El diccionario de la RAE define la codicia en sus acepciones 1ª y 2ª como “Afán excesivo de riquezas” ó “Deseo vehemente de algunas cosas buenas”.
En su acepción más popular la codicia se traduce como el ansia desmedida por la acumulación de bienes y riquezas, teñido de egoísmo y desconsideración hacia los demás y de desprecio a todo lo que no implique atesoramiento de bienes materiales.
Con lo que se asemeja mucho a la Avaricia, definida por el mismo diccionario como “Afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas”.
Y ¿a cuento de que viene esa disquisición sobre el concepto de la codicia y su sinónima avaricia?, se preguntarán ustedes; pues al simple hecho de que esta reflexión heteróclita de hoy voy a dedicarla al manido tema de la “CRISIS”, ese leviatán que destroza la economía de tirios y troyanos y respecto de cuyas causas, consecuencias y desenlace no se ponen de acuerdo ni sabios ni profanos, pero en cuya gestación, nacimiento o eclosión si que ha tenido mucho que ver aquel pecado capital tan propio del ser humano.
El Catecismo de la Iglesia Católica, por darle un toque ético religioso al asunto, en su apartado 2409, nos dice que:
“Toda forma de tomar o retener injustamente el bien ajeno, aunque no contradiga las disposiciones de la ley civil, es contraria al séptimo mandamiento. (No robarás) Así, lo son ….. defraudar en el ejercicio del comercio …… elevar los precios especulando con la ignorancia o la necesidad ajenas ….. la especulación mediante la cual se pretende hacer variar artificialmente la valoración de los bienes con el fin de obtener un beneficio en detrimento ajeno ….. la corrupción mediante la cual se vicia el juicio de los que deben tomar decisiones conforme a derecho …… los gastos excesivos y el despilfarro, todas estas conductas son moralmente reprobables.”
Y un conjunto de todas estas cosas y algunas más, son las que han venido sucediendo en nuestro mundo desde la superación de la crisis económica del 92-93, y de esos polvos vienen, ahora, estos lodos.
Superada la crisis de los 90 el mundo occidental y los países en desarrollo —los famosos BRIC (Brasil, Rusia, India y China)— entraron en un período de crecimiento sostenido y en cifras francamente elevadas, de dos dígitos en el caso de China por ejemplo, sin que al mismo tiempo se introdujesen en el sistema los elementos correctores estructurales que permitiesen hacer frente al irremediable frenazo que tal situación, más tarde o más temprano, habría de producir y el frenazo se ha producido y las medidas estructurales no se han adoptado.
Esas situaciones de crecimiento descontrolado han dado lugar a lo que los economistas llaman “Burbujas” y así hemos vivido en los dos últimos decenios tres enormes “Burbujas”: la “Burbuja tecnológica”, en donde los valores de las compañías tecnológicas, fundamentalmente desarrolladas en torno a internet, se realizaban en base a sus expectativas de crecimiento y no sobre sus ganancias reales de las mismas, lo que llevó al primer pinchazo; la “burbuja inmobiliaria” fruto de las denominadas “hipotecas subprime” que produjo un crecimiento de la actividad constructiva sin precedentes en donde la compra de casas, en occidente entero, se financiaban con tasaciones y créditos bancarios superiores al valor de las propias viviendas y en favor de los llamados ninjas —no incom no job—, lo que produjo la segunda gran burbuja, la “inmobiliaria” con un parque de viviendas construidas y vacías muy superior a las necesidades del mercado real; y finalmente y muy ligada a esa “Burbuja Inmobiliaria” la más temible de todas, la “burbuja financiera” que se ha llevado por delante a firmas tan emblemáticas como el banco estadounidense “Lehnmann Brothers”, y que amenaza, como nunca en la historia reciente, la estabilidad del sistema financiero mundial.
Vuelvo a insistir que la “CRISIS”, ese leviatán que está destrozando la economía de tirios y troyanos, no encuentra explicación convincente en los análisis relativos a sus causas, consecuencias y desenlace ni de los más sabios, ni de los más profanos, pero de lo que no me cabe ninguna duda es que en su gestación, nacimiento o eclosión sí que ha tenido mucho que ver aquel pecado capital de la codicia o la avaricia, tan propios del ser humano.
Y voy a poner algunos ejemplos.
Durante los dos últimos decenios las retribuciones, multimillonarias, de los ejecutivos de las grandes entidades financieras, principalmente anglosajonas, pero tambien europeas continentales, se han basado en una combinación de retribuciones fijas razonables y “bonus” escandalosos ligados a los beneficios obtenidos en el área presupuestaria correspondiente de trabajo del ejecutivo en cuestión, de tal modo que el secreto era obtener, al coste y por los medios que fuera un gran beneficio sectorial, aunque fuera basado en meros artificios contables o a unos costes que arruinasen a la compañía en su conjunto, pues de este modo el “bonus” personal del empleado crecía como la espuma, llegándose a dar la paradoja de que entidades en quiebra han abonado “bonus” multimillonarios a sus ejecutivos porque el resultado de su departamento en cuestión había cumplido los objetivos. Y a los accionistas que les den lo que les corresponda, es decir 0.
Otro ejemplo: en España la financiación de los ayuntamientos y las comunidades autónomas, dado el crecimiento de sus competencias y el gasto en que han incurrido, es inviable con los impuestos locales que gestionan; Solución: la manipulación y especulación con la gestión del suelo.
Yo ayuntamiento u organismo autonómico competente, recalifico un suelo rustico a urbano a cambio de una cesión de parte del mismo que pasa al patrimonio municipal, y de paso cobro unas escandalosas comisiones ilegales por hacerle el favor al promotor de turno, así que se enriquece el ayuntamiento que venderá los pisos que construya en el terreno adquirido, y se enriquece el munícipe corrupto que cobra la mordida, y se enriquece el promotor, que al fin puede construir en un terreno que adquirió como rústico y que ha logrado recalificar a urbano, y después sí, viene eso de la cantinela de que “cada español tiene derecho a una vivienda digna” y otras zarandajas populistas del mismo pelaje.
Y a todo esto los bancos patrios concediendo créditos sin mesura, que para eso están los tipos bajitos, pero claro, como no tienen dinero suficiente tienen que pedírselo prestado a otros bancos extranjeros, de modo y manera que los bancos ganan un pastizal en intereses y comisiones, pero llegado el momento de la devolución de la deuda exterior, que venga Papá Estado a prestarnos pelas porque nosotros no las tenemos, porque los hipotecados no me pagan… los promotores están en suspensión de pagos… los fabricantes de coches no venden uno… y los parados han llegado a los 4 millones de desgraciados.
Eso si, los presidentes de los grandes bancos siguen siendo los mismos que antes de la crisis, y los gobernantes también, que a ellos no les alcanza la CRISIS, que tiene nombre de enfermedad de barrio marginal.
Pero no nos extrañe, que a vueltas con la doctrina moral de la Iglesia de Roma, ya lo dice el mandamiento 2445 de su catecismo:
“El amor a los pobres es incompatible con el amor desordenado de las riquezas o su uso egoísta.”
O como dijera Santiago en su epístola (5.1.):
“Vosotro, ricos, llorad y dad alaridos por las desgracias que están para caer sobre vosotros. Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos están apolillados; vuestro oro y vuestra plata están tomados de herrumbre y su herrumbre será testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado riquezas en estos días que son los últimos.”
Y estos ricos presas de sus codicias, tal y como nos cuenta el evangelio de San marcos nos dirán en su momento:
“Mi nombre es Legión porque somos muchos"