, Gramsci se formula la pregunta de cómo el pueblo, el proletariado, las clases sometidas, podrían alcanzar aquella “hegemonía”, que determinase otra forma de entender y regir la Sociedad.
La fórmula no sería otra que la de desarrollar programas culturales que permitan convencer a la sociedad que existen otros valores diferentes a los del capital y la burguesía que permitirían una mayor igualdad con el mismo bienestar, valores como la solidaridad, la justicia social, el derecho efectivo al trabajo o a la vivienda, la igualdad de género, raza o inclinación sexual, el respeto a la naturaleza, o los derechos fundamentales colectivos, deberán ir conquistando la cabeza y el corazón de millones y millones de seres humanos, y una vez que tales valores sean mayoritarios en la sociedad estaremos en la posición que permita que la “hegemonía” sea conquistada por las clases populares.
Para ello es esencial conseguir la sustitución de los “derechos humanos” de carácter individualista, por los “derechos colectivos”, tema al que nos hemos referido en nuestro anterior post.
Toda esta construcción teórica de Gramsci ha tenido sus seguidores y sus consecuencias en el período histórico de la postguerra de la II Mundial, dando lugar a las corrientes marxistas deconstructistas, pues los lideres neocomunistas huyen, en nuestros días, de las revoluciones violentas y han acogido las estrategias de Gramsci para llegar “pacíficamente” a la sociedad comunista donde se engendrará la utopía del “hombre nuevo”, y esta estrategia del comunismo “deconstructista” es, en la práctica, mucho más peligrosa que las de los revolucionarios bolcheviques de principios del s. XX
Menos mal que a las bases de la izquierda radical, mucho menos cultivadas y más adoctrinadas, se les ve el plumero bolchevique y continúan actuando en el marasmo de la violencia como método revolucionario.

Efectivamente su falta de preparación y su aborregado adoctrinamiento les ha impedido asumir las enseñanzas del propio Marx, quien nos dice que:

"La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos, en su exilio, los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal”

afirmando que cada Revolución ha de tener su forma y su estética propias, las adecuadas al momento histórico en que se produzca y no imitando las actitudes de otras revoluciones anteriores, lo que no parece ser recordado por la NUEVA IZQUIERDA RADICAL que pretende encarnar PODEMOS y sus MAREAS, que no deja de ser un calco risible de los mensajes frentepopulistas de la España de los años 30 del s. XX. (Arderéis como en el 36 – Vamos a quemar la conferencia episcopal - La referencia permanente a la República- No Pasarán- etc.…)
Sin embargo, como ya hemos visto, sus líderes, algunos más “leídos”, están jugando esa baza de la “deconstrucción” social a través de la defensa de los derechos colectivos, amparándose esencialmente en los de los colectivos Islámicos, LGTB, y anticatólicos, y amparándose en el juego de la corrección política de los medios de comunicación, como caballos de Troya que destruyan los “principios sociales” de la cultura occidental, hasta llegar a una total desmembración de la misma, y, desde ese lodo primigenio, tratar de construir una sociedad comunista en la que sea posible la creación del tópico del “hombre nuevo”.
Pero ¿A qué se debe este cambio de estrategia?
Creo que la mejor explicación nos la da Marcuse en los años 50/60 del siglo pasado:
En cuanto al presente y a nuestra propia situación, creo que nos enfrentamos a un nuevo momento de la historia, porque hoy debemos liberarnos de una sociedad relativamente funcional, rica y poderosa […] El problema al que nos enfrentamos es la «necesidad» de liberarnos de una sociedad que atiende en gran medida a las demandas materiales e incluso culturales del hombre —una sociedad que, por usar un eslogan, reparte sus mercancías a un amplio sector de la población—. Y esto implica que nos enfrentamos a la liberación de una sociedad en donde la liberación no tiene el aparente sustento de las masas.
La solución, pues, ha sido la de buscar una liberación de todo aquello que implique restricciones al “Ser Libre”, es decir, como nos señala Zygmunt Bauman:

“Una de esas cuestiones fue la posibilidad de que lo que experimentamos como libertad no lo sea en absoluto; que las personas puedan estar satisfechas de lo que les toca, aunque diste mucho de ser «objetivamente» satisfactorio; que, viviendo en la esclavitud, se sientan libres y por lo tanto no experimenten ninguna necesidad de liberarse, renunciando a toda posibilidad de acceder a una libertad genuina. El corolario de este razonamiento fue la suposición de que las personas puedan no ser jueces competentes de su propia situación, y deban ser forzadas o engatusadas, pero en cualquier caso conducidas a experimentar la necesidad de ser «objetivamente» libres y a juntar el coraje y la determinación necesarios para luchar por ello.”

entendiendo, añado yo, que ello será posible con la deconstrucción de la sociedad occidental contemporánea, y la creación de la idílica y perfecta sociedad comunista.

Y ello porque, si seguimos las enseñanzas de Bauman, a la mayoría de los seres humanos contemporáneos les aterroriza ese proceso de liberación, pues implica tener que “ser” “decidir” y “actuar” asumiendo una responsabilidad que rechazan, pues no quieren «Depender de los propios recursos para satisfacer los propios deseos», de tal modo que según Émile Durkheim:

“El individuo se somete a la sociedad y esta sumisión es la condición de su liberación. Para el hombre, la liberación consiste en librarse de las fuerzas físicas ciegas e irracionales; lo consigue oponiéndoles la enorme e inteligente fuerza de la sociedad, bajo cuya protección se ampara. Poniéndose bajo el ala de la sociedad se vuelve, en cierta medida, dependiente de ella [como tributo a su propio hedonismo, y nihilismo, esencialmente manifestados en la pretensión de irresponsabilidad del “hombre de alma líquida”]. Pero se trata de una dependencia liberadora, y sus defensores no ven contradicción en ello”.

No obstante, los defensores de esta sumisión del individuo a la sociedad la consideran una “dependencia liberadora”, siempre que se trate, claro está, de sumisión a una “Sociedad Comunista”, en la que no cuente el individuo, sino los colectivos minoritarios en los que cada uno de ellos se integre.

Sin embargo, no cuentan estos “intelectuales” con escollos insalvables en su camino, como la inexistencia de un guion para la creación del Estado Comunista y la desalienación de los individuos para llegar a aquella figura del “hombre nuevo” en el ámbito de la “Sociedad perfecta Comunista”; o el carácter siempre individualista del hombre, olvidando que el hombre será siempre hombre y por tanto amante de su libertad “individual”.
Así, Mounier, fundador de la corriente filosófica “Personalista”, afirma:
“La laguna esencial del marxismo es haber desconocido la realidad íntima del hombre, la de su vida personal.”
Es verdad que Marx indicó con exactitud cómo lograr el cambio total de la situación de la sociedad capitalista burguesa del s.XX, pero no nos dijo cómo se debería proceder después. Suponía simplemente que, con la socialización de los medios de producción y la desaparición de la propiedad privada, la “Dictadura del Proletariado” daría paso la Sociedad Perfecta Comunista y configuraría al “Hombre Nuevo” mediante la desalienación del individuo.
Y esa indefinición, en la práctica —en todos los experimentos políticos reales de socialismo marxista, sin excepción alguna— ha desembocado en un muro infranqueable del que no se ha logrado encontrar salida: La “Dictadura del Proletariado”, que se enquista inevitablemente en si misma, y que es incapaz de encontrar vías de salida hacia aquella “Sociedad Perfecta” presagiada, sin lograr la aparición del “Hombre Nuevo” prometido, y perpetuándose, no ya en una “Dictadura del Proletariado”, sino en una “Dictadura de Partido” caracterizada por la tiranía de unos pocos “la nomenklatura” y el sufrimiento, la falta de libertad y la penuria económica de la mayoría.
Al final, parafraseando a Karl Popper, el Marxismo ha caído en la ridícula idea de pensar que se puede predecir el fututo mirando lo ocurrido en el pasado, lo cual según el austriaco:
“…es falso, teórica y moralmente falso”
Por eso, porque es imposible, porque la “adivinación del futuro” no es sino una falsedad, Marx no supo prevenir el devenir y los procedimientos a seguir una vez instaurada la “Dictadura del Proletariado” para superar esta fase de la evolución social fruto de la revolución, y alcanzar la “Nueva Jerusalén”, la sociedad perfecta presidida y habitada por el “Hombre Nuevo”.
En esta línea Ratzinger manifiesta:
“[Marx] Ha olvidado que el hombre es siempre hombre. Ha olvidado al hombre y olvidado su libertad. Creyó que, una vez solucionada la economía, todo quedaría solucionado. Su verdadero error es el materialismo: en efecto, el hombre no es sólo el producto de condiciones económicas y no es posible curarlo desde fuera, creando condiciones económicas favorables”.
Sin embargo, pese a todo ello, pese a la constatación evidente de los errores del Marxismo, la fascinación que ejerce su “promesa” liberadora del ser humano oprimido, sigue teniendo gran multitud de seguidores en nuestros días, tal y como manifiesta el italiano Marcelo Pera en su Libro “Porqué debemos considerarnos cristianos”. En el que nos dice:
“Recordamos continuamente los crímenes del nazismo, del fascismo o del franquismo, y con mucha más facilidad olvidamos los del comunismo. Los intelectuales de izquierda siguen pensando que la idea en que se inspiraba el comunismo era buena, pero que en la práctica se realizó mal. La utopía sigue obrando dentro de la cultura de izquierda, aunque no produce ninguna idea nueva.”
En definitiva debemos de llegar a la conclusión de que da igual el método empleado, ya sea la revolución violenta, ya la deconstrucción Gramsciana de la Sociedad y sus actuales valores facilitada por la licuefacción de las mentes y la sociedad definida por Bauman pues llegaríamos en cualquier caso, SI, a la Dictadura del Proletariado, pero ese callejón sin salida nos condenaría, como en todos los ensayos precedentes, a la tiranía de unos pocos, y al sufrimiento,  la falta de libertad y la penuria económica de la mayoría, y nunca alcanzaríamos la “Sociedad Perfecta Comunista” ni el mito del “Hombre Nuevo”, falacias demagógicas que ocultan el mero ansia de poder personal de los dirigentes comunistas.

Y así, con este previo análisis ideológico del marxismo contemporáneo llegamos a la cuestión esencial objeto de este escrito y enunciada en uno de los primeros párrafos de este:
Porque el gobierno presidido por Pedro Sánchez ha sido tan ineficaz, absurdo, políticamente contaminado, mentiroso e irresponsable en los trabajos de control y lucha contra la epidemia de Covid-19 que nos asola.
La primera razón de ello es que este Gobierno se creó para tratar de desarrollar un programa político que hiciese lo posible por un cambio en el paradigma de la “Hegemonía Social Gramsciana” del neocomunismo, que hemos venido analizando hasta el momento, y no para enfrentarse a una crisis sanitaria y económica como la actual, que desborda absolutamente su capacidad y preparación.
En segundo lugar, porque el Socialista Pedro Sánchez se ha visto amenazado por el comunista Bolivariano Pablo Iglesias, líder de Podemos, con desvelar la financiación irregular recibida por el Partido Socialista de las naciones narcotraficantes de Hispano América, esencialmente Venezuela Bolivia y Colombia, en un momento en que la DEA Administración para el Control de Drogas) y la fiscalía estadounidenses, están forzando sus actuaciones contra las narcodictaduras mencionadas y sus colaboradores, incluyéndose como tales a los políticos sospechosos de haber sido financiados por ellas, entre los que se encontrarían Zapatero, Sánchez, Iglesias, Monedero, Ábalos,
Y en tercer lugar, porque dichas amenazas, reiteradas al parecer, por la Vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez en su fugaz visita a España, habrían dado lugar a un giro en las políticas del Gobierno, preocupado en su salvaguarda y en las políticas, llamadas sociales, de signo comunista, exigidas por Podemos, a modo de huida hacia adelante, tratando de lograr durante el tiempo que les quede en el Gobierno, el cambio del paradigma de la “Hegemonía Social” a la que aspiran, descuidando la lucha contra la epidemia que nos asola.
Pero quedaría inconcluso este análisis si no hiciéramos mención a la crítica, hoy muy extendida, del marxismo, su desarrollo comunista y el resultado práctico del mismo en las llamadas “Democracias Populares”, que no son sino el desarrollo práctico de ese marxismo comunista y su relación con la nefasta gestión de la epidemia de COVID 19 por parte del Gobierno de España.

El nuevo sistema social, propio de las condiciones de vida del siglo XX, había demostrado rápidamente su imposibilidad de reemplazar, con la planificación económica y la regulación estatal del funcionamiento de la economía, los mecanismos del mercado propios del régimen capitalista, como forma de asignación eficiente de los recursos económicos que permitiera el abastecimiento de las grandes masas. Pero igualmente el socialismo construyó un sistema totalitario de control estatal de la sociedad en todos sus niveles (incluyendo los resortes más íntimos de la vida privada) hasta el punto incluso de acudir al terror y a la persecución de los disidentes.

El proyecto de poner fin a las desigualdades económicas y sociales, que representaba el socialismo, trató de imponerse por la vía de la anulación de las libertades políticas, y al final no logró presentar un resultado a la altura de sus propósitos. Para muchos, en una ecuación inaudita, Marx sería igual a campos de concentración.
Ello llevaría a los teóricos del Marxismo a tener que realizar una revisión de los postulados de Marx y su evolución no al comunismo como estado ideal en que habría de nacer la utopía del “Hombre Nuevo” desalienado, libre y perfecto. Y tal revisión tiene por resultado las formulaciones teóricas del “Nuevo Socialismo”
El enfrenamiento clasista entre empresarios y trabajadores tuvo un importante auge en los países europeos durante la llamada "sociedad industrial" pero el desarrollo del capitalismo e, incluso, la institucionalización de  los conflicto laborales por la vía de los acuerdos patronal/sindicatos y el desarrollo de la legislación laboral, habrían tenido como resultado una integración de la clase obrera al sistema hasta el punto, incluso, de que durante los últimos decenios del siglo XX, esta última sería la menos interesada en promover una revolución social, asumir sus costos y perder las prerrogativas obtenidas en el marco del Estado de bienestar.
El proletariado, entonces, ya no sería el sector social llamado a liderar una revolución o una transformación social, papel que estarían llamados a cumplir movimientos de otro carácter como el de género, la etnicidad, la reivindicación identitaria, la ecología, la lucha antinuclear, es decir, los grupos sociales marginales a los que se impone reconocer sus “Derechos Colectivos”.
 ¿Y que sería entonces un "marxismo sin proletariado"?
La realidad es que somos conscientes de que el desarrollo de la economía y la sociedad capitalista dejaban sin efectos muchas de las predicciones sociológicas de Marxc como fueron:
1.- La previsión del hundimiento del campesinado
2.- El crecimiento de la pobreza de las masas
3.- El augurio de la polarización de la sociedad en dos grandes clases, por la concentración creciente del capital.
4.- La disminución del número de propietarios
5.- La desaparición de la clase media
6.- La reiteración de crisis económicas
7.- la Disminución de la tasa de ganancia
Etc…

Así Bernstein afirmaba ya en 1899 que: "El campesinado no se está hundiendo" [...] "la pobreza y la servidumbre no aumentan" [...] "la polarización entre las clases [...] no se ha producido"; "la concentración del capital en grandes empresas se ve acompañada por el desarrollo de nuevas industrias, pequeñas y medianas; aumenta el número de propietarios; el nivel de vida está creciendo; en lugar de disminuir numéricamente la clase media aumenta; lejos de simplificarse, la estructura de la sociedad capitalista se hace más compleja y diferenciada"

En la época en que aún existía el socialismo en Europa del Este, llamaba la atención la manera como estos regímenes debían acudir al control policíao directo de la población para poder mantener la lealtad al sistema y evitar los desafectos, en contraste con las grandes libertades políticas, ideológicas y en las prácticas sociales que se podían observar en los países occidentales.

Mientras estos últimos lograban mantener elevados niveles de conflicto sin desbaratarse y desfondarse, los países socialistas necesitaban reprimir hasta las más mínimas expresiones de desajuste porque cualquier desacuerdo podía poner en cuestión la legitimidad precaria de su autoridad o el débil sentido de pertenencia. Y la explicación de este contraste habría que buscarlo precisamente en el hecho de que las prácticas de consumo garantizaban en el mundo occidental una integración social básica que permitía la existencia de un espacio de libertad, donde se podían desarrollar múltiples formas de expresión y desplegar múltiples identidades. La vieja pregunta que se hacían algunos sociólogos del siglo xix, acerca de las condiciones que hacen posible mantener la unidad de la sociedad ante la desaparición de la religión tradicional que cumplía esa función, ahora se puede responder de manera tajante: el consumo.


            Y ante estas realidades nos encontramos con la postura racionalmente insostenible de los movimientos de izquierdas, que no se justifican en la necesidad de “liberar a los oprimidos”, sino en establecer estructuras sociales que justifiquen, con una nueva ingeniería social, el asalto al poder por el poder mismo, para lo cual pretenden destruir el equilibrio de las sociedades occidentales, reestructurándolas en torno a nuevas categorías sociales como “inmigrantes”,” Personas LGTBI”, “Minorías étnicas”, etc…, cuyos derechos colectivos se antepongan a los derechos individuales del común los ciudadanos, reprimiendo sus derechos y doblegando sus libertades en aras de  “La Conquista del Cielo”

            EL PODER POR EL PODER