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jueves, 28 de mayo de 2020

CONFINAMIENTO



Hubo una época

en que la luz desfalleciente de las estrellas

brillaba en el cielo nocturno.

El rocío perfumaba mis mañanas,

y el sol tibio, acunaba en las tardes mi ser,

como en un nido.

Hubo otro tiempo, otro ser,

otro misterio.

 

Desde el pasado 14 de marzo de 2020, los españoles vivimos condenados al confinamiento domiciliario, que se prolonga con sucesivas prórrogas del Estado de Alarma que nos mantiene en esta situación, actualmente hasta el día 11 de junio de 2020 y estamos a miércoles, 27 de mayo de 2020.

 Todo ello, con más de 50.000 fallecidos víctimas de la epidemia, aunque el Gobierno nos engañe con otras cifras mucho menores, transitando en el vértigo del Caos, y entre un marasmo de actuaciones políticas y normas legales, que difícilmente alcanzan a ser comprendidas por el común de los mortales.

La situación hace que los ciudadanos empiecen a estar cansados y enfadados, pues el confinamiento no sólo afecta a la vida cotidiana y familiar, sino que tiene unas consecuencias para nuestra economía, muy graves y de final desconocido.

La demostración de ese enfado son las caceroladas que inundan España cada día a las 9 de la noche y las manifestaciones en coche que ayer día 23 se ha producido en todas las capitales de provincias.

El consejo en estas circunstancias sería el de considerar que cuando el alma se destempla, porque la ilusión se apaga con malas noticias, es preciso afinar las cuerdas de los sentimientos, tensar las pieles de los pensamientos y acompasar la orquesta toda del complejo cúmulo de impulsos que dominan nuestro cerebro, y así, con el corazón embridado, sujeto y en su sitio, recomenzar el camino en el punto en que hayamos sufrido la caída.

Sin embargo, ello no es fácil de asumir cuando no se ve la luz al final del túnel y los gobernantes aprovechan la epidemia que sufrimos para vulnerar el sistema democrático constitucional limitando los derechos de los ciudadanos.

Todo ello conduce a la mayoría hacia la angustia y la depresión, al menos a la melancolía.

Y melancólicos y acongojados están los más de 3 millones de compatriotas en el paro, el casi 1 millón de ellos cuyas empresas han hecho expedientes de regulación temporal de trabajo (ERTE) y que sin embargo hasta el 10 de junio no van a cobrar un solo céntimo de la parte que le corresponde percibir del Estado, y que carecen de medios para subsistir, o los miles de ciudadanos que se han incorporado a las colas de los comedores sociales para poder acceder a alimentos que no pueden comprar.

A ello se suman los más de 300.000 empresarios que no pueden reiniciar sus trabajos, ni reabrir sus negocios, y de los que una inmensa mayoría no volverán a abrirlos, pues están quebrados.

Mientras tanto nuestro gobierno social comunista anda preocupado y ocupado con la definición de las “fases” de lo que ha venido en llamarse la “Desescalada”.

Es decir, en ver como sueltan a los españoles del inicuo Estado de Alarma, y no con criterios médicos ni económicos, sino con el baremo de sus intereses políticos y el cabreo de la gente, con cálculos meramente de imagen.

Así no se entiende que Madrid haya sido mantenida en la fase más dura de confinamiento cuando las Vascongadas con cifras sanitarias peores ha sido premiada con un rápido proceso de fases porque los votos de PNV y de los etarras interesan a Pedro El Sepulturero para mantenerse en el Gobierno y en la restricción de libertades y derechos de los ciudadanos.

Y a quienes protestan por el desastre de gestión de la crisis sanitaria y su consecuencia en forma de crisis económica, se les insulta como fachas de ultraderecha, cuando la influencia del podemita Iglesias, comunista de extrema izquierda es más que notable en las decisiones del Gobierno.

En definitiva, nuestro Gobierno social comunista no quiere sino distraer la atención, con todas estas cosas, de los ciudadanos, haciéndonos olvidar los más de 50.000 muertos por la epidemia, el escándalo de los ancianos dejados morir, o incluso ayudados a morir sin asistencia médica en las residencias, la abultada cifra de trabajadores en paro o el derrumbe de nuestra economía, del que tardaremos años en recuperarnos.

    Pero cada día se acumulan mayores disparates del Gobierno, el último es el cese “por pérdida de confianza del Coronel Jefe de la Guardia Civil en Madrid Pérez de los Cobos por negarse a facilitar al Ministro el informe sobre el 8M elaborado por instrucciones del Juez, entre las que, nitidamente, se establecía la obligación de sigilo de los agentes actuantes como policía judicial.

    La intromisión de Marlaska en la justicia es flagrante, pero aquí no pasa nada; nada más que el rebote generalizado que hay en la Guardia Civil, y la sensación día a día peor. De que avanzamos inexorablemente hacia un Estado Chavista Totalitarios.

Que Dios nos coja confesados…

Por todo ello acabaré pensando como Unamuno que ante los ataques de todo signo que sufría nos dijo:

“En este momento crítico del dolor de España, sé que tengo que seguir a los soldados. Son los únicos que nos devolverán el orden. Saben lo que significa la disciplina y saben cómo imponerla. No, no me he convertido en un derechista. No haga usted caso de lo que dice la gente. No he traicionado la causa de la libertad. Pero es que, por ahora, es totalmente esencial que el orden sea restaurado. Pero cualquier día me levantaré -pronto- y me lanzaré a la lucha por la libertad, yo solo. No, no soy fascista ni bolchevique; soy un solitario.”

         Y conste que no se trata de un llamamiento a un golpe militar, ni mucho menos, sino de las reflexiones que nos hacen no olvidar que, ante los ataques de la extrema izquierda encabezada por podemos y seguida por el PSOE, separatistas y etarras, no podemos olvidar el art. 8 de nuestra Constitución, que dice:

Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.

     En cualquier caso, y para no tener que llegar a esta indeseable situación, de la intervención de las Fuerzas Armadas, de las que forma parte la Guardia Civil, aunque tenga competencias policiales, me atrevería a dar un consejo a nuestro Gobierno, y ese consejo no es otro que el de recordárles que no se debe jugar con las fuerzas armadas, si no se quiere provocar una situación similar a la de 1936, si bien es cierto que tengo mis sospechas que no sea ese el deseo de la izquierda ultraradical incrustada en el Gobierno.

lunes, 25 de mayo de 2020

LA ESTILOGRÁFICA



Siempre he sido escritor de pluma estilográfica. Desde muy joven he disfrutado el placer de emborronar papeles con mis plumas, trasladando a ellos mis sentimientos, mis impresiones, mis reflexiones, mis alegrías, mis tormentos...

Mi primera pluma fue una “Parker” blanca, regalo de Primera Comunión, no sé si de nácar o de alguno de esos plásticos o baquelitas que tan bien se hacían en los años 60 y que imitaban maravillosamente, desde mi perspectiva de niño deslumbrado, el refulgir de la madreperla.

Aquel regalo me permitió conocer además otra de mis pasiones de escritor primerizo: Los folios de “El Galgo”, con su marca al agua de un galgo corredor.

Con mi pluma pronto descubrí que no todos los papeles servían como soporte al deslizar de su plumilla, pues en la mayoría de los casos el papel de nuestros cuadernos del colegio se emborronaba con la pluma, absorbía más tinta de la necesaria para el trazo de la escritura y esta era, por lo tanto, un desastre.

A diferencia del papel vulgar, los folios de “el Galgo”, permitían trazos limpios, letra inmaculada; pareciera que lo escrito en estos folios estaba mejor expresado, aunque gramatical o literariamente no mereciese la pena.

Durante muchos años compré ese tipo de papel en la papelería-librería “Pérgamo” de la calle del General Oraá de Madrid.
 Lo compraba por unidades al entonces carísimo precio de 100 folios por un duro. Todavía recuerdo al aprendiz de la librería, o a la hija del dueño y hoy propietaria del establecimiento, contar los folios y envolvérmelos en un fino papel de estraza.

Mis plumas fueron a lo largo de gran parte de mi infancia, uno de mis tesoros, y a diferencia de los niños de hoy en día, que están obsesionados por las marcas, yo, entonces, solo conocía marcas de coches o de plumas: Parker, Cross, Sheaffer, Mont Blanc, Pelikán, Pilot, Waterman..., y las que tenía las cuidaba, limpiaba y recargaba con esmero.

Todavía conservo algunas, simplemente por tenerlas, más que por coleccionarlas, pues no tengo alma de coleccionista, si no, como dijera Felipe II de su enajenado hijo, el malogrado Infante Don Carlos, de ropavejero.

En todo caso llegue a tener algunas plumas estupendas, algunas incluso de marcas baratas y desconocidas, de esos escasos ejemplares que deslizan su plumín sobre el papel sin arañarlo, dejando una marca de tinta suficiente, ni poca ni mucha, en cada trazo; que no manchan los dedos con fugas inoportunas y con carga suficiente para no quedarte sin tinta en el momento más inapropiado.

Solo estas plumas permiten al escritor disfrutar la sensación de la escritura como prolongación del propio espíritu sobre el papel inmaculado.

La experiencia física del placer de la escritura difícilmente se da en otros casos, en los que la escritura solo adquiere la categoría de placer espiritual.

 Las plumas que no cumplían aquellos requisitos, que eran la mayoría, se usaban por breve tiempo y pasaban a los anaqueles.

Esas plumas y aquel papel fueron, por lo demás, los primeros instrumentos de mi siempre buscada y nunca alcanzada creatividad literaria, pues con ellos compuse mis primeros poemas adolescentes, escribí mis primeras cartas de amor y di rienda suelta a mi imaginación y a mis primeras reflexiones.

Sin embargo, aunque pueda parecer mentira, he abdicado de mi pasión por el instrumento gráfico de mis anhelos, y ahora escribo con los dedos recorriendo torpemente el teclado de mi ordenador.

 Me he convertido en un teclista aplicado, de dos dedos por mano, pero de suficiente rapidez para mis propósitos, y además no me preocupan los errores o incluso las malas redacciones, pues este invento te permite recorrer lo escrito y readaptarlo o corregirlo sin tener que repetir lo anterior o lo posterior, lo cual no deja de ser bastante cómodo.

Durante tiempo conservé el hábito de llevar una de mis plumas conmigo.

Sin embargo, en poco tiempo comprobé lo inútil del empeño, pues cualquier firma en un resguardo de una tarjeta de crédito, en un formulario del banco, en un impreso de la administración, con sus duplicados “autocopiativos” o su papel reciclado, hacían inútil el instrumento en cuestión, y siempre tenía que pedir prestado un insulso bolígrafo, ese invento del húngaro Ladislao Biró, que en Argentina y en su honor siguen llamando “la biróme”, mucho más útil para tales menesteres.

No obstante, en mi despacho sigo teniendo, siempre, un paquete de papel de alto gramaje similar al antiguo de “el galgo” ─ no el reciclado que todos usamos con las impresoras de nuestros equipos informáticos─ y una o dos plumas limpias y cargadas, dispuestas a que las deje secas a fuerza de inspiración.


Pero incluso esta costumbre, que me niego a retirar al estante de los recuerdos, es ya de utilidad alguna, pues en cuanto llevo tres o cuatro folios escritos con alguna de mis plumas se me empiezan a entumecer los dedos de la mano, desacostumbrados al ejercicio de la escritura manual, y acabo dejándolo por imposible y retornando al sufrido teclado, que por unos instantes recibe mi ira contenida en forma de golpes, golpecitos, desacompasados.

domingo, 24 de mayo de 2020

HOMO HOMINI LUPUS EST




Las horas pasan siempre más deprisa de lo que desearíamos. Las horas, los días, las semanas, los meses…

La vida, en fin, se escapa inexorable en cada bocanada de aire respirado, en cada latido de sangre bombeada…

Menos mal que el tiempo pasado no se acumula en ningún sitio. Sería terrible llevar encima el saco de los tiempos agotados y verlo crecer cada minuto; contemplar la montaña del tiempo pasado y no ver, siempre incógnita, el tiempo que aún nos quede por llegar, pues el minuto presente nos pertenece, pero el siguiente es ya de Dios, y solo Él sabe si nos dejará vivirlo.

Quedan del pasado solo los recuerdos, como señales indelebles del tiempo agotado, pese a que los recuerdos también envejecen y se borran al igual que las esperanzas, y no damos mayor importancia al tiempo venidero, que inevitablemente pondrá a cada uno en su sitio.

Algunos como Chateubriand, se autoconfortan:

              La incertidumbre a cerca de nuestro porvenir confiere a las cosas su verdadero valor

aunque en ocasiones entra en la más absoluta de las melancolías:

El tiempo hace justicia por igual a las pretensiones de todos (ricos o pobres, famosos o ignorados) y todos acaban siendo igual de ridículos o indiferentes a los ojos de las generaciones que les suceden.

En relación con el devenir del tiempo, en definitiva, solo hay una verdad incontrovertible: A medida que vamos añadiendo tiempo al computo del tiempo vivido, más nos alejamos del momento de nuestro nacimiento y más nos acercamos al de nuestra muerte.

La vida, sin los males que la vuelven grave, es una futilidad, y esa extraña mezcla conformada por la certeza y la incertidumbre de la muerte, es el más grave de los males que nos amenaza.

No obstante, en un ingenuo juego de autodefensa, el hombre, en nuestro entorno, suele obviar estas reflexiones.

 La muerte es tema tabú de nuestras conversaciones, el futuro no es más que expresión de nuestras ambiciones, y el pasado la constatación de los éxitos, mayores o menores, de la propia vida y generalmente olvido de nuestros fracasos o de nuestros errores.

Y desgraciadamente, para el 80 % de los seres humanos la vida no es más que el esfuerzo cotidiano por la mera supervivencia.

Mientras tanto, los sociólogos y los filósofos de nuestro tiempo se encuentran perplejos ante la actitud del “hombre civilizado”, al que solo importa su propio bienestar, volviendo a las viejas formulas del aforismo romano “Panem et Circus”, concretado en nuestras sociedades en el binomio “Bienestar Social” – “Ocio”.

Otros conceptos más elevados (solidaridad, justicia, respeto, etc...) solo son contemplados en tanto y cuanto su garantía para los demás no sea si no garantía para uno mismo, sin el más mínimo atisbo de generosidad o desprendimiento.

«Homo homini lupus est» dice la locución latina de Plauto en sus "Asinarias".

Pero ya, ni tan siquiera. En nuestra avanzada sociedad occidental el hombre es un mero elemento más de la colmena, un engranaje de la maquinaria en funcionamiento, destinado a cumplir con su papel.... siempre que esté bien “engrasado y entretenido”.

A los lobos, en esta sociedad, tan solo los queremos en los zoológicos... o en las cárceles.

viernes, 22 de mayo de 2020

BACH INTERPRETADO CON GAITA



Delicioso CD de música melódica correspondiente a bandas sonoras de películas en las que ha colaborado Carlos Núñez con su gaita.

Posiblemente la pieza más interesante del disco sea la interpretación con gaita del “Preludio de la suite nº 1 para cello” de Bach. Cuya copia os adjunto más abajo.

Un disco imprescindible para los amantes de la música sosegada.

Aunque comprendo que tambien será imprescindible para apreciarlo que al oyente le guste la música de gaita.



jueves, 21 de mayo de 2020

LOS FAROS

 
                                       FARO DE FINISTERRE (La Coruña)


Hay veces que, sentado ante el ordenador, ante el papel en blanco que queremos garabatear, la inspiración es cicatera con quien trata de exprimirla.

La inspiración es, a veces, como una amante esquiva y seductora que deja intuir sus aromas pero no permite el roce con su cuerpo.

Hay que cultivarla, pasear solícitamente de su brazo por caminos generalmente sombreados, hasta encontrar el retazo de luz que se deje concretar sobre el papel inmaculado.

En ocasiones ayuda a encontrarla esa placentera actividad de la lectura, que poéticamente describiera Quevedo en estos versos:

“Retirado en la Paz de estos desiertos
con pocos pero doctos libros juntos
ando en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos
o enmiendan, o fecundan mis asuntos
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.”

Y al deseo de concitar esa inspiración debe de ser que respondan estos circunloquios con los que suelo comenzar mis escritos, pues solo una vez transitados se produce, en ocasiones,  el soplo de ingenio con que me premian las musas.

Será, al fin y al cabo, que mi imaginación requiere precalentamiento, como aquellos coches de los años 60 y 70, que antes de comenzar su andadura precisaban de varios intentos de arranque y varios minutos de calentamiento de sus motores.

Pues venga... alcanzado el grado óptimo de temperatura de mi “sesamen”, que dijera un castizo y arrimadas que son ya las musas a mi intelecto, ¡¡vamos allá!! 

Siempre me han encantado los faros, desde las pequeñas luces autónomas de los acantilados de nuestras costas cantábricas, hasta los inaccesibles faros de los bajíos atlánticos, de los que son muestra maravillosa los de la Bretaña, Cornualles y el estrecho de Calais. Como este de Four que, batido por las olas, os enseño en una foto lograda no se muy bien donde.
           

                                        Faro de Four en Bretaña

Recuerdo la famosa viñeta de Mingote ---a quien siempre he considerado uno de los más preclaros editorialistas del hoy tan cambiado ABC, aunque sus editoriales no sean escritos, sino dibujados--- en la que aparecía un faro sobre un peñasco y una voz que decía:

“No, el farero no se puede poner al teléfono. Está reunido”

Otra historia de faros que me parece fascinante es la de la conversación, autentica, grabada de la frecuencia marítima, Canal 106, en la costa de Finisterre (GALICIA) entre gallegos y norteamericanos el 16 de Octubre de 1997, que es la siguiente: 

“GALLEGOS: Les habla D-1742, por favor, desvíen su rumbo quince grados norte para evitar colisionarnos… Se aproximan directo hacia nosotros, distancia 25 millas náuticas

 AMERICANOS: Recomendamos que desvíen ustedes su rumbo quince grados sur para evitar colisión.


GALLEGOS: Negativo. Repetimos, desvíen su rumbo quince grados norte para evitar colisión.





AMERICANOS: Al habla el capitán de un navío de los Estados Unidos  de América. Insistimos, desvíen ustedes su rumbo quince grados sur para evitar colisión.

GALLEGOS: No lo consideramos factible ni conveniente, les sugerimos que desvíen ustedes su rumbo quince grados norte para evitar colisionarnos.

AMERICANOS:

Les habla el capitán Richard James Howard, (con tono algo irritado) al  mando del portaaviones USS Lincoln, de la marina de los EE.UU., el segundo navío de guerra más grande de la flota norteamericana. Nos escoltan dos acorazados, seis destructores, cinco cruceros, cuatro submarinos y numerosas embarcaciones de apoyo. Nos dirigimos al golfo Pérsico para preparar maniobras militares ante una eventual ofensiva de Irak.


No les sugiero... Les ordeno que desvíen ustedes su rumbo quince grados sur!!!
En caso contrario nos veremos obligados a tomar las medidas que sean necesarias para garantizar la seguridad del buque y de la fuerza de esta coalición. Uds. Pertenecen a un país aliado y miembro de la OTAN, así que obedezcan inmediatamente y quítense de nuestro camino!!!

GALLEGOS: Les habla Xosé Manuel Otero Rivas. Somos dos personas. Nos escoltan nuestro perro, nuestra comida, dos cervezas y un canario que ahora está durmiendo. Tenemos el apoyo de Cadena Dial de La Coruña y el canal 106 de emergencia marítima. No nos dirigimos a ningún lado ya que les hablamos desde tierra firme, estamos en el faro D-1742 de FinisterreFisterra, de la costa de Galicia, No tenemos ni puta idea en que puesto estamos en el ranking de faros españoles.


Pueden tomar las medidas que consideren oportunas y les dé la puta gana para garantizar la seguridad de su buque de mierda que se va a hacer ciscos contra las rocas, por lo que volvemos a insistir y le sugerimos que lo mejor, lo mas sano y lo más recomendable es que desvíen su rumbo quince grados norte para evitar colisionarnos...!

  
AMERICANOS: Bien, recibido, gracias.”

Y aunque penseis que es un chiste, no lo es, aquí os dejo la gravación del percance en un vídeo de YouTube



Lo cierto es que los faros han formado parte de la mística marítima desde tiempos inmemoriales, ya como anuncio de la proximidad de peligros, ya como señal luminosa de la arribada al destino deseado, ya como protagonistas de mil historias noveladas.

 Pero también existen faros en nuestra vida cotidiana.

Cuando el ser humano navega en mares desconocidos y procelosos ---la vida misma lo es--- busca siempre faros que le permitan trazar adecuadamente sus derrotas sin encallar en los bajíos o arremeter contra las costas.

 Mensajes externos que le permitan apurar sus ceñidas.

Algunos consideran que esos mensajes han de transmitirse al general de los mortales si permitir que el individuo abra fisuras en la doctrina oficial transmitida, de tal modo que todos caminen por la ruta sociológica deseada y sin derroteros alternativos posibles. Y son partidarios de faros automatizados, de esos que se controlan informáticamente, sin intervención humana, desde el pupitre de algún gran centro de control, con carácter unificado y uniforme.

Por desgracia, esos “grandes centros de control”, están en manos de los estrategas, gacetilleros y apologetas del poder, todos ellos instalados en el pesebrismo, que domina en la gran mayoría de los medios de comunicación, tanto impresos como audiovisuales, y han comulgado, en su práctica totalidad, en el mismo credo nacionalista, marxista o jacobino, en sus diferentes combinaciones posibles, y tratan de transmitirnos la idea de que cualquier crítica o discrepancia con ellos y con el poder, no son sino un síntoma de fascismo en el critico o disidente.

El objetivo final de todos estos “Morósofos” [1] es que el individuo no se incline hacia opciones nacidas de su libertad individual, sino que se someta a los designios, aunque sean injustos, o a los comportamientos de la mayoría: que los maestros no se amparen en el derecho a la libertad de cátedra para enseñar doctrinas o principios cuando lo enseñado se aparte de las doctrinas o principios oficialmente aceptados; que la libertad de prensa se constriña con la denominada “autocensura” siempre en el deseo de no alterar el humor de quienes ejercen el poder;  que la libertad de expresión no admita manifestaciones “políticamente incorrectas”, considerándose como tales las que se aparten de los intereses del poder establecido; que la libertad religiosa    ---aunque curiosamente solo en el caso de los cristianos--- se encauce en movimientos seculares politizados ajenos a los dogmas propios de su fe…

En definitiva que la libertad no exista, sino que tan solo exista la igualdad.

Y así, darán forma a la pretensión de los marxistas de que la libertad individual se someta a la libertad común.

“El marxismo parte de la idea de que la libertad es algo indivisible y subsiste por tanto como tal sólo si es la libertad de todos.
 La libertad (según el marxismo) está unida a la igualdad : para que haya libertad, hay que establecer ante todo la igualdad. Lo que significa que para lograr el objetivo de una plena libertad de todos son necesarias ciertas renuncias a la libertad individual.
              La solidaridad de los que combaten por la libertad común, de todos, precedería, así, a la realización de la libertad individual.
Unido a esto está el presupuesto de que la libertad del individuo depende de la estructura del todo, y de que la lucha por la libertad no debe hacerse como lucha por los derechos del individuo, sino como lucha por una estructura distinta del mundo.
La nueva estructura crearía un hombre nuevo, puesto que, en realidad, sólo con hombres nuevos, con hombres totalmente distintos, podrían funcionar las promesas del sistema.
Sin embargo, en la cuestión de cuál es el aspecto que debe tener esta estructura y de cuáles son los medios racionales pasa construirla, al marxismo le ha faltado amplitud de miras y ha fracasado en su intento.
En efecto, ninguna de las estructuras pretendidas (por los teóricos del marxismo) hace efectiva la libertad de todos por amor a la cual se pide renunciar a la libertad individual.”
  Pero los intelectuales son ciegos cuando se trata de las creaciones de su pensamiento.
       Por este motivo han podido renunciar a todo realismo y seguir luchando por un sistema cuyas promesas no se pueden cumplir.
 De este modo, los teóricos del marxismo buscaron ayuda refugiándose en la mitología: la nueva estructura crearía un hombre nuevo, puesto que, en realidad, sólo con hombres nuevos, con hombres totalmente distintos, podrían funcionar las promesas del sistema.
 Si la característica moral del marxismo reside en la exigencia de solidaridad y en la idea de la indivisibilidad de la libertad, en su anuncio del hombre nuevo se convierte en una mentira que paraliza también el principio moral.
 Verdad parcial es sinónimo de mentira y por eso fracasa el conjunto: la mentira de la libertad elimina incluso los elementos de la verdad.
La libertad sin la verdad no es libertad.”

Tal y como expresa, con su habitual profundidad intelectual, el Papa Ratzinger en su obra “La Fe como camino”.

Yo por mi parte, visto lo visto, y dado que no estoy dispuesto a encarrilar mi vida en los rumbos pretendidos por los grandes centros de control ideológico a la moda,  procuraré fijarme en faros que estén gobernados “con alma” por algún farero de los pocos que nos quedan.

Según las estadísticas oficiales, de los 187 faros operativos existentes en las costas españolas, tan solo 37 están gobernados “humanamente” por un farero.

Si trasladamos las estadísticas “fareras” al mundo intelectual, calculo que nos quedarán, al menos, un 25% de intelectuales que no transiten por los aledaños del poder, de la doctrina “oficial”.

No son muchos, pero a mi me bastan.

Ya lo decía el Papa Wojtyla:

 “Somos menos, pero tenemos la verdad de nuestra parte” .

Prefiero ampararme en los fogonazos de luz de sus actitudes librepensadoras y que sean pocas, pero efectivamente libres, las señales que me vayan ayudando en mi camino, que verme manipulado, dirigido o “masificado”, en amor y buena compaña, por las directrices oficialistas del poder.

Posiblemente con ello no alcance la felicidad, pues esta no es si no atributo de los dioses, ni el respeto de mis semejantes, que mayoritariamente estarán instalados en la “corrección política” del momento, pero al menos me mantendré en la libertad, y podré acostarme cada noche sabiendo que mis aciertos y mis errores, sobre todo más estos que aquellos, continuaran siendo míos, frutos de mi libre albedrío.

Que no es poco...





[1]Morósofo”:  Sabio que desbarra o “sabiotonto”, palabra inventada por Lucrecio en “De rerum natura”  y reintroducida por  Moro en Utopía, y por Erasmo de Rótterdam.

martes, 19 de mayo de 2020

CARAMBOLA



Comprendo que las reflexiones en torno al destino trascendental del hombre puedan llegar a ser cansinas.

Incluso que a alguno de mis lectores les moleste, o rechacen, las lecturas sobre ese destino trascendental.

       Pero como dicen muchos pensadores, la muerte es la razón de la existencia del hombre, el impulso de todas las aspiraciones y la meta de todas las vidas.

Pero hoy, al hilo de algunas reflexiones recibidas de varios de mis contertulios, quiero aportar algunas reflexiones en relación con esa realidad terrible e inexorable que es “La Parca”.

Hace algún tiempo recibí, de un buen amigo, un bello escrito referente a la muerte, del que reproduzco estas frases:

Personalmente te diré que llevo todo el invierno preparando mi enterramiento (en una capilla familiar que se acondiciona), y me ha invadido durante todo este tiempo que han durado las obras, una curiosa sensación de paz, una especie de coloquio con la muerte, de tu a tu, observando fascinado mi columbario, el nicho vacío, algún día destinado a mis restos.
También me invadió la idea de morir, como una invitación agradable a un mundo de paz y descanso, donde el Dios/Amor tiene pleno sentido y tiende su mano para que vayas con Él. La promesa de la Resurrección de la carne, qué gran misterio.
El hombre es hombre cuando tiene un sentido trascendente de su existencia. Ahí está también el origen de la cultura.” [1]


Hay dos posibles actitudes ante la muerte, y al menos dos formas de aproximarse a ella.

En primer lugar la actitud negativa ante cualquier posibilidad de acercamiento a esa realidad atemorizadora, su negación o mejor su elusión permanente. Sabemos que la muerte está ahí, pero no queremos nada con ella, ni tan siquiera plantearnos que implicará en su momento para nosotros mismos.

Shakespeare nos dice al respecto, por boca de Julio Cesar:

“¡Los cobardes mueren varias veces antes de expirar! ¡El valiente nunca saborea la muerte sino una vez! ¡De todas las maravillas que he oído, la que mayor asombro me causa es que los hombres tengan miedo! ¡Visto que la muerte es un fin necesario, cuando haya de venir, vendrá!”

Ante esa actitud elusiva, tan generalizada, caben otra bien diferente que es la de tratar de contemplar la realidad de la muerte en un proceso intelectual, mas que racional, pues la razón difícilmente puede sentar plaza frente a una realidad empíricamente inabordable.

Y dentro de esta segunda actitud, caben dos diferentes aproximaciones a ella:

La de la certeza de la “nada” después de la muerte, con todas las implicaciones que ello conlleva.

Y la de la certeza de la existencia trascendental del hombre, con las implicaciones que de ello a su vez se derivan.

       No se, nunca me ha preocupado saberlo, si el gran poeta José Hierro es o no creyente, pero me llama la atención uno de sus sonetos, cuya última estrofa nos dice, descorazonadoramente:

“Que más da que la nada fuera nada,

si más nada será, después de todo.

Después de tanto todo para nada.”

En cualquier caso el hombre prudente debe adoptar ante la realidad de la muerte, esa temida realidad que nos agobia,  una actitud de serena contemplación, ya que si creyentes, la muerte implicará que estaremos ante la Divina Presencia, en “un mundo de paz y descanso” como nos decía mi amigo en sus líneas y nada ocupará nuestra mente sino el Gozo; y si ateos, nada habremos de temer, pues en la nada ─ esa nada total descrita por Hierro ─ no habrá nada, ni tan siquiera sufrimiento ni conciencia del dolor o del olvido.

Desde esa actitud, la existencia de Dios no actúa si no como un hálito de esperanza, una bocanada de luz, llevándonos a la consideración de que nuestra vida terrenal no ha sido una pérdida de tiempo, pues, en otro caso, de nosotros solo quedarían en la posteridad los genes transmitidos, si acaso, a generaciones venidas y venideras, tan solo eso y un resto de polvo orgánico, detritus de nuestra existencia material.

Otro de mis destinatarios [1] me contesta a mi último artículo “El Infierno” con estas palabras:

“Querido Jesús no te olvides del miedo, de la venganza impotente y de aquella frase de Nietzsche al ver la crueldad, arrebatada, gratuita o simplemente mandada por la sobrevivencia: “algunas veces la única justificación de Dios es que no exista….”

No quiero compartir sus reflexiones, me opongo a la conclusión del gran pensador prusiano; Elijo acercarme a la existencia de Dios, exista o no exista, como dice otro [1] (un tercero) de mis, ya contertulios:

“Cuando tienes problemas considerables, cuando se oscurecen los escenarios, cuando buscas, con poco éxito, ciertos objetivos... cuando te golpea el dolor, persistente..., te persigue una sutil tristeza...; hay que pedir ayuda, comprensión, escucha...dirigiendo nuestra mirada, creas o no creas en Dios, a la gran Fuerza que está en el trasfondo de todo..., exista o no exista, es nuestra única posibilidad....”

Prefiero pensar, aunque solo sea por ser la opción más poética, en una existencia trascendental venidera, y si ha de serlo desacralizadamente, al menos pensemos que nuestra fuerza espiritual, la energía que ha configurado los chispazos de nuestro entramado neuronal, pasará con personalidad propia y unívoca a sumarse al “Todo” existencial.

La materia y la energía no desaparecen, tan solo se transforman. Y en esa verdad científica está, precisamente, y desde un punto de vista estrictamente empírico, la razón de mi creencia en la existencia trascendental del hombre.

Me niego a aceptar que todas mis vivencias, mis recuerdos, mis sensaciones, mis emociones, mis placeres, mis dolores, mi vida humana, en fin, tenga por único destino la desintegración en unidades de materia inconexas y en energía “cósmica” disuelta.

Si tan solo fuésemos el fruto de una incomprensible, por excesiva, casualidad cósmica, fruto de la conjunción de infinitas casualidades anteriores producidas desde el momento primigenio del “Big Bang”, en tal caso, la existencia del hombre, con su cualidad intelectual intrínseca, sería una carambola excesivamente cruel del Universo.

Por eso creo en la vida del más allá, en donde Dios misericordioso nos acogerá en su seno, y por eso, el día de mi muerte, no os diré adiós, sino hasta pronto.
 


[1] Las referencias a los escritos que me remiten alguno de mis amigos están hechas sin expresión del nombre del remitente por una cuestión de estricto respeto. Me mandan sus escritos a mi personalmente y no a la pluralidad de destinatarios a los que yo me dirijo, y por lo tanto, por pura discreción, entiendo que no quieren ver sus nombres públicamente manifestados. Y así seguirán mientras los interesados no me digan lo contrario