"Lo
poco que he aprendido carece de valor, comparado con lo que ignoro y no
desespero en aprender" [2]
“Solamente
hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, y del universo no
estoy seguro” [3]
Estas son afirmaciones referentes a los
principios de los que nace la sabiduría: el convencimiento de la propia ignorancia y el íntimo deseo de aprender del mundo todo
aquello que se ignora, todo lo que se intuye y sin embargo no llega a conocerse.
Y es la mirada que ilustra esta breve
reflexión heteróclita, una mirada interrogante y perdida curtida por mil
vientos, la que he querido traer como representación gráfica de ese deseo de
superar las incógnitas que la vida plantea a todo hombre.
Admiro a quienes lo saben todo, pues en el
fondo saben casi nada de casi todo, aunque improvisen maravillosamente y sean
conversadores amenos aunque vacuos. Son una especie que deambula por los cafés
y los salones y son un recurso fácil a un rato aburrido, aunque acaben cansando.
Lo peor es que el ignorante en cuestión
esté poseído por el sentimiento de “tener razón”, en ese caso el duelo
dialéctico es, siempre, desequilibrado, pues una característica inconfundible
del ignorante sabio es la de no aceptar que se le lleve la contraria, o que se
le demuestre su error, y generalmente concluye aseverando que su interlocutor
no sabe de qué habla y que él, que tiene razón, es un sabio incomprendido. Lo
que nos llevará a despedirle con cortesía.
Aunque ya sabemos que:
«La cortesía ha
sido definida, algo cínicamente, como un artificio de las personas inteligentes para mantener a cierta
distancia a los necios». [4]
Ya decía Alfonso X el sabio que los
cántaros, cuanto más vacíos, más ruido hacen.
Y así, desde la ignorancia reconocida, me
enfrento a una nueva situación que no se en que medida afectará al futuro de
Europa: Los resultados electorales griegos.
Puede que yo sea un optimista, aunque se
dice que un optimista no es más que alguien mal informado.
Lo cierto es que creo que el nuevo
gobierno Griego poco va a poder hacer si no es poner orden dentro de esa casa
desastrada que es el Estado y la Sociedad griegos, y a partir de ahí tratar de
recuperar una economía destrozada por reiterados abusos de la sociedad y el
Estado, y mantenida con endeudamiento a costa de sus socios europeos ─España es
acreedora de más del 10% de la deuda pública total griega─ pues el pretendido
incumplimiento de sus obligaciones financieras para con la UE le llevaría a una
situación infinitamente peor de lo que fuera el famoso “corralito” argentino.
Y es que la afirmación “si queremos
podemos” no es más que una falacia; el mundo está tan interconectado, los
intereses geopolíticos, estratégicos y económicos de los bloques
internacionales son tan complejos, y la realidad económica está tan dominada
por los mercados, que no basta con que los políticos vencedores de las
elecciones griegas quieran
adoptar medidas contrarias a lo que ellos llaman “política alemana de
austeridad”, pues no es la pretendida austeridad lo que ha provocado la actual
situación, sino la ineptitud política y social para adoptar las medidas
adecuadas para, con las ayudas paneuropeas, solventar, al menos en parte, la
situación que Grecia sufre.
Naturalmente, los intereses
macroeconómicos de los socios europeos de Grecia harán posible que los
programas de ayuda se prorroguen, y facilitarán nuevas ayudas a la economía
griega, pero es muy posible que a costa de perder gran parte de su soberanía
político/económica.
No olvidemos sin embargo que la economía
griega representa tan solo el 1,7% de la economía de la zona euro, y que
algunos socios europeos, cansados de la anarquía griega ─siento decirlo, pero
de raíz cultural turcomana─ puede llevar a que los países del norte europeo
dejen caer al país heleno, y en tal caso el fracaso de sus políticos sería
estrepitoso, pues la situación de “default” o suspensión nacional de pagos, la
falta de recursos económicos con que sostener el gasto público e incluso la
economía privada ─por la quiebra de su sistema bancario─ y el colapso de su
economía, darían lugar a una situación peor incluso a la de la Argentina de sus
peores momentos, siguiendo la senda del chavismo bolivariano, con un final muy
parecido al que le espera a la muy rica aunque arruinada ─por sus propios
políticos─ Venezuela.
Se me tachará de agorero por los analistas
de la izquierda, que nunca se enteran de nada de lo que en verdad sucede en la
economía real y que transitan por los caminos de sus experimentos o teorías de
política económica de manual, pero seguro que hay algún analista independiente
o de carácter liberal que no se encontrará en posiciones de opinión muy lejanas
a las mías.
Son estas razones las que nos hacen
confiar en que España no es Grecia, Podemos no es Syriza ─más parecido a IU por
su ya histórica implicación institucional y su propia estructura interna─ ni la
situación económica española va a la deriva sino que hay indicadores que
demuestran claramente que estamos en la senda de la recuperación, con
crecimientos económicos superiores a los de la media europea, a diferencia de
la economía griega perdida en un verdadero laberinto del Minotauro.
Grecia
tiene, en estos momentos, a fecha 26 de enero de 2015, una prima de riesgo de
847 puntos de diferencial respecto del tipo de interés de los bonos alemanes,
mientras que la prima de riesgo española se sitúa en la misma fecha en los 100
puntos.
Durante 2015 se han creado en España casi
500.000 puestos de trabajo, situando la cifra de paro en el 23,7% de la
población activa, y con una población total de más de 45 millones de
habitantes, con una cifra de trabajadores ocupados cercana a los 18,5 millones
de empleados, mientras que en Grecia el paro se sitúa ─datos de octubre de
2014─ en el 25,8% de la población activa con una población total de 11 millones
de habitantes.
Por otra parte el déficit griego se sitúa
en el 12,2% de su PIB y su deuda pública se sitúa en más de 300.000 millones de
euros superando el 176% de su PIB, que en 2014 tan solo ha crecido un 0,6%
respecto de 2013, mientras que en España el PIB ha crecido un 1,6% durante 2014
respecto de 2013, con una deuda pública acumulada inferior al 100% del PIB y un
déficit que no supera el 6%.
Pero entonces ¿Cuál es el problema real
para que no exista en España una sensación generalizada de mejoría y una mayor
confianza en nuestro futuro?
Pues, con independencia de la pésima labor
de propaganda y explicación de sus conquistas que atenaza al PP en el Gobierno,
según algunos periodistas por injustificados “maricomplejines”, lo cierto es
que históricamente han existido, siempre, dos razones que explican el poco eco
popular de la acción de los gobiernos conservadores en nuestra Patria:
En primer lugar porque la izquierda toda,
que constituye el sector político y social que no es el PP, desde UPyD,
escisión del PSOE, hasta PODEMOS, neorrevolucionarios comunistas radicales, es
experta en el AGITPROP y en el movimiento de masas, pues como decía POLONIO en
su historia de Roma:
“La muchedumbre es fácil de guiar (…) por eso sus agitaciones
parecen las de las olas del mar.” [5]
O nos explica Stefan Zweig en estas
palabras:
“No cabe duda de que en el fondo de la naturaleza humana hay
un misterioso anhelo de autodisolución en
la colectividad. Nuestra ancestral ilusión de
que podría forjarse un
determinado sistema religioso, nacional o social que brindara a toda la
humanidad la paz y el orden definitivos, es indestructible.
El Gran Inquisidor de Dostoievski demuestra con cruel dialéctica que, en el fondo, la mayoría de los hombres teme la propia libertad
y que, de hecho, ante la agotadora variedad de los problemas, ante la
complejidad y responsabilidad de la vida, la gran masa ansía la mecanización del mundo a través de un orden terminante, definitivo y válido para todos, que les libre de tener
que pensar.
Esa nostalgia mesiánica
por una existencia libre de problemas constituye el verdadero fermento que
allana el camino a todos los profetas sociales y religiosos. Cuando los ideales
de una generación han perdido su
fuego, sus colores, un hombre con poder de sugestión no necesita más que alzarse y declarar perentoriamente
que él, y sólo él,
ha encontrado o descubierto la nueva fórmula,
para que hacia el supuesto redentor del pueblo o del mundo fluya la confianza
de miles y miles de personas.” [6]
Y la segunda razón es que la derecha española ha sido,
históricamente, experta en manifestarse en su propia contra y criticarse a ella misma, pues
considera que gobernar consiste en dar exacto cumplimiento a sus más íntimas
convicciones personales individuales y en gran medida religiosas en ocasiones de signo algo integrista, y carece de
respeto hacia quienes desde sus mismas posiciones ideológicas pretenden
gobernar razonablemente, pues el arte de gobernar consiste en hacer de lo
imposible lo posible, solucionando problemas, pero sin crear otros mayores, que
en muchas ocasiones se causarían si el gobernante se dejase llevar por los
designios de la masa, como le ha sucedido, habitualmente, a los gobernantes de
izquierdas, cuando sus poderes dictatoriales no están plenamente consolidados ─y
pongo de ejemplo las luchas fratricidas en las que participaron todos los
lideres frentepopulistas de nuestra II República, cediendo al chantaje de los
radicales, o aniquilando a sus aliados/contrincantes, por salvar sus propios
sillones y pellejos, aún a costa de la supervivencia de la propia República─.
Costumbre cainita de la derecha española que se refleja muy
bien en la frase “al suelo que vienen los nuestros” del ministro de Franco Pío
Cabanillas, aunque, al parecer, él mismo explicó
que dicha frase era una adaptación de la original, expresada por el Poeta Luís
Rosales: ¡!Al suelo que vienen los míos!!.
Aparte de estas
consideraciones hay algo que creo que es fundamental abordar en esta reflexión
y que no es otra que el caballo de batalla de todos estos movimientos
populistas, LA CORRUPCIÓN de la que se hace responsable a quienes ellos llaman
LA CASTA POLÍTICA.
Es absolutamente falso que los políticos sean los
corruptos, la corrupta es la sociedad, pues sin ciudadanos dispuestos a entrar
en el juego de corrupción esta no existiría, y hay corrupción cuando se llega
al acuerdo con el médico amiguete de la SS para que te dé una baja laboral de
unos días para ir a visitar a los suegros al pueblo, o cuando se paga un
servicio en un taller mecánico y se pide la factura sin IVA, o cuando se obtiene
un contrato con una Universidad y no se cumplen las obligaciones contractuales
pactadas.
Corrupción que por otra parte afecta también a los PUROS y no
hay más que ver como los líderes de la formación PODEMOS están implicados, si
no en ilegalidades, si en inmoralidades, desde su financiación por regímenes
como el iraní o el venezolano, hasta la creación de sociedades pantalla para
cobrar con disminución de impuestos, o las adjudicaciones de concursos y pisos
de protección oficial por parte de la pareja de alguno de ellos, que se ha
enterado de esas irregularidades por la prensa, como la Infanta con los
tejemanejes de Urdangarín.
Seamos sensatos, qué duda cabe que hace falta un esfuerzo de
transparencia y honradez en la clase política, pero hace falta extenderlo a la
sociedad toda, pues sin ciudadanos corruptos no habría políticos corruptos, y
la corrupción existe en todas las escalas sociales en proporción a su capacidad
económica de hacer “trampas” que no sólo deben escandalizarnos por su cuantía
unitaria, sino por su mera existencia.