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jueves, 24 de enero de 2019

¿POR MUCHOS O POR TODOS?



En las últimas semanas hemos sido testigos del cambio introducido por la Conferencia Episcopal Española en la fórmula de la consagración del Cáliz en la Santa Misa, que se ha producido en cumplimiento de la instrucción de la Congregación para la Disciplina de los Sacramentos y el Culto Divino de la Santa Sede, del 28 de marzo de 2001, que, sin embargo, no se ha cumplido en la práctica hasta ahora.

            El cambio se trató de explicar por una carta enviada por Benedicto XVI al Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, el Arzobispo Zollistsch, en la que le manifiesta que

“… cuando hubo que traducir al alemán el Misal Romano, bajo la responsabilidad de los obispos, había un consenso exegético en que la palabra «los muchos», «muchos», en Isaías 53,11s, era una forma de expresión hebrea que indicaba la totalidad, «todos»”.

Y continúa diciendo:

“…la Santa Sede ha decidido que, en la nueva traducción del Misal, la expresión «pro multis» deba ser traducida literalmente, y no al mismo tiempo interpretada. En lugar de la versión interpretada «por todos», ha de ponerse la simple traducción «por muchos»… (aunque) ..para quienes participan habitualmente en la Santa Misa, esto pueda parecer casi una ruptura precisamente en el corazón de lo sagrado. Ellos se dirán: Pero Cristo, ¿no ha muerto por todos? ¿Ha modificado la Iglesia su doctrina? ¿Puede y está autorizada para hacerlo? ¿Se está produciendo aquí una reacción que quiere destruir la herencia del Concilio?”

            Para concluir señalando que lo cierto es que Cristo se entregó por todos, y a todos alcanza su poder salvífico, como se desprende de varios textos sagrados como son

Pablo en la Carta a los Romanos afirma (Rm 8,32) Dios entregó a su Hijo «por todos»

 El mismo pablo, en la Segunda Carta a los Corintios, hablando de la muerte de Jesús (2 Co 5,14) nos recuerda que «Uno murió por todos»

 Y, en la Primera Carta a Timoteo (1 Tm 2,6) escribe Jesús «se entregó en rescate por todos».

Entonces, con mayor razón, una vez más, debemos preguntarnos: si esto es así de claro, ¿por qué en la Plegaria Eucarística está escrito «por muchos»?

Y finaliza su reflexión afirmando que “El respeto reverencial por la palabra misma de Jesús es la razón de la fórmula de la Plegaria Eucarística”. Y que lo cierto es que los Cristianos Católicos somos hoy ni tan siquiera muchos, sino muy pocos y que, si bien Cristo se entregó por todos, sólo son “muchos” quienes desde su libertad de conciencia aceptarán el mensaje del Salvador, pues el sacrificio de Cristo y la voluntad salvífica de Dios no tienen un efecto obligatorio ni automático, pues Dios respeta nuestra libertad. De modo que cada hombre tiene que acoger en su vida la salvación que Dios le otorga gratuitamente.

            Lamento profundamente discrepar de la opinión del Papa Benedicto, de la Congregación para la Disciplina de los Sacramentos y el Culto Divino y de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuyos miembros son, todos ellos, muy respetables Doctores Teólogos de la Iglesia, y entiendo que muchos de mis lectores consideren mi postura una imprudencia y una insolencia, pero tengo la impresión de que su instrucción responde a motivos que sospecho espurios, a los que ha cedido el Santo Padre por evitar nuevos enfrentamientos con la Curia.
            Y tales motivos podrían no ser otros que:

·        El temor de los actuales responsable de nuestra Iglesia, infectada por el virus de la corrección política, de que defender la voluntad salvífica de Cristo hacia “todos” pudiera ser interpretada como una intromisión y falta de respeto a los creyentes de otros credos, especialmente los musulmanes.
·        El deseo de la Iglesia de conservar a sus fieles, o, dicho de otro modo, de evitar el abandono de las Iglesias por los católicos, cada día menos numerosos, con el argumento de que la fórmula “por muchos” expresa la terrible realidad, ya comentada anteriormente, de que sólo muchos, pero no todos, se beneficien efectivamente de ese don salvífico consustancial a la muerte de Jesús, proscribiendo una interpretación ilusoria de la salvación, que puede desembocar en la creencia de que, por el Sacrificio de Cristo Jesús estuviéramos ya salvados, pues lo cierto es que, en uso de nuestra libertad, no queramos acoger el regalo de la salvación y de la gracia, excluyéndonos así de esos «muchos» a los que Jesús desea salvar.
·        Item más, que para alcanzar esa salvación debemos acogernos al seno de la Iglesia como único vehículo doctrinal y litúrgico que garantiza el camino a esa salvación.

Pues bien, en relación con el primero de los argumentos de la Iglesia, el del respeto a la literalidad del mensaje de Jesucristo,  hemos de advertir que los conceptos hebreo [rabbîm] y arameo [saggi`îm], que son los vocablos utilizados en la versión de la que parten las traducciones de los evangelios al griego y al latín, son términos, que aun significando literalmente “muchos”, se refieren a “todos” y, especialmente, si van precedidos de artículo, en cuyo caso significan toda la humanidad, según afirman expertos en ambas lenguas. 

Pero entonces, ¿por qué cambiarlo? ¿Por fidelidad a la literalidad de las palabras de Jesús? ¿Qué literalidad, la latina, la griega o la hebrea/aramea?

En segundo lugar y ante el deseo de la Jerarquía de la Iglesia de mantener su monopolio en la gestión de ese pretendido único vehículo doctrinal y litúrgico que garantice el camino a esa salvación, hemos de defender la idea de que Cristo ofrece su vida por todos los hombres, por «el mundo», y que la salvación no es "mercancía" gestionada monopolísticamente por la Iglesia, sino que reside en el amor de Dios al hombre y la repuesta individual de este al Padre.

Así debemos interpretar las palabras del Evangelio de Juan
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.” (Juan 3, 16-21)
«Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo» ( Juan 6,51).

Sin perjuicio de que, por desgracia, no todos acojan el deseo del Salvador

 «Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron» (Juan 1,11)

«Señor, ¿son pocos los que se salvan?», y Jesús respondió: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán» (Lucas 13,23-24).
Por ello, y frente a la opinión de los expertos de la Congregación, que estaba liderada por el Cardenal nigeriano Francis Arinze, sigo preguntándome: 
¿Por qué este cambio? ¿Cómo puede ser que la liturgia parezca recortar la validez redentora de la sangre de Cristo de “todos” a “muchos”? ¿No es esto un paso atrás, una rémora o coletazo de esa Iglesia que parece querer restringir la salvación a “unos pocos”?

Por todo ello considero erroneamente fundamentado el cambio comentado y pienso que lo correcto sería mantener la referencia a "todos" en la consagración del vino.

            Para concluir, quiero citar unas palabras que contradicen la opinión, en este tema, del propio Papa Benedicto y que ya he comentado en mi post Y EL VERBO SEHIZO CARNE Y HABITO ENTRE NOSOTROS   que se puede leer íntegramente haciendo click en el enlace, y cuya lectura recomiendo como complemento a la presente reflexión.
Esa reflexión de Benedicto XVI, contenida en su obra “El infierno es estar sólo” y que, implícitamente se refiere a "todos los hombres", es la siguiente:
Si existiese [después de la muerte] una suspensión de la existencia tan grave que en ese lugar [o situación] no pudiera haber ningún tú, entonces tendría lugar esa verdadera y total soledad que el teólogo llama infierno. Pero una cosa es cierta, hay una noche a cuyo abandono no llega ninguna voz; hay una puerta que podemos atravesar solo en soledad: la puerta de la muerte. La muerte es la soledad por antonomasia. Aquella soledad en la cual el amor no puede penetrar es el infierno. Sin embargo, Cristo ha atravesado la puerta de nuestra última soledad; con su Pasión ha entrado en el abismo de nuestro ser abandonado. Allí donde no se podía escuchar ninguna voz. Allí está Él. De este modo el infierno, la muerte que antes era el infierno, ya no lo es más.”