La amistad es un concepto que, a lo largo de toda la
Historia, ha hecho correr ríos de tinta, utilizando una frase muy poco original
pero muy expresiva.
Muchos tratados de moral, e incluso muchas obras
literarias, desde las más inteligentes a las más nimias, desde los griegos
hasta los autores contemporáneos, gran parte de las obras escritas a lo largo
de la Historia han dedicado alguna reflexión a esta realidad, e incluso podemos
encontrar infinidad de menciones a la misma en los refraneros populares:
“Amigos son esos
extraños seres que nos preguntan como estamos y se esperan hasta que les damos
una contestación.” Ed Cunningham
“La verdadera amistad existe
cuando el silencio entre dos parece ameno.” Erasmo de Rótterdam
“Los amigos que tengas
y cuya amistad hayas ya puesto a prueba, engánchalos a tu alma con ganchos de
acero.” William
Schakespeare
“La prosperidad hace amistades,
la adversidad las pone a prueba.” Anónimo
“La amistad es animal
de compañía, no de rebaño.” Plutarco
“Cada hombre
muestra lo que es en los amigos que tiene.” Gracián
Etc…
Para mi, sin embargo, la descripción literaria mas bella que he leído
a cerca de la amistad es la de Saavedra
Fajardo:
“El mayor bien que tienen los hombres es la amistad, espada segura
siempre al lado en la paz y en la guerra, con ella los prósperos sucesos son
más espléndidos y los adversos más ligeros. Pero cuanto más fina y de más valor
es la amistad, menos vale si llega a quebrarse, una vez rota la espada, no
admite soldaduras.”
Siempre he sido reacio a las declaraciones de amistad, a los
amores declarados, a las complacencias compartidas.
El afecto por los
amigos creo que ha de ser silente y presente, percibido pero no manifestado,
cómplice pero no expresamente participado.
Sólo así adquiere su plenitud y su máxima expresión.
Lo otro son chantajes emocionales “ya que somos amigos....”,
“pórtate como amigo...”, “hazme un favor de amigo...”, “lo hago porque soy tu
amigo…” etc...
En cualquier caso, uno de los comentarios más estúpido a
cerca de la amistad que conozco es el hecho por el estúpido periodista de
izquierdas Manolo Saco, que me remite un amigo:
“Creo que ir a los entierros de los amigos es hacer el primo, pues estoy
convencido de que ellos, una vez muertos, ya no piensan corresponderme
acudiendo al mío.”
A diferencia de este autor, al que es la primera
vez que oigo mencionar, no creo en la amistad interesada, eso no es amistad,
eso es correspondencia, compromiso “quid pro quo”.
El desinterés, la confianza, la lealtad, la fidelidad y la
tolerancia son los elementos esenciales para que la amistad exista y
permanezca.
Lo que no quiere decir que la amistad no necesite
ser “correspondida”, aunque no en todas las ocasiones suceda de esta forma.
En cualquier caso, la amistad es un concepto
referido a un sentimiento de afecto, de amor, hacia otro, pero de contenido
puramente afectivo y no sexual, por lo que, según algunos, carece de la pasión
propia del amor carnal y por lo tanto tiene menos viveza, aunque como
contrapartida sea más estable y esté menos sometida a los reproches de los
celos, aunque no siempre sea así.
Se dice, por otra parte, que la amistad solo es
posible entre seres de educación o inquietudes culturales afines, pero, se da
muy frecuentemente entre personas de diferentes educaciones o de distintos
estratos sociales o culturales.
Todas estas declaraciones tienen, por tanto, un
valor simplemente relativo.
Efectivamente, si partimos de considerar que entre
los varios miles de millones de seres humanos que viven o han vivido en este
mundo, ninguno ha sido, es, ni será igual a otro, las manifestaciones de sus sentimientos y sus
comportamientos serán igual de múltiples y variados, por lo que difícilmente se
podrán establecer reglas generales (universales) en relación con sus conductas
y por tanto en relación con la amistad.
No obstante, las similitudes que imponen en los
comportamientos humanos las identidades culturales ---su substrato---, o la
misma educación, permiten, para un mismo grupo social, nacional o cultural, elaborar
una serie de hipótesis de comportamiento comunes a todos ellos que permiten
acercarse a formulaciones de reglas, si no universales, si al menos de amplia
aplicación, aunque todas opinables.
En definitiva la búsqueda de tales reglas, de tales
formulaciones teóricas, que expliquen, que permitan comprender, los mecanismos
del comportamiento del ser humano y sus sentimientos, es a lo que, en gran medida,
se han dedicado los pensadores y filósofos a lo largo de gran parte de la
historia del pensamiento occidental, que se inició, en la Grecia Clásica, como
un intento de comprender todo lo que sucedía en el entorno del hombre y sus
consecuencias.
No obstante, la filosofía contemporánea se
desarrolla en terrenos de una complejidad tal, semántica y conceptual, que es
difícilmente asequible para el noventa por ciento de quienes, teniendo alguna inquietud en estos terrenos,
carecemos de la preparación adecuada.
Veamos un ejemplo:
“Las teorías las definimos como “sistemas de concatenaciones (clasificaciones, correspondencias, implicaciones) de conceptos” (concatenaciones que arrastrarán a los fenómenos, en una proporción mayor o menor, según la “potencia” de la teoría). Los “sistemas de conceptos” se mantendrán, en principio, en la “inmanescencia” del contorno del campo de los fenómenos felicitarios, es decir, en su “dintorno”.
Cierto es que al extraer la cita de su
contexto ---el libro “El mito de la felicidad”
de Gustavo Bueno--- aquella se hace más ininteligible, pero no me negará el
lector la dificultad de desentrañar su mensaje.
En cualquier caso, a lo mejor, la amistad
no hay que “pensarla” tanto y nuestra obligación sea, simplemente, disfrutarla
más, así que estoy pensando irme a tomar unas gambas y unas cañas con algún
amigo.
Y tal vez, esta noche, cuando repose mi cabeza cansada en mi almohada,
tal vez entonces, vuelva a entretener mis neuronas con reflexiones más
profundas, que a modo de ovejitas saltarinas y como medio de convocar al dios
Morfeo, me ayuden a conciliar el reposo necesitado
Y hablando de amistad, os adjunto un video con el aria cantada por Luciano Pavarotti, "Ah! mes amis" de la Ópera "La hija del Regimiento" de Donizetti
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