Según Gabriel Albiac “No hay realidad humana, sin la danza, laberíntica y cruelmente hermosa, del miedo y la esperanza. Lo demás es barbarie.”
Haciendo referencia a la consideración de que la relación entre la esperanza y el miedo es inevitable, pues el miedo no es otra cosa que la consecuencia necesaria de sentir la esperanza perdida o no alcanzar los objetivos deseados.
Sin embargo la esperanza y el miedo no son conceptos opuestos, sino inevitablemente conexos, la esperanza nunca entra en nuestra vida sin el temor a su lado. Si espero conseguir algo, también tengo miedo a fallar. Y esa relación es inalterable.
En la cultura occidental no existe la idea de que el miedo sea el precio de la esperanza. Por el contrario, no podemos imaginar la vida sin esperanza. El infierno, según Dante, es “El lugar sin esperanza". “Abandonar toda esperanza, los que entráis aquí", le advirtió a los condenados.
No obstante hay otras culturas como la Tibetana que huyen de esa confrontación/convivencia del miedo y la esperanza.
Según estas corrientes filosófico/religiosas, todo miedo o esperanza surgen de mirar hacia atrás o hacia adelante, llegando a la conclusión de que el momento presente es el único lugar de visión clara, sin las nubes provocadas por la esperanza o el miedo.
El maestro tibetano Patrul Rinpoche dijo al respecto en el siglo XIX:
Haciendo referencia a la consideración de que la relación entre la esperanza y el miedo es inevitable, pues el miedo no es otra cosa que la consecuencia necesaria de sentir la esperanza perdida o no alcanzar los objetivos deseados.
Sin embargo la esperanza y el miedo no son conceptos opuestos, sino inevitablemente conexos, la esperanza nunca entra en nuestra vida sin el temor a su lado. Si espero conseguir algo, también tengo miedo a fallar. Y esa relación es inalterable.
En la cultura occidental no existe la idea de que el miedo sea el precio de la esperanza. Por el contrario, no podemos imaginar la vida sin esperanza. El infierno, según Dante, es “El lugar sin esperanza". “Abandonar toda esperanza, los que entráis aquí", le advirtió a los condenados.
No obstante hay otras culturas como la Tibetana que huyen de esa confrontación/convivencia del miedo y la esperanza.
Según estas corrientes filosófico/religiosas, todo miedo o esperanza surgen de mirar hacia atrás o hacia adelante, llegando a la conclusión de que el momento presente es el único lugar de visión clara, sin las nubes provocadas por la esperanza o el miedo.
El maestro tibetano Patrul Rinpoche dijo al respecto en el siglo XIX:
”La perfección se alcanza no prolongando el pasado, no anticipando el futuro, no dejándose uno engañar por las apariencias, sólo habitando en la conciencia presente"
Según estas doctrinas sólo en el momento presente, libre de temor y esperanza, es cuando alcanzamos los dones de la claridad y capacidad de resolución, liberándonos también de la ira, la agresión, y la urgencia, lo que nos permitiría ver claramente la situación, tomar todo en consideración, y descubrir lo que hacer.
Sin embargo, al menos en nuestra civilización occidental, no parece posible llegar a esa desvinculación del individuo respecto de los conceptos de miedo y esperanza.
Vaclav Havel describe la esperanza como un atributo innato del ser humano, que no depende de los resultados y así nos dice:
"La esperanza es una dimensión del alma, una orientación del espíritu, una orientación del corazón, que trasciende del mundo que nos rodea y está anclado en algún lugar más allá de sus horizontes.... No es la convicción de que algo va a salir bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte."
Por su parte el miedo es esa angustia provocada por algo incierto o amenazante, algo extraño que puede alterar nuestro presente ya que parece anunciar un mal inevitable. Siempre subyace en el miedo la amenaza de la aniquilación y de la muerte o de la confirmación de un mal presagiado o advertido.
Y es precisamente la coexistencia del miedo y la esperanza lo que ha dado sentido a esta nuestra sociedad occidental, y no un miedo y una esperanza puramente material, sino trascendental.
El miedo a la muerte y la esperanza en la vida eterna, que constituyen la esencia de la religión cristiana, fundamento ético moral de nuestra cultura y sociedad.