
A diferencia de Chateaubriand hablo frecuentemente de mis intereses, de mis emociones, de mis trabajos, de mis ideas, de mis afectos, de mis alegrías, de mis tristezas, sin pensar en el profundo tedio que el francés temía causar a los demás hablandoles de si mismo.
miércoles, 15 de diciembre de 2010
ESTADO DE ALARMA

miércoles, 8 de diciembre de 2010
BANCARROTA

lunes, 29 de noviembre de 2010
LA PESCADILLA QUE SE MUERDE LA COLA

viernes, 26 de noviembre de 2010
AGITPROP
Os debo, queridos lectores, una continuación de mis reflexiones a cerca del liberalismo, pero he de dejarlo para más adelante, pues los acontecimientos concidionan.
Cuenta Florentino portero en un acertado artículo publicado en ABC que el adalid de la lucha contra los principios de la Sociedad occidental, el “progresista, dogmático e intolerante” Rodríguez Zapatero —insisto en que solo se llama por sus dos apellidos a los árbitros de futbol y al impresentable de nuestro Presidente del “Gobierno de España”— ha tragado con la declaración del “Concepto Estratégico” de la OTAN recientemente aprobado en la Cumbre de Lisboa en el que se nos dice literalmente:
“La Alianza se basa en la defensa de la libertad individual, la democracia, los derechos humanos y el imperio de la ley y en el propósito compartido de salvaguardar la libertad y seguridad de sus miembros. «Estos valores y objetivos son universales y perpetuos»”
Como dice Portela en su artículo:
“Parece que el clima de crisis que nos envuelve está haciendo reaccionar a esta vieja cultura occidental hasta el punto de reivindicar aquello que le caracterizó y que en estas últimas décadas despreció: el convencimiento de que es posible distinguir el bien del mal, lo justo de lo injusto y, por lo tanto, rechazar el principio relativista de que casi todo vale, de que no somos quién para juzgar los comporta mientos de musulmanes, hindúes, chinos... Los derechos humanos no entienden de culturas”.
Es decir, que quien se presentó ante el electorado español y ante la comunidad internacional como el campeón del relativismo cultural, del laicismo anticatólico beligerante, del igualitarismo absoluto, del desprecio al concepto de Nación; quien por mantenerse inamovible en el poder pactó con ETA y los nacionalistas/separatistas; quien, en fin, carece de principios éticos, ratifica, en su agonía política, el reconocimiento del carácter universal de los valores y renuncia a su absoluto relativismo ideológico fundamental, por el mero hecho de halagar y satisfacer a sus ¿socios? europeos.
Mientras tanto, y como maniobra de despiste, una más, se nos promete a través de Rubalché una “Ley reguladora de la Muerte Digna”, como si hasta la fecha la muerte de todos los fallecidos no hubiese sido tal.
En Octubre de 2007 escribí en este blog un post titulado ”EUTANASIA Y EUGENESIA" sin embargo quiero volver a hacer algunas referencias en relación con este tema.
He tenido siempre una reiterada tendencia, incluso en ocasiones con el manifiesto desagrado de algunos amigos, hacia el análisis de la “Muerte” como única realidad incontestable e ineludible de la condición humana, que se ha concretado en diversos escritos publicados en relación con “ella”.
La psiquiatra americana Pema Chodrom afirma:
“Quienes aprenden a conocer la muerte, más que a temerla y luchar contra ella, se convierten en nuestros maestros sobre la vida.”
Al final la reflexión a cerca de la necesidad de no temer a la muerte aparece en muchos clásicos, entre ellos quiero destacar a Shakespeare, quien pone en boca de Cesar, ante el aviso de los riesgos a cerca de su próxima muerte, las siguientes palabras:
“¡Los cobardes mueren varias veces antes de expirar! ¡El valiente nunca saborea la muerte sino una vez! ¡De todas las maravillas que he oído, la que mayor asombro me causa es que los hombres tengan miedo! ¡Visto que la muerte es un fin necesario, cuando haya de venir, vendrá!”
O cuando hace decir a Macbeth:
“Había de morir tarde o temprano: alguna vez vendría tal noticia. El mañana se arrastra con paso mezquino, día tras día, hasta la sílaba final del tiempo escrito y la luz de todo nuestro ayer nos guía hacia el polvo de la muerte. ¡Apágate, breve llama!”
En cualquier caso y frente a la pretensión legislativa de nuestro Gobierno, no sería admisible considerar que la muerte se dignifica cuando se provoca, que es lo que parece interpretar el Gobierno con su propuesta.
Bien está y ya se hace, que se apliquen cuidados paliativos a enfermos terminales huyendo del ensañamiento terapéutico; incluso la propia Iglesia católica, siempre acusada de intransigente y retrograda, aclara en su "Declaración sobre la Eutanasia" de la "Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe" de 5 de mayo de 1980, que:
"Los que tienen a su cuidado los enfermos deben prestarles su servicio con toda diligencia y suministrarles los remedios que consideren necesarios o útiles, ¿Pero se deberá recurrir, en todas las circunstancias, a toda clase de remedios posibles?. La respuesta debe encontrarse en la calificación de esos medios como "proporcionados" y "desproporcionados", en atención, en cada caso, al grado de dificultad y de riesgo que comporta, los gastos necesarios y las posibilidades de aplicación con el resultado que se puede esperar de todo ello, teniendo en cuenta las condiciones del enfermo y sus fuerzas físicas y morales.
Para facilitar la aplicación de estos principios generales se pueden añadir las siguientes puntualizaciones: Es lícito interrumpir la aplicación de los medios terapéuticos que se estén utilizando, cuando los resultados defrauden las esperanzas puestas en ellos. Pero, al tomar tal decisión, deberá tenerse en cuenta el justo deseo del enfermo y de sus familiares, así como el parecer de médicos competentes; éstos podrán sin duda juzgar mejor que otra persona si el empleo de instrumentos y personal es desproporcionado a los resultados previsibles, y si las técnicas empleadas imponen al paciente sufrimientos y molestias mayores que los beneficios que se pueden obtener de los mismos, además es siempre lícito contentarse con los medios normales que la medicina puede ofrecer. No se puede, por lo tanto, imponer a nadie la obligación de recurrir a un tipo de cura que constituya una carga desproporcionada o sea demasiado costosa. Su rechazo no equivale al suicidio: significa más bien o simple aceptación de la condición humana, o deseo de evitar la puesta en práctica de un dispositivo médico desproporcionado a los resultados que se podrían esperar, o bien una voluntad de no imponer gastos excesivamente pesados a la familia o la colectividad.En conclusión, ante la inminencia de una muerte inevitable, a pesar de los medios empleados, es lícito en conciencia tomar la decisión de renunciar a unos tratamientos que procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia, sin interrumpir sin embargo las curas normales debidas al enfermo en casos similares.”
La cuestión fundamental, en consecuencia, se encuentra en la definición de lo que deba entenderse por “medios terapéuticos desproporcionados” y aquí la comunidad médica española es ejemplar en su comportamiento.
¿A cuento de qué, entonces, pretender abrir una puerta a la “eutanasia”? ¿A cuento de qué Rubalché advierte que no se trata de regular esta figura? —“Excusatio non petita acusatio manifesta”, dice el aforismo romano—
Pero las “sorpresas/cortinas de humo” no se han limitado a este asunto. La Ministra más ordinaria del Gobierno, Srta. Pajín ha dicho hoy en rueda de prensa (literalmente, les juro que no hay erratas en la transcripción):
“Mañana llevaré al Consejo de Ministros la propuesta de reformar el Código Civil para prohibir expresamente la atribución de la custodia de los hijos y las hijas al cónyugue incurso en un proceso de violencia de género”
Es decir, que se pretende que, de forma automática, los “incursos en un proceso de violencia de género” sean privados de la patria potestad sin más, con lo que lo único que están fomentando es el fraude judicial, pues la mera denuncia de malos tratos por parte de uno de los “Cónyuges”, implicaría la pérdida de la patria potestad por el denunciado.
Los Jueces, a través de sus Asociaciones y del Consejo general del Poder Judicial ya se han manifestado en contra de ese automatismo, que cercena su libertad de actuación en cada caso concreto en atención a sus circunstancias, y no me cabe duda de que el Tribunal Constitucional no admitiría tal reforma.
Pero se trata de contravenir, por conveniencias del “agitprop”, el principio enunciado por el sabio San Ignacio de Loyola de que “En tiempos de tribulación conviene no hacer mudanza”.
Es decir, de lo que se trata es de cuadricular nuestros cerebros con la finalidad de ocultar, manipulándola mediante la agitación y la propaganda, la realidad de la incapacidad del propio Gobierno para resolver la situación económica desastrosa que nos tiene a todos agobiados; ocultar los problemas y disipar las preocupaciones de las mentes bien pensantes mediante la introducción de falsos debates en la Sociedad, o magnificando los problemas existentes mucho más allá de su autentica gravedad en la propia Sociedad, de lo que existen diversos ejemplos:
Memoria histórica
Matrimonio Homosexual
Laicismo beligerante
Adoctrinamiento educativo
Alianza de civilizaciones
Eutanasia
Violencia de género
Igualdad
Aborto
Denigración del concepto de Nación
Negación intencionada de la crisis
Búsqueda del final de ETA sin considerar sus costes
Corrección política lingüística
etc…
Acusando, al mismo tiempo a la oposición de cavernícola, retrograda, ultraconservadora, fascista, antidemocrática, etc… por no apoyar sus “iniciativas progresistas”
No quiero creerme, por preocupante, el rumor o “leyenda urbana” conforme al cual se estarían empezando a circular SMS’s en el entorno del PSOE advirtiendo que las críticas de la derecha al Gobierno pueden acabar con “tiros en las calles” crispando el ambiente con amenazas guerracivilistas. Sería demasiado grave.
lunes, 25 de octubre de 2010
LIBERALISMO

Torquato Accetto (1641) un desconocido pero interesante escritor del XVII italiano, escribió un pequeño libro llamado “La disimulación honesta” cuya su dolorosa meditación versa sobre las técnicas con las que, en tiempos difíciles, la gente puede defenderse de los poderosos.
Según Accetto el problema no es simular lo que uno no es (pues sería engaño) sino disimular lo que uno es, a fin de no irritar en demasía a los otros —especialmente a los poderosos— con las virtudes propias (la cuestión no es saber cómo causar daño sino cómo no recibirlo).
El origen principal de estas meditaciones radica en el hecho de que no le gusta a los poderosos que los demás tengan ningún tipo de éxito o de virtud, ni siquiera los más ínfimos.
En definitiva, en su ensayo subyace al atávico miedo de los hombres corrientes a los poderosos, ya políticos ya económicos.
Cierto que en nuestro fuero interno consideramos que sería una bella manera de castigarlos tener éxito en algo en lo que ellos crean no tener igual.
Sin embargo Accetto aconseja a la mayoría silenciosa, a los “temerosos”, en una actitud de modestia y recelo propia de los tibios, el no hacerlo, sino, muy por el contrario, ocultar nuestras virtudes y capacidades y usarlas discretamente en nuestro exclusivo provecho y defensa.
¿Son sus meditaciones aceptables?
Pues dependerá del carácter y fortaleza de cada uno.
Quevedo, por ejemplo, no se recataba en el momento de criticar a los poderosos, lo que le costó varios encarcelamientos y destierros, pero según el genial poeta:
No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Y lo cierto es que en estos momentos en los que se vuelve a hablar de “Regeneracionismo” como si a finales del XIX nos encontrásemos, más parece tener razón el Señor de la Torre de Juan Abad que el italiano.
Y frente a la mayoría sociológica de signo socialista, más por resabio, inercia e incultura que por fundamentos culturales o conocimiento, creo que llegado ha el momento de defender el “LIBERALISMO” del s. XXI frente a las tendencias marxistas ancladas en el XIX.
Y hablo del “Liberalismo del s. XXI”, y no del liberalismo, cuyo padre teórico es Loke, de cuño ilustrado, materialista y antireligioso de Voltaire o de los prerrevolucionarios, ni tan siquiera del liberalismo económico capitalista y materialista de la postguerra mundial, de los años 60, sino del liberalismo contemporáneo, que basado esencialmente en las formulaciones del liberalismo clásico, debe evolucionar de modo esencial no hacia el Neoliberalismo, corriente a nuestro juicio repudiable por racionalista y materialista, sino tratando de encontrar claves que nos permitiesen hablar de un “nuevo liberalismo”.
Hay varios autores que han contribuido a la formulación de lo que he venido en llamar “nuevo liberalismo”
En un artículo titulado “¿Qué significa ser liberal?”, publicado por Carlos Alberto Montaner el 6 de febrero de 2009, en la Web CATO —cuya lectura recomiendo en el enlace destacado— encontramos varias reflexiones interesantes, entre las que destacaría la siguiente:
“El liberalismo parte de una hipótesis filosófica, casi religiosa, que postula la existencia de derechos naturales que no se pueden conculcar —ni limitar por el poder— porque no se deben al Estado ni a la magnanimidad de los gobiernos, sino a la condición esencial de los seres humanos”.
En cualquier caso, en esta “REFLEXION EHETERÓCLITA” quiero hablar de la enorme confusión que ha introducido la Iglesia Católica en relación con el Liberalismo en la muy cristiana Europa, desde su condena por el Papa Gregorio XVI en la Encíclica "Mirari vos" (1832) y, más específicamente, por Pío IX en la "Quanta cura" (1864) acompañada de la Syllabus complectens praecipuos nostrae aetatis errores (Listado recopilatorio de los principales errores de nuestro tiempo) y Pío X en la "Pascendi Dominici Gragis" (1907).
Ahora bien, es preciso situarnos en el contexto temporal de dichas condenas, que no son contra el liberalismo económico, ni contra la defensa, frente a toda opresión, de la libertad —valor fundamental y constitutivo del hombre como ser racional así creado por Dios— sino contra desviaciones y errores dogmáticos y morales derivados del liberalismo filosófico, basado en una supuesta defensa de la autonomía del hombre ante Dios y ante la ley moral objetiva como norma última de conducta.
Este liberalismo racionalista es el que de nuevo condenó Pablo VI en la Carta Apostólica "Octogesima adveniens" (1971), cuando dice que:
"En su raíz misma el liberalismo filosófico es una afirmación errónea de la autonomía del individuo en su actividad, sus motivaciones, y el ejercicio de su libertad".
Pensemos, en todo caso, que estas condenas del liberalismo encuentran su origen en la polémica decimonónica de la Separación entre la Iglesia y el Estado y en torno a conceptos como la “Libertad de Pensamiento” o la “Tolerancia interreligiosa”, hoy superados en la Sociedad e incluso en el seno de la propia Iglesia.
Así, la “Syllabus complectens praecipuos nostrae aetatis errores” que se publicó simultáneamente con la encíclica “Quarta Cura” en 1864, considera errores, relativos al liberalismo, cuestiones que si la Iglesia tratase hoy de defender serían un escándalo, pues, por ejemplo, en la Syllabus se nos dice que es erróneo afirmar que:
“En esta nuestra edad no conviene ya que la Religión católica sea tenida como la única religión del Estado, con exclusión de otros cualesquiera cultos. De aquí que laudablemente se haya establecido por la ley en algunos países católicos, que a los extranjeros que vayan allí, les sea lícito tener público ejercicio del culto propio de cada uno”.
Benedicto XVI, en una carta enviada al filósofo y Senador Italiano Marcello Pera, desde Castel Gandolfo el 4 de septiembre 2008, en relación con su libro “Por qué tenemos que llamarnos cristianos.
El liberalismo, Europa, la ética”, le dice:
“(En su libro)… Con un conocimiento estupendo de las fuentes y con una lógica contundente, usted analiza la esencia del liberalismo a partir de sus fundamentos, mostrando que en la esencia del liberalismo se encuentra el enraizamiento en la imagen cristiana de Dios: su relación con Dios, de quien el hombre es imagen y de quien hemos recibido el don de la libertad”.
Para continuar diciéndole:
“Usted muestra que el liberalismo, sin dejar de ser liberalismo, más bien para ser fiel a sí mismo, puede referirse a una doctrina del bien, en particular a la cristiana, que le es familiar, ofreciendo así verdaderamente una contribución para superar la crisis”.
En esencia esta carta rectifica la posición intransigente de la Iglesia respecto del Liberalismo, y admite la existencia de un liberalismo que, siendo fiel a sí mismo, puede referirse a la doctrina cristiana, como doctrina del bien, sin conflicto.
La carta, que duda cabe, ha levantado ampollas en los sectores más conservadores de la Iglesia, que han llegado de acusar al Papa de defender ideas ya condenadas por la Iglesia "ex cathedra" en las encíclicas anteriormente citadas, llegandose a considerar que:
“La errónea opinión personal del Papa Benedicto XVI en esta materia no altera en absoluto la condena del liberalismo hecha por Papas anteriores.”
Mi primera reacción frente a tales intransigencias no puede ser sino la de un liberal católico, lamentando la intransigencia y la estrechez de miras intelectual de quienes así se posicionan.
Lo más sorprendente de esto es que quienes así se manifiestan son quienes han venido defendiendo históricamente la muy equivocada “Doctrina social de la Iglesia” trufada de concesiones reiteradas a sindicatos y economistas de la izquierda marxista; y quienes se han mostrado más beligerantes frente a la economía de mercado y más han defendido el “intervencionismo” estatal en la materia, ocasionando, desde su equivocada buena fe, más daños de los que han tratado de evitar, como de modo brillante explica el economista católico norteamericano Thomas E. Woods en su libro “Porqué el Estado SI es el problema”, en el que nos dice:
“Siento el más profundo respeto por los papas anteriores al Vaticano II cuyos comentarios económicos lamento haber tenido que criticar en el presente estudio. Eran hombres buenos, santos y valientes que gobernaron la Iglesia con gran habilidad y coraje y de cuyos escritos me he beneficiado inmensamente. Pero por grandes que fueran, por el mero hecho de ocupar el sillón de San Pedro no heredaron una perspectiva económica superior a la que pueda poseer cualquier persona medianamente inteligente.”
En cualquier caso el punto esencial de la cuestión que pretendo esclarecer en esta “Reflexión Heteróclita” es el de contestar a la pregunta:
¿Qué pretende el liberalismo?
Pues esencialmente de lo que se trata es de defender la libertad individual frente a las injerencias del Estado en todos los ordenes de la actividad humana, desde su más estricta intimidad a su comportamiento y relaciones sociales, y esencialmente en el orden moral y económico.
El poder ha tratado siempre de intervenir en la conducta de los ciudadanos, primitivamente en beneficio propio de los poderosos, y en épocas más modernas, en la teórica defensa de los más débiles de la Sociedad.
Sin embargo, como ya señalara el economista de la Escuela Austriaca, Ludwig Von Mises, el pensamiento económico liberal ilustrado descubrió ya en el s. XVIII que:
“Los esfuerzos por mejorar el bienestar de determinados grupos sociales —los más débiles— a través de la intervención de los gobiernos, puede tener efectos perjudiciales y a menudo consecuencias totalmente contrarias a los deseos expresados por sus defensores.”
En la misma línea se manifiestan los recientes premios Nóbel de Economía 2010, los profesores Peter A. Diamond (Massachussetts Institute of Technology, EEUU), Dale T. Mortensen (Northwestern University, EEUU) y Christopher Pissarides (London School of Economics, Reino Unido), que han analizado el perverso papel que pueden jugar los subsidios de desempleo en la destrucción de empleo en los países desarrollados con altas tasas de desempleo.
Así efectivamente, los trabajos de Diamond, Mortensen y Pissarides analizan los efectos de políticas económicas de protección del trabajador y fomento del empleo, como subsidios al desempleo, salarios mínimos, impuestos salariales, subsidios a la creación de puestos de trabajo, etc…, y concluyen que, en general, cualquier política puede tener virtudes y defectos. Así, los subsidios al desempleo, si bien son herramientas absolutamente necesarias para proteger a las familias que sufren el drama del desempleo, también pueden generar efectos adversos como la disminución de los incentivos a buscar trabajo, lo cual puede producir un incremento del desempleo.
Esta es, en definitiva, la clave fundamental en la que, en materia económica, se sustenta el liberalismo, en el convencimiento de que solo el mercado libre y las leyes económicas actuando en libertad, pueden generar el enriquecimiento y el progreso de las sociedades, que no se produce cuando la intervención de los Gobiernos en el mercado, en la vida económica, introducen efectos distorsionadores del funcionamiento del propio sistema.
Pero como el tema es muy largo, creo que debo dejar aquí esta introducción, para continuar en próximos post explicando el porqué de esta afirmación y realizar un análisis de los fundamentos éticos y morales del liberalismo político, no estrictamente económico, que puede llevarme bastante espacio.
Asi que ya nos veremos más adelante.
miércoles, 20 de octubre de 2010
NIHIL DIFICCILE VOLENTI

Esta expresión (hay quien dice que escrita en latín poco puro o “macarrónico”) aparece inscrita en la fachada del Palacio de Lungotevere en una de las esquinas de la Piazza Delle Belle Arti de Roma.
Será o no correcta según los latinistas, pero su significado merece una “reflexión heteróclita”.
“Nil difficile Violenti” “Nada Es difícil para quien quiere”
Bueno… pues relativamente.
Qué duda cabe que el esfuerzo personal es clave de muchos éxitos, pero también de muchas frustraciones.
Sin duda, pues no existe tratadista que se refiera al comportamiento humano que no anote la importancia de la fuerza de voluntad aplicada por el individuo al logro de sus objetivos, es esta una de las “potencias” del alma, pero es también, decíamos más arriba, fuente de frustraciones perpetuas, pues no podemos olvidar la cantidad de seres humanos que aplicando su plena fuerza de voluntad, su determinación y su esfuerzo, fracasan en el intento de aquello que anhelan, sin saber muchas veces a que es debido el fracaso sufrido.
“Nil difficile volenti, etsi fortuna favet fatuis”
“Nada es difícil para quien quiere, aunque la fortuna favorece a los necios”
Podríamos añadir sin temor a equivocarnos, pues ¿a cuántos necios afortunados no conocemos que, pese a su estulticia y necedad, alcanzan sus objetivos y el éxito en la vida, mientras que otros, sabios y esforzados, nunca lo consiguen?
Siempre fue la Diosa Fortuna caprichosa con sus favores, incluso con el pueblo romano, cuyo culto, introducido en Roma por Servius Tullius, Rey de Roma en el s VI a.C., tenía lugar en el santuario situado en la colina del Quirinal y cuyo árbol sagrado era el roble, tal vez de ahí la creencia de que abrazar a un roble traiga buena suerte, costumbre que también encuentra sus raíces en los ritos druídicos celtas.
Baltasar Gracián nos dice:
“La fortuna se cansa de llevar siempre a un mismo hombre sobre las espaldas”.
Mientras que Séneca afirma que:
“Hasta la desgracia se cansa”.
Es decir, que según los clásicos tanto la fortuna como el infortunio llegan, para cada uno, al cansancio, lo que en definitiva no hace sino que nos ratifiquemos en la consideración del carácter mutable de esta Diosa caprichosa, pues la fortuna se esfuma con idéntica facilidad que las nieblas matinales en los campos otoñales, o aparece de modo imprevisto como una tormenta de verano.
Por eso, el hombre afortunado no debería vanagloriarse de su fortuna, sino temer perderla, al igual que el hombre desgraciado no debiera desesperarse ante su desgracia, sino aguardar a que llegue pronto la fortuna.
Uno y otro han de saber que se encuentran en circunstancias caprichosamente mutables, no perdurables y por lo tanto, esencialmente humanas.
Y que ni siquiera serán igualados por el Hades pues tras el tránsito de la laguna Estigia, guiados por Caronte y llegados ante los tres jueces de lo eterno —Minos, Radamantis y Éaco— podrían acabar navegando por el río Letéo (o del olvido) hacia los felices Campos Elíseos; o por el contrario podría quedar condenados a navegar por el río Piriflegetonte (o río de fuego), a la región del Tártaro situada en las profundidades extremas y donde reina una noche eterna; Aunque si no son juzgados ni como bondadosos ni como malvados, las almas tibias son enviadas a través del río Aqueronte (o de la aflicción) hasta la llanura de Asfódelo, el lugar más frecuentado, donde la noche y el día no son más que un eterno crepúsculo y las almas de los difuntos se pasan la eternidad dando vueltas sin objeto.
Aunque lo cierto es que en ello nada tiene que ver la suerte, sino el comportamiento de cada uno durante su vida terrena, pues en todos y cada uno de estos “infiernos” se encuentran seres que sobre la faz de la tierra fueron agasajados por la fortuna o maltrechos por el infortunio, y en nada influye tal condición a su carácter de perversos, bondadosos o tibios...
El refranero español está lleno de expresiones que se refieren a esta compañía o ausencia de la fortuna.
Se habla así de “quienes nacieron con estrella o estrellados”, o se dice que “la suerte es una flecha lanzada al aire que hace blanco en el que menos la espera”.
Sin embargo otros contradicen la influencia de la fortuna con frases que la denigran; así hay quienes creen que la suerte no es más que la habilidad en aprovechar los momentos favorables, o que la suerte no se tiene, sino que hay que buscarla con el esfuerzo personal.
Así que como vemos existen opiniones para todos los gustos en relación con los juegos del destino en manos de la fortuna.
Pero, ¿existe realmente la suerte, la fortuna?
Yo creo que efectivamente si y que es determinante en la vida de los hombres, ¿o acaso no es más afortunado el que nace en una familia acomodada de un país desarrollado frente a quien lo hace en la miseria y la hambruna de una sociedad tercermundista?
En el fondo son hombre idénticos, dotados de igualdad física y espiritual, pero uno y otro, por la mera circunstancia de las de su nacimiento, tienen ante sí panoramas u oportunidades, radical y ferozmente, diferentes.
Y no es cuestión de justicia o injusticia, sino de fortuna o infortunio.
En todo caso, además, la Fortuna es tremendamente egoísta, pues alcanza tan solo a una mínima parte de los miles de millones de seres humanos que habitan nuestro mundo.
Habrá pues que olvidarse de sus veleidades y esforzarse cabalmente en hacer lo que debamos sin preocuparnos de si la Diosa se apiada, o no, de nosotros o nos toca con su dedo caprichosamente.
Será o no correcta según los latinistas, pero su significado merece una “reflexión heteróclita”.
“Nil difficile Violenti” “Nada Es difícil para quien quiere”
Bueno… pues relativamente.
Qué duda cabe que el esfuerzo personal es clave de muchos éxitos, pero también de muchas frustraciones.
Sin duda, pues no existe tratadista que se refiera al comportamiento humano que no anote la importancia de la fuerza de voluntad aplicada por el individuo al logro de sus objetivos, es esta una de las “potencias” del alma, pero es también, decíamos más arriba, fuente de frustraciones perpetuas, pues no podemos olvidar la cantidad de seres humanos que aplicando su plena fuerza de voluntad, su determinación y su esfuerzo, fracasan en el intento de aquello que anhelan, sin saber muchas veces a que es debido el fracaso sufrido.
“Nil difficile volenti, etsi fortuna favet fatuis”
“Nada es difícil para quien quiere, aunque la fortuna favorece a los necios”
Podríamos añadir sin temor a equivocarnos, pues ¿a cuántos necios afortunados no conocemos que, pese a su estulticia y necedad, alcanzan sus objetivos y el éxito en la vida, mientras que otros, sabios y esforzados, nunca lo consiguen?
Siempre fue la Diosa Fortuna caprichosa con sus favores, incluso con el pueblo romano, cuyo culto, introducido en Roma por Servius Tullius, Rey de Roma en el s VI a.C., tenía lugar en el santuario situado en la colina del Quirinal y cuyo árbol sagrado era el roble, tal vez de ahí la creencia de que abrazar a un roble traiga buena suerte, costumbre que también encuentra sus raíces en los ritos druídicos celtas.
Baltasar Gracián nos dice:
“La fortuna se cansa de llevar siempre a un mismo hombre sobre las espaldas”.
Mientras que Séneca afirma que:
“Hasta la desgracia se cansa”.
Es decir, que según los clásicos tanto la fortuna como el infortunio llegan, para cada uno, al cansancio, lo que en definitiva no hace sino que nos ratifiquemos en la consideración del carácter mutable de esta Diosa caprichosa, pues la fortuna se esfuma con idéntica facilidad que las nieblas matinales en los campos otoñales, o aparece de modo imprevisto como una tormenta de verano.
Por eso, el hombre afortunado no debería vanagloriarse de su fortuna, sino temer perderla, al igual que el hombre desgraciado no debiera desesperarse ante su desgracia, sino aguardar a que llegue pronto la fortuna.
Uno y otro han de saber que se encuentran en circunstancias caprichosamente mutables, no perdurables y por lo tanto, esencialmente humanas.
Y que ni siquiera serán igualados por el Hades pues tras el tránsito de la laguna Estigia, guiados por Caronte y llegados ante los tres jueces de lo eterno —Minos, Radamantis y Éaco— podrían acabar navegando por el río Letéo (o del olvido) hacia los felices Campos Elíseos; o por el contrario podría quedar condenados a navegar por el río Piriflegetonte (o río de fuego), a la región del Tártaro situada en las profundidades extremas y donde reina una noche eterna; Aunque si no son juzgados ni como bondadosos ni como malvados, las almas tibias son enviadas a través del río Aqueronte (o de la aflicción) hasta la llanura de Asfódelo, el lugar más frecuentado, donde la noche y el día no son más que un eterno crepúsculo y las almas de los difuntos se pasan la eternidad dando vueltas sin objeto.
Aunque lo cierto es que en ello nada tiene que ver la suerte, sino el comportamiento de cada uno durante su vida terrena, pues en todos y cada uno de estos “infiernos” se encuentran seres que sobre la faz de la tierra fueron agasajados por la fortuna o maltrechos por el infortunio, y en nada influye tal condición a su carácter de perversos, bondadosos o tibios...
El refranero español está lleno de expresiones que se refieren a esta compañía o ausencia de la fortuna.
Se habla así de “quienes nacieron con estrella o estrellados”, o se dice que “la suerte es una flecha lanzada al aire que hace blanco en el que menos la espera”.
Sin embargo otros contradicen la influencia de la fortuna con frases que la denigran; así hay quienes creen que la suerte no es más que la habilidad en aprovechar los momentos favorables, o que la suerte no se tiene, sino que hay que buscarla con el esfuerzo personal.
Así que como vemos existen opiniones para todos los gustos en relación con los juegos del destino en manos de la fortuna.
Pero, ¿existe realmente la suerte, la fortuna?
Yo creo que efectivamente si y que es determinante en la vida de los hombres, ¿o acaso no es más afortunado el que nace en una familia acomodada de un país desarrollado frente a quien lo hace en la miseria y la hambruna de una sociedad tercermundista?
En el fondo son hombre idénticos, dotados de igualdad física y espiritual, pero uno y otro, por la mera circunstancia de las de su nacimiento, tienen ante sí panoramas u oportunidades, radical y ferozmente, diferentes.
Y no es cuestión de justicia o injusticia, sino de fortuna o infortunio.
En todo caso, además, la Fortuna es tremendamente egoísta, pues alcanza tan solo a una mínima parte de los miles de millones de seres humanos que habitan nuestro mundo.
Habrá pues que olvidarse de sus veleidades y esforzarse cabalmente en hacer lo que debamos sin preocuparnos de si la Diosa se apiada, o no, de nosotros o nos toca con su dedo caprichosamente.
martes, 19 de octubre de 2010
SAN SALVADOR

El edificio en cuestión fue volado por dinamiteros de las cuencas mineras asturianas durante la revolución de octubre de 1934, el intento de golpe de estado bolchevique contra la republica, promovido por Largo caballero e inicio, según los más modernos historiadores, de nuestra Guerra Civil del S. XX.
En este edificio, hoy reconstruido, se guardan, además del santo sudario, que presenta según los más recientes estudios, coincidencias sorprendentes con la Santa Sindone, la Cruz de la Victoria, símbolo de Asturias y que se considera la cruz de roble enarbolada por Pelayo en Covadonga enriquecida y recubierta de oro por los primeros reyes de la dinastía asturiana, así como la cruz de los Ángeles, símbolo de Oviedo, una sandalia de san Pedro, etc…
Y a cuento de que esta referencia a todo lo relatado en esta reflexión heteróclita.
Pues miren ustedes, tiene un sentido, la tradición cristiana ha sido el fundamento de nuestra sociedad occidental y hoy es desconocida, obviada y mancillada por la izquierda con Rodríguez a su cabeza, y esos fundamentos de nuestra sociedad europea occidental, que se transmiten de generación en generación desde hace dos mil años, se concretan en tradiciones formales como las descritas, tradiciones que le acaban de jugar una mala pasada diplomática a nuestro presidente Rodríguez.
En atención a la importancia que tiene el Pontífice de la Iglesia Católica, cuya sede se encuentra en el Estado independiente del Vaticano, del que el Papa es su Jefe de Estado y que está en Roma, la republica de Italia, desde su nacimiento allá por la época de Garibaldi, mantiene unas normas protocolarias no escritas pero muy estrictas.
Según esas normas cualquier Jefe de Estado o de Gobierno que visita Roma lo hace o bien para visitar al Papa, o bien para visitar a las autoridades de la Republica Italiana, pero no se admite mezclar ambos objetivos.
Rodríguez, que se sitúa por encima del bien y del mal ha tenido el poco tacto de romper esa norma protocolaria diplomática no escrita y después de visitar al Papa en el Vaticano quiso visitar a Berlusconi y el resultado es el del video que les adjunto.
El tema es antiguo, pero el desplante de Berlusconi al "santificado Rodriguez" me ha hecho tanta gracia que no he podido evitar subirlo a mi blog.
viernes, 15 de octubre de 2010
DO WE CAN?

miércoles, 22 de septiembre de 2010
ADOCTRINAMIENTO

domingo, 5 de septiembre de 2010
MEMORIA HISTRIÓNICA
Un tribunal argentino ha dictado sentencia reabriendo la investigación del “Genocidio Franquista y los crímenes cometidos por el régimen entre 1936 y 1977”.
Echo de menos en la resolución un talante democrático y pluralista, pues me pregunto porque se dejan a parte y no se pretende la investigación de los crímenes cometidos por el Frente Popular, el Maquis o los terroristas entre 1931 y 1977, que fueron muchos y todavía están muchos por investigar.
La izquierda radical y revanchista, que pretende reescribir la historia omitiendo la barbarie de sus miembros, está intentando salirse con la suya.
La verdad es que sería necesaria una investigación a fondo, de abrirse la que se pretende, de los crímenes cometidos por hombres como Largo caballero (impulsor del movimiento revolucionario de 1934), Santiago Carrillo, (determinando sus verdaderas responsabilidades en los asesinatos de Paracuellos del Jarama), etc.
Creo que, sin embargo, lo más inteligente, los más racional y lo más ético sería cerrar esa triste página de nuestra historia y mirar hacia el futuro.
Todos los presuntos implicados en aquellos crímenes están muertos y por lo tanto se trata más de un juicio político con intención de reescribir nuestra historia que un
deseo de restablecer ninguna justicia.
Sin embargo es esta una petición que caerá en el saco roto de la izquierda resentida, revanchista y que quiere ganar en los falseados libros de la nueva historia una guerra que perdieron por su ineficacia, inutilidad y malas artes.
En un reciente post recordaba las palabras de Marcelo Pera:
“Recordamos continuamente los crímenes del nazismo, del fascismo o del franquismo, y con mucha más facilidad olvidamos los del comunismo. Los intelectuales de izquierda siguen pensando que la idea en que se inspiraba el comunismo era buena, pero que en la práctica se realizó mal. La utopía sigue obrando dentro de la cultura de izquierda, aunque no produce ninguna idea nueva.”
Creo que son de plena actualidad en relación con los comentarios contenidos en esta “reflexión heteróclita.”
Por cierto no dejen ustedes de ver el video que les dejo, en que contesto a "los de la Ceja"
sábado, 4 de septiembre de 2010
DESMOND TUTU, TARARÍ TATÁ

Siempre lo he dicho, no hay nada en este mundo peor que la demencia senil o el gagaísmo. Y parece que a este señor le ha llegado con los 80.
El arzobispo anglicano surafricano y premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu, a preguntas sobre ETA ha manifestado, en su visita a España que:
“Hay que tener mucho cuidado al usar el término terrorista, también en su momento llamaron terrorista a Nelson Mandela.”
¿Pero sabrá este anciano de lo que habla?
Él mismo y Nelson Mandela luchaban contra un régimen racista y no democrático, mientras que “esos chicos de ETA” que diría el impresentable de Arzallus, son terroristas asesinos que luchan con la violencia contra un Estado Democrático internacionalmente reconocido como tal, con una Constitución democrática y elecciones libres.
Aunque pensándolo mejor y con pleno respeto al Sr Tutu, lo más probable es que se haya metido, imprudentemente, en un jardín que desconoce y peor que la senilidad es la ignorancia.
jueves, 2 de septiembre de 2010
TENDRÁ TRUCO, PERO ES LOBO

La primera es que, amaestrado o no, el lobo es un lobo y la foto es bellísima.
La segunda es la de percatarnos de hasta qué punto damos importancia en nuestra Sociedad a las normas, que nos organizan, enmarcan, encuadran, etiquetan, prohíben u obligan de tal modo que salirse del marco normativo, o de los hábitos sociales, impuestos por lo políticamente correcto, nos convierte inexorablemente en seres abyectos, inmorales o rechazables, nada que ver con aquella protesta frente al igualitarismo:
“NO ES QUE YO SEA DIFERENTE, ES QUE TODOS LOS DEMAS SON IGUALES.”
No trato con este post de justificar la trampa; si en las bases del concurso se prohibía la utilización de animales amaestrados, bien está que hayan descalificado la fotografía en cuestión.
Pero miren ustedes: Es que hay demasiadas normas que afectan a nuestro entorno vital más íntimo, y yo soy contrario a ellas, contrario a la permanente presencia del Estado, o de cualesquiera entes normativos, regulando hasta el más mínimo detalle de mi existencia, prohibiéndome determinadas conductas porque se apartan de lo que la mayoría, siempre coyuntural, considera adecuado y por tanto se prohíben para alcanzar la sociedad perfecta; o imponiéndome conductas que pese a ser contrarias a mi criterio, a mi forma de pensar, se consideran buenas porque son, igualmente, las de la mayoría política imperante, por cierto mayoría coyuntural y de nivel cultural desgraciadamente no muy elevado.
Baruch De Spinoza nos dice, en el Capítulo I de su Tratado Político:
“Me he esmerado en no ridiculizar ni lamentar ni detestar las acciones humanas, sino en entenderlas. Los filósofos conciben a los hombres no como son, sino como ellos quisieren que fueran.”
Lo cierto es que en mis “Reflexiones heteróclitas” siempre he procurado hacer lo contrario, pues estimo que a los hombres es imposible entenderlos como realmente son, pues todo estudio sobre los mismos parte, inevitablemente, de condicionamientos subjetivos y como consecuencia de ello es imposible entenderlos objetivamente y tan solo somos, fruto de nuestras limitaciones, capaces de ridiculizar, lamentar o detestar las acciones humanas, en tanto y cuanto que en la crítica a las mismas no haremos sino oponer frente a tales comportamientos lo que a nuestro juicio quisiéramos que los mismos fuesen.
La consecuencia de dicha subjetividad de nuestros análisis hace, según el mismo Spinoza que:
“… las más de las veces, [los filósofos] hayan escrito una sátira en vez de una ética, y que no hayan ideado jamás una política que pueda llevarse a la práctica, sino otra que o debería ser considerada como una quimera, o sólo podría ser instaurada en el país de Utopía o en el siglo dorado de los poetas, es decir, allí donde no hacía falta alguna.”
A mi juicio las apreciaciones de Spinoza son lamentablemente erróneas, puesto que da por hecho que los filósofos han de procurar entender al hombre tal como es y no tal y como según el analista quisiera que fuese, y con ello olvida que los hombres nunca son espíritus puros desligados de sus propias circunstancias externas e internas, lo que nos lleva a la conclusión de que el hombre no es en su misma esencia nada específico, sino que es siempre circunstancial y mutable según las influencias endógenas y exógenas a que esté sometido y que por lo tanto nunca podríamos hablar del hombre “como es” sino del hombre “como debiera ser” en atención a aquellas circunstancias, conclusión que por otra parte no es nada novedosa y que ya Ortega definió en su conspicua frase:
“Yo soy yo y mis circunstancias”
Por tanto, y aún cometiendo la osadía de apartarme de los mandatos de tan sabio autor, voy a proseguir con mi línea crítica en estas mis “reflexiones heteróclitas” tratando de ridiculizar, lamentar o detestar determinadas acciones de los hombres por considerar que no sean como “debieran ser”, aunque con ello me arriesgue, según las conclusiones del Holandés-Sefardí, a no escribir nunca un tratado de ética sino una mera sátira y mis conclusiones respecto de la política nunca puedan llevarse a la práctica, ya que serían una simple quimera, o sólo podrían ser instauradas en el país de Utopía o en el siglo dorado de los poetas, es decir, allí donde no harían falta alguna.
En cualquier caso no lamento discrepar de Spinoza, puesto que sus postulados ultra racionalistas y su proximidad al ateísmo mecanicista, monista y determinista, son muy contrarios a mi concepción de la libertad humana, bien absoluto base de nuestra propia esencia y a la realidad trascendental del alma humana.
He traído, como segunda ilustración de este post, una fotografía de un anciano Darwin imponiendo silencio con su gesto a quienes le observan, en actitud de: “cállense, que ustedes no saben de qué va esto” y me recuerda al verso de Quevedo que he usado recientemente en otro post:
No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Supongo que algunos de mis lectores se estarán preguntando, a estas alturas de este post que tendrán que ver su título e ilustraciones con su contenido, que hasta el momento se ha centrado, fundamentalmente, en una mera discrepancia con Spinoza.
Pues bien, tiene más que ver de lo que piensan.
Desde el siglo XVII los intelectuales europeos, y americanos, fundamentalmente los filósofos, han sido autores ciertamente innovadores pero muy preocupados, en la práctica, en desmontar las doctrinas de sus oponentes, esencialmente los filósofos religiosos católicos, al tiempo que iban creando su propio “Corpus Doctrinal” y en su conjunto han ido articulando un complejo intelectual de corte ateo y racionalista con la suma de las construcciones progresistas de unos y otros.
Al tiempo se han ido creando mitos intelectuales de gran valor propagandístico pero inaceptables, de los que es un ejemplo típico el propio Darwin, que no se limitó a elaborar la teoría de la evolución, clave en el entendimiento de nuestro mundo evolucionado y variopinto, sino que se empeñó en tratar de demostrar la inexistencia de Dios sobre la base de que el evolucionismo es, a su juicio, irreconciliable con el creacionismo, aparte de ser un declarado malthusianista y un acérrimo defensor de la eugenesia.
Sin embargo, frente a esta coordinación de los movimientos intelectuales progresistas, los conservadores no solo no tuvieron la valentía de movilizarse frente a las posiciones progresistas, sino que evitaron, acomplejadamente, la controversia y la confrontación y dejaron prácticamente libre el camino a los progresistas, ante los cuales se plegaron en muchas ocasiones, o valoraron en alta estima intelectual, sin refutar sus errores dogmáticos.
Solo algunas excepciones muy honrosas rompieron, ya en la segunda mitad del s.XX, esta complicidad con la izquierda y el racionalismo materialista, que es en lo que se convirtieron, como categorías genéricas, los movimientos intelectuales progresistas.
Por mi parte, modestamente, desearía contribuir a ese renacimiento de lo que podría definirse, también genéricamente, como pensamiento intelectual conservador, y para ello me amparo en la frase publicada por Hermann Hesse en su obra “Saber y Consciencia”
“No tengo ningún arma defensiva contra las inteligencias agudas ni contra la técnica intelectual súperejercitada, y menos aún poseo armas para la réplica y el ataque. Pero tengo cierta intuición para saber si detrás de las palabras y escritos de un hombre hay alguna convicción. Con esta ingenua varita consigo superar mis encuentros con las filosofías de nuestro tiempo.”
Porque lo cierto es que luchamos no solo contra la orquestación y movimiento coordinado de los intelectuales y pseudointelectuales de la izquierda o el racionalismo materialista, sino contra el adocenamiento del pueblo.
Ya lo dijo Rousseau en su “Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres”:
“Un pueblo acostumbrado a la dependencia, al descanso y a las comodidades, consiente en que se incremente su servidumbre con tal de fortalecer su tranquilidad.”
En suma, los intelectuales y pseudointelectuales de la izquierda, más allá de la razón que pueda asistir a sus argumentos, anclan los mismos en el adocenamiento de la Sociedad; en la ventaja que les reporta una Sociedad que consiente la merma de sus libertades a cambio de mantener sus comodidades y su mínimo esfuerzo.
Lamentablemente el ciudadano medio se contenta con que la seguridad Social atienda sus dolencias, la Televisión le entretenga y anestesie su criterio, y la “Providencia Gubernamental” —pues cada gobierno vende como dádiva generosa y no consecuencia de los derechos creados por el propio sistema del Estado del Bienestar, las pensiones, subsidios de desempleo, rentas del PER y otras minucias por el estilo— mientras que el alimento diario, la hipoteca del piso y el préstamo del coche lo van trampeando como pueden…, generalmente con el sueldo que alguno de los miembros de la familia gane o mayoritariamente con la mezcla de las “rentas sociales” con que el “Gobierno les premia”.
Y sabiendo esto, nuestro Gobierno, dominado por la secta progresista dogmática e intolerante que tiene secuestrado al PSOE con una mezcla de principios propios de la izquierda radical y del racionalismo materialista masón, no se recata en mermar las libertades de los ciudadanos, ordenando su vida al uso ideológico deseado a base de prohibiciones y obligaciones inasumibles desde posiciones liberales.
Se me podrá decir que exagero, pero ¿qué sino restricción de la libertad de los ciudadanos son las siguientes medidas?:
- El reconocimiento y amparo del catalanismo lingüístico de la generalidad de Cataluña pese a la reciente sentencia del Tribunal Constitucional.
- La imposición de una Ley de “Salud Sexual” que legitima el sistema de aborto más permisivo de los países de nuestro entorno, excluyendo incluso la libertad de conciencia de los padres que no pueden restringir el “derecho al aborto” a las hijas mayores de dieciséis años, que sí necesitan, sin embargo, permiso paterno para casarse, fumar un cigarrillo o beber un vaso de vino.
- La absoluta prohibición de fumar en lugares públicos, vetando incluso la libertad de crear locales de fumadores.
- Es absolutamente innecesaria una ley de cultos con la que el Gobierno nos amenaza; ¡¡¡que cada uno rece donde quiera, a quien quiera y como quiera, o que no rece y no crea!!!, su conciencia le mantendrá suficientemente tranquilo como para no necesitar que el Estado regule tal derecho.
- La connivencia socialista en la prohibición de las corridas de toros en Cataluña, que no prohíbe sin embargo sus típicos toros embolados o de fuego, festejos en los que los animales sufren una humillación y sufrimiento físico mayor incluso que en un ruedo.
- La restricción de la libertad de expresión sobre la base de prohibir cualquier crítica a la política sexual del gobierno con la pretensión incluso de penar las conductas o expresiones pretendidamente “homofóbicas” o la objeción de conciencia frente al aborto.
- La falacia del revisionismo histórico que implica la “ley de memoria Histórica” que no es sino una ley embudo, válida para las reivindicaciones de las “Víctimas del Franquismo” pero no de las “Víctimas del Frente Popular”. Baste como ejemplo la orden fulminante del Gobierno para tapar la fosa con restos humanos encontrada en el Cuartel de Paracaidistas de Alcalá de henares ante la sospecha de que entre los restos encontrados apareciesen los de Andreu Nin, fusilado por los Republicanos (los “rojos” como ellos mismos se llamaban) por orden de Moscú.
- La permanente descalificación de cualquier crítica que se formule frente a las políticas del gobierno como posiciones propias del fascismo o la “caverna”.
- Las amenazas y persecuciones frente a los medios de comunicación que no se pliegan a la política informativa del Gobierno, nos gusten o no, como es el caso del Grupo intereconomía: Recordemos la frase de Voltaire: “Detesto lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo”. O la de George Orwell “Si la libertad significa algo, es el derecho a decirles a los demás lo que no quieren oír.”
- La prohibición de la presencia de crucifijos en las aulas y demás edificios públicos mientras se consiente por “tolerancia” el velo islámico.
- La equiparación entre religiones minoritarias en España, como el Islam, al Catolicismo, imbuidos del espíritu de la “Alianza de Civilizaciones”, ese irreal proyecto definido por Gustavo Bueno como el Pensamiento Alicia que reniega de las raíces cristianas de nuestra Sociedad y apuesta por el Multiculturalismo y al que podeis acceder haciendo clik en el resaltado.
- Y hasta la ridícula prohibición de vender bollos industriales en los Colegios porque “hay demasiados niños gordos”
En definitiva se trata a los ciudadanos como a menores de edad que precisan de instrucciones gubernamentales para adecuar su vida a lo “políticamente correcto”, a la concepción coyunturalmente adecuada de la Sociedad según la opinión de la mayoría política de turno.
En conclusión, mi liberalismo va frontalmente en contra de toda norma que se extralimite de la estricta regulación de los poderes y los servicios públicos, en tanto y cuanto todo lo demás es entrar en el ámbito de mi libérrima capacidad de decisión y de acción en un mundo pretendidamente democrático, mientras que la izquierda quiere regularlo todo, someter al individuo a su disciplina y criterio desestimando, ignorando, o aún renegando de la libertad individual de los sujetos.
Lo que ha venido pasando con la izquierda intelectual europea y los complejos de la derecha lo resume muy gráficamente el intelectual italiano Marcelo Pera en su Libro “Porqué debemos considerarnos cristianos”. En el que recoge las siguientes ideas:
“Recordamos continuamente los crímenes del nazismo, del fascismo o del franquismo, y con mucha más facilidad olvidamos los del comunismo. Los intelectuales de izquierda siguen pensando que la idea en que se inspiraba el comunismo era buena, pero que en la práctica se realizó mal. La utopía sigue obrando dentro de la cultura de izquierda, aunque no produce ninguna idea nueva.”
Para continuar afirmando:
“Soy muy pesimista respecto de Europa que hoy tiene dos crisis a la vez. Una moral y espiritual, porque no reconoce sus orígenes, su historia, el valor de la religión cristiana. Y otra crisis económica notable, que pone en entredicho el Estado democrático y social. Europa corre el riesgo de hundirse y ser presa del islam. La crisis espiritual produce el multiculturalismo y el relativismo, que es un elemento de debilidad espiritual frente al islam. La crisis económica supone otra fragilidad. Hoy ya no somos un continente protagonista".
“La tesis del multiculturalismo es que todas las religiones son iguales y todas deben ser eliminadas de la esfera pública. Lo cual es un error, porque Europa no se funda sobre la igualdad de todos los mensajes religiosos. Debemos respetar todas las confesiones, pero los principios fundamentales en que se basan nuestras constituciones, como la tolerancia o la laicidad, derivan de la tradición cristiana [Dadle a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar]. Si eliminamos los símbolos religiosos, si abolimos el cristianismo, perdemos la memoria de este legado, y ya no sabremos cómo defender los derechos fundamentales.”
“La democracia se basa en el principio fundamental de que las personas son todas iguales porque todos hemos sido creados iguales, somos hijos del mismo Dios, somos hermanos, pertenecemos a la familia humana. La democracia se basa en este concepto cristiano. No podemos aceptar que un grupo o comunidad diga: estos derechos no valen para nosotros; para nosotros la mujer vale menos que el hombre; las leyes solamente son válidas si respetan los mandatos del Corán. El multiculturalismo no acepta derechos inviolables, esto es lo que no comprende la cultura de izquierda, que hoy en Europa defiende el multiculturalismo y el relativismo, niega la identidad europea y entrega Europa al islam.”
Y es precisamente ante dicha encrucijada en donde el pensamiento intelectual no multicultural ni relativista, alcanza su mayor proyección, se hace imprescindible en la recuperación del espíritu occidental base de nuestra cultura y civilización.
Lo demás, el multiculturalismo, el relativismo y la negación de la razón, son barbarie.
En cualquier caso el dilema continúa hoy siendo el mismo que hace doscientos años, la lucha entre quienes son partidarios de la primacía de la igualdad y quienes lo son de la de la libertad.
El progresismo radical, la izquierda apalancada en el pasado a que se refiere Marcelo Pera, continúa pensando, tal y como pretenden algunos intelectuales como Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, que:
“La Humanidad necesita, más que nunca, ser salvada, debido a la agravación de las desigualdades”
Si bien, tal y como nos recuerda Antonio Escohotado:
“El sistema democrático no pretende salvar al infeliz ni guiar al descarriado, sino perseguir el crimen y los privilegios, para ir ensanchando el autogobierno en general. En nuestras sociedades el lucro sólo tiene los límites del delito, que empiezan a complementarse estableciendo pautas ecológicas para la producción y el consumo. Esto viene de que no queremos abolir sino preservar la libre competencia, pues la igualdad que deseamos no es igualdad de ideas, costumbres, rentas o empleo del tiempo, sino igualdad ante la ley.”
Ya Thomas Jefferson advertía –en 1781- que pedir otra igualdad distinta de la “Igualdad ante la Ley” conduce al lecho de Procusto 1:
“Como hay peligro de que los hombres grandes ganen a los pequeños hágase a todos del mismo tamaño, estirando a los segundos y cortando a los primeros”.
Así, como nos recuerda Escohotado, según el mismo Jefferson:
“Reiterados intentos de establecer uniformidad –ideológica, material o de ambos tipos- han atormentado a incontables seres humanos desde el principio de los tiempos. El resultado ha sido hacer de una mitad del mundo estúpidos, y de la otra mitad hipócritas”.
En último término tan solo merece realmente la pena la defensa de la libertad, sobre la base del principio de igualdad ante la ley, pues solo ella permitirá al hombre su completo y feliz desarrollo.
Ya lo decía Nietsche:
“La igualdad hace disminuir la felicidad del individuo, pero abre la vía para la ausencia de dolor en todos. Al final de la meta estaría, ciertamente, la ausencia de dolor, pero también la ausencia de felicidad.”

1:
[1]En la mitología griega, Procusto era un hermoso bandido y posadero del Ática que invitaba a los viajeros solitarios a tumbarse en una cama de hierro donde, mientras el viajero dormía, lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho. Si la víctima era alta, Procusto la acostaba en una cama corta y procedía a serrar las partes de su cuerpo que sobresalían: los pies y las manos o la cabeza. Si por el contrario era más baja, la invitaba a acostarse en una cama larga, donde también la maniataba y descoyuntaba a martillazos hasta estirarle.
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