“Hay dos clases de personas realmente fascinantes: Las que lo saben absolutamente todo y las que no saben absolutamente nada.” Oscar Wilde
No puedo estar más que de acuerdo con el “gran cínico” británico.
En nuestro mundo,
además de la “gente normal” ―las
personas normales por desgracia son las menos― existen esos dos grupos de
personajes fascinantes por su propia actitud intelectual.
Los segundos son
los más agradecidos, viven en permanente estado de beatitud y son buena gente
que están siempre felices consigo mismos, aunque su desconocimiento solo aporta
mayores sombras a nuestro permanente estado de incertidumbre.
En ese sentido recuerdo
la deliciosa película “El Jardinero” de Peter Sellers, en la que el genial
actor inglés encarna aun beatifico ignorante ―que podríamos englobar sin duda
alguna en la segunda de las categorías de personas apasionantes― que aparece
ante el mundo como un sabio de profundidad insondable, al amparo de sus simples
reflexiones botánicas.
La especialización
en este mundo es tal, que es fácil acabar siendo un experto conocedor en temas
intrascendentes y un completo ignorante en temas trascendentales.
La ignorancia y la sabiduría son, a veces,
caras de la misma moneda.
Yo mismo, en
ocasiones ―he de reconocer modestamente mis pecados― me inclino a deslizarme en
la creencia, imperdonable, de saber más de lo que realmente sé de muchas cosas,
aunque en otras ocasiones me reconozca un autentico ignorante indigno de la más
mínima consideración intelectual.
¡¡¡Que le vamos a
hacer!!!
En todo caso espero de la bondad de mis destinatarios el no verme clasificado definitivamente dentro de ninguno de ambos grupos, si no en la de los “heteróclitos”. Que como me decía un buen amigo, comentando mi POST "LAS MUSAS"
Está muy bien lo de Reflexiones Heterócliticas, ir contra la corriente, o por decirlo de alguna manera, ir contra el espíritu del tiempo o de los tiempos; contra el Zeitgeist por decirlo en palabras de Heidegeer.
Pero ¿en qué consiste este espíritu del tiempo? El psícologo suizo Carl. G. Jung lo definía así: el espíritu del tiempo escapa a las categorías de la razón humana.Es un "penchant", una inclinación sentimental que, por motivos desconocidos, obra con fuerza de sugestión soberana sobre todos los espíritus débiles y los arrastra.Pensar de modo distinto a como se piensa hoy en general ha tenido siempre un tufo de ilegitimidad intempestiva, de aguafiestas; también casi de incorrecto, de enfermizo o de blasfematorio, no desprovisto de graves peligros sociales para aquel que nada, así de modo absurdo, contra la corriente
Llegados a este
punto quiero reflexionar a cerca de estos breves opúsculos que os transmito.
Una de las razones
por las que inicié, hace algunos años, esta ronda de escritos, tal y como decía
en mi presentación, consistía en satisfacer el deseo de conseguir en el lector
una sonrisa, una reflexión, una crítica, una alteración de su ánimo cotidiano,
y si lo consigo, aunque sea levemente, habré triunfado.
No se si lo habré
logrado, pero aún de no ser así no pasaría nada, pues he de reconoceros que
mantener vivo este juego “pseudo intelectual” y “pseudo literario” que he
iniciado, me ha permitido superar la sensación, siempre frustrante para el
escritor, de que solo escribo para mi mismo.
Continuaré, pues,
remitiendo mis escritos a la lista de amigos a los que he decidido castigar con
mi presencia, casi cotidiana, en la pantalla de sus ordenadores o teléfonos, hasta que
algún día, alguien, harto ya de mis insensateces, me haga reconsiderar mi
dedicación a la escritura y me aconseje destinar mi tiempo literario a
ocupaciones menos sesudas, más propias de mi carácter y mis habilidades.
En definitiva, os
agradezco que me hayáis permitido disfrutar escribiendo y contar con la
compañía de mis lectores, cuya benevolencia es admirable, pues nadie ha
protestado por mi ataque a su intimidad
Así que he tomado la decisión de
dejaros descansar algún tiempo, sobre todo pensando que durante estos días de
verano va a ser difícil que consultéis vuestros WA y no quiero que, en
la terrible “reentrè”, os encontréis con un cúmulo de escritos indigeribles.
Y esta fecha del 4 de agosto fue el día en que en 1693 el fraile francés Dom Perignon inventó el champagne, bebida muy adecuada, si está bien fría, para estas fechas estivales, mientras que en 1861 se alcanzó en Sevilla la temperatura de 50º centígrados ―lo que no es sino un guiño de escepticismo frente a la propaganda climalarmista sobre el calor que estamos pasando― y finalmente en 1897, en el yacimiento arqueológico de La Alcudia, en Elche, se descubrió la famosa escultura íbera de la Dama de Elche, razones curiosas, entre otras muchas, que me hacen pensar que hoy, día en que los católicos celebramos a los Santos Varos, Eudoxia, Ia, Aristarco y Agabio, es la fecha más adecuada para anunciaros que os dejo tranquilos por un tiempo.
Así que he pensado que sería bueno que nos concedamos unas largas vacaciones.
Eso sí, yo, durante este tiempo, procuraré hacer acopio de escritos, si la inspiración no me falla, y así, cuando vuelva el otoño, cuando recuperemos las tardes de “escopeta y perro” ―esas tardes en las que lo que apetece es dejar la escopeta en un rincón y arrellanarse en el sillón preferido para leer con el perro echado a tus pies al calor de la lumbre― podré continuar castigando vuestro espíritu y vuestra paciencia con mis “Reflexiones Heteróclitas”.
Mientras tanto os
deseo a todos felices vacaciones y provechoso descanso.
Al menos espero,
con mi silencio, contribuir a ello.
Y me despido hoy,
como siempre con una pieza musical, “El Verano” de las Cuatro estaciones de
Vivaldi
© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana