Me ha parecido francamente
interesante la historia del experimento realizado por el violinista Joshua
Bell, a instancias del diario “The Washington Post”.
El violinista Joshua Bell, uno
de los más apreciados interpretes contemporáneos, estuvo durante los casi 45
minutos interpretando música clásica con un Stradivarius de 1713 ─ valorado en más de 3,5 millones de dólares
─, en la estación de L'Enfant Plaza del Metro de Washington, vestido con
vaqueros, una camiseta y una gorra de béisbol.
Y no es que la gente
despreciara su interpretación; Supongo que el ajetreo del metro, las prisas de
la gente, con su tiempo tasado y escaso entre su origen y su destino, y el
carácter puramente accidental de un músico más de los muchos que frecuentan el
metro, harían que la mayoría ni percibiese su música.
Sin embargo no deja de ser
llamativo que el único transeúnte que se detuvo más de cinco minutos fuese un
joven funcionario que, sin ninguna cultura musical y sin saber que es lo que
estaba escuchando, manifestó que aquello: “le llenaba de paz”.
Lo que nos lleva a la
conclusión de que apreciar una buena música requiere el deseo de hacerlo, y no
se despierta la sensibilidad musical fuera de contexto y en un lugar de mero
tránsito.
Os adjunto la obra con la que
Bell comenzó su interpretación en el metro de Wasington, la Chaconne, Partita
No. 2 BWV 1004 de Johann Sebastian Bach
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