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lunes, 29 de junio de 2020

ATADO Y BIEN ATADO



        Nos dice Erasmo de Rótterdam, en la dedicatoria que le dirige a Tomas Moro “desde el campo” el día 9 de junio de 1508, de su “Encomio de La Estulticia”, conocido generalmente en España, como consecuencia de una mala traducción, como el “Elogio de la Locura”, que:

“Quienes se den por ofendidos por la ligereza y las bromas del asunto (que voy a tratar), piensen que esto no es de mi invención, sino cultivado de antiguo por grandes autores, pues hace muchos siglos que Homero se divirtió con la Batracomiomaquia; Virgilio con el mosquito y el almodrote, y Ovidio con una nuez”

Para continuar afirmando que:

“Así como nada hay más tonto que tratar en broma las cosas serias, tampoco lo hay más divertido que disertar sobre necedades de modo tal que a nadie le parezca que lo sean.”

        Y a ese empeño, no desdeñable, de abordar el análisis de la estulticia humana como si de algo serio se tratase, quiero dedicar mis próximas líneas, aunque, seguro, seré incapaz de acertar en el envite, como lo lograse, en su momento, el sabio de Róterdam.

        Una de las más abultadas necedades de los hombres se encuentra en su empeño de considerar importantes todos los asuntos a los que dedica su tiempo, aunque sean baladíes. Y así, el gasto del propio tiempo viene a ser el criterio conforme al cual, desacertadamente, juzgamos la importancia de nuestros empeños, de nuestras dedicaciones.

        De este modo juzgamos importante todo aquello que, según nosotros mismos, requiera un mayor esfuerzo de nuestra parte, o una mayor dedicación de nuestro tiempo, sin valorar que, en ocasiones, ese dispendio de tiempo o de esfuerzo se debe a nuestra incapacidad y no a la altura de la meta ansiada.

            Esto es especialmente frecuente entre los políticos, que dedican su tiempo, con gran dedicación y empeño, no a las cosas realmente importantes, aquellas que preocupan a los ciudadanos, a quienes sirven desde el gobierno de la “cosa pública”, sino a aquellas otras cuestiones que a su propio gremio de los políticos importan y que generalmente no importa sino a ellos mismos.

        Y es a esa clase de empeños estultos a la que pertenece la afirmación, realizada en su día por el general Franco, de que el futuro de España había quedado, con sus “Leyes Fundamentales”, “Atado y Bien Atado”.

        Y al mismo género de necias afirmaciones corresponde la pretensión de nuestro actual Presidente del Gobierno, Señor Sánchez, de hacer una España en la que la desaparición de la epidemia que nos asola, en gran medida por su ineficacia y su interés político, antepuesto a las necesidades de los ciudadanos, nos lleve a una “Nueva Normalidad” concepto teñido de resonancias marxistas sin duda relacionadas con el concepto del hombre nuevo, cuando los españoles lo que quieren es volver a su “normalidad de siempre” a los hábitos y los criterios esenciales y habituales de nuestro comportamiento social, porque ni la pretendida  modernidad ni el buen talante son artículos que menudeen en las actuaciones de la izquierda, por mucho que sus glosadores las cataloguen de tales.

        Efectivamente, el “nudo gordiano” que conformaba el entramado de las llamadas “Leyes Fundamentales” ─al menos el General tuvo la honradez de no llamar Constitución a las normas que configuraban su modelo de Estado, sin caer en la desfachatez de otros politicastros, como el venezolano Chaves─ aquel nudo, digo, pudo ser desanudado sin necesidad de acudir, cual Alejandro, a un golpe de su espada “Kopis”, bastando, en nuestro caso, con la habilidad taumatúrgica de algunos, pocos, hombres, entre los que se cuenta uno de nombre al menos tan complejo como el de aquella espada, cuya identidad me permitiréis que deje solo apuntada, dada la proximidad de su sangre con la mía. 


        Por su parte, Sánchez, sin que lleguemos a saber, ciertamente, si lo hace adrede o por casualidad, pero en un papel cada día más parecido al del Gran Hermano de la novela 1984 de George Orwell, nos está poniendo las cosas francamente complicadas con sus insensatas actuaciones, ─claudicación ante los violentos; desintegración de España; alineamiento con el tercer mundo; enfrentamiento con EEUU y sometimiento a los intereses internacionales de Francia; enfrentamiento con la Iglesia Católica; adoctrinamiento educativo; sectaria reinvención de la historia; nefasta gestión de la epidemia de COVID19 con cerca de 50.000 muertos, destrucción del empleo y de la economía en general, etc.…─ y no se quien será, en este caso, el mago capaz de deshacer los entuertos que, de cara a nuestro futuro, está pergeñando el socialista entregado a los comunistas

        En todo caso habremos de convenir que necio empeño es ese de dejar las cosas atadas para el futuro, pues no es infrecuente que, llegados a ese momento futuro, alguien haya que quiera desatar lo anudado en el pasado y ello porque los nudos que se encuentre los considere inconvenientes para los intereses de los hombres de esa época futura, que el anudador consideraba venideras y el desanudador entenderá como presentes.

        O dicho de otro modo, nada hay más necio que el político a quien, no bastándole con tratar de resolver los problemas que hoy presente la sociedad que gobierna, trate de conducir el comportamiento de esa sociedad en el futuro con pretensiones de inalterabilidad, pues no se nos debe ocultar la dificultad existente en conciliar los deseos que cualquiera tenga hoy en relación con el mañana, con los que mañana tengan los que, entonces, ocupen la posición de los que hoy, neciamente, se preocupan de diseñar aquel mañana futuro, siempre lejano.

        Y el ejemplo de las ya mencionadas “Leyes Fundamentales” y los “Inmutables Principios” del llamado “Movimiento Nacional”, que a la postre no resultaron ser tan inamovibles, debe hacernos reflexionar a cerca de lo hasta ahora comentado.

        Así, me reconforta la idea de pensar que, al igual que fue pasajera la preeminencia de aquellos principios, sea igualmente pasajero, una mera migraña, el sentimiento de conciencia comunista con su deseo de derrocar el sistema constitucional del 78 y convertirlo en una república bananera de corte chavista comunista, que, cual marea emocional, se extiende desde las cumbres de los Pirineos hasta las Sierras Nevada y de Grazalema, confines últimos de lo que siempre fueran territorios castellanos o aragoneses ─peculiares, con personalidad y problemáticas propias, pero castellanos o aragoneses─ y no Nación, hasta que, tal vez contagiado por las de Sabino Arana, se produjeran las aberrantes ensoñaciones de Blás Infante o las de Companys, y por causa de estos chalados, se tornasen en tierras ambiciosas de identidad histórica propia, las que no fueran en su propia historia sino parte de los reinos castellano o aragonés, tanto Andalucía como las Provincias Vascongadas y Cataluña, como si tal ambición de identidad nacional fuera una especie de bálsamo de Fierabrás, capaz de curar todos los males de los pueblos que la acogen como objetivo político deseado.

        Aunque a veces me asalta la duda de si no nos encontraremos, nuevamente, con un deseo de los políticos, que no de los ciudadanos, que permita encontrar acomodo laboral y económico para los amigos, los próximos o cercanos y los familiares de los mismos políticos, dentro de las enormes estructuras que, al albur del concepto de "Comunidades Autónomas", se han montado ellos mismos bajo la escusa de la "identidad histórica" y otras zarandajas similares.

        Del mismo modo quiero pensar que un necesario, imprescindible y creo que inevitable, renacimiento moral en nuestra decadente Europa llevará al lugar que les corresponde, que no habrá de ser otro que el de la condena social, a prácticas tan aberrantes como los asesinatos de inocentes en forma de aborto o eutanasia, o la exaltación de lo homosexual como alternativa más legítima incluso que lo heterosexual, no siéndolo por mucho que los lobbies rosas lo pretendan, pues no olvidemos que los ciudadanos que se auto catalogan como "divergente" bajo las siglas LGTBI, no alcanzan el 8% de la población española, por lo que cualquier privilegio que se les se reconozca, no dejará de ser una discriminación al restante 92% de nuestros conciudadanos.

    Y al final, llegados a este punto, habréis de convenir conmigo que he cumplido mi propósito de disertar sobre las necedades de nuestros políticos tratándolas como si su actuar henchido de estulticia no fuera algo necio, sino que fuera cosa seria, poniendo así de manifiesto como, los discursos a cerca de la estulticia o estupidez del hombre, no dejan de ser el principal objeto de nuestros divertimentos intelectuales.

Y para mayor divertimento aquí os dejo una nueva pieza musical, en este caso el tercer movimiento del “Divertimento in D major, K. 136” compuesto por Mozart en 1772.



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