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jueves, 28 de mayo de 2020

CONFINAMIENTO



Hubo una época

en que la luz desfalleciente de las estrellas

brillaba en el cielo nocturno.

El rocío perfumaba mis mañanas,

y el sol tibio, acunaba en las tardes mi ser,

como en un nido.

Hubo otro tiempo, otro ser,

otro misterio.

 

Desde el pasado 14 de marzo de 2020, los españoles vivimos condenados al confinamiento domiciliario, que se prolonga con sucesivas prórrogas del Estado de Alarma que nos mantiene en esta situación, actualmente hasta el día 11 de junio de 2020 y estamos a miércoles, 27 de mayo de 2020.

 Todo ello, con más de 50.000 fallecidos víctimas de la epidemia, aunque el Gobierno nos engañe con otras cifras mucho menores, transitando en el vértigo del Caos, y entre un marasmo de actuaciones políticas y normas legales, que difícilmente alcanzan a ser comprendidas por el común de los mortales.

La situación hace que los ciudadanos empiecen a estar cansados y enfadados, pues el confinamiento no sólo afecta a la vida cotidiana y familiar, sino que tiene unas consecuencias para nuestra economía, muy graves y de final desconocido.

La demostración de ese enfado son las caceroladas que inundan España cada día a las 9 de la noche y las manifestaciones en coche que ayer día 23 se ha producido en todas las capitales de provincias.

El consejo en estas circunstancias sería el de considerar que cuando el alma se destempla, porque la ilusión se apaga con malas noticias, es preciso afinar las cuerdas de los sentimientos, tensar las pieles de los pensamientos y acompasar la orquesta toda del complejo cúmulo de impulsos que dominan nuestro cerebro, y así, con el corazón embridado, sujeto y en su sitio, recomenzar el camino en el punto en que hayamos sufrido la caída.

Sin embargo, ello no es fácil de asumir cuando no se ve la luz al final del túnel y los gobernantes aprovechan la epidemia que sufrimos para vulnerar el sistema democrático constitucional limitando los derechos de los ciudadanos.

Todo ello conduce a la mayoría hacia la angustia y la depresión, al menos a la melancolía.

Y melancólicos y acongojados están los más de 3 millones de compatriotas en el paro, el casi 1 millón de ellos cuyas empresas han hecho expedientes de regulación temporal de trabajo (ERTE) y que sin embargo hasta el 10 de junio no van a cobrar un solo céntimo de la parte que le corresponde percibir del Estado, y que carecen de medios para subsistir, o los miles de ciudadanos que se han incorporado a las colas de los comedores sociales para poder acceder a alimentos que no pueden comprar.

A ello se suman los más de 300.000 empresarios que no pueden reiniciar sus trabajos, ni reabrir sus negocios, y de los que una inmensa mayoría no volverán a abrirlos, pues están quebrados.

Mientras tanto nuestro gobierno social comunista anda preocupado y ocupado con la definición de las “fases” de lo que ha venido en llamarse la “Desescalada”.

Es decir, en ver como sueltan a los españoles del inicuo Estado de Alarma, y no con criterios médicos ni económicos, sino con el baremo de sus intereses políticos y el cabreo de la gente, con cálculos meramente de imagen.

Así no se entiende que Madrid haya sido mantenida en la fase más dura de confinamiento cuando las Vascongadas con cifras sanitarias peores ha sido premiada con un rápido proceso de fases porque los votos de PNV y de los etarras interesan a Pedro El Sepulturero para mantenerse en el Gobierno y en la restricción de libertades y derechos de los ciudadanos.

Y a quienes protestan por el desastre de gestión de la crisis sanitaria y su consecuencia en forma de crisis económica, se les insulta como fachas de ultraderecha, cuando la influencia del podemita Iglesias, comunista de extrema izquierda es más que notable en las decisiones del Gobierno.

En definitiva, nuestro Gobierno social comunista no quiere sino distraer la atención, con todas estas cosas, de los ciudadanos, haciéndonos olvidar los más de 50.000 muertos por la epidemia, el escándalo de los ancianos dejados morir, o incluso ayudados a morir sin asistencia médica en las residencias, la abultada cifra de trabajadores en paro o el derrumbe de nuestra economía, del que tardaremos años en recuperarnos.

    Pero cada día se acumulan mayores disparates del Gobierno, el último es el cese “por pérdida de confianza del Coronel Jefe de la Guardia Civil en Madrid Pérez de los Cobos por negarse a facilitar al Ministro el informe sobre el 8M elaborado por instrucciones del Juez, entre las que, nitidamente, se establecía la obligación de sigilo de los agentes actuantes como policía judicial.

    La intromisión de Marlaska en la justicia es flagrante, pero aquí no pasa nada; nada más que el rebote generalizado que hay en la Guardia Civil, y la sensación día a día peor. De que avanzamos inexorablemente hacia un Estado Chavista Totalitarios.

Que Dios nos coja confesados…

Por todo ello acabaré pensando como Unamuno que ante los ataques de todo signo que sufría nos dijo:

“En este momento crítico del dolor de España, sé que tengo que seguir a los soldados. Son los únicos que nos devolverán el orden. Saben lo que significa la disciplina y saben cómo imponerla. No, no me he convertido en un derechista. No haga usted caso de lo que dice la gente. No he traicionado la causa de la libertad. Pero es que, por ahora, es totalmente esencial que el orden sea restaurado. Pero cualquier día me levantaré -pronto- y me lanzaré a la lucha por la libertad, yo solo. No, no soy fascista ni bolchevique; soy un solitario.”

         Y conste que no se trata de un llamamiento a un golpe militar, ni mucho menos, sino de las reflexiones que nos hacen no olvidar que, ante los ataques de la extrema izquierda encabezada por podemos y seguida por el PSOE, separatistas y etarras, no podemos olvidar el art. 8 de nuestra Constitución, que dice:

Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.

     En cualquier caso, y para no tener que llegar a esta indeseable situación, de la intervención de las Fuerzas Armadas, de las que forma parte la Guardia Civil, aunque tenga competencias policiales, me atrevería a dar un consejo a nuestro Gobierno, y ese consejo no es otro que el de recordárles que no se debe jugar con las fuerzas armadas, si no se quiere provocar una situación similar a la de 1936, si bien es cierto que tengo mis sospechas que no sea ese el deseo de la izquierda ultraradical incrustada en el Gobierno.

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