Cuando
en sesiones dulces y calladas
hago comparecer a los recuerdos,
suspiro por lo mucho que deseo
y lloro el bello tiempo que he perdido,
la aridez de los ojos se me inunda
por los que envuelve la infinita noche
y renuevo el plañir de amores muertos
y gimo por imágenes borradas.
Así, afligido por remotas penas,
Sírvame el poema de Shakespeare, que abre esta reflexión, para centrar el tema que quiero tratar, y que no es otro que el del modo en que abordamos el paso del tiempo en nuestra vida.
El paso del
tiempo se manifiesta, en primer lugar, en que el pasado solo son recuerdos o
cosas materiales ya hechas.
En segundo
lugar en los cambios que nuestro cuerpo, inevitablemente, va sufriendo.
Y en tercer lugar en los cambios que
apreciamos en los cuerpos de los demás y en las cosas conocidas.
Y además produce un efecto aterrador,
y es que lo sucedido en el pasado no puede cambiarse, es inmutable y
definitivo, y el futuro, por inexistente, inescrutable y solamente previsible.
Albiac, por su parte nos comenta que dejando de hacer ciertas cosas que le llegaron a resultar tediosas
"ganó lo único de lo cual está tejido un hombre: horas. Y silencio: sin silencio, las horas son sólo máscara del ruido."
Ideas que me recuerdan a alguna de mis reflexiones sobre el silencio publicadas en este Blog, como el reciente SOLEDAD Y SILENCIO.
No voy a entrar en las explicaciones
científico psicológicas del paso del tiempo y su constatación, sino en las
formas en que afrontamos, cada uno individualmente, ese fenómeno.
Desde un punto estrictamente
filosófico el tiempo como tal no existe, pues si el pasado dejó de existir y el
futuro aún no existe, tan solo existe el presente.
Esta
idea de inexistencia del tiempo ha sido recogida por numerosos autores, y así podríamos
citar a Quevedo
“Soy un fue y un será y un es cansado”
O
a Einstein quien afirmó que
“La gente como nosotros, quienes creen en la física, saben que la
distinción entre el pasado, el presente y el futuro es sólo una ilusión
obstinadamente persistente”
En
cualquier caso, y a los efectos de esta reflexión, lo único que me interesa es
centrarme en la idea de pasado, que no es sino una formulación psicológica de
nuestras vivencias y hechos acaecidos, y de futuro, una
proyección imaginativa que nos permite prever lo que va a suceder por el
recuerdo del pasado, pues lo sucedido en el pasado, de lo que tengamos memoria,
nos ha permitido aprender la relación causa efecto, o la sucesión en que se
producen los efectos relacionados.
Así, por
ejemplo, el cazador que dispara con su escopeta a una perdiz, sabe que tiene
que disparar cierta distancia por delante de la pieza pues, entre el disparo y el
alcance, el ave habrá avanzado esa distancia a la que debemos adelantar el tiro y ello lo sabrá por la práctica memorizada del pasado.
Y
solamente en ese contexto tiene importancia el concepto de pasado, en tanto y
cuanto forjador de nuestros aprendizajes y experiencia.
En mi reflexión reciente de este Blog RETRATOS DE JUVENTUD comentaba que las
más modernas teorías psiquiátricas consideran que nuestra memoria no trabaja
como un disco duro que almacena y esconde recuerdos, sino que muy por el
contrario nuestra memoria es más bien un sistema reconstructivo y reproductivo
que se construye y modifica con el paso del tiempo y a través de nuestras
propias narraciones, interacciones y experiencias, por lo que está sujeta a
errores y distorsiones.
De
este modo aprendizaje y experiencia van sumándose a nuestro intelecto,
configurando y mejorando nuestras capacidades físicas e intelectuales.
Y
en cuanto al futuro no es sino la proyección imaginada de esa experiencia del
pasado hacia el todavía inexistente futuro, hasta que se convierta en el
instante “ahora”, anticipando en nuestra mente lo que pasará de acuerdo con
nuestra memoria de lo que, en idénticas circunstancias, hemos vivido y hoy recordamos
de nuestro pasado.
Y
así, el presente no es más que el instante “ahora” en que actuamos conforme a
las enseñanzas y experiencia de nuestro pasado y lo proyectamos hacia el
futuro, y por ello, en realidad, sólo podemos anticipar lo que ocurrirá en ese
futuro aún inexistente, y no siempre con exactitud, más allá del tiempo pasado
discurrido y del que tengamos memoria, y digo que no siempre porque las
circunstancias externas ajenas a nuestra memoria pueden verse modificadas.
Es por todo ello que Baruj Spinoza nos dice que:
“El tiempo
no es una afección de las cosas: sino un simple modo de
pensar ... en efecto, es el modo de pensar que sirve para
explicar la duración".
Y es, efectivamente, nuestra capacidad de
pensar la que da sentido al tiempo y a la duración, más allá de cualquier
explicación física de lo que el tiempo fuere.
No obstante es ya afirmación clásica que la mayor generosidad es dedicar tu tiempo a alguien, pues ese tiempo es irrecuperable.
Y por eso, si el tiempo no es más que la conciencia de la duración, los animales no tienen
sensación de transcurso del tiempo, ni de la duración, pues carecen de la
capacidad de pensar y actúan tan solo por instinto.
Aunque con esta afirmación me habré
granjeado la eterna animadversión de los “animalistas” que en el no usar la razón
se asemejan a los animales por los que entregarían hasta sus vidas, y las nuestras...
Y como mi intención, ya declarada
en el pasado, es, según recuerdo, que estas nuestras “reflexiones heteróclitas” no traten de imponer verdades ni pretendan presentar conclusiones indiscutibles, sino ser motivo de inspiración o crítica para mis lectores, y no
quiero, además, caer en la descripción de Blaise Pascal de que mi “yo”
“sea odioso e incómodo para los demás, por querer
someterlos; de modo que ese mi “yo” acabe siendo el enemigo y el tirano de
todos los demás”
©2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana
Qué preciosa reflexión, Jesús. Explicas como nadie lo que todos sentimos
ResponderEliminarPreciosa reflexión de verdad.
ResponderEliminarLo mismo que el día está a las puertas de la noche, todo lo que comienza está destinado a terminar, y todo lo que nace muere; pasando normalmente por la antesala de la enfermedad o de la vejez.
Al llegar a este mundo, el hombre levanta la cabeza y se encuentra con el telón de fondo que ya nunca desaparecerá de su vista, el tiempo vuela y nuestro destino es morir. De ahí nace la angustia y solo abandonarse a la idea de haber hecho lo correcto a lo largo de la vida aceptaremos las fronteras inquebrantables de quien organizó así nuestra existencia. Dichosos los animales, como dice usted, que no tienen raciocinio y no sufren conscientemente el paso del tiempo.
Magnifica exposicion, sin duda, Jesus!
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