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jueves, 21 de mayo de 2020

LOS FAROS

 
                                       FARO DE FINISTERRE (La Coruña)


Hay veces que, sentado ante el ordenador, ante el papel en blanco que queremos garabatear, la inspiración es cicatera con quien trata de exprimirla.

La inspiración es, a veces, como una amante esquiva y seductora que deja intuir sus aromas pero no permite el roce con su cuerpo.

Hay que cultivarla, pasear solícitamente de su brazo por caminos generalmente sombreados, hasta encontrar el retazo de luz que se deje concretar sobre el papel inmaculado.

En ocasiones ayuda a encontrarla esa placentera actividad de la lectura, que poéticamente describiera Quevedo en estos versos:

“Retirado en la Paz de estos desiertos
con pocos pero doctos libros juntos
ando en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos
o enmiendan, o fecundan mis asuntos
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.”

Y al deseo de concitar esa inspiración debe de ser que respondan estos circunloquios con los que suelo comenzar mis escritos, pues solo una vez transitados se produce, en ocasiones,  el soplo de ingenio con que me premian las musas.

Será, al fin y al cabo, que mi imaginación requiere precalentamiento, como aquellos coches de los años 60 y 70, que antes de comenzar su andadura precisaban de varios intentos de arranque y varios minutos de calentamiento de sus motores.

Pues venga... alcanzado el grado óptimo de temperatura de mi “sesamen”, que dijera un castizo y arrimadas que son ya las musas a mi intelecto, ¡¡vamos allá!! 

Siempre me han encantado los faros, desde las pequeñas luces autónomas de los acantilados de nuestras costas cantábricas, hasta los inaccesibles faros de los bajíos atlánticos, de los que son muestra maravillosa los de la Bretaña, Cornualles y el estrecho de Calais. Como este de Four que, batido por las olas, os enseño en una foto lograda no se muy bien donde.
           

                                        Faro de Four en Bretaña

Recuerdo la famosa viñeta de Mingote ---a quien siempre he considerado uno de los más preclaros editorialistas del hoy tan cambiado ABC, aunque sus editoriales no sean escritos, sino dibujados--- en la que aparecía un faro sobre un peñasco y una voz que decía:

“No, el farero no se puede poner al teléfono. Está reunido”

Otra historia de faros que me parece fascinante es la de la conversación, autentica, grabada de la frecuencia marítima, Canal 106, en la costa de Finisterre (GALICIA) entre gallegos y norteamericanos el 16 de Octubre de 1997, que es la siguiente: 

“GALLEGOS: Les habla D-1742, por favor, desvíen su rumbo quince grados norte para evitar colisionarnos… Se aproximan directo hacia nosotros, distancia 25 millas náuticas

 AMERICANOS: Recomendamos que desvíen ustedes su rumbo quince grados sur para evitar colisión.


GALLEGOS: Negativo. Repetimos, desvíen su rumbo quince grados norte para evitar colisión.





AMERICANOS: Al habla el capitán de un navío de los Estados Unidos  de América. Insistimos, desvíen ustedes su rumbo quince grados sur para evitar colisión.

GALLEGOS: No lo consideramos factible ni conveniente, les sugerimos que desvíen ustedes su rumbo quince grados norte para evitar colisionarnos.

AMERICANOS:

Les habla el capitán Richard James Howard, (con tono algo irritado) al  mando del portaaviones USS Lincoln, de la marina de los EE.UU., el segundo navío de guerra más grande de la flota norteamericana. Nos escoltan dos acorazados, seis destructores, cinco cruceros, cuatro submarinos y numerosas embarcaciones de apoyo. Nos dirigimos al golfo Pérsico para preparar maniobras militares ante una eventual ofensiva de Irak.


No les sugiero... Les ordeno que desvíen ustedes su rumbo quince grados sur!!!
En caso contrario nos veremos obligados a tomar las medidas que sean necesarias para garantizar la seguridad del buque y de la fuerza de esta coalición. Uds. Pertenecen a un país aliado y miembro de la OTAN, así que obedezcan inmediatamente y quítense de nuestro camino!!!

GALLEGOS: Les habla Xosé Manuel Otero Rivas. Somos dos personas. Nos escoltan nuestro perro, nuestra comida, dos cervezas y un canario que ahora está durmiendo. Tenemos el apoyo de Cadena Dial de La Coruña y el canal 106 de emergencia marítima. No nos dirigimos a ningún lado ya que les hablamos desde tierra firme, estamos en el faro D-1742 de FinisterreFisterra, de la costa de Galicia, No tenemos ni puta idea en que puesto estamos en el ranking de faros españoles.


Pueden tomar las medidas que consideren oportunas y les dé la puta gana para garantizar la seguridad de su buque de mierda que se va a hacer ciscos contra las rocas, por lo que volvemos a insistir y le sugerimos que lo mejor, lo mas sano y lo más recomendable es que desvíen su rumbo quince grados norte para evitar colisionarnos...!

  
AMERICANOS: Bien, recibido, gracias.”

Y aunque penseis que es un chiste, no lo es, aquí os dejo la gravación del percance en un vídeo de YouTube



Lo cierto es que los faros han formado parte de la mística marítima desde tiempos inmemoriales, ya como anuncio de la proximidad de peligros, ya como señal luminosa de la arribada al destino deseado, ya como protagonistas de mil historias noveladas.

 Pero también existen faros en nuestra vida cotidiana.

Cuando el ser humano navega en mares desconocidos y procelosos ---la vida misma lo es--- busca siempre faros que le permitan trazar adecuadamente sus derrotas sin encallar en los bajíos o arremeter contra las costas.

 Mensajes externos que le permitan apurar sus ceñidas.

Algunos consideran que esos mensajes han de transmitirse al general de los mortales si permitir que el individuo abra fisuras en la doctrina oficial transmitida, de tal modo que todos caminen por la ruta sociológica deseada y sin derroteros alternativos posibles. Y son partidarios de faros automatizados, de esos que se controlan informáticamente, sin intervención humana, desde el pupitre de algún gran centro de control, con carácter unificado y uniforme.

Por desgracia, esos “grandes centros de control”, están en manos de los estrategas, gacetilleros y apologetas del poder, todos ellos instalados en el pesebrismo, que domina en la gran mayoría de los medios de comunicación, tanto impresos como audiovisuales, y han comulgado, en su práctica totalidad, en el mismo credo nacionalista, marxista o jacobino, en sus diferentes combinaciones posibles, y tratan de transmitirnos la idea de que cualquier crítica o discrepancia con ellos y con el poder, no son sino un síntoma de fascismo en el critico o disidente.

El objetivo final de todos estos “Morósofos” [1] es que el individuo no se incline hacia opciones nacidas de su libertad individual, sino que se someta a los designios, aunque sean injustos, o a los comportamientos de la mayoría: que los maestros no se amparen en el derecho a la libertad de cátedra para enseñar doctrinas o principios cuando lo enseñado se aparte de las doctrinas o principios oficialmente aceptados; que la libertad de prensa se constriña con la denominada “autocensura” siempre en el deseo de no alterar el humor de quienes ejercen el poder;  que la libertad de expresión no admita manifestaciones “políticamente incorrectas”, considerándose como tales las que se aparten de los intereses del poder establecido; que la libertad religiosa    ---aunque curiosamente solo en el caso de los cristianos--- se encauce en movimientos seculares politizados ajenos a los dogmas propios de su fe…

En definitiva que la libertad no exista, sino que tan solo exista la igualdad.

Y así, darán forma a la pretensión de los marxistas de que la libertad individual se someta a la libertad común.

“El marxismo parte de la idea de que la libertad es algo indivisible y subsiste por tanto como tal sólo si es la libertad de todos.
 La libertad (según el marxismo) está unida a la igualdad : para que haya libertad, hay que establecer ante todo la igualdad. Lo que significa que para lograr el objetivo de una plena libertad de todos son necesarias ciertas renuncias a la libertad individual.
              La solidaridad de los que combaten por la libertad común, de todos, precedería, así, a la realización de la libertad individual.
Unido a esto está el presupuesto de que la libertad del individuo depende de la estructura del todo, y de que la lucha por la libertad no debe hacerse como lucha por los derechos del individuo, sino como lucha por una estructura distinta del mundo.
La nueva estructura crearía un hombre nuevo, puesto que, en realidad, sólo con hombres nuevos, con hombres totalmente distintos, podrían funcionar las promesas del sistema.
Sin embargo, en la cuestión de cuál es el aspecto que debe tener esta estructura y de cuáles son los medios racionales pasa construirla, al marxismo le ha faltado amplitud de miras y ha fracasado en su intento.
En efecto, ninguna de las estructuras pretendidas (por los teóricos del marxismo) hace efectiva la libertad de todos por amor a la cual se pide renunciar a la libertad individual.”
  Pero los intelectuales son ciegos cuando se trata de las creaciones de su pensamiento.
       Por este motivo han podido renunciar a todo realismo y seguir luchando por un sistema cuyas promesas no se pueden cumplir.
 De este modo, los teóricos del marxismo buscaron ayuda refugiándose en la mitología: la nueva estructura crearía un hombre nuevo, puesto que, en realidad, sólo con hombres nuevos, con hombres totalmente distintos, podrían funcionar las promesas del sistema.
 Si la característica moral del marxismo reside en la exigencia de solidaridad y en la idea de la indivisibilidad de la libertad, en su anuncio del hombre nuevo se convierte en una mentira que paraliza también el principio moral.
 Verdad parcial es sinónimo de mentira y por eso fracasa el conjunto: la mentira de la libertad elimina incluso los elementos de la verdad.
La libertad sin la verdad no es libertad.”

Tal y como expresa, con su habitual profundidad intelectual, el Papa Ratzinger en su obra “La Fe como camino”.

Yo por mi parte, visto lo visto, y dado que no estoy dispuesto a encarrilar mi vida en los rumbos pretendidos por los grandes centros de control ideológico a la moda,  procuraré fijarme en faros que estén gobernados “con alma” por algún farero de los pocos que nos quedan.

Según las estadísticas oficiales, de los 187 faros operativos existentes en las costas españolas, tan solo 37 están gobernados “humanamente” por un farero.

Si trasladamos las estadísticas “fareras” al mundo intelectual, calculo que nos quedarán, al menos, un 25% de intelectuales que no transiten por los aledaños del poder, de la doctrina “oficial”.

No son muchos, pero a mi me bastan.

Ya lo decía el Papa Wojtyla:

 “Somos menos, pero tenemos la verdad de nuestra parte” .

Prefiero ampararme en los fogonazos de luz de sus actitudes librepensadoras y que sean pocas, pero efectivamente libres, las señales que me vayan ayudando en mi camino, que verme manipulado, dirigido o “masificado”, en amor y buena compaña, por las directrices oficialistas del poder.

Posiblemente con ello no alcance la felicidad, pues esta no es si no atributo de los dioses, ni el respeto de mis semejantes, que mayoritariamente estarán instalados en la “corrección política” del momento, pero al menos me mantendré en la libertad, y podré acostarme cada noche sabiendo que mis aciertos y mis errores, sobre todo más estos que aquellos, continuaran siendo míos, frutos de mi libre albedrío.

Que no es poco...





[1]Morósofo”:  Sabio que desbarra o “sabiotonto”, palabra inventada por Lucrecio en “De rerum natura”  y reintroducida por  Moro en Utopía, y por Erasmo de Rótterdam.

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