En las últimas semanas hemos sido
testigos del cambio introducido por la Conferencia Episcopal Española en la fórmula
de la consagración del Cáliz en la Santa Misa, que se ha producido en
cumplimiento de la instrucción de la Congregación para la Disciplina de los
Sacramentos y el Culto Divino de la Santa Sede, del 28 de marzo de 2001, que,
sin embargo, no se ha cumplido en la práctica hasta ahora.
El cambio se
trató de explicar por una carta enviada por Benedicto XVI al Presidente de la
Conferencia Episcopal Alemana, el Arzobispo Zollistsch, en la que le manifiesta
que
“… cuando hubo que traducir al alemán
el Misal Romano, bajo la responsabilidad de los obispos, había un consenso
exegético en que la palabra «los muchos», «muchos», en Isaías 53,11s, era una
forma de expresión hebrea que indicaba la totalidad, «todos»”.
Y continúa diciendo:
“…la Santa Sede ha decidido que, en
la nueva traducción del Misal, la expresión «pro multis» deba ser traducida literalmente,
y no al mismo tiempo interpretada. En lugar de la versión interpretada «por
todos», ha de ponerse la simple traducción «por muchos»… (aunque) ..para
quienes participan habitualmente en la Santa Misa, esto pueda parecer casi una
ruptura precisamente en el corazón de lo sagrado. Ellos se dirán: Pero Cristo,
¿no ha muerto por todos? ¿Ha modificado la Iglesia su doctrina? ¿Puede y está
autorizada para hacerlo? ¿Se está produciendo aquí una reacción que quiere
destruir la herencia del Concilio?”
Para
concluir señalando que lo cierto es que Cristo se entregó por todos, y a todos
alcanza su poder salvífico, como se desprende de varios textos sagrados como
son
Pablo en la Carta a los Romanos afirma (Rm 8,32) Dios entregó
a su Hijo «por todos»
El mismo pablo, en la
Segunda Carta a los Corintios, hablando de la muerte de Jesús (2 Co 5,14) nos
recuerda que «Uno murió por todos»
Y, en la Primera Carta
a Timoteo (1 Tm 2,6) escribe Jesús «se entregó en rescate por todos».
Entonces, con mayor razón, una vez más, debemos preguntarnos:
si esto es así de claro, ¿por qué en la Plegaria Eucarística está escrito «por
muchos»?
Y finaliza su reflexión afirmando que “El respeto reverencial
por la palabra misma de Jesús es la razón de la fórmula de la Plegaria
Eucarística”. Y que lo cierto es que los Cristianos Católicos somos hoy ni tan
siquiera muchos, sino muy pocos y que, si bien Cristo se entregó por todos,
sólo son “muchos” quienes desde su libertad de conciencia aceptarán el mensaje del
Salvador, pues el sacrificio de Cristo y la voluntad salvífica de Dios no
tienen un efecto obligatorio ni automático, pues Dios respeta nuestra libertad.
De modo que cada hombre tiene que acoger en su vida la salvación que Dios le
otorga gratuitamente.
Lamento
profundamente discrepar de la opinión del Papa Benedicto, de la Congregación para
la Disciplina de los Sacramentos y el Culto Divino y de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, cuyos miembros son, todos ellos, muy respetables Doctores
Teólogos de la Iglesia, y entiendo que muchos de mis lectores consideren mi
postura una imprudencia y una insolencia, pero tengo la impresión de que su
instrucción responde a motivos que sospecho espurios, a los que ha cedido el
Santo Padre por evitar nuevos enfrentamientos con la Curia.
Y tales
motivos podrían no ser otros que:
·
El
temor de los actuales responsable de nuestra Iglesia, infectada por el virus de
la corrección política, de que defender la voluntad salvífica de Cristo hacia
“todos” pudiera ser interpretada como una intromisión y falta de respeto a los
creyentes de otros credos, especialmente los musulmanes.
·
El
deseo de la Iglesia de conservar a sus fieles, o, dicho de otro modo, de evitar
el abandono de las Iglesias por los católicos, cada día menos numerosos, con el
argumento de que la fórmula “por muchos” expresa la terrible realidad, ya
comentada anteriormente, de que sólo muchos, pero no todos, se beneficien
efectivamente de ese don salvífico consustancial a la muerte de Jesús,
proscribiendo una interpretación ilusoria de la salvación, que puede desembocar
en la creencia de que, por
el Sacrificio de Cristo Jesús estuviéramos ya salvados, pues lo cierto es que,
en uso de nuestra libertad, no queramos acoger el regalo de la salvación y de
la gracia, excluyéndonos así de esos «muchos» a los que Jesús desea salvar.
·
Item
más, que para alcanzar esa salvación debemos acogernos al seno de la Iglesia
como único vehículo doctrinal y litúrgico que garantiza el camino a esa
salvación.
Pues bien, en relación con el primero de los argumentos de la Iglesia,
el del respeto a la literalidad del mensaje de Jesucristo, hemos de advertir que los conceptos hebreo
[rabbîm] y arameo [saggi`îm], que son los vocablos utilizados en la versión de
la que parten las traducciones de los evangelios al griego y al latín, son
términos, que aun significando literalmente “muchos”, se refieren a “todos” y,
especialmente, si van precedidos de artículo, en cuyo caso significan toda la
humanidad, según afirman expertos en ambas lenguas.
Pero entonces, ¿por qué
cambiarlo? ¿Por fidelidad a la literalidad de las palabras de Jesús? ¿Qué
literalidad, la latina, la griega o la hebrea/aramea?
En segundo lugar y ante el
deseo de la Jerarquía de la Iglesia de mantener su monopolio en la gestión de
ese pretendido único vehículo doctrinal y litúrgico que garantice el camino a
esa salvación, hemos de defender la idea de que Cristo ofrece su vida por todos
los hombres, por «el mundo», y que la salvación no es "mercancía" gestionada monopolísticamente por la Iglesia, sino que reside en el amor de Dios al hombre y la repuesta individual de este al Padre.
Así debemos interpretar las
palabras del Evangelio de Juan
“Porque tanto amó
Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no
perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al
mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.” (Juan
3, 16-21)
«Y el pan que yo daré es mi
carne por la vida del mundo» ( Juan 6,51).
Sin perjuicio de que, por
desgracia, no todos acojan el deseo del Salvador
«Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron»
(Juan 1,11)
«Señor, ¿son pocos los que se
salvan?», y Jesús respondió: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues
os digo que muchos
intentarán entrar y no podrán» (Lucas 13,23-24).
Por
ello, y frente a la opinión de los expertos de la Congregación, que estaba
liderada por el Cardenal nigeriano Francis Arinze, sigo preguntándome:
¿Por qué este cambio? ¿Cómo puede ser que la
liturgia parezca recortar la validez redentora de la sangre de Cristo de
“todos” a “muchos”? ¿No es esto un paso atrás, una rémora o coletazo de esa
Iglesia que parece querer restringir la salvación a “unos pocos”?Por todo ello considero erroneamente fundamentado el cambio comentado y pienso que lo correcto sería mantener la referencia a "todos" en la consagración del vino.
Para concluir, quiero citar unas
palabras que contradicen la opinión, en este tema, del propio Papa Benedicto y
que ya he comentado en mi post Y EL VERBO SEHIZO CARNE Y HABITO ENTRE NOSOTROS que se puede leer íntegramente haciendo click en el
enlace, y cuya lectura recomiendo como complemento a la presente reflexión.
Esa reflexión de
Benedicto XVI, contenida en su obra “El infierno es estar sólo” y que, implícitamente se refiere a "todos los hombres", es la
siguiente:
““Si existiese [después
de la muerte] una suspensión de la
existencia tan grave que en ese lugar [o situación] no pudiera haber ningún tú, entonces
tendría lugar esa verdadera y total soledad que el teólogo llama infierno.
Pero una cosa es cierta, hay una noche a cuyo abandono no llega ninguna
voz; hay una puerta que podemos atravesar solo en soledad: la puerta de la
muerte. La muerte es la soledad por antonomasia. Aquella soledad en la cual el
amor no puede penetrar es el infierno. Sin embargo, Cristo ha atravesado la
puerta de nuestra última soledad; con su Pasión ha entrado en el abismo de
nuestro ser abandonado. Allí donde no se podía escuchar ninguna voz. Allí está
Él. De este modo el infierno, la muerte que antes era el infierno, ya no lo es
más.”
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