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martes, 22 de noviembre de 2016

¿TIENE QUE VER ALGO LA VICTORIA DE TRUMP CON EL HARTAZGO GENERAL FRENTE A LA CORRECCIÓN POLÍTICA?




La “CORRECCIÓN POLÍTICA”, creo que magníficamente reflejada en las dos viñetas que abren esta “Reflexión Heteróclita”, es considerada por sus defensores como un intento de eliminar del idioma ─aunque se expande a los contenidos ideas y pensamientos─ expresiones pretendidamente discriminatorias para grupos étnicos, religiosos o de tendencias minoritarias en la sociedad (sexuales, alimenticias, estéticas o de cualquier otra naturaleza).

Para sus detractores no es más que un invento del “establishment” para ocultar el hecho mismo de la discriminación, que pervive en los comportamientos de la Sociedad, es decir, esconder como los avestruces la cabeza en un hoyo, imponiendo a los demás la idea de que no expresando la existencia de una discriminación esta desaparece.

Como dicen los Periodistas JAVIER BENEGAS y JUAN M. BLANCO en el Digital VOXPOPULI[i]

La corrección política es producto de ese pensamiento infantil que cree que el monstruo desaparecerá con solo cerrar los ojos. Pero la maduración personal consiste justo en lo contrario, en descubrir que el mundo no es siempre bello ni bueno, en la toma de conciencia de que el mal existe, en llegar a aceptar y encajar la contrariedad, el sufrimiento. Y, por supuesto, en aprender a rebatir los criterios opuestos

En el mismo artículo se nos recuerda que el actor y director norteamericano Clint Eastwood afirmaba que:

 “La corrección política nos está llevando hacia una sociedad adolescente”

Tal y como nos cuentan los periodistas ya citados, JAVIER BENEGAS y JUAN M. BLANCO en su artículo ¿Y si Clean Eastwood tuviera razón?[ii] En el digital VOXPOPULI:

“En la genial novela de Philip Roth, La mancha humana, la vida del decano universitario Coleman Silk se desmorona tras interesarse por dos estudiantes que han faltado a todas sus clases, “¿Conoce alguien a estos alumnos? ¿Tienen existencia sólida o se han desvanecido como negro humo?” pregunta en el aula. Desgraciadamente para Coleman, uno de los aludidos resulta ser afroamericano y, cuando llega a sus oídos la pregunta, la interpreta como un ataque racista. Aunque no había ánimo ofensivo en sus palabras, puesto que jamás había visto al estudiante, Silk es acusado de racista, cesado como decano y despedido.”  

Durante las últimas décadas, numerosos profesores universitarios han padecido los excesos de la corrección política ─nacida precisamente en las universidades americanas como teoría para evitar la discriminación de grupos marginales o minoritarios mediante el uso del lenguaje “correcto”─ y se encuentran ante una población de estudiantes y profesores que en la aplicación del concepto manifiestan dos graves problemas:

1.- La infantilización y sobreprotección de los alumnos,pues se trata de evitar, a toda costa, hablar de cuestiones que puedan afectar a su sensibilidad.

2.- La rigidez de los defensores de la doctrina, que se ha convertido en una auténtica censura que ataca la libertad de expresión y cátedra.

Estos abusos han hecho ya que algunos intelectuales hayan saltado en contra de esta imposición no ya sólo del lenguaje, si no que se ha extendido de forma implacable a los contenidos.

Así, Richard Dawkins profesor de biología evolutiva de la Universidad de Cardiff ─cuyas doctrinas ateas no comparto─ advirtió a sus frente a esta lacra, diciéndoles:

"La universidad no puede ser un 'espacio seguro'. El que lo busque, que se vaya a casa, abrace a su osito de peluche y se ponga el chupete hasta que se encuentre listo para volver. Los estudiantes que se ofenden por escuchar opiniones contrarias a las suyas, quizá no estén preparados para venir a la universidad".

El problema ha sido que esa “corrección política, nacida en el ambiente universitario se ha trasladado a la sociedad en su conjunto. Así, la represión se extiende como mancha de aceite, prohibiendo palabras, términos, actitudes, estableciendo una siniestra policía del pensamiento.

La corrección política es una forma de censura, un intento de suprimir cualquier oposición al sistema. Y es además ineficaz para afrontar las cuestiones que pretende resolver: la injusticia, la discriminación, la maldad. No es más que un recurso típico de mentes superficiales que, ante la dificultad de abordar los problemas, la fatiga que implica transformar el mundo, optan por cambiar simplemente las palabras, por sustituir el cambio real por el lingüístico.

Renunciar al libre discurso, al libre pensamiento, para evitar herir la sensibilidad de algunos es peor que estúpido: es peligroso porque pone en cuestión los principios de la democracia. Debemos ser respetuosos con todo el mundo, por supuesto. Pero también expresar con libertad nuestras ideas y argumentos. Si alguien se molesta, se rasga las vestiduras, es muy probable que esté mostrando su talante inmaduro, su carácter infantil e intolerante.

Lo advirtió George Orwell en su novela 1984:

 "La libertad es el derecho de decir a la gente aquello que no quiere oír".

En los países con convenciones democráticas consolidadas, con una sociedad civil desarrollada y consciente de sus derechos y obligaciones, celosa de sus principios y convicciones, el avance de esta mentalidad ha sido lento, aunque inexorable. En España, sin embargo, carente de tradición democrática, con una mayoría que cree que la democracia consiste solo en votar, la ortodoxia de lo políticamente correcto progresó a una velocidad vertiginosa, convirtiéndose en dogma de general aceptación a izquierda y derecha en tiempo récord.

Pero, tarde o temprano, estos sistemas, como cualquier otro basado en la mentira, acaban saltando por los aires. Fundamentalmente por el hartazgo de muchas personas cansadas de tanta trampa y marrullería oponiéndose a ciertas reglas censoras, vistas como absurdas y arbitrarias por reprimir conductas e ideas que el sujeto considera justas y lícitas.

No voy a entrar en el análisis gramatical, semántico o lingüístico del dislate de la corrección política cuyo culmen se encuentra en la expresión “Todos y todas” negando la función del plural genérico propio de nuestro idioma, ello daría para una tesis y si alguien está interesado recomiendo la lectura del artículo “Los demonios lingüísticos de la corrección política” de Ylmer Aranda, en su BLOG “SABUDURÍA HERÉTICA” [iii]

En la misma línea es francamente interesante el libro “Sentimentalismo Tóxico” [iv] escrito por Theodore Dalrymple, pseudónimo bajo el que se oculta el escritor y psiquiatra británico Anthony Daniels, que es realmente recomendable, aunque los lectores más “sensibles” puedan llegar a considerar que las ideas expuestas en el mismo pueden llegar a parecerle escandalosas.
El subtítulo con el que presenta la obra Alianza Editorial (De cómo el culto a la emoción pública está corroyendo nuestra sociedad) resulta indicativo de la tesis central que sostiene Daniels, que:
 «el sentimentalismo es la expresión de las emociones sin juicio. Quizás es incluso peor que eso: es la expresión de las emociones sin darnos cuenta de que el juicio debe formar parte de nuestra reacción frente a lo que vemos y oímos. Es la manifestación de un deseo de derogar una condición existencial de la vida humana, a saber, la necesidad ineludible y perenne de emitir un juicio». A partir de tal afirmación, el problema del sentimentalismo no es tanto su traducción en las relaciones personales -en las que resulta inevitable-sino su influencia en las políticas públicas, influencia que el autor estima profundamente negativa: «Es poco probable que se consiga nada bueno permitiendo al sentimentalismo desbordarse hacia la esfera de las políticas públicas».
Y es para demostrarlo para lo que el autor de Sentimentalismo tóxico escribe un libro cuya conclusión es que nuestra sociedad tiende a difuminar los límites entre lo permitido y lo no permitido y a convertir en axioma el principio de que:
«siento rabia, por tanto, tengo razón»
Los efectos del sentimentalismo en la esfera pública, que están mucho más de actualidad de lo que pudiera parecer (piénsese en la situación de los desahucios en España o en la ola inmigratoria que vive Europa) son, para Daniels, indudables, pues el sentimentalismo permite a los gobiernos hacer concesiones sociales en lugar de afrontar los problemas de una forma racional, si esta resulta impopular o controvertida. Además, cuando el sentimentalismo «se convierte en un fenómeno de masas, se vuelve agresivamente manipulador», pues se exige que lo asuma todo el mundo, expulsando del círculo de los virtuosos a los que, echando mano de la racionalidad, se niegan a compartirlo.
Pero no es esto lo peor: lo verdaderamente tóxico del sentimentalismo es que «distorsiona nuestras percepciones y obstruye el pensamiento racional y la compresión». El sentimentalismo que analiza el doctor Daniels afecta en fin, de una manera decisiva a la dialéctica entre juicio y sentimiento, entre Sense and sensibility, por decirlo echando mano del título de la célebre y maravillosa novela de Jane Austen.
Por su parte el catedrático de Historia del pensamiento Político, Demetrio Castro El Imparcial, 24 de junio de 2014 [v] profundiza en la tesis de que “LA CORRECCIÓN POLÍTICA PERJUDICA SERIAMENTE LA LIBERTAD”
El autor, tras encomiar la labor y calidad de la Universidad Norteamericana, manifiesta sin ambages que:

Para confirmar, sin embargo, aquello de que las mejores intenciones empiedran el camino al infierno, la universidad americana (aunque no sea la única) viene acusando hace tiempo con daño para su solvencia los efectos perversos de la corrección política. Es decir, de los mecanismos formales e informales de reprobación y punición de actitudes, comportamientos, expresiones que pueden resultar ofensivos o despectivos para cualquier persona y sus peculiaridades sean éstas somáticas, culturales o étnicas, de género o de preferencias en materia de sexo.
Un acontecimiento reciente nos proporciona un nuevo ejemplo de hasta qué punto llega la situación. Hace un par de semanas Naomi Schaefer Riley, una periodista que se licenció en Harvard y está especializada en cuestiones de enseñanza universitaria, publicó en The Chronicle of Higher Education un artículo en el que sugería la posibilidad de suprimir los Black Studies como especialidad universitaria y aducía para respaldarlo varios ejemplos de tesis doctorales recientes de las que destaca su “cháchara de victimismo izquierdista”. El griterío indignado ha sido imponente y tras las consiguientes presiones, The Chronicle, posiblemente la publicación especializada de mayor circulación, ha dejado de contar con Schaefer Riley y también ha dejado de contar con algo de respetabilidad.

Centrado, pues el tema de la “Corrección Política” y sus peligros vayamos al enunciado de este POST:

¿TIENE QUE VER ALGO LA VICTORIA DE TRUMP CON EL HARTAZGO GENERAL FRENTE A LA CORRECCIÓN POLÍTICA?

Para analizar esta pregunta y darle una respuesta me he permitido beber en las fuentes y me voy a referir al artículo “The end of Identity Liberalism” de Mark Lilla, profesor de Humanidades de Columbia, publicado por el New York Times el pasado día 18 de noviembre de 2016 [vi], en el que se recogen algunas conclusiones que creo que darán luz al respecto., interesante artículo del que reproduzco los principales párrafos en los que, tras elogiar la diversidad cultural y étnica de la Sociedad Americana y la tendencia de los políticos a elogiarla como una verdadera conquista social, hace un análisis de los problemas del liberalismo actual, que son las causas de la derrota de Hilary Clinton:

“Hillary Clinton estaba en su mejor y más estimulante momento cuando habló acerca de los intereses americanos en asuntos del mundo y cómo se relacionan con la comprensión de la democracia. Pero cuando llegó a la realidad sociológica en los EEUU, durante su campaña, perdió esa gran visión y cayó en la retórica de la diversidad, llamando explícitamente a los votantes afroamericanos, latinos, L.G.B.T. y mujeres en cada parada. Ello fue un error estratégico. Si mencionaba a los grupos étnicos y sociológicos americanos debería de haber mencionado a todos ellos. Si no, los no mencionados se sienten excluidos. Y eso, como demuestran los datos, fue exactamente lo que sucedió con la clase obrera y agricola blanca y con los americanos con fuertes convicciones religiosas. De este modo dos tercios de los votantes blancos sin títulos universitarios votaron por Donald Trump, así como más del 80% de los evangélicos blancos.”

Por último, los demócratas han acusado a quien se opone a su política de “Corrección Política” de ser revisionistas de las tesis igualitarias y de estar profundizando en un nuevo racismo. Esta postura les resulta muy conveniente porque absuelve a los liberales de tener que  reconocer que ha sido su propia obsesión con la diversidad la que ha alentado a los ciudadanos blancos, rurales, o religiosos estadounidenses a pensar que serlo es para ellos una desventaja, y que su identidad está siendo amenazada o ignorada.

En definitiva habremos de concluir que la “Corrección Política” de los Demócratas y su empeño en establecer distinciones de grupos sociales “discriminados”, ha llevado a las mayorías a sentirse abandonadas por ellos y a girar su voto hacia un Republicano “atípico” como es Trump. A partir de aquí deberemos de esperar a ver los frutos de esta nueva etapa.



[i] http://www.vozpopuli.com/opinion/Clint-Eastwood-razon-sociedad-adolescente-correcion-politica_0_973103229.html
[ii] http://www.vozpopuli.com/opinion/Clint-Eastwood-razon-sociedad-adolescente-correcion-politica_0_973103229.html
[iii] https://sabiduriaheretica.wordpress.com/2015/03/13/los-demonios-linguisticos-de-la-correccion-politica/
[iv]Sentimentalismo tóxico: Theodore Dalrymple; Alianza Editorial - Colección: Alianza Ensayo 2016; I.S.B.N.: 978-84-9104-405-5
[v] http://www.elimparcial.es/noticia/104170/opinion/
[vi] http://www.nytimes.com/2016/11/20/opinion/sunday/the-end-of-identity-liberalism.html?_r=0