Los Burgueses de Calais - Rodin
¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice!
Apurar, cielos, pretendoya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Sólo quisiera saber,
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os pude ofender,
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
que yo no gocé jamás? […]
Segismundo se lamenta de su destino y de su falta de libertad, en los bellísimos versos transcritos de la obra dramático-filosófica de Calderón de la Barca “La vida es sueño” (1635)
En estos versos se condensan dos de las cuestiones esenciales que agobian al ser humano, las referentes a su propio destino y a su propia libertad personal.
A la misma situación se refiere la composición escultórica de Rodin cuya imagen abre esta Reflexión, pues se trata de rememorar en ella la rendición de la ciudad de Calais por seis de sus ciudadanos más distinguidos ante el cruel Rey Eduardo III de Inglaterra, tras su sitio en 1346, quien dominado por la ira pensó ahorcar a los desdichados tras la rendición, lo que se evitó por la intercesión de la Reina Felipa de Hailnautt.
Todos nos hemos preguntado, alguna vez, porqué el destino nos ha premiado o castigado con nuestras alegrías y tristezas, nuestros desvelos y nuestras ilusiones, nuestros éxitos y nuestros fracasos, y todo lo ligamos, además, a nuestra situación de libertad o sujección en todo cuanto hacemos.
Y generalmente, esas preguntas se convierten en obsesión en los malos momentos, cuando la realidad que nos circunda, las experiencias que vivimos, los momentos por los que atravesamos, no son los más favorables.
En un interesante libro de influencia tántrico budista llamado “Cuando Todo se derrumba” con el subtítulo “Palabras sabias para momentos difíciles” de la norteamericana Pema Chodron, podemos leer:
Todos nos hemos preguntado, alguna vez, porqué el destino nos ha premiado o castigado con nuestras alegrías y tristezas, nuestros desvelos y nuestras ilusiones, nuestros éxitos y nuestros fracasos, y todo lo ligamos, además, a nuestra situación de libertad o sujección en todo cuanto hacemos.
Y generalmente, esas preguntas se convierten en obsesión en los malos momentos, cuando la realidad que nos circunda, las experiencias que vivimos, los momentos por los que atravesamos, no son los más favorables.
En un interesante libro de influencia tántrico budista llamado “Cuando Todo se derrumba” con el subtítulo “Palabras sabias para momentos difíciles” de la norteamericana Pema Chodron, podemos leer:
“La oportunidad más preciosa para abrirnos o cerrarnos a la vida se nos presenta cuando llegamos a ese lugar donde pensamos que no podemos con lo que está pasando, que es demasiado, que las cosas han ido demasiado lejos”.
Efectivamente, en esos momentos de desánimo, de desconcierto, de perturbación del espíritu, es cuando más fuertes debemos hacernos y más firmemente actuar.
Son, esos, momentos de introspección y reflexión; Ya lo decía Pascal:
“Hay que conocerse a uno mismo, aunque ello no sirva para encontrar la verdad, servirá, por lo menos, para arreglar la propia vida y nada más justo que esto”.
Sin embargo es el propio Pascal quien pone de manifiesto la tendencia del hombre a no entrar en razón, sino a encubrir sus preocupaciones con meras ocupaciones banales, cuando nos dice:
“Nuestra naturaleza está en el movimiento; el reposo completo es la muerte. Nada es tan insoportable para el hombre como estar en pleno reposo, sin pasiones, sin quehaceres, sin divertimiento, sin aplicación. Siente entonces su nada, su abandono, su insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su vacío. Inmediatamente surgirán del fondo de su alma el aburrimiento, la melancolía, la tristeza, la pena, el despecho, la desesperación. […] Que hombre, por muy lleno de tristeza que esté, si se puede obtener de él que se embale en algún divertimiento, helo feliz durante este tiempo; [...] Sin divertimiento no hay alegría, con el divertimiento no hay tristeza.”
Pero, ¿a que es debida esta debilidad del espíritu humano, esta tendencia a frivolizar la vida ocupándola en cosas triviales?
Según Erasmo de Rotterdam en su “Encomio de la Estulticia” o “Elogio de la Locura” —pues de ambas formas es conocida su obra satírica—, el motivo estaría en la estupidez que preside la vida del hombre, así en el Capítulo XVI de su obra, por boca de la propia “Estulticia”, nos dice:
[…] volvamos a la Tierra para ver en ella que nada hay alegre ni feliz que no se deba a mi favor. Observad primeramente con cuánta solicitud ha cuidado la naturaleza, madre y artífice del género humano, de que nunca falte en él el condimento de la estulticia. En efecto, según la definición de los estoicos, la sabiduría no es sino guiarse por la razón y, por el contrario, la estulticia dejarse llevar por el arbitrio de las pasiones, pero Júpiter indujo en la vida humana más inclinación a las pasiones que a la razón para que ésta no fuese irremediablemente triste y severa. ¡¡¡En tanta medida difiere media onza de una libra!!! Además relegó a la razón a un angosto rincón de la cabeza, mientras dejaba al resto del cuerpo al imperio de los desórdenes. Así pues enfrentó a dos tiranos violentísimos: la ira que domina en el castillo de las entrañas y hasta en el corazón, fuente de la vida; y la concupiscencia, que ejerce dilatado imperio hasta lo más bajo del pubis.”
Es decir que el hombre sería, así, una criatura gobernada por las pasiones, esencialmente la ira y la concupiscencia, cuya felicidad y alegría no serían sino fruto de la estupidez que gobierna su mente, pues la razón habría quedado, por designio de los Dioses, relegada a un angosto rincón de su cabeza.
Me niego sin embargo a mostrar mi acuerdo con los clásicos.
Puede que esa descripción alcance al común de los mortales, pero creo que existen hombres que difieren de comportamiento tan irracional y se esfuerzan por conseguir que la razón gobierne sus vidas.
Hombres a los que la Razón y la Fe ayudan a superar sus miedos, sus desgracias, sus fatalidades.
Serán, tal vez, los menos, pero se apartan del rebaño Nietzeiano, ajustan su comportamiento a los dictados de la razón y responden a la máxima de considerar que el problema no es que ellos sean distintos, sino que todos los demás son demasiado iguales.
Y ellos serán, en definitiva, los triunfadores, aunque no tengan el reconocimiento de sus semejantes, pues habrán alcanzado su equilibrio interior, incluso ante las adversidades.
Y lo lograrán, incluso, ante la mayor de las adversidades posibles, que es el anuncio de la propia muerte.
La psiquiatra suiza-americana Elisabeth Kübler-Ross, en su libro “On Death and Dying” publicado en 1969 y en el que define el conocido “Modelo de los cinco estados de lamento” frente a las adversidades, lo concreta de modo magistral en esta frase:
“Quienes aprenden a conocer la muerte, más que a temerla y luchar contra ella, se convierten en nuestros maestros sobre la vida.”
El Modelo Kübler-Ross, define los siguientes estados emocionales frente a la adversidad:
1.Negación — "Me siento bien."; "Esto no me puede estar pasando, no a mi." La negación es solamente una defensa temporal para el individuo
2.Ira — "¿Por qué a mi? ¡No es justo!"; "¿Cómo me puede estar pasando esto a mi?"; Cuando el individuo reconoce que la negación no puede continuar, le invaden sentimientos de ira, resentimiento y envidia
3.Negociación — " Señor, Déjame vivir para ver a mis hijos graduarse."; "Haré cualquier cosa por un par de años más."; Etapa que involucra la esperanza de que el individuo puede de alguna forma posponer o retrasar la muerte
4.Depresión — "Estoy tan triste, ¿Por que hacer algo?"; "Voy a morir, ¿Cuál es el punto?"; "Extraño a mis seres queridos, ¿Por qué seguir?"; Durante la cuarta etapa, la persona que está muriendo empieza a entender la seguridad de la muerte. No es recomendable intentar alegrar a una persona que esta en esta etapa. Es un momento importante que debe ser procesado, pues conduce a la última y definitiva etapa.
y 5.Aceptación — "Todo va a estar bien."; "No puedo luchar, debería prepararme para esto."; Con ella llega con la paz y la comprensión de que la muerte está acercándose irremediablemente.
El modelo es adaptable a cualquier adversidad importante y, aunque en su descripción no se hable ni de Razón ni de Fe, ambos conceptos son componentes esenciales en el proceso.
Solo desde la aceptación racional de la realidad en que consista la adversidad, podrá esta enfocarse adecuadamente, ya se trate de la muerte, frente a la que el hombre se prepara para abandonar en Paz el mundo terrenal, hasta cualquier otra adversidad, pues solo desde su aceptación, solo desde su interiorización reflexiva podrá buscarse una solución realista y aceptable.
Y solo desde la fe, el desapego y la resignación, podremos construir un nuevo estado de ánimo que nos permita enfrentarnos a nuestros problemas.
Desde luego y aunque tratemos de engañarnos, cegados por la “estulticia”, ninguna adversidad podrá ser superada buscando quehaceres banales o el divertimento, pues transcurrido el breve espacio de nuestro tiempo en que la distracción nos ocupe, la angustia, el temor, la melancolía, la tristeza, la pena, el despecho, la desesperación, EL MIEDO, todos estos sentimientos volverán a conquistarnos.
Y que mejor, para concluir esta reflexión, que escuchar este maravilloso fado "Medo" cantado por Mariza
Pilar ha dicho:
ResponderEliminarProfundo y esclarecedor, seguro que ayuda a más de uno a enfrentarse a los momentos difíciles y a digerir las desgracias.