Hace muchos años descubrí un BLOG llamado CO2 que podeis ver haciendo click en su nombre, publicado por el catedrático de la Universidad de Zaragoza Antón Uriarte,
especializado en paleo climatología, y uno de los científicos más serios que he
conocido, en su incomoda y políticamente incorrecta postura de “climaesceptico”
La calidad de
sus POSTS, las explicaciones en ellos contenidas y su talante poco beligerante
pero riguroso, me hicieron considerar este BLOG como mi referente en cuestiones
climatológicas.
Desde 2009 dejó
de actualizar su BLOG y hoy me entero de que falleció el pasado 1 de agosto de
2019 en su ciudad natal, San Sebastián.
Su pérdida es
para mi irremplazable, pues no conozco ningún otro BLOG que, con el rigor y el
posicionamiento científico de Uriarte, pueda servirme de sustituto, aunque
investigaré hasta poder encontrarlo, y en ese momento os lo comunicaré.
Antón Uriarte afirmaba que si bien el
calentamiento global existe, este no se debe a causas antopogénocas, es decir,
que no está producido por la actividad humana.
De igual modo afirmaba que el principal
causante del aumento de temperaturas no es solo el dióxido de carbono generado
por el hombre, sino que deben tenerse en cuenta las erupciones volcánicas, los
fenómenos de "El Niño" o la "La Niña", el metabolismo del placton,
etc.
Incluso no consideraba que el CO2 fuera un
contaminante ya que no es tóxico, sino al contrario, es un fertilizante
necesario para la vida vegetal, por lo que una mayor cantidad favorecerá el crecimiento
de las plantas y recuerda períodos anteriores, como el llamado “Optimo
Climático”, período entre los X al XIV, cuando las temperaturas fueron más
elevadas que en la actualidad, hasta el punto de poder explotar agrícolamente
Groenlandia, cuyo nombre deriva de Greenland, tierra verde, pues en esa época
no era un témpano de hielo, sino una tierra verde y cultivable.
Y del mismo modo nos recordaba que
los períodos cálidos o fríos se han repetido constantemente a lo largo de la
vida del planeta, señalando el período entre los siglos XVI a mediados del XIX,
en que las temperaturas bajaron bruscamente dando lugar a la denominada
“Pequeña Edad de Hielo”
Consideraba que los medios de
comunicación han actuado de forma alarmista, exagerando los posibles problemas
que pueda originar el aumento del CO2 o el cambio climático, no diciendo las
incertidumbres de los modelos que usan han venido fallando desde las primeras predicciones
que hicieron en 1990 y no comentando noticias buenas, ni aquellas que parezcan
contradecir la idea de que la Tierra se está calentando, como la existencia de
olas de frío o el aumento de la banquisa de hielo antártica.
También dudaba de la honestidad de
aquellos que mantienen posturas catastrofistas, ya que en muchos casos se
mueven por meros intereses económicos.
Consideraba, en fin, que el aumento
de gases de efecto invernadero en la atmósfera va a amortiguar la frecuencia de
fenómenos meteorológicos extremos y que no existen pruebas de que haya más
huracanes ni que los vaya a haber. Es más, consideraba que un clima cálido sería
mejor para la vida en la Tierra, no sólo porque el calor favorece la vida, sino
también porque en una Tierra más cálida llueve más y hay más vegetación, como
ocurrió en épocas pasadas más cálidas.
Fue uno de los fundadores del
movimiento NIPCC, (Panel No Intergubernamental del Cambio Climático) que ha
criticado muchas de las conclusiones del oficialista IPCC (Intergovernmental
Panel on Climate Change) organismo intergubernamental profundamente alarmista y
movido por intereses económicos de distintos países y grupos multinacionales
que usan sus conclusiones para hacer grandes negocios, además de estar formado
por “expertos” a sueldo de organizaciones ecologistas, y de aquellos gobiernos
o multinacionales.
Echaré de menos la consulta del
referido BLOG y como ya he dicho, tratare de encontrar otros referentes para mi
espíritu “climaescéptico.
Pero, en cualquier caso, y coincidiendo con las dudas de Uriarte en relación con el calentamiento del planeta, cabe advertir como la NASA, ha afirmado que el mes de marzo de 2020 ha sido el marzo más frio en la Antártida desde que se tienen registros, alcanzandose una temperatura de -75 grados centígrados, lo que viene a confirmar la teoría del enfriamiento del planeta por conseciuencia de un "Minimo solar", es decir un ciclo de inactividad solare que provoca ese enfriamiento, similar al que ya se vivió entre 1650 a 1710, las temperaturas en gran parte del hemisferio norte se desplomaron cuando el Sol entró en una fase tranquila ahora llamada Mínimo de Maunder. Durante este período, aparecieron muy pocas manchas solares en la superficie del Sol, y el brillo general del Sol disminuyó ligeramente.
Europa y América del Norte se congelaron profundamente: los glaciares alpinos se extendieron sobre las tierras de cultivo del valle; el hielo marino se deslizó hacia el sur desde el Ártico; y los famosos canales en los Países Bajos se congelaron regularmente, un evento que es raro hoy en día.
Y concluyo con un nuevo vídeo, que en esta ocasión el aria del frio (El Genio Frio) de la Opera Rey Arturo de Henry Purcell.
Comparto la opinión del autor de esta reflexión sobre el malogrado Antón Uriarte. Y añado que las atinadas observaciones de Uriarte merecían y merecen, para mí, una mayor atención por parte del mundo científico.
ResponderEliminarQue el clima cambia es una obviedad indiscutible pero el papel de la ciencia sobre ello no debiera ser la de "apalancar" las políticas de cultivo del miedo, si no la de profundizar en el estudio de los efectos y consecuencias del mismo para aprovechar las ventajas y oportunidades que aparecen con las nuevas circunstancias: la apertura de la ruta de navegación del norte como una de las primeras y más llamativas.
En un planeta como es el nuestro, con mucha más agua salada en mares y océanos que tierra pero donde la vida humana requiere de agua dulce, debiera de ser una prioridad sin discusión ya, la de obtener cantidades masivas de agua dulce a partir del agua de mar.
Entretenerse en otras cosas me parece un despilfarro de recursos y una pérdida de tiempo que sólo beneficia a los que comercian con los derechos de emisión, por ejemplo.
La ciencia puesta al servicio de la vida es el único camino digno que concibo para la ciencia y para los científicos.
Muchas gracias, señor Fernández-Miranda por su texto.