Se que esta reflexión va a molestar, incluso escandalizar, a
muchos católicos que de buena fe respetan al Papa hasta en sus mayores
patinazos, incluidas mir hermanas, pero lo que hace este personaje merece la
pena ser comentado desde un punto de vista crítico, pues a mi juicio es de un
peligro evidente para la Doctrina de la Iglesia.
Jorge Bergoglio ocupa el puesto 112, y
último, de la lista de los Papas a que se refiere la llamada “Profecía de los
papas de San Malaquías”, obispo católico de Armagh (1094-1148) canonizado por Clemente III.
Pero
hay más, La profecía termina con una cita apocalíptica en latín y una alusión a
quien podría ser el último papa, “Pedro El Romano”:
“In extrema S.R.E. sedebit Petrus
Romanus qui pascet oues in multis tribulationibus, quibus transactis ciuitas
septicollis diruetur, & Judex tremendus iudicabit populum suum. Finis”.
“En persecución extrema, en la Santa
Iglesia Romana reinará Pedro el Romano quien cuidará a su rebaño entre muchas
tribulaciones, tras lo cual la ciudad de las siete colinas (probable alusión a
Roma, aunque Jerusalén también tiene 7 colinas) será destruida y el Juez
Terrible juzgará a su pueblo. Fin”.
Hay
autores que consideran que la destrucción de la Iglesia de Roma se producirá
como consecuencia de su debilidad, fruto de su desprestigio profundo, a lo que
contribuirán los errores doctrinales en los que transita Bergoglio y que quiero
recoger en esta reflexión.
Lamento enormemente, de cara a mis
lectores, la extensión de este “post”, pero los temas abordados son tan
delicados, que no pueden despacharse con tres párrafos.
Lamento, también, profundamente verme
inmerso en esta crítica al Papa
Francisco, y que mi análisis pueda malinterpretarse como una posición
anticatólica o antivaticana, postura que se encuentra absolutamente alejada de
mis posiciones ideológicas, que son propias de un creyente.
Además, mi crítica se centra en su
desviación doctrinal hacia la teología de la liberación, y por otra parte, entiendo
que es legítimo, para cualquiera, juzgar políticamente sus declaraciones
referidas a otros temas que no conciernen a los Evangelios, sino a problemas
mundanos de nuestro tiempo.
Como
Cristiano Católico, estoy obligado a respetar los mensajes del Papa cuando
habla “ex Cátedra”, pero tengo pleno derecho a criticar sus posiciones económicas,
políticas e incluso teológicas y doctrinales, que si bien vienen revestidas de
su autoridad moral, no tiene que ser aceptadas sin discusión como si todos
tuviéramos que obedecer a la simplista “fe del carbonero” expresión cuyo origen
se encuentra en el siguiente cuento, que se lee en las Memorias de Trevoux, controvertida
e influyente publicación periódica fundada por los jesuitas en Francia en 1701:
Un día, disfrazado el diablo de doctor
de la Sorbona, se acercó a tentar a un carbonero a quien preguntó qué creía él
acerca de la fe de Jesucristo, y el buen hombre le contestó:
—«Yo creo lo
que cree la Iglesia».
Entonces el
diablo, apremiándole de nuevo, le dijo:
—«Y bien,
¿qué cree la Iglesia?».
A la cual el carbonero contestó, dejando confundido y patitieso a aquel maligno espíritu:
—«Ella cree todo lo que creo yo».
Así
pues, si nuestra fe tiene un carácter esencialmente racional y no dogmático y
simplista, habremos de ser críticos con lo que consideramos errores
doctrinales, políticos o económicos de la Iglesia y del propio Papa.
Partiendo
de esta breve introducción permítaseme, entonces, comenzar con mi reflexión.
En la tradición eclesiástica se llama
“Papa Negro” al superior de los Jesuitas, pero ¿Qué Papa más Negro puede haber
que un Jesuita elevado al trono de San Pedro, al que los propios jesuitas deben
obediencia ciega?
Pocas veces hemos visto a un Papa tan
lenguaraz y tan correcto políticamente como Jorge Bergoglio, el Papa Francisco.
El papa Negro.
Sus salidas de tono han sido paradigmáticas,
desde la frase “No se puede estar pariendo como los conejos” cuando el
tradicional mensaje de la Iglesia ha sido el de fomentar las familias
cristianas numerosas para acercar cuantos más fieles mejor a su pastoreo, hasta
su última manifestación al decir que “son los comunistas los que piensan como
los cristianos”
En
una entrevista publicada el 11.11.2016, en el
diario italiano La República, Bergoglio manifestó que:
"Los comunistas piensan
como los cristianos. Cristo ha hablado de una sociedad donde los pobres, los débiles y los excluidos sean
quienes decidan.”
Afirmación
que constituye una verdadera desviación doctrinal y un sorprendente acercamiento
a la teología de la liberación, condenada por herética, por la Congregación
para La Doctrina de la Fe del Vaticano.
Guy Sorman nos dice, en un artículo publicado en ABC el 11 de
mayo de 2015
¿Un Papa Rojo? Según hemos observado en esta misma crónica, el
Papa Francisco multiplica las declaraciones contrarias a la economía de mercado
(que Juan Pablo II había calificado oportunamente de «economía libre»). Al
hacerlo, abraza las tesis de moda en Latinoamérica, de la que es originario,
tal como fueron formuladas por Dom Helder Camara, el «cardenal rojo» de Recife,
o por el escritor uruguayo Eduardo Galeano, teóricos de la denominada teología
de la liberación. Esta teología, que data de las décadas de 1970 y 1980, fue
repudiada por los hechos y por sus mismos autores. ¿Los hechos? Latinoamérica
ha empezado a librarse de la pobreza de masas al rechazar el marxismo, con
excepción de Argentina (el país del Papa Francisco), que sigue siendo
anticapitalista, y está sumida en la corrupción y la miseria de masas. ¿Sabe el
Papa Francisco que, poco antes de morir, Eduardo Galeano reconoció que se había
equivocado, que su “Biblia económica, Las venas abiertas de América Latina”
(1971), que achacaba la pobreza al imperialismo, no fue más que un error de
juventud? El Papa Francisco permanece anclado en esta ideología. ¿Es
inadmisible la confesión de Galeano? ¿Es más sano, o santo, perseverar en el
error?
En 26 de noviembre de
2006, la Congregación para la Doctrina de la Fe emitió una notificación
aprobada por el Papa Benedicto XVI, con el propósito de "llamar la
atención acerca de ciertas proposiciones que no están en conformidad con la
doctrina de la Iglesia presentes en las obras del P. Jon Sobrino,uno de los promotores y teóricos de la herética Teología de la Liberación
Tales proposiciones se
refieren a cuestiones metodológicas y cristológicas.
Sus obras cuestionadas
son: Jesucristo liberador: lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret y La
fe en Jesucristo: ensayo desde las víctimas. Básicamente la Congregación para la
Doctrina de la Fe acusa a Jon Sobrino de falsear la figura del Jesús histórico
al subrayar en demasía la humanidad de Cristo, ocultando su divinidad.
Centrándonos en la Encíclica “Laudatio
si”, en si misma, encierra una clara influencia del jesuitismo sudamericano,
que formalmente, aunque no fundamentalmente, ha abandonado la “Teología de la
Liberación”, y continúa con permanentes referencias a la “Iglesia de los
Pobres”, cuando ya la recriminación formulada por el Papa Ratzinger en su etapa
de Director de la “Congregación para la doctrina de la Fe”, expresamente
puntualizó este error: La iglesia es de y para todos y no solo para los pobres,
pues Cristo vino a llamar a los “pecadores a penitencia” y no a salvar a los
pobres exclusivamente.
Así la afirmación
contenida en la encíclica comentada:
“entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra
oprimida y devastada tierra”
Está en la línea de las manifestaciones de los teóricos de la “Teología de la Liberación” como Jon Sobrino, para quien según el escritor Samuel Greg
La teología de la liberación hace una formulación de una teología de clase, ---pues aplican al catolicismo el tipo de análisis que lo reduce todo a la clase, conforme a los esquemas metodológicos del marxismo--- que cree que la teología sólo puede hacerse desde el punto de vista de la "Iglesia de los pobres", entendiendo por "pobres" no a los "pobres de espíritu" del Evangelio ---esto es, cualquiera, ya sea materialmente rico o pobre, que necesite encontrar a Jesucristo--- sino aquellos que sufren privaciones materiales, de tal modo que para los “liberacionistas” con el Padre Sobrino a su cabeza, la "verdadera" iglesia ha de encontrarse en los que son materialmente pobres, en lugar de en aquellos que se adhieren a la fe católica y apostólica transmitida de generación en generación.
La manifestación contenida en la encíclica papal, es, en
esencia, un guiño a la teología de la Liberación, condenada expresamente por la
Congregación para la Doctrina de la Fe, en la época que fue dirigida por el
entonces cardenal Ratzinger, antecesor de Bergoglio en el papado como Benedicto
XVI.
Recordemos algunas de
las controversias que se produjeron entre Jon Sobrino, uno de los máximos
exponentes de la teología de la Liberación y la Congregación, y pongámoslas en
relación con las manifestaciones del Papa Bergoglio.
La Iglesia
hispanoamericana, muy influenciada por su largo contacto con la injusticia y
los abusos del poder sobre una inmensa población marginada, buscó alternativas
teóricas de acción que, por desgracia, han caído en aberraciones que no pueden
calificarse sino de preocupantes desde la ortodoxia de las enseñanzas de la
Iglesia Católica, con cuyos postulados de fe el padre Sobrino choca, frontalmente, como lo hace el conjunto de la llamada “Teología de la
liberación”
Así, en primer lugar, no
es admisible que la FE se formule desde posiciones de metodología de clase, la
de los “Pobres”, lo que no es sino una práctica hermenéutica desviada hacia el
materialismo dialéctico de la lucha de clases más propia del marxismo que del
cristianismo.
El padre Sobrino define
a los pobres ---únicos miembros legítimos, según él, de la Iglesia de Jesús---
al afirmar en su obra “Jesucristo Libertador”, recurriendo a las definiciones
elaboradas por el padre Ellacuría, que:
“Pobres son los "materialmente pobres", "las
grandes mayorías del Tercer Mundo". En segundo lugar, "los
empobrecidos, los oprimidos. Enseguida, "son los que convierten esa toma
de conciencia en organización popular y en praxis". Por último,
"pobres son los que viven con el mayor amor de dar la vida por la
liberación"
añadiendo que:
"Los pobres cuestionan dentro de la comunidad la fe
cristológica y le ofrecen su dirección fundamental"; la "Iglesia de
los pobres es […] el lugar eclesial de la cristología, por ser una realidad
configurada por los pobres"
Pero es que Jon Sobrino
va mucho más allá, y en su misma obra nos dice que la visión de Cristo sólo es
válida si se acepta la idea de una:
“... nueva imagen de Cristo liberadora porque tiene
"capacidad de liberar de la diversidad de esclavitudes que afligen a los
pobres del continente, de otorgar dirección a esa liberación y de animar a los
creyentes a ser sujetos activos de ella". La nueva fe en Cristo liberador
se opone a la fe en un Cristo de quien se puede esperar una salvación trascendente
pero no histórica”
Frente a esas
desviaciones doctrinales, la Congregación para la Doctrina de la Fe y con la
firma del cardenal Ratzinger y en su “Notificatio” de 13 de octubre de 2006
remitida al padre Sobrino nos dice explícitamente que:
“(En los textos del padre Sobrino) se afirma que no hay datos
para pensar que Jesús otorgara un sentido absoluto trascendente a su propia
muerte. Se dice sólo que va a la muerte con confianza y le atribuye un valor de
ejemplo motivante para otros.”
De esta manera no se
toman debidamente en consideración los pasajes evangélicos en los que Jesús
atribuye a su muerte un significado en orden a la salvación.
Así Sobrino nos dice:
"Lo salvífico consiste en que ha aparecido sobre la
tierra lo que Dios quiere que sea el ser humano […]. El Jesús fiel hasta la
cruz es salvación, entonces, al menos en este sentido: es revelación del homo
verus, es decir, de un ser humano en el que resultaría que se cumplen
tácticamente las características de una verdadera naturaleza humana […].
Si se reduce la eficacia
de la muerte de Jesús al ejemplo (continúa la Notificatio), la redención se
reduciría al moralismo.
La vida y muerte de
Cristo no pueden reducirse al buen ejemplo que éste nos ha dado. El misterio de
la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho
hombre, es la fuente única e inagotable de la redención de la humanidad.
Pues visto esto, mucho me temo que la desafortunada frase de Bergoglio, equiparando el pensamiento cristiano al comunista y predicando qu
“Cristo ha hablado de una sociedad donde los pobres, los débiles y los excluidos sean quienes decidan” (Lo cual es falso y no se encuentra en las escrituras)
No hace sino legitimar
los erróneos fundamentos de la teología de la Liberación, y de su fundamento
clasista de la “Teología de la Iglesia de los Pobres” condenada por la propia
Congregación para la Doctrina de la Fe.
Así, como antecedente, es
de destacar que, durante su pontificado, el Papa Francisco ha multiplicado las
declaraciones contrarias a la economía de mercado (que Juan Pablo II había
calificado de «economía libre»). Al hacerlo, abraza las tesis de moda en
Hispanoamérica, de la que es originario, en las décadas de 1970 y 1980, y que
fue repudiada por los hechos pues Hispanoamérica ha empezado a librarse de la
pobreza de masas al rechazar el marxismo, con excepción de Argentina (el país
del Papa Francisco), que sigue siendo anticapitalista.
Sería bueno, en todo
caso, recordar que Jorge Bergoglio es un jesuita que, cuando era obispo de
Buenos Aires, ya confundía la opción a favor de los pobres con la lucha contra
el capitalismo. Era una ideología extendida entre todos los jesuitas de
Hispanoamérica, próximos a la Teología de la Liberación y en guerra contra el
Opus Dei, que era pro capitalista. Dado que el Papa Francisco da prioridad a
los pobres como enseñó Cristo, ¿no debería consagrar, en vez de denigrar, al
único sistema económico, sin duda imperfecto, que reduce la pobreza de masas, y
que podemos llamar capitalismo popular? Como ya hiciera San Juan Pablo II.
No olvidemos las palabras anteriormente mencionadas de
Guy Sorman: “El Papa se sirve del
típico lenguaje de la izquierda y de los jesuitas en Buenos Aires”, y no
olvidemos que esa izquierda jesuítica sudamericana ha sido el caldo de cultivo
de la herejía de la “Teología de la Liberación”, que desnaturaliza el mensaje
salvífico de Cristo en aras de una política terrenal de redención puramente
material y no espiritual de los pobres, como denunciamos entre otros en estos
Posts, también publicado en nuestros Blog que pueden leerse haciendo clic en
estos enlaces JON SOBRINO y la HEREJIA DE LA TEOLOGIA DE LA LIBERACIÓN.
Y la gota que ha colmado el vaso ha sido la afirmación de Bergoglio de que
«Son los comunistas los que piensan como los cristianos. Cristo ha hablado de una sociedad donde los pobres, los débiles y los excluidos sean quienes decidan (Falso). No los demagogos, los barrabás, sino el pueblo, los pobres, que tengan fe en Dios o no, pero son ellos a quienes tenemos que ayudar a obtener la igualdad y la libertad»
Reiterando sus veleidades liberacionistas.
En definitiva podemos afirmar que las anomalías doctrinales de Bergoglio han sido fulgurantes, y además de las más profundas, hasta ahora analizadas, no son de recibo manifestaciones como reconocer a Martín Lutero como testigo del Evangelio; o admitir que todas las “religiones valen para salvarse”; o decretar la posibilidad de perdonar directamente el pecado de aborto por los sacerdotes sin necesidad de autorización obispal; o afirmar contra la doctrina tradicional de la Iglesia sobre la maternidad que las mujeres no pueden ponerse a parir como conejas. Desvaríos doctrinales a los que se une el mal gusto dialéctico del que debiera actuar como Cabeza de la Iglesia Católica, y no como un charlatán de feria, pues no olvidemos que ya Aristóteles nos dijo que
"El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras".
Con estas acciones, Bergoglio ha puesto un misil en la línea de flotación de la verdad que el Magisterio doctrinal de la Iglesia ha representado durante 2000 años.
Y esto mismo deben pensar los cuatro cardenales de la Iglesia católica, los alemanes Walter Brandmüller y Joachim Meisner, el italiano Carlo Caffarra y el estadounidense Raymond Leo Burke, que hayan hecho pública una carta que remitieron al Papa Francisco con sus “dubia" o dudas, afirmando que la enviaron a la prensa "después de esperar dos meses una respuesta del pontífice que nunca llegó".
En esa carta, planteaban cinco “dubia” o dudas en
relación con la doctrina emanada de ciertas declaraciones y documentos del Papa
Francisco, sobre cuestiones que a juicio de los firmantes de aquella "causaban
confusión en asuntos clave para la doctrina católica”.
No entro en el fondo del asunto, sólo destaco
la gravedad de la situación de crítica frente a los “dislates” que
frecuentemente expresa el Papa y que molestan incluso a algunos de los
cardenales de la Iglesia. Hecho infrecuente que ha sido salvado por el Vaticano
con evasivas y llamadas a la concordia a los Cardenales críticos.
Más de lo mismo, en la siempre exasperante prudencia
de la Curia Romana.
Y terminamos esta reflexión con un vídeo en el que
Pavarotti, Zucchero y Bocelli cantan el “Miserere”, reconociéndose
pecadores y rogando la misericordia Divina.
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