Tras la muerte de George Floyd
por una mala praxis policial en los EEUU se ha desatado una furia contra
símbolos a lo largo de ese país, furia que se ha cebado especialmente con la
herencia española, así se han atacado las imágenes de Ponce de León, Colón, la
reina Isabel la Católica, San Fray Junípero Serra, e incluso Cervantes cuyos
agresores se identificaron sin saberlo al estampar “Bastards” con pintura roja
sobre el monolito de nuestro universal Cervantes en el Golden Gate Park de San
Francisco ignorando que en 1575, Cervantes fue capturado por piratas islámicos
argelinos siendo esclavizado durante cinco años en Argel hasta su liberación.
Dado lo inexplicable de la situación se comprende porque existe un trasfondo
común en todos estos ataques y no es otro que la querencia por destruir la
cultura, idioma, historia y herencia española, obviada en Norteamérica donde
cierta historiografía habla de “siglo perdido” para describir el periodo
comprendido entre el Descubrimiento y la llegada de los Peregrinos.
No es una simple identificación
sobre esas esculturas de una rabia contra las injusticias del presente, es una
disculpa para atacar y demoler una herencia centenaria sobre una ignorancia que
alienta y facilita la comisión de esos hechos.
Si viajamos por Europa veremos
cómo en sus plazas públicas se rinde homenaje a sus prohombres, existe una
cultura nacional algo que se produce en toda Europa durante y a partir del
siglo XVIII, únicamente en España se ha buscado una estética contraria llegando
al ridículo que el gracejo popular pone en su sitio cuando renombra lugares
como la plaza de la pantera rosa en Zaragoza y la plaza del monstruo en Jaca,
así como en innumerables plazas en toda España donde los “objetos” depositados
en ellas rayan entre el ridículo y el absurdo.
Ese movimiento antifa ‘Black
Lives Matter’ responsable de vandalizar el monumento a Miguel de Cervantes y al
santo Fray Junípero tiene sus acólitos también en España y a todos ellos
hay que recordarles lo que en su día dijo Juan Pablo II sobre nuestro país:
«España
aportó al Nuevo Mundo los principios del Derecho de Gentes, y puso en vigor un
conjunto de Leyes, con las que la Corona de Castilla trató de responder al sincero
deseo de la reina doña Isabel I de Castilla, de que sus hijos los indios fueran
reconocidos y tratados como seres humanos con la dignidad de hijos de Dios. Me
urgía reconocer y agradecer ante toda la Iglesia, vuestro pasado evangelizador.
Era un acto de justicia cristiana e histórica. Vosotros que fuisteis capaces de
aquella empresa gigantesca, sed fieles a vuestra historia de fe».
Y esta ceremonia de la
confusión afecta directamente a don Pedro Menéndez de Avilés, atacado
frívolamente en este momento, cuyo único sueño era terminar sus días en la
Florida.
En la carta que dirigió a su sobrino diez días
antes de su muerte, el 8 de septiembre de 1574, y recién nombrado como general
de la armada destinada a atacar Inglaterra, resumía cuáles habían sido y cuáles
eran sus fines en el gobierno de La Florida:
«el acrecentamiento de
nuestra Santa Fe Católica; y después de la salvación de mi alma, no hay cosa en
este mundo que más desee que verme en la Florida para acabar mis días salvando
almas».
Digo que no es nuevo este
movimiento, ahora reactualizado en estos días por los neopopulismos, es solo
una disculpa, pues ya Chaves, tras abolir el Día de la Raza en 2002, autorizó
la vandalización y ahorcamiento ceremonial en 2004 del monumento erigido al
almirante en el paseo de Colón en Caracas que pasó a llamarse con el nombre del
cacique Guaicapuro. Si a esto añadimos que hemos visto a la fundadora de ‘Black
Lives Matter’ fotografiada sonriente junto al déspota Maduro, que mata de
hambre a su pueblo, nada nos puede sorprender.
Nadie valora globalmente como
“gloriosa” la conquista de América pero la valoración general desde luego es
totalmente positiva, los juicios de residencia pusieron en su sitio a los
infractores e incluso algunos no alcanzaron la rehabilitación hasta después de
muertos. Gracias a nuestros reyes, las leyes españolas, nuestros exploradores y
misioneros América pasó de la Edad de Piedra a la Edad Moderna.
La conquista, luego poblamiento
y asentamiento, de España en América no fue posible sin el amplio y masivo
apoyo de los nativos americanos, porque con España les llegó la libertad,
acabando con crueles imperios caracterizados por brutales sacrificios humanos.
Aquellos territorios nunca
fueron colonias sino reinos, provincias parte constitutiva de la propia España.
Hispanoamérica gozó de seguridad, estabilidad social y prosperidad económica
cuando estuvo unida a España y así lo relatan con sorpresa y admiración los
viajeros europeos en América durante el periodo virreinal, además contando con
una presencia militar mínima basando la defensa en las milicias.
El modelo de la sociedad
americana se estableció sobre los mismos parámetros que en la metrópoli…
religión, derecho, educación, economía, aportando los españoles con
todos sus defectos propios una administración moderna, infraestructuras,
decenas de universidades, agricultura, ganadería, industrias, hospitales dando
a la luz una nueva cultura fusión de la existente y la de los recién llegados.
He estudiado diferentes figuras
olvidadas de la Hispanidad, sobre todo en los actuales EEUU, y en concreto tras
años buceando en estos temas publiqué diferentes ensayos, un libro en 2020
dedicado al adelantado avilesino, y en 2019 mi tesis doctoral “Estudio Histórico y Edición Crítica del
Memorial de Solís de Merás: la Florida de Pedro Menéndez de Avilés”,
con esto quiero decir que me he empapado en sus relato y en su vida, y que
físicamente he caminado por los embarrados pantanos infestados de mosquitos que
él caminó, y desde luego lo que no es de justicia es juzgar a personajes sacándolos
de su contexto histórico enjuiciándolos con parámetros contemporáneos.
Si así lo hacemos ¿Qué habría
que hacer con las pirámides? ¿Con el acueducto de Segovia? (que algún político
actual ubica en Ávila),… con los vestigios de Roma… con el Taj Mahal… con las
pirámides de Mesoamérica… sería entrar en una enumeración inacabable pero que
nos conduce a esa teoría, vieja por cierto, que hoy se pretende imponer y que
no es otra que destruir los cimientos de una sociedad, de una civilización,
para sobre las cenizas edificar una nueva que por supuesto contaría con sus
nuevas estatuas, no les quepa duda.
Atraído por ello, en 1996 me
enfrenté al estudio de mi primer memorial relacionado con la presencia española
en el suroeste de los EEUU desde donde a finales del siglo XVI se pretendía
alcanzar y facilitar el control de la Florida. Pero no había sido el primero.
Entonces tuve noticia de otro singular personaje, un asturiano, don Pedro
Menéndez de Avilés, quien hizo todo lo posible por lograr y logrando el
asentamiento español en la Florida después de seis intentos anteriores
frustrados por parte de otros exploradores en aquella tierra amenazada, por su
valor estratégico, por diferentes potencias extranjeras, y él también trató de
lograr un itinerario desde el norte de Florida hasta el norte de Nueva España,
Zacatecas, y previó el asentamiento en la costa del norte de Nueva España junto
al río Pánuco como seguridad de un posible itinerario terrestre desde Nueva
España a Florida.
Menéndez murió sin poder llevar
a cabo ni el poblamiento deseado desde el río Pánuco ni encontrar un camino
desde Santa Elena, en la costa atlántica hasta Zacatecas, con la frustrada
expedición a través de los Apalaches de su capitán Juan Pardo, recogida en los
documentos originales del Archivo de Revilla-Gigedo y del Archivo General de
Indias, escritos por el capitán Juan de Labandera, y tampoco pudo alcanzar el
soñado paso al Pacífico por el Atlántico Norte, asunto que se mantuvo vivo por
centurias tal como vemos en el detalle esclarecedor del debate de finales del
siglo XVIII celebrado en la Academia Francesa de Ciencias sobre el Paso del
Noroeste.
Con aquel itinerario
terrestre aspiraba Pedro Menéndez a ofrecer una salida a las mercancías desde
Nueva España al Océano Atlántico evitando así la ratonera que obligaba a
navegar mediante las predecibles corrientes marinas caribeñas a través del
estrecho de Florida, corrientes descubiertas por el piloto Antón de Alaminos en
la calamitosa expedición de Francisco Hernández de Córdoba en la segunda década
del siglo XVI.
Pedro Ménendez albergó ese
proyecto desde un principio cuando en 1565, pues justo antes de partir hacia La
Florida se entrevistó en Cuba con Andrés de Urdaneta recién llegado de su tornaviaje
desde Filipinas y de camino a la Corte para dar novedades del mismo al rey.
Allí Pedro Menéndez decidió progresar por la costa hacia el norte en búsqueda
de ese paso, por eso tras fundar San Agustín en 1565, funda Santa Elena el año
siguiente en la actual Carolina del Sur con la idea de, igual que el avance de
frontera durante la Reconquista, llegar a ese paso.
Las dificultades, y la falta de
personal sumadas de los ataques ingleses sobre San Agustín forzarían el
repliegue desde Santa Elena unos pocos años después de su muerte abandonándose
ese proyecto.
En el año 2000, tras publicar
un libro sobre Pedro Menéndez de Avilés, a partir del Memorial de Barrientos,
conocí el archivo de los condes de Revilla-Gigedo y a su cuidador el actual
adelantado de la Florida, archivo que comprende una extensa y muy valiosa
colección de manuscritos de excepcional importancia no solo para la historia de
España sino también para la de EEUU de América, de México y otros lugares de
las Américas y del Pacífico, y que podemos considerar como uno de los archivos
privados sobre la materia más importante de España. Allí pude ver, por primera
vez, con una sensación entre la emoción y el vértigo, el manuscrito del
Memorial de Solís.
Casi de inmediato consulté la
edición de 1893 de ese memorial, realizada por Eugenio Ruidíaz y Carabia,
titulada “La Florida, su
Conquista y Colonización por Pedro Menéndez de Avilés”. A
partir de ese momento quedé cautivado por el personaje y su experiencia vital,
recogida tanto en el Memorial como en los documentos de Revilla-Gigedo de
indescriptible interés relativos a la amplísima y extensa correspondencia del
Adelantado con Felipe II, en la que se incluye la relativa a la gran flota
frustrada que se le había encargado organizar a Pedro Menéndez en Santander
contra Inglaterra poco antes de su muerte en 1574.
Pero… ¿Quién fue Pedro Menéndez
de Avilés? En el Estudio Histórico de la tesis detallé con parquedad las
vicisitudes de su carrera, desde su nacimiento y sus actividades de corso en el
Cantábrico así como sus servicios y viajes con el emperador Carlos y Felipe II
tanto a su boda con María de Inglaterra como a Flandes antes de la jornada de
la Florida, mencioné el, muchas veces ignorado, relato de su captura por
corsarios franceses en el Caribe en los inicios de sus navegaciones y el pago
del rescate en Santiago de Cuba de 1.098 pesos en oro por su libertad y
barco. Me centré, fundamentalmente, en las acciones de Menéndez de Avilés e
intenté analizar su labor tantas veces desdibujada por los relatos franceses
sobre La Florida que ofrecen un retrato de Menéndez como un fanático y que no
deja de ser un estereotipo que juzga al personaje desde la óptica de la
contemporaneidad.
Cuando, como recuerda el
profesor Charles Moore en palabras de García-Castañón
«sus acciones son consideradas avatares lógicos en las guerras de
entonces».
Definido por estudiosos como un
simple contratista, contractor, o emprendedor, entrepeneur, se ha dejado de
lado por parte de la historiografía el peso más importante de su personalidad,
como fue su visión de futuro, perspectiva de conjunto y la percepción de la
expansión hispánica desde el punto de vista de la evangelización que planeó
desde su injusto encarcelamiento en Sevilla y tras la desaparición de un hijo
en el mar.
El adelantado tuvo que
sobreponerse, desde un principio, a numerosas trabas, envidias y dificultades
en el cumplimiento de la misión.
Estas nacieron, en primer
lugar, en la propia península, como consecuencia de haber sido designado para
la misión directamente por el rey, lo que provocó las reticencias y celos de
los oficiales de la Casa de Contratación que hasta entonces habían tenido el
privilegio de ser los responsables del nombramiento de los generales para la
Carrera de Indias.
Y se complicaron después por la
amenaza de las potencias extranjeras que quisieron apoderarse de un territorio
de un interés estratégico clave para la seguridad de la navegación de las
armadas españolas en el Caribe.
El éxito, al menos parcial, de
Pedro Menéndez en el asentamiento y poblamiento de La Florida residió en el
planteamiento de unos objetivos lejanos. Estos no se centraron exclusivamente
en la península de La Florida: se empeñó en buscar el enlace terrestre con
Nueva España, desde Santa Elena a Zacatecas, también desde Pánuco hacia La
Florida con el propósito de crear nuevos asentamientos; e igualmente incentivó,
una vez conocido el tornaviaje de boca de Urdaneta la búsqueda de un paso del
noroeste hacia el mar del Sur y además despejó el Caribe de piratas y
corsarios. Es cierto que algunos de sus planes no alcanzaron el éxito, pero por
su visión lejana y en profundidad facilitaron la ampliación del territorio, la
exploración, poblamiento y asentamiento definitivo en La Florida.
Al adelantado no se le puede
tildar de autoritario o despótico si lo comparamos con otros capitanes
españoles y europeos de su época. Pedro Menéndez actuó con liberalidad siempre
que pudo y en sus decisiones siempre trató de convencer, nunca vencer, usando de
los consejos de oficiales para exponer sus planes y tratar que sus mandos
interiorizaran sus designios. Estos planes pasaban por asegurar las posesiones
españolas en aquella parte del Nuevo Mundo, amenazada, por su valor
geoestratégico, por las naciones tradicionalmente enemigas de la monarquía
hispánica, Francia e Inglaterra, y en donde el componente confesional fue no
poco importante.
Por otra parte, si evaluamos
fríamente, casi cinco siglos después, el suceso de la expulsión de los
franceses, cabe preguntarse si hubiera sido posible otro desenlace: si al muy
superior número de supervivientes náufragos franceses se les hubiera liberado y
permitido costear hacia el norte hasta reunirse con los suyos en Fort Caroline,
¿qué habría sido del enclave de San Agustín, en fase de construcción, sin
fortificar, y con un muy inferior número de colonos, en el caso de una victoria
de los hugonotes y sabiendo que estos estaban atacando los asentamientos
españoles en el Caribe?
Ni unos ni otros contaban con
hombres, provisiones y medios para mantener un campo de prisioneros. Cualquiera
que hubiese sido el vencedor en el lance, el resultado habría tenido,
seguramente, los mismos trágicos resultados.
Además, don Pedro contribuyó a
la evangelización que había proyectado con el padre Avellaneda durante su
encarcelamiento en Sevilla, tal y como se refleja en una de sus cartas al
inicio de la empresa floridiana cuando dice:
«e iré descubriendo aquel camino y allanándolo, procurando ganar
en todo la voluntad de los indios»,
nada que ver con la «caza de los indígenas de aquellas tierras» de
la que algún indocumentado le acusa con ligereza.
Pedro Menéndez de Avilés quería
para los nativos y sus hijos lo mismo que para los españoles por eso se trataba
de formar a los jóvenes en colegios en Cuba para luego ser llevados a sus
poblaciones originarias, nada que ver con esclavizar o vender niños, tal como
dice en su memorial:
«no los venían a matar ni hacer esclavos ni a tomarles su maíz,
que solo iban a decirles si querían ser cristianos y enseñarles como lo habían
de ser y tenerlos por amigos y hermanos, y que no iba a hacer la guerra ni
matar a ningún cacique ni indio, excepto a los que le quisieran hacer mal e
matar algún cristiano, e que si él e su gente querían ser cristianos que
holgaría d’ello».
Efectivamente Pedro Menéndez de
Avilés solicitó en 1570 «se le envíen 6.000 ducados a Nueva España, o
que se le de licencia para vender esclavos» dado el mal estado de salud de la
gente de la armada, por la escasez y la mala condición de los alimentos,
habiendo recibido licencia el 22 de mayo de 1565 licencia para «trasportar a la
Florida, libres de derechos, 500 esclavos», licencia que no sabemos si llevó a
cabo aunque de lo que si tenemos constancia es del establecimiento en
San Agustín, amparados por Carlos II de España, del primer asentamiento de
personas de raza negra huidas de las colonias inglesas de Georgia formando como
ciudadanos libres el fuerte de la Gracia Real de Santa Teresa de Mosé donde
constituyeron una milicia libre al servicio del rey de España donde un esclavo
mandingo, huido de Carolina, adoptó el nombre de Francisco Menéndez quien fue
nombrado capitán de la Milicia Negra y jurando servir a la Corona Española
«hasta que la última gota de sangre fuera derramada«.
La defensa del catolicismo
emprendida por Menéndez fue más allá de la lucha contra el protestante. La
preocupación por la misión, por la conversión de los nativos, marcó, según
Herbert E. Bolton, las características de la expansión española en América del
Norte, tanto por su sentido religioso como por su dimensión política, al actuar
los colonizadores como una “agencia” reconocida por la corona.
Esta iba de la mano de la
evangelización, aspecto que queda demostrado en la carta del papa San Pío V a
Pedro Menéndez de Avilés, recién nombrado gobernador de la Florida, en la que
le da su bendición apostólica y buen deseo para el cumplimiento del cometido evangelizador
y le envía al arzobispo Rosano con dilatadas instrucciones al efecto de
esforzarse «con buen seso y prudencia» para atraer a los nativos a la
conversión.
Tanto esta carta como la
contestación de Pedro Menéndez al Papa las podemos disfrutar actualmente en el
Archivo Revilla-Gigedo.
Pedro Menéndez, fue un hijo de
su época, marino, soldado, político, estratega, administrador, impulsor de la
misión, amante de la música, inventor y creativo, en suma, polifacético como
hombre típico del Renacimiento aunque no hubiera asistido a la Universidad de
Mareantes.
Su personalidad nace de la
fusión de la cruz y la espada que durante la Reconquista protagonizaron la Edad
Media en la península ibérica.
En sus cartas apreciamos los
matices de su carácter, su expresión digna y clara, su valor autodidacta y
creativo, sin ser un hombre universitario, su profunda y convencida fe, frente
a lo que consideraba el fanatismo luterano.
En fin, Dios y la defensa de la
monarquía, al menos según sus palabras, fueron sus principales objetivos.
Es curioso, los que hablan de
que ahora «se ha puesto sobre la mesa un pasado más cruel y menos digerible»,
atacan a nuestros personajes refiriéndose a la presencia española en América,
guardan silencio sobre criminales contemporáneos, auténticos genocidas, me
refiero a la larga lista que produjo el comunismo y que alcanza a personajes de
la emancipación americana, como el esclavista Bolívar “El Libertador”,
financiado por Inglaterra, con monumento ecuestre en Madrid en el parque del
Oeste, responsable de crueles matanzas de civiles, paisanos y náufragos,
escultura emplazada sobre el lugar donde se erigía el Monumento a los Héroes de
Cuba, toda una contradicción.
Recordemos que los movimientos
independentistas americanos no fueron promovidos por los indígenas, protegidos
por las Leyes de Indias, sino por la oligarquía criolla opresora que vendió y
esclavizó su economía dejándola en manos de los EEUU y de Inglaterra, sin
olvidarnos de Francia, la creadora del término latinoamérica para arrumbar el
de Hispanoamérica.
Esos mismos, incluso, llegaron
a elevar a los altares de la concordia a un tal Marcos Ana, criminal de la
última Guerra Civil española para la que buscan “un relato satisfactorio”
pidiendo la concesión del Premio Príncipe de Asturias.
Visión de futuro, perspectiva
de conjunto, inasequibilidad al desaliento, perseverancia, espíritu de
sacrificio, fiel al cumplimiento de la misión y lealtad inquebrantable al rey,
estudioso creativo, soldado, marino e ingeniero naval práctico, diseñador de
los galeoncetes agalerados, fruto de su experiencia, ideólogo de la
organización y procedimientos del sistema de flotas de la Carrera de Indias,
ese fue Pedro Menéndez de Avilés, pero sobre todo un líder que supo emplear la
información y experiencias anteriores y elegir cuidadosamente a sus auxiliares
como el piloto Gonzalo Gayón. Don Pedro debió improvisar acudiendo al Obispo
Toral en Yucatán, para obtener maíz y alimentos que le negaba el envidioso y
luego destituido García Osorio gobernador de Cuba.
En definitiva con mi relato y
el de tantos otros, se trata de desvelar, al menos desde mi sencillo modo de
ver, y a través de la narración de todo el conjunto de vicisitudes que lo
rodean, que este período que comienza en 1492 hasta el final del primer cuarto
del siglo XVII no es en manera alguna ni puede ser tildado como un «período
oscuro» en la Historia de Norteamérica, como cierta historiografía ha
pretendido calificarlo, para, en consecuencia, afirmar que la “oscuridad”
tendría su fin con la llegada de los peregrinos anglosajones.
De esta forma, creo que podemos debemos poner
en valor y contribuir con esta sencilla aportación y otras a establecer, parte
de los ricos, variados y complejos orígenes de los Estados Unidos de América.
Thomas Jefferson, uno de los
Padres Fundadores, nos recuerda que
«la historia más antigua de los Estados Unidos está escrita en
español»
idioma que a juicio de
Jefferson todo norteamericano debería conocer.
John F. Kennedy, reconociendo
esa falta declaró en 1961 a los asistentes al Seminario Internacional de
Archivos:
«siempre he pensado que una
de las grandes necesidades de los americanos de este país en su conocimiento
del pasado, ha sido su conocimiento de la influencia española, su exploración y
desarrollo a lo largo del siglo XVI en el suroeste de los Estados Unidos, lo
cual constituye una historia tremenda. Desafortunadamente también, los
americanos piensan que América fue descubierta en 1620 cuando los peregrinos
llegaron a mi propio Estado y olvidan la tremenda aventura del siglo XVI y
principios del XVII en el sur y suroeste de los Estados Unidos».
Esas figuras de nuestra
historia no son mitos, sino realidades, no se puede ignorar que la conquista
fue seguida y reemplazada legalmente por los conceptos de poblamiento y
asentamiento…
«Que en las capitulaciones se excuse la palabra conquista y
usen las de pacificación y población»
(Leyes de Indias, II, lib.
IV, tít. I, ley VI), poniendo el acento en la persuasión como la mejor
herramienta para la conversión.
Definitivamente aquello no fue
un siglo perdido y la hazaña de Pedro Menéndez de Avilés y de tantos otros no
debe quedar empañada por “historiadores” aventureros de la revancha y la
ignorancia.
José Antonio
Crespo-Francés y Valero
Doctor
en Artes y Humanidades, Coronel de Infantería en Reserva