Seún el catedrático y
economista Peter F. Drucker:
"Si quieres hacer algo nuevo, tienes que
dejar de hacer algo viejo"
Cada X años, en la historia occidental se produce una
fuerte transformación.
En unas pocas
décadas, la sociedad, su cosmovisión, sus valores básicos, sus estructuras
sociales y políticas, sus instituciones claves se reorganizan a sí mismas... En
efecto la sociedad deja de hacer lo que le era habitual (algo viejo) y enfrenta
la realidad desde perspectivas diferentes (algo nuevo), desde una forma nueva
de hacer y de pensar.
La caída del imperio romano y la invasión de Europa
por los bárbaros; La desaparición del feudalismo y la aparición de las Naciones
modernas; la Reforma en el cristianismo; La revolución francesa y Napoleón; La
caída de las Monarquías y el transito al Estado democrático moderno; el
enfrentamiento de los totalitarismos con la democracia; los procesos de
emancipación colonial; etc… Son algunos ejemplos de esos procesos de
transformación.
Hoy esa
transformación viene forzada por la Pandemia de COVID19, que ha obligado a
todas las naciones desarrolladas, y a gran parte de las demás, a la adopción de
medidas extraordinarias, con limitación de los derechos de los ciudadanos, fundamentalmente
mediante el confinamiento de estos en sus hogares, con el pretendido fin de
evitar contagios, al tiempo que desde los Estados y los Gobiernos se cometen
abusos inaceptables cercanos a los regímenes dictatoriales.
La salida de
esta situación y la pretendida recuperación de la normalidad social, económica
y política de las Sociedades Occidentales tras la pandemia, hará que,
nuevamente, estas Sociedades, su cosmovisión, sus valores básicos, sus
estructuras sociales y políticas, sus instituciones claves, se reorganicen a sí
mismas...
En efecto la
sociedad dejará de hacer lo que le era habitual (algo viejo) y se enfrentará la
realidad desde perspectivas diferentes (algo nuevo), desde una forma nueva de
hacer y de pensar.
Y así, dentro
de cincuenta años, surgirá un nuevo mundo, y las personas entonces no imaginarán
como era el mundo en que vivieron sus abuelos...
En estos momentos esa transformación se
centra en la opción de una de estas dos vías:
-
El triunfo de los postulados del Neomarxismo
-
El tránsito de la La sociedad capitalista a la sociedad del conocimiento y
la comunicación.
En un sistema capitalista,
como el que hemos venido viviendo los últimos doscientos años, el “capital” era el recurso de producción crítico, totalmente en
oposición, hasta en “lucha”, con el “trabajo”. Lo que fue denunciado por el
marxismo, y sin embargo superado por el neocapitalismo, que como explicamos en
nuestro anterior post, dejó
sin argumentos al marxismo ortodoxo, que se ha convertido en un sistema de búsqueda
del poder, de la “Hegemonía” social, mediante el fortalecimiento de los grupos
sociales marginales y el reconocimiento de sus falsos derechos colectivos.
Sin embargo, creo que en la sociedad postcapitalista, hacia
donde nos estamos dirigiendo muy rápidamente, será el “saber” ─ que no puede
ser comprado con dinero ni creado por capital de inversión─ y no el capital, el
recurso clave.
Ello dará lugar a una economía diferente, la economía del
conocimiento y la comunicación, cuyos protagonistas serán, de una parte,
los operadores del conocimiento y las comunicaciones, y de otra los ciudadanos,
que tendrán la capacidad de acceder fácilmente al conocimiento y la
información, lo que tendrá unas implicaciones mayores de las que podemos pensar
en la actualidad.
Entre otras consecuencias decisivas, está la desaparición de la
dialéctica de la lucha entre “capital” y “trabajo”, en que hemos vivido desde mediados
del s.XIX, con las inmensas consecuencias que ello tendrá a efectos de
“reorganización” del “equilibrio entre poderes”, que en un futuro muy cercano
se centrará en la doble dialéctica “Conocimiento vs Ignorancia” y “Proveedor vs
Destinatario” del conocimiento y la información, frente a la dialéctica
“Capital vs Trabajo”.
Por ello la crítica del neomarxismo al sistema capitalista es ya
algo completamente desfasado, aunque siga durante años dando coletazos, la
dialéctica no va a volver a ser la pugna “Capital vs. Trabajo” y las posiciones
anticapitalistas de los partidos de izquierdas, completamente desnortados ante
una Sociedad que ha logrado las cotas de nivel de vida y bienestar que
actualmente se disfrutan en occidente ─jamás soñadas en el pasado─ se diluirán
como un bloque de hielo en una corriente primaveral, al no entender que el
tránsito histórico que vivimos y el mundo que nos depara el futuro, es
precisamente el de la “Sociedad del Conocimiento y la Información”, que
permitirá mejorar aún más las condiciones de vida, de todos los ciudadanos del
planeta, con los avances tecnológicos y sociales que del conocimiento van a
desprenderse.
Sin embargo, este nuevo paradigma social no estará exento de problemas,
de críticas y de enemigos.
Los operadores/proveedores del conocimiento y la información
serán élites que dominarán en la práctica todos los recursos de la Sociedad, y
naturalmente, en una tendencia nefastamente humana, la de la ambición y la
codicia, se constituirán en una nueva clase dominante, y no lo serán a título
individual, sino a través de grandes corporaciones e instituciones multinacionales
de ámbito global.
Ya lo hemos comentado en nuestro Post NUEVO MARXISMO vs NUEVA SOCIEDAD LIBRE
Los marxistas contemporáneos consideran que hoy,
en una sociedad fuerte y rica que permite al hombre desenvolverse y
satisfacer mejor que nunca las necesidades materiales y culturales, sigue
e4xistiendo ua clara “esclavitud” de las mayorías sociales.
Por eso el socialismo
tiene que hacerse hoy más utópico que nunca, tiene que afirmar que su ruptura
es una ruptura total con la historia, un rompimiento radical, un ir hacia el
reino de la libertad que solamente puede lograrse destruyendo de raíz la
sociedad actual, con todos sus fundamentos culturales y morales.
Para el neomarxismo, la
sociedad moderna, en todo su desarrollo, significa la transición de la
servidumbre de la miseria a una servidumbre que se considera peor: la
servidumbre voluntaria, que
acepta, con los valores, maneras y formas de vivir que la sociedad opulenta
ofrece, y con resignación, la docilidad y la obediencia.
Y ello porque al crear una existencia
humanamente satisfactoria, destruye en el hombre su capacidad de negación, su
actitud negativa ante los valores que ellos llaman burgueses, que son los
valores de la civilización occidental, que son, en último término, los valores
humanistas, los valores cristianos, los valores cuya defensa habría de unirnos
de cara a defender nuestro futuro como sociedad libre.
En definitiva, se produce el efecto que nos describe Emile Durkheim:
“El individuo se somete a la
sociedad y esta sumisión es la condición de su liberación. Para el hombre, la
liberación consiste en librarse de las fuerzas físicas ciegas e irracionales;
lo consigue oponiéndoles la enorme e inteligente fuerza de la sociedad, bajo
cuya protección se ampara. Poniéndose bajo el ala de la sociedad se vuelve, en
cierta medida, dependiente de ella [como tributo a su propio hedonismo, y
nihilismo, esencialmente manifestados en la pretensión de irresponsabilidad del
“hombre de alma líquida”]. Pero se trata de una dependencia liberadora.”
Pero lo cierto es que esa “sumisión” a la sociedad, no tiene nada de
liberadora y nace por los temores propios del individuo a su individualidad, ya
que, como nos dice Bauman:
“El individuo contemporáneo
no quiere ni “ser”, ni “decidir”, ni “actuar” asumiendo la responsabilidad que
de ello se deriva y rechaza su propio libre albedrío, pues no quiere depender
de sus propios recursos para satisfacer sus propios deseos”.
Surge así la colectivización social: los individuos, inermes ante los retos
de su vida y temerosos de no alcanzar sus objetivos individuales, se incrustan
dentro de un colectivo determinado, cuyos miembros se asemejan a ellos en sus
gustos, inclinaciones morales, religiosas, sexuales o raciales, y es a través
del “Colectivo” que pretende obtener la ayuda de la Sociedad para colmar sus
deseos. Es el “síndrome del rebaño”
Y se fabrica artificialmente, así, la idea de los llamados “Derechos
Colectivos” en contraposición a los “Derechos Humanos”, pues estos últimos
están referidos a los individuos en cuanto tales y no a los colectivos en los
que se integran.
Hoy en día, en la práctica, todos esos colectivos representan, tan sólo, a
minorías sociales muy activas y que tratan de imponer sus particulares credos a
la totalidad de la población, hasta caer en contradicciones, a veces ridículas,
de modo que vemos coaligados en las calles a miembros del colectivo LGTB con
Islamistas radicales, sin que los primeros se den cuenta de que el Corán les
condena a muerte y de que sus compañeros de algarada, si vencen, acabarán,
físicamente, con ellos.
O a movimientos comunistas radicales de la mano de Islamistas, también
radicales, olvidando que ya Marx avisó que “La religión es el opio del pueblo”
y que la actual estrategia deconstructivista de los Comunistas, pasará por la
eliminación del Islam, si el Islam no acaba primero con los ateos comunistas
por herejes, ya que no siguen las enseñanzas de su “Libro”.
Aunque en este punto sería bueno recordar las palabras de la exiliada rusa Nadiezda
Mandelstam:
"La atracción de los comunistas por el Islam no
es casual. El determinismo, la disolución del individuo en la sagrada
militancia, el orden que aplasta al individuo. Todo eso les atrae más que la
doctrina cristiana del libre albedrio y el valor de la personalidad humana”
En cualquier
caso, debe advertirse como el socialismo marxista pretende destruir los poderes
económicos y sociales para buscar la libertad a todos los seres humanos y el
medio que utiliza es una política de dirección e intervención estatal que
conduce a la radical funcionarización de la vida humana y esa funcionarización
tiene una consecuencia de radical gravedad:
El
abandono del propio destino.
Para Torcuato Fernández-Miranda:
"La vida humana es radical intimidad,
mismidad, destino propio, peculiar, infungible, intimo. Así como nadie puede
morirse por mí, soy yo el que tengo que morir mi muerte, así de la misma manera
sólo en mi radical intimidad puede mi vida ser vivida. Renunciar a esta radical
intimidad, al propio destino de nuestra vida infungible, para asumir un destino
ajeno, enajenar nuestra vida, es dimitir del modo más absoluto de la vida
humana y aceptar la peor de las esclavitudes".
El
socialismo marxista amenaza tanto la libertad cuanto algo más radical: La
intimidad, la posibilidad de vivir cada uno dentro de sí mismo, en ese castillo
interior que es el alma y la vida del hombre.
"El concepto de intimidad quiere
subrayar esto: Cada hombre tiene su propio destino, su vocación específica,
infungible. Pretender, por tanto, funcionarizar al hombre, estandarizarlo,
uniformar su vida bajo la igualdad de una normatividad igualitaria, es
desconocer lo que la vida tiene de infungible y hacer imposible la vida
concreta de cada hombre para designar la cual hemos empleado la palabra
intimidad.”
Continúa diciéndonos Torcuato Fernandez-Miranda
Al
final es otra forma de sojuzgar al hombre en Sociedad, despersonalizarlo,
hacerlo número y masa gobernable por la élite neomarxista instalada en el
aparato del Estado, y ello con una finalidad, la imposición de un “pensamiento
único” que adocene y someta al individuo negándole su “libre albedrío” en aras
de una igualdad utópica de todos.
Y la “Sociedad del
Conocimiento” es un nuevo escollo para esa doctrina, pues el acceso de todos a
la información, a la cultura, al conocimiento, los hará no cada vez más
iguales, sino cada vez más libres.
En cualquier caso, la “Sociedad
del Conocimiento” presenta también sus riesgos, fundamentalmente el que se
unifique el mensaje, se dosifique y adoctrine el pensamiento mediante el
control de esa Sociedad, mediante el control de los “Trabajadores del
Conocimiento”, lo que ya ha comenzado a intentarse, afirmando que la verdadera
cultura es de izquierdas, que el verdadero conocimiento es el previamente
sometido a censura y legitimado por la izquierda, retorciendo torticeramente la
“realidad histórica” para legitimar, sólo, “Su” verdadera historia.
Y es aquí donde los “demócratas”
debemos esforzarnos en la defensa de la libertad de conciencia, la libertad
religiosa, la libertad de Cátedra, la libertad de expresión, la libertad de
información, la libertad de creación artística y cultural; en definitiva, de
los derechos fundamentales que garanticen la libertad del conocimiento,
rechazando las sectarias mentiras, el adoctrinamiento y la censura.
Deshacer, en definitiva, el velo
de control de esas libertades que desde la nueva izquierda se nos quiere
imponer.
Y el camino no será fácil, pues en
la DEFENSA DE LA VERDAD, nos moveremos en el fiel de la balanza, ya que
deberemos evitar esa pretendida “Supremacía Cultural de la Izquierda” pero sin
caer en la “Supremacía Cultural de la Derecha”, pues cualquier totalitarismo o
defensa de intereses de tercero por encima de LA VERDAD, será el fracaso de la “NUEVA
SOCIEDAD”.
Magnífica reflexión que tendría que hacernos meditar sobre el momento actual!
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