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viernes, 2 de junio de 2023

¡OH SILENCIO, OH SOLEDAD!

 


En mi biblioteca todo está en calma, de vez en cuando se escucha el crujido de la leña en la estufa ―que he vuelto a encender por el frío provocado por la humedad que nos han traído las terribles tormentas primaverales que nos golpean.

He disminuido la intensidad de la lámpara y ahora apenas hay luz en el ambiente, solo unas llamas anchas y alargadas que arden en la estufa proyectan sus reflejos vacilantes sobre el suelo y la madera de mi escritorio, mientras medito arrellanado en mi sillón favorito. 

El reloj marca las últimas horas del día, y pienso que siempre he sido admirador de Friedrich Nietzsche, como saben mis lectores habituales por las frecuentes citas que hago a su obra filosófica.

Hoy, sin embargo, no voy a referirme a su obra filosófica, pues en uno de mis habituales paseos por los libreros de viejo, bajo los chaparrones que, por fin, han regado las calles de Madrid, he encontrado una deliciosa obra literaria del prusiano, que relata sus años de juventud.

Pero, al leerlo, me ha sorprendido la identidad de pensamiento que se produce entre algunos párrafos de ese genio del pensamiento y algunas de mis reflexiones, siendo yo un mero aficionado intelectual desprovisto de la grandeza del filósofo, y con ello temo que, al final, acabe como él, mecido en los brazos de las Furias entre arrebatos de enajenación.

Por ejemplo, en mi reciente Post “Soledad y Silencio” casi repito las palabras de Nietzsche cuando el prusiano nos dice:

“Desde la infancia busqué la soledad....  Una tormenta me ha producido siempre una impresión muy hermosa; el lejano retumbar del trueno y el brillo amenazador de los relámpagos no hacían más que acrecentar mi respeto a Dios.”[i]

al decir yo

“Pero amo, sobre todo, el más placentero, para mí, de los silencios, el silencio posterior a la tormenta, nunca silencio, cuando el viento amaina, y tan solo se escucha el goteo de los restos de la lluvia deslizándose desde las ramas de los árboles o desde los aleros de los tejados, y la lejana trepidación, ya apenas audible, de la tormenta que se extingue en la distancia.”

En cualquier caso, encontrar estos libros, auténticos tesoros, me lleva a la conclusión de que los libros son el mejor equipaje que he hallado para recorrer este viaje sinuoso al que llamamos vida, y me reafirmo en la idea de que la soledad tiene nombre de mujer —acogedora y amantísima— mientras que el olvido, por el contrario, lo tiene de viento —arrebatador y dañino—.

A lo largo de mis muchos años de lectura y escritura momentos acompañados en muchas ocasiones por el sonido de piezas musicales he llegado al convencimiento de que el mayor gozo intelectual reside en haber comprendido, con la lectura, todo lo que he ido pudiendo comprender, y en reverenciar, con calma, todo aquello que sigue siendo para mi misterio incomprensible, aunque sin renunciar a que, algún día, alguna nueva lectura me vaya permitiendo comprender una tras otra la esencia de aquellos infinitos misterios, pese a la permanente discusión de si es mejor saber mucho de todo, o todo solamente de algo.

Y así, he convertido mi biblioteca en mi Castillo, en el que ejerzo un poder ilimitado, y en el que habita ese “yo interior” al que Goethe llama su “ciudadela” y al que sólo dejamos entrar a quienes deseamos, por amor o por conveniencia, pues tenemos en nuestra alma, aunque sea ínfima, una leve influencia del diablo, que nos hace ser oportunistas e interesados.

Y, de esta manera, en medio de esta turbulencia política y social que nos afecta, y en la que cualquier ciudadano corre el riesgo, permanente, de sufrir un cambio drástico en su situación personal o económica, tratamos de mantenernos incólumes en nuestros principios y esperanzas, en nuestros derechos y libertades, en nuestro “yo interior”, al que pretendemos mantener a salvo de aquellas turbulencias, arropado por nuestras lecturas, nuestra música, nuestras reflexiones y nuestros escritos en el silencio y la soledad que precisamos para ello.

Empeño no desprovisto de dificultad, pues el silencio y la soledad deseados son permanentemente asaltados, hoy en día, por esos bárbaros, nacidos del cinismo de los autoproclamados “progresistas”, que prostituyen las costumbres y el sentido moral de todo, empeñados en la destrucción de nuestra sociedad como lo que son, deformidades monstruosas y malvadas de una naturaleza corrompida, aunque aquel “yo interior” siempre estará a salvo de los ataques de los sicarios de aquellos pretendidos “progresistas” cuyas armas, que son la censura, la manipulación y el adoctrinamiento, son incapaces de penetrar en nuestra “ciudadela”.

En cualquier caso, no soy ni filósofo ni pensador, pues mi labor esencial es tratar de moldear mi existencia, mi “yo interior”, mi “ciudadela”, y mi sola intención es facilitar ideas o argumentos a los demás para que puedan hacer lo mismo. 

Así pues, tan sólo actúo como crisol donde fundir las palabras que permitan al lector discernir sobre la esencia y cualidades de ese “yo”, lo que, sin lecturas, quizá nunca  conseguiría.

Al fin y al cabo sólo soy un “divulgador de ideas” cuyo único propósito es cuidar de su existencia y disfrutar plenamente de la misma.

Cada lector debe encontrarse a sí mismo mediante la reflexión sobre su propio yo.

Lamento sin embargo, transitar por pensamientos tan íntimos y personales, como los expuestos en este post, que, realmente, no creo que interesen mucho a mis lectores; por ello vuelvo, ya, a mi silencio, y lo hago, siguiendo mi costumbre, con una nueva pieza musical, en esta ocasión “El Silencio de Beethoven” del compositor mejicano Ernesto Cortázar.


© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana


[1] Colección de Friedrich Nietzsche (Clásicos de la literatura) e-artnow, 2015 ISBN 978-80-268-3589-


martes, 30 de mayo de 2023

RESULTADOS ELECTORALES

 


    Los resultados electorales del domingo 28 de mayo merecen un repaso y análisis detenido, dada su importancia.

    El resumen es que la derecha ha derrotado electoralmente a la izquierda con una diferencia de más 800.000 votos, provocando la pérdidas de enclaves tradicionalmente socialistas como Extremadura, recuperando Aragón, Valencia, Cantabria, Baleares y La rioja, y ganando en ciudades como Sevilla, Valladolid y  Valencia, de gran importancia estatégico/electoral, al tiempo que ha mantenido la Alcaldía y la Comunidad de Madrid con holgadas mayorías absolutas.

    Tal y como ha dicho el ex alcalde de Valencia Joan Ribó, o el expresidente de Cantabria Revilla, en estas elecciones se ha producido una verdadera "Marea Azul".

    De todos los territorios en disputa autonómica el PSOE tan sólo ha conseguido mantenerse en el poder en Asturias y Canarias, y muy posiblemente e Catilla La Mancha con un exiguo resultado de 17 frente a16 escaños.

    Pero la cuestión fundamental no es la victoria concreta en las citadas Comunidades o Ciudades, sino el hecho de que estos resultados marcarían una tendencia de fin de ciclo, que aventuran la derrota del sanchismo en las próximas elecciones generales.

    Por mucho que los analistas políticos, los medios de comunicación o los partidos de la izquierda ―con la práctica desaparición de Podemos de la escena política, quieran centrar su discurso en que estas han sido tan sólo unas elecciones Municipales y Autonómicas, lo cierto es que históricamente el partido que gana las elecciones locales gana las inmediatas elecciones generales, y que estas elecciones se han celebrado en clave nacional, tanto por la actitud de Sánchez, que ha eclipsado a los líderes locales y autonómicos en sus mítines, como por la estrategia de PP y VOX, que han llevado sus campañas al ámbito nacional, como muy bien reflejó la frase de Feijoo "Vamos a derogar el Sanchismo"

    Otra cuestión de indudable importancia es que en la mayoría de los territorios el PP va a necesita a VOX para formar Gobiernos, como ya adelanté en mi artículo de EL DEBATE, del pasado día 24 de marzo EL PP DE NUÑEZ JEIJOÓ  pues en caso de no lograrse dicho pacto existe el riesgo de que las alcaldías o Presidencias de Comunidades Autónomas cayesen en poder de la izquierda, pues la mayoría absoluta, por si misma, soló se ha conseguido por el PP en Madrid Capital y Comunidad Autónoma,  pacto que será termómetro indispensable para las elecciones generales de diciembre, y que no le ha dado malos resultados al PP, que ha ganado otro feudo importante del PSOE, como era Valladolid, después de un año de Gobierno autonómico PP VOX, lo que demuestra que los votantes no han censurado dichos pactos.

     Sánchez, asumiendo el protagonismo personal de la campaña del PSOE, convirtió estas elecciones en un plebiscito en que fundamentar su deseo de agotar la legislatura y reforzar el poder, no ya del PSOE sino del "sanchismo", y la apuesta le ha fallado estrepitosamente, arrastrando en su derrota electoral a varios de sus varones regionales y a Podemos, lastrado por la apuesta en favor del movimiento "Sumar" de su vicepresidenta Yolanda Díaz, y todo ello debería traducirse en un más que deseado adelanto de las elecciones generales, que la ciudadanía ha manifestado sin reservas.

      Habrá que esperar unos días para ver que pactos de investidura se concretan en las Comunidades Autónomas y Ayuntamientos en los que sean imprescindibles, pero lo que no deja de ser una realidad incontestable es que el ciclo sanchista se ha agotado y su definitiva caída habrá de producirse en las próximas elecciones generales  

Antes de la publicación de este post, Sánchez ha anunciado la convocatoria de elecciones generales para el 23 de Julio, asunto que debería ser objeto de análisis.

 Esperemos que ello implique el fin del nefasto sanchismo.

        Y concluyo, como siempre con una nueva pieza musical, en este caso a "Marcha Real" o "Marcha de Granaderos", Himno de España interpretado por la Banda de Pífanos y Tambores de la Guardia Real.


© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana


viernes, 26 de mayo de 2023

BIBLIOFILIA Y BIBLIOMANÍA

 


Siempre, desde mi primera adolescencia, cuando mi padre me ofreció leer el libro "Ordo Amoris" de Max Scheler, seguido de "La aceptación de si mismo" de Romano Guardini, he ido acrecentando mi amor por la lectura y los libros, lo que desembocó en mi pasión por la escritura, con la que os asalto cada poco tiempo en forma de reflexiones heteróclitas.

Sin embargo no he llegado a convertirme en un verdadero bibliófilo, como algunos que he conocido realmente importantes.

Efectivamente, he conocido a dos grandes bibliófilos españoles, cuya pasión por los libros era no sólo una afición sino una dedicación vital.

El primero de ellos era Rafael Ruiz Gallardón, Notario y hombre de una vasta cultura, que poseía una impresionante colección bibliográfica, entre cuyos ejemplares se encontraba una primera edición de El Quijote.

Tengo, en relación con él, la divertida anécdota de ocurrió en un almuerzo en la Casa de ABC en la que le acompañábamos Guillermo Luca de Tena, Luis María Ansón y yo mismo, en la que surgió el tema de su colección.

Preguntado por Ansón que cual era el libro más importante de su colección, Rafael contestó que, por supuesto, lo era un ejemplar de la primera edición de El Quijote.

Le preguntó entonces Ansón que donde lo tenía y Rafael contestó

“Pues en una caja de seguridad de un banco”

A lo que Ansón dijo

“Que pena, si yo tuviese ese libro lo tendría en la biblioteca de mi casa para acariciar un rato su lomo cada día”

Otro gran bibliófilo amigo era Juan Herrera, Marqués de Viesca de la Sierra, empresario y banquero, cuya afición de centraba en los libros relacionados con la caza, que tenía en una biblioteca creada exprofeso en un antiguo granero de su finca El Santo.

Con ocasión de su 80 cumpleaños, Juan celebró un almuerzo en la vieja almazara de su finca, con cerca de 500 asistentes, a la que fuimos invitados mi mujer Beatriz y yo mismo, y a mí se me ocurrió comprarle como regalo, en una librería de viejo, un pequeño libro de caza, que resultó que no tenía en su amplísima colección, lo que fue comentando por él mismo en las distintas mesas en que se acomodaron los invitados para el almuerzo, entre grandes risotadas y diciendo

“Es increíble, Jesús ha encontrado y me ha regalado un libro que no tenía”

Los bibliófilos son, en cualquier caso, como cualquier coleccionista y si bien mis amigos Rafael y Juan eran personas equilibradas y sensatas, hay muchos coleccionistas que llegan a la obsesión por conseguir objetos especiales propios de su colección, acabando inmersos, en el caso de los bibliófilos, en la llamada “bibliomanía”, que el DRAE define como la propensión exagerada a acumular libros.

En la literatura española, un ejemplo de ello lo es el personaje Avelino de la novela “Silvestre Paradox”, de Pío Baroja, que así nos lo describe:

“Su último entusiasmo fue el de la bibliografía, chifladura que tomó como costumbre, y no con gran pasión. Pero como un hombre, por rico que sea, no puede pensar en reunir los libros que se han escrito, no sólo en el mundo, sino en un país, Avelino especificó su manía y se dedicó a formar una biblioteca de libros en dieciseisavo. 

Al principio, los compraba, los leía, los coleccionaba y los guardaba…

[…]Deseaba llenar las paredes de su gabinete con libros en dieciseisavo. 

Ésta era en aquella época su aspiración suprema, y compraba tomos sin otro objeto[…]

Un día, a don Avelino se le perdió la llave de la biblioteca. Al día siguiente se encontró con la puerta cerrada; quiso descerrajarla, pero luego pensó y dijo: —¿Para qué? Hay una cosa más sencilla. El cuarto tenía un montante. Don Avelino ató sus libros, siempre de dieciseisavo, con un cordelito, y como quien dispara una piedra los tiró al interior de la biblioteca.

Una vez quiso entrar en la biblioteca; descerrajó la puerta, pero se había formado detrás de ella un montón de tomos tan grande que era imposible entrar.”

Pero la realidad también nos muestra ejemplos de esa bibliomanía.

En 1869, el teólogo bávaro Alois Pichler fue nombrado “bibliotecario extraordinario” en la Biblioteca Pública Imperial en San Petersburgo,  una posición prestigiosa acompañada de un no menos importante salario.

Pero no fue ese importante puesto el que llevó a Pichler a la fama, sino su enfermiza obsesión por los libros.

Meses después de llegar a San Petersburgo, otros empleados de la Biblioteca constataron que un número importante de libros había desaparecido de la colección y notaron también un comportamiento extraño en Pichler.

En 1871, más de 4.500 títulos que faltaban de la Biblioteca fueron hallados bajo su posesión, lo que desencadenó su arresto y exilio en Siberia, tal y como nos relata Mary Stuart en su artículo “The Crime of Dr. Pichler: A Scholar-Biblioklept in Imperial Russia and His European Predecessors”, publicado en la revista Libraries & Culture.

Según Stuart, durante el juicio, su defensa trató de mitigar la pena alegando que el teólogo padecía una “condición mental peculiar, una manía no en el sentido legal o médico, sino en el sentido ordinario de una pasión violenta, irresistible e inconquistable”.

A priori, adquirir libros no parece malo, pero en el s.XIX se consideraba que la bibliomanía llevaba a sus víctimas a la perdición, invadidas por un oscuro deseo de poseerlos, particularmente aquellos ejemplares únicos, como las primeras ediciones y las copias ilustradas.

    Muchos de los que padecieron esta “neurosis” gastaron auténticas fortunas tratando de perseguir su obsesión.

En el siglo XIX, el reverendo inglés Thomas Frognall Dibdin exploró esta “neurosis”, que él mismo sufría, en su libro “Bibliomanía” o “La locura del libro: un romance bibliográfico”, obra en la que Dibdin describe —usando incluso un lenguaje médico, aunque tal patología nunca fue clasificada médicamente— los síntomas de la bibliomanía.

    Entre ellos se encuentra un furor desmesurado por buscar primeras ediciones, o ediciones limitadas, libros de ciertos tamaños o impresos de cierta manera.

Por su parte, Gustave Flaubert, en su “Bibliomanía”, narra la truculenta historia de un librero de Barcelona que debido a su obsesión por los libros apenas comía, y no dormía, pero soñaba días y noches enteros con una idea fija: los libros. Soñaba con todo lo que una biblioteca real debería tener de lo divino, lo sublime y lo bello, y soñaba con tener una biblioteca tan grande como la del rey, llegando incluso hasta el crimen, matando a su librero rival.

La Revolución francesa hizo que muchas bibliotecas privadas depasaran a engrosar los catálogos de subastas de la época, y muchos libros franceses acabaron en las manos de grandes coleccionistas ingleses, como Richard Heber, quien asistió a subastas y ventas de libros en todo el continente europeo, comprando títulos individuales, pero también bibliotecas enteras.

     Su colección, que inició en los primeros años del siglo XIX y en la que gastó una fortuna  de más de £100.000 de la época, creció tanto que se repartía entre sus ocho casas. Se estima que poseía al menos 150.000 volúmenes.

Otro conocido coleccionista de la época fue sir Thomas Phillips, quien llegó a ser conocido como el “barón de la bibliomanía”. La obsesión del barón no conoció límites, y se extendió no solo a los libros, sino también a los manuscritos.

En cualquier caso, con el tiempo, el término de bibliomanía dejó de ser tan oscuro como lo pintó Dibdin y el DRAE, como ya hemos dicho, no la define como una patología, sino como una “propensión exagerada a acumular libros”.

En Japón, por su parte, en 1879, apareció por primera vez de forma impresa la palabra tsundoku, formada por el verbo “doku” que significa “leer”, y el prefijo “tsun” que se origina en “tsumu”, una palabra que significa “apilar”.

Por lo tanto “tsundoku” significa comprar material de lectura y acumularlo.

       En cualquier caso, y gracias a Dios, me considero inoculado contra la locura del libro o bibliomanía, pues el empeño de mi fortuna no alcanzaría para comprometer mi hacienda y mi bienestar comprando libros importantes, pues nunca he padecido esa tentación, pues soy consciente de que con la compra de una sola primera edición de un libro importante ya habría gastado mis escasos posibles fatalmente.

  Y conforme a mi costumbre, terminemos con un nuevo video musical, en esta ocasión el aria “Madamina il catalogo e questo” de la ópera Don Giovani de Mozart interpretada por Laszlo Polgar en el papel de Leporello.

 


     

  © 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana


martes, 23 de mayo de 2023

LA ILUSTRACIÓN: EL SIGLO DE LAS LUCES... Y DE LAS SOMBRAS

 


     No cabe duda de que los pensadores ilustrados trajeron con sus obras, sobre la base de “La Razón”, los fundamentos de las democracias modernas occidentales, estableciendo las bases de los conceptos de igualdad, libertad, justicia, separación de poderes, etc…

     Sin embargo, junto a ello, no debemos olvidar que, hablando del siglo de las luces, es indiscutible que sólo las luces producen sombras y esas sombras no son sino el hecho de que la Ilustración trajo también consigo el marco intelectual en el que se producirían las dos grandes revoluciones de finales del s XVIII y principios del s XIX: La Guerra de la Independencia de los Estados Unidos y la más desafortunada, por caótica y sangrienta, Revolución francesa, así como el auge del capitalismo y el nacimiento del socialismo.

     La Ilustración, al final, destruyó todos los fundamentos del antiguo régimen, con todas sus injusticias, pero tras el páramo estéril fruto de la Revolución, no creó nada nuevo, sino que tuvieron que ser pensadores posteriores los que reformulasen los ideales Ilustrados para dar forma a las democracias modernas, pero esas ideas ilustradas también fueron el germen de las doctrinas totalitarias nacionalistas y socialistas. En esta línea se expresa Tocqueville al decirnos:

"Por radical que haya sido la Revolución, Fue menos innovadora de lo que en general se cree.” [1] … “Yo vine al mundo al final de una larga revolución que, después de haber destruido al Estado antiguo, no había creado nada duradero.[2]


        Así los ilustrados ─muchos gritarán ¡“anatema”!─ son el origen de gran parte de las virtudes, pero también de todos los males de la Sociedad contemporánea, pues su éxito desemboca, esencialmente, en el despotismo ilustrado ─tan bien reflejado en su máxima “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”─ sobre el cual se desarrollarán las ideologías populistas totalitarias, ya nacionalistas (Nazionalismo y Fascismo), ya internacionalistas (Socialismo y Comunismo).

     La destrucción por los ilustrados de todos los principios básicos de la Sociedad del Antiguo Régimen, no se corresponde con una labor creativa de nuevas instituciones y modelos, y sus formulaciones no están carentes de contradicciones groseras.

     Efectivamente los ilustrados consideran a todos los hombres iguales, pero ya Rousseau en su “Emilio” no lo hace, afirmando que:

Yo no me encargaría de un niño enfermizo y achacoso aunque pudiese vivir ochenta años. No quiero encargarme de un alumno siempre inútil para sí y para los demás, el cual se ocupa únicamente en conservarse y cuyo cuerpo perjudica a la educación del alma. ¿Qué realizaré en él, prodigando vanamente mis cuidados, si no doblar la pérdida de la sociedad y privarla de dos hombres en vez de uno? Que otro se encargue en mi lugar de este enfermo; yo consiento y apruebo su caridad, pero mi misión no es ésa. Yo no sé el modo de enseñar a vivir a quien sólo piensa en librarse de la muerte.

       Afirmación que demuestra la cínica concepción del concepto de igualdad que subyace en las teorías rousseaunianas, igualdad para los iguales, discriminación para los desiguales.

     Por otra parte, atacan la autoridad y los principios morales cristianos, que consideran supersticiones. Y así constituyen las bases, posteriormente adoptadas por el marxismo, del concepto del “hombre nuevo” una vez que el ser humano, en lenguaje marxista “supere sus alienaciones”; en lenguaje ilustrado: “recupere sus derechos naturales”.                       

     En todas las grandes revoluciones intelectuales se puede optar por ser reformista o rupturista. En el siglo de las luces ganó la ruptura y se justificó la violencia.

     Y no sólo la violencia, sino incluso la eugenesia, como demuestra este párrafo del Emilio:

(El)…imperio de la medicina, (es) más pernicioso a los hombres que todos los males que pretende curar. Yo no sé por mí cuál es la enfermedad que nos curan los médicos, pero sé que ellos nos causan algunas que son muy funestas: la cobardía, la pusilanimidad, la credulidad, el terror de la muerte; si nos curan el cuerpo, nos matan el coraje. ¿Qué nos importa que hagan andar a los que son unos cadáveres? Son hombres los que nos hacen falta, y uno no ve que salga ninguno de sus manos.

     En el fondo el análisis más acertado, contemporáneo a la propia Revolución, sobre el vacío por ella producido, lo volvemos a encontrar en Tocqueville, para quien en el período post revolucionario las características sociales serían las siguientes:

1. Miedo a la autoridad, a la que se desprecia.

2. Guerra entre pobres y ricos; el egoísmo individual sin la fuerza.

3. Debilidad igual, sin poder colectivo (sin el poder de asociación).

4. Prejuicios sin creencias; ignorancia sin virtudes; doctrina del interés sin conocimiento, egoísmo imbécil.

5. Gusto por el abuso de la libertad.

6. Gente que no tiene el coraje de cambiar; la pasión de los hombres viejos [3]

      Todas estas características abonan el nacimiento de los absolutismos populistas de los socialismos nacionalistas e internacionalistas.

  Se me podrá decir por algún intelectual “progresistamente adoctrinado” que ¿cómo me atrevo a atacar de esta forma a los creadores de los conceptos modernos de libertad e igualdad? pero es que no soy sólo yo quien lo hace, si no multiplicidad de autores. De

      De todas formas, me preocupa poco esa recriminación, pues la falacia del "progresismo" la explica con acierto Gabriel Albiac en este párrafo:

"Pero, de verdad, ¿significan algo los vocablos «progresismo» y «progresista»? En cualquier campo. ¿O son sólo connotaciones afectivas, que ocultan preferencias sin otro fundamento que no sea el arbitrario deseo de quien los pronuncia? El gran Gustavo Bueno solía repetir, con aquella amable sonrisa suya que anunciaba la inmediatez de la masacre, que el progresismo era el modo laico de disfrutar sin coste alguno de la providencia divina. O sea, una monumental majadería. O mejor, una variedad de ese infantilismo que exige tenerlo todo: laicidad más providencia."

      Y críticos con la Ilustración los hay de todas las corrientes e ideologías; Así la “Escuela de Frankfurt” de raíz claramente marxista, y representada, esencialmente por Horkheimer y Adorno, en su intento por superar la crítica marxista, que consideraban anticuada, formulan una crítica total al predominio de la Razón, elevada a la categoría de referente absoluto por los iluminados:

 “Al abandonar su autonomía, la razón se ha convertido en instrumento… Su valor operativo, el papel que desempeña en el dominio sobre los hombres y la naturaleza, ha sido convertido en criterio exclusivo…” [4]

     Por su parte el autor inglés Anthony Pagden, en su obra “La ilustración, ¿Por qué sigue siendo importante para nosotros?” nos advierte de que:

 “El olvido (por los ilustrados) de la piedad y la tradición, la suposición de que todo puede argumentarse y ponerse en cuestión, inició la pendiente que llevó a convertir en engranajes a los humanos y en material desechable a quienes no razonaban de acuerdo con la norma establecida por el Estado, ese “monstruo frío” al decir de Nietzsche” [5]

      Pero volvamos a la “Escuela de Frankfurt” y así los “intelectuales” tendrán más difícil llamarme “fascista".

     El elemento esencial de la «Teoría crítica» formulada por la “Escuela de Frankfurt” ha sido la crítica de la Ilustración o, más precisamente la constatación de su fracaso, en la medida en que, lejos de proponer un objetivo emancipador, la Ilustración ha sido la palanca y la justificación de formas terribles de violencia, de opresión y de alienación, a lo largo de la historia de los siglos XVIII, XIX y XX, y que continuará, desgraciadamente durante el XXI.

      En la «DIALÉCTICA DE LA ILUSTRACIÓN» (1946), obra conjunta de ADORNO Y HORKHEIMER [6] formulan su doctrina entendiendo que el totalitarismo no se reduce a un retorno, a la barbarie y la irracionalidad.

      Defienden la tesis según la cual las Luces son cómplices de su propio hundimiento.

      Según Adorno y Horkheimer, si la Ilustración consiste en la afirmación de la autonomía y de la soberanía de la razón, esa búsqueda ha fracasado de hecho. Y tenía que ser así porque al romper con la tradición, con la religión, con la autoridad y con la hipótesis misma de la existencia de un ‘mundo natural’, encarnaban la potencia de las fuerzas de autoafirmación que eran las de la clase burguesa. "El burgués en sus aspectos sucesivos (…) es el sujeto lógico de la Ilustración".

      No puede sorprender, pues, que al triunfar el movimiento de las Luces, la razón se volviese contra ella misma, mintiese a los hombres y acabase por oponerse a su libertad.

      El totalitarismo, el colonialismo, los genocidios, las guerras mundiales… serían para la Escuela de Frankfurt realizaciones perfectas, pero involuntarias, del ideal de independencia absoluta que reivindica la Ilustración.

      La autonomía es un mito que ilumina el sol de la razón calculadora-ilustrada. Si el programa de la Ilustración consistía en «liberar al mundo de la magia», en su éxito encontró su propio fracaso; pues al lograrlo, lo único que consigue es someter a toda la humanidad al yugo de la eficacia y del interés individualista y competitivo.

      Cuando el sujeto no está vinculado por valores, cuando no hay vínculos sociales sino individualismo, la única norma que sobrevive es la de la eficacia, la organización, la sumisión del mundo y la dominación de la vida por ella misma.

      En este sentido, Adorno Y Horkheimer, consideran que Sade habría sido el autor más lúcido del Siglo de las Luces porque muestra que el espíritu racional conduce a la crueldad metódica y a la violencia organizada; la liberación desenfrenada de la potencia de la afirmación incondicional del yo conduce al abismo.

      De hecho, desde Kant, todas las críticas de la razón han sido defensas de la razón contra ella misma o, por mejor decirlo, contra sus perversas consecuencias. Es banal poner en guardia la razón contra sus propios excesos. Hegel y el propio Diderot en "El sobrino de Rameau", ya incidieron en eso – y en tal sentido el proyecto de Adorno y Horkheimer no es nuevo.

      La tesis de que existe de una razón perniciosa (absolutizante) alzándose contra la razón, no es difícil de rastrear en Rousseau:

 “…quienquiera que se niegue a obedecer la voluntad general será obligado a ello” [7]

      Formulación que se repite, con unas u otras palabras, en autores como Diderot, Montesquieu o incluso en Voltaire, lo que lleva inevitablemente a lo que Tocqueville definió como “La tiranía de la mayoría”, como degeneración del régimen democrático cuya esencia ━que se viola con esa tiranía━  es otorgar el mando, el ejercicio del poder, a las mayorías, pero garantizando, siempre, los derechos de las minorías a mantener sus libertades de pensamiento y expresión, por muy contrarias que sean sus convicciones a las de la mayoría.

        Y no puedo concluir sin citar las críticas de Ratzinger (Benedicto XVI) a la Ilustración, cuando nos dice:

“Las modernas filosofías inspiradas en la Ilustración, se caracterizan por el hecho de ser positivistas. Por consiguiente, anti metafísicas y tanto es así que, a fin de cuentas, Dios no puede tener ningún puesto en ellas.

Todas se basan en una autolimitación de la razón positiva, que funciona perfectamente en el ámbito técnico, pero que, si se generaliza, implica una mutilación del hombre.  

De ahí se sigue que el hombre admite ninguna instancia moral que esté fuera de sus cálculos y que el concepto de libertad, que a primera vista podría dar la impresión de poseer una expansión ilimitada, termina por llevar a la autodestrucción de esa libertad.” [8]

En conclusión,

“Una filosofía confusa de la libertad conduce inexorablemente a un dogmatismo que cada día se revela más hostil a la propia libertad.” [8]

    Y concluyamos, como es nuestra costumbre, con un video musical. En esta ocasión el 2º movimiento, “Andante” de la Sinfonía 101, "El Reloj", de Haydn. Interpretada por la Orquesta Philharmonia Hungarica, dirigida por Antal Doratia dentro del ciclo "El Siglo de las Luces"


© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana



[1] Alexis de Tocqueville. El Antiguo Régimen y la Revolución;  p. 67, cap. v, párrafo cuarto

 [2] Cómo nació "La democracia en América" de Tocqueville, Fondo de Cultura Económica, México, 1984.

 [3] Manuscritos de Yale, paquete 3, caja 3, citado por Schleifer

 [4] Max Horkheimer:  Crítica de la Razón Instrumental

 [5] Anthony Pagden:  La ilustración, ¿Por qué sigue siendo importante para nosotros?; Alianza editorial, 2015

 [6] DIALÉCTICA DE LA ILUSTRACIÓN (1946), obra conjunta de ADORNO Y HORKHEIMER

 [7] Jean Jaques Rousseau; El contrato social, Capitulo VIII

 [8] Fe y Razón Según Benedicto XVI – Conferencia en Subiaco – Sobre la Crisis de las Culturas – 1 de abril de 2005 


viernes, 19 de mayo de 2023

LO INFINITO Y LO ETERNO


    He ilustrado este POST con una representación de la “Escalera de Jacob”, a la que hace referencia la Biblia en el libro del Génesis

“Jacob salió de Berseba y fue a Jarán. Llegando a cierto lugar, se dispuso a hacer noche allí, porque ya se había puesto el sol. Tomó una de las piedras del lugar, se la puso por cabezal, y se acostó en aquel lugar. Y tuvo un sueño: soñó con una escalera apoyada en tierra, y cuya cima tocaba los cielos, y he aquí que los ángeles de Dios subían y bajaban por ella. Y vio que Yahveh estaba sobre ella, y que le dijo: «Yo soy Yahveh, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra en que estás acostado te la doy para ti y tu descendencia. Tu descendencia será como el polvo de la tierra y te extenderás al poniente y al oriente, al norte y al mediodía; y por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra; y por tu descendencia. Mira que yo estoy contigo; te guardaré por doquiera que vayas y te devolveré a este solar. No, no te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he dicho».
Génesis 28, 10-15

y viajó huyendo de su enfurecido hermano Esaú, a quien había suplantado para recibir la bendición paterna que correspondía a la primogenitura que el propio Esaú se había dejado arrebatar por su hermano por un plato de lentejas.

      La historia del “Sueño de Jacob” gira en torno a un elemento muy claro: la escalera.

    Se trata de un símbolo que en la interpretación judía representaría el exilio del pueblo de Israel antes de la llegada del Mesías, y que en no pocas exégesis se identifica con el Monte Moria, lugar señalado para el sacrificio de Isaac y en el que, en su día, se levantaría el templo de Jerusalén.

    En la teología cristiana es una invitación al recogimiento y a la meditación sobre el cumplimiento de las profecías en el Mesías:

En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre
Evangelio de San Juan 1, 51

    Es importante el detalle de afirmar que el lugar en que el Templo fue construido por Salomón es justo el mismo lugar donde Jacob soñó con una escalera por la que se ascendía al cielo.

    Este lugar, según una tradición cabalística, sería la primera de una serie de puertas por las que Satanás podría acceder a la Tierra, y el templo actuaría como su cerradura y sello.

    Sabéis que siempre me ha interesado filosóficamente el destino del hombre después de su muerte.

    Siempre he enfocado esta cuestión desde la perspectiva del creyente y, por lo tanto, desde la consideración de que existe otra vida, espiritual o tal vez místicamente plena, en cuerpo y alma, después de que fallezcamos.

    Este tema lo he tratado ya en varios POST, dentro de este blog.

    Pero siempre aparecen, tras otras lecturas y reflexiones, nuevas ideas, nuevas consideraciones, que quiero compartir con mis lectores, en este caso la infinitud, la eternidad y el tiempo.

    Y el porqué de este interés por el destino del hombre tras su muerte se refleja. Magistralmente, en estas líneas de Chateaubriand:

“Aun cuando lleguéis al colmo de vuestros deseos, aun cuando gocéis de todos vuestros placeres, y os veáis reyes, emperadores y dueños de toda la tierra, un momento después borrará la muerte todas estas nadas con la nada vuestra.” [i]

 Podemos leer en Nietzsche: «... nada hay tan terrible como lo infinito» [ii], afirmación que, en lo temporal sería verdad si el infinito implicase contemplar un futuro inacabable, inabarcable por su enormidad, tedioso por su extensión inconmensurable.

     Friedrich Nietzsche no solo plantea la infinitud como un castigo insoportable para el hombre, sino que la vincula al concepto de “eterno retorno” [iii] concepto que se plantea como un infinita repetición de la propia vida y no sólo son los acontecimientos los que se repiten, sino también los pensamientos, sentimientos e ideas, vez tras vez, en una repetición infinita e incansable.

    Pero el “eterno retorno”, el infinito nitzscheano, no es real cuando ese infinito se presenta en una dimensión espiritual y divina que se sitúa fuera del tiempo, convirtiendo lo eterno en un permanente “ahora mismo” siempre diferente y gozoso.

    Así nos lo adelanta el evangelio de Juan (14,1-6):

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»

    Y San Agustín escribió que el tiempo existe solo dentro del universo creado, de manera que Dios existirá fuera del tiempo, ya que para Dios no existe pasado ni futuro, sino únicamente un eterno presente que se podría llamar el presente continuo. Y explica que el tiempo brota de la eternidad de Dios y comienza con la creación del mundo. [iv]

    Pero como las cosas creadas cambian, éste cambio, Según San Agustín, es lo que entraña el tiempo [v].

 Aunque prefiero el concepto de tiempo de Spinoza quien nos dice que:

 “El tiempo no es sino un simple modo de pensar que sirve para explicar la duración"

        Es decir, una cualidad humana consistente en ser capaz de medir la duración de las cosas que por tanto, como humana, no afecta a Dios, que está por encima de la necesidad de medir la duración de las cosas, pues su eternidad lo hace innecesario.

            Así podemos afirmar que Dios es eterno y que para Él y en Él no hay tiempo.

    Y concluyamos con la pieza “Vivat, vivat in aeternum” compuesta por  Abbé Roze, para la Coronación de Napoleón.


© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana


[i] “El Genio del Cristianismo”, Chateaubriand

[ii] “Así habló Zaratustra” Nietzsche

[iii]  “La gaya ciencia” Nietzsche

[iv] San Agustín libro XI de Las confesiones

[v] San Agustín libro XI de Las confesiones