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lunes, 27 de junio de 2022

SI DESAPARECE LA ESCRITURA SÓLO QUEDA LA BARBARIE

 


Hace ya demasiado tiempo que no aparezco por mi BLOG con nuevos posts, con nuevas “Reflexiones Heteróclitas”, pero ello tiene explicación.

Tal y como nos cuenta Harry Heller, según relato de Herman Hesse, algunas noches, estando despierto en la cama, empezó súbitamente a recitar versos, versos demasiado bellos, demasiado singulares para que él, un “lobo estepario”, hubiera podido pensar en escribirlos, versos que a la mañana siguiente ya no recordaba y que, sin embargo, estaban guardados en él como una nuez sana y hermosa dentro de una cáscara rugosa y vieja.

A mí me ocurre lo mismo con mis reflexiones que, en ocasiones, desarrollo mentalmente en mi cama por las noches, pero que, la mayoría de las veces, no soy capaz de llevarlas al papel a la mañana siguiente.

Y esa situación es tremendamente frustrante, pues me lleva al convencimiento de que se pudiera estar acabando para mí el pulso de la escritura, ese juego que permite al animal hablante trasladar sus pensamientos a otros y tratar de proyectar sobre ellos las sombras de la luz que, como ser pensante, proyecta más allá de su propia esencia.

Y es, para tratar de romper esa sensación, que me enfrento hoy al papel en blanco para intentar escribir una “reflexión”, aunque las musas no estén rondando mi imaginación.

En ocasiones creo que me son perfectamente aplicables las palabras dedicadas por Asinio Polión a Cicerón:

¡Ojalá hubiera sido capaz de soportar la prosperidad con mayor autocontrol y la adversidad con mayor energía!

Pues hoy, destruida mi prosperidad y en manos de la adversidad, sólo me queda decir, parafraseando a Chateaubriand, que ya estoy cansado de sufrir tempestades y vivir naufragios, tras los cuales solo me queda recado de escribir sobre la mesa de trabajo que son los escollos de los sufridos desastres.

Es, en cualquier caso, el ejercicio de la escritura, una de las más sublimes expresiones de la cultura, de la capacidad humana de razonar y transmitir a los demás el sentido de nuestros razonamientos; la forma más sublime de evitar la victoria de la barbarie.

Ya lo decía Albiac, al afirmar que:

No hay realidad humana sin la danza, laberíntica y cruelmente hermosa, del miedo y la esperanza. Lo demás es barbarie.

Pero no quiero ser pedante.

Si de escribir se tratase, por el mero hecho de emborronar hojas con letras que nada digan, estaría el mundo lleno de grandes literatos.

Lo complejo es que, al escribir, se diga aquello que se quiera expresar y se diga de modo inteligible, con ritmo y con destreza.

Y no se trata de ser original, pues es original no quien primero manifiesta una idea, sino quien la manifiesta de modo más preciso y brillante que todos los que antes lo hubieran intentado.

Con todo ello, y en mi situación actual, no dejo de pensar en el desolador paso de los años, y convivir con los achaques de la edad y sus efectos sobre mi capacidad y mis deseos de escribir.

Ya lo decía Chateaubriand

Es un suplicio conservar intacto el propio ser intelectual, aprisionado en una envoltura material gastada

de tal modo que la escritura constituye una especie de refugio, de última morada en donde guarecerse.

Nietzsche, antes de abandonar su mente a las diosas Manías (Μανίαι), afirma, en su “Más allá del Bien y del Mal”, que

Todo hombre selecto aspira instintivamente a favor de un castillo. Un escondite donde quedar redimido de la multitud, de los muchos, de la mayoría, donde tener derecho a olvidar.

y mi castillo son mis cuartillas en blanco, mis plumas y mis escritorios, entre los que me refugio, preferentemente en la noche, cuando ya decaen las horas y la oscuridad diluye el último rubor del ocaso, pues como nos dice Nicoáy Berdiáyev

la noche no es menos maravillosa que el día, no es menos de Dios, y el resplandor de las estrellas la ilumina. La noche tiene revelaciones que el día ignora. La noche tiene más afinidad con los misterios de los orígenes que el día. El abismo no se abre más que con la noche.




Y abierto el abismo, fluyen las ideas, danzan las Musas, y se nos permite contemplar los misterios de la razón, que se atesoran en el subconsciente y en los posos de nuestra cultura gracias a la educación recibida.

Reconozco, no obstante, que a lo largo de mi vida siempre he expresado mis opiniones, mis “reflexiones”, sin valorar el efecto, positivo o negativo, que ellas hayan podido producir en mis lectores. Y siempre lo he hecho con una cierta dosis de vehemencia y dominado por mi espíritu de independencia política e intelectual.

En ello sigo las enseñanzas de Chateaubriand

¡Bendita seas, oh mi innata y cara independencia, alma de mi vida!

Hasta mi último puerto

Dulce y encantadora estrella,

Siempre seguiré tu rayo

puro y nuevo.

Y cuando dejes de brillar

Sobre mi vela,

Brillarás sobre mi tumba.


Y por ello, sé que muchos pensarán que debería exponer mis ideas con menos dureza, expresándolas con voz más placentera, pero nunca he sabido hacerlo, pues soy un alma compleja ―espero que más llena de sorpresas agradables que de intransitables recovecos― aunque a la manera del Marqués de Bradomín, y pese a haber sido, por mi carácter, calumniado y mal comprendido, nunca he sido otra cosa que un místico galante, como San Juan de la Cruz.

Sin olvidar que, como dijera Nietzsche que

El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.

         Y es por ello que nunca he sido partidario de la corrección política, que no deja de ser una forma de autocensura impuesta a los ciudadanos por el progresismo dogmático intolerante de la izquierda cultural y política que ha visto, en esa regla, una concreción de las normas de dominio de la Sociedad promovidas por los marxistas gramscianos, que defienden que aquella no ha de ser conquistada violentamente, sino mediante la conquista cultural, por infiltración, de todos los ámbitos de influencia o poder que constituyen la propia Sociedad.

         Y ante tal estrategia no queda sino dar la batalla ideológica, defender los principios liberales conservadores, la auténtica DEMOCRACIA, y no la democracia popular o populista, defendida por los herederos del “Eurocomunismo”, que no es sino la adaptación del comunismo, promovida por Gramsci y abrazada por los Partidos Comunistas europeos en los años 70 del siglo pasado, a las reglas de las democracias occidentales no por comunión con ellas, sino como medio de “asaltar los cielos”

         En esa línea no deberíamos olvidar las palabras de Albiac en EL MUNDO en 2018

Cuando oigo a esa banda de necios que han invadido el universo político, volver a hablar del asalto a los cielos y del advenimiento del hombre nuevo, me quedo absolutamente estupefacto, porque la gran fantasía de la consecución de un mundo y un hombre nuevos, es lo que la primera mitad del s. XX nos enseña a entender como elemento de destrucción sin precedentes.

         Y es precisamente esto, la cuestión de la “batalla ideológica”, lo que la mayoría de la derecha occidental no ha sabido tomarse en serio, limitando sus deseos y su acción política a la mera gestión económica, obviando todo lo que se refiere a los principios, a la concepción de un mundo, de una sociedad, no marxista.

Y no nos engañemos, pues la tan cacareada “socialdemocracia” no deja de ser, como ya advirtió Trotsky en su obra “El Frente Único Defensivo (Carta a un obrero Socialdemócrata)”, un marxismo acomplejado, un marxismo no combativo, un preludio de lo que acabaría siendo el “Eurocomunismo” anteriormente mencionado, que desea convertir la Sociedad en su malhadada “Nueva Sociedad” des alienadora a través de la democracia. Lo cual Trotsky considera imposible, pues según él mismo:

Los socialdemócratas consideran que la constitución democrática está por encima de la lucha de clases. Para nosotros los comunistas, la lucha de clases está por encima de la constitución democrática.

y, por tanto, no nos dejemos engañar por los mensajes “progresistas” de los poderosos. La socialdemocracia, cuyo fin último es imponer una Sociedad totalitariamente igualitarista, ha sido impuesta sibilinamente por el PSOE a lo largo de los últimos años, sin que debamos olvidar que este partido ha gobernado en España, desde la instauración de la democracia, casi el 70% del tiempo.

Y con métodos diseñados por Gramsci en la primera mitad del s.XX, ha ido socavando los principios liberal-conservadores imperantes en nuestra Sociedad, tachados de retrógrados, fascistoides o contrarios a “su” igualdad, imponiendo su ideología como la única aceptable y tildando a sus opositores de fascistas, machistas, negacionistas o franquistas, como medio para eludir el debate mediante la descalificación apriorística de todo opositor.

Lo cierto, sin embargo, es que esta realidad no es nueva. No nos encontramos con un escenario que el hombre no haya vivido antes.

Chateaubriand, en sus “Memorias de Ultratumba” nos describe una situación que él vivió en el s.XIX, parecida a la que vivimos hoy en el s.XXI, cuando nos dice:

El Gobierno ha inventado una moral nueva, la moral de los intereses: la de los deberes se reserva para los imbéciles. Ahora bien, esta moral de los intereses, de la que quiere hacerse la base de nuestro gobierno, ha corrompido más al pueblo en el espacio de tres años que la Revolución en un cuarto de siglo.

Y esta “casualidad” me hace ser optimista, pues, tras esa corrupción de la moral, se recuperó el buen sentido de las cosas, aunque fuera por breve tiempo y el marxismo volviera a intentar la destrucción de la Sociedad socavando sus cimientos.

Pero ¡Ay, con los tiempos que vivimos!; ¡Ay con las costumbres que imperan en nuestra Sociedad!

En la mayoría de los casos se prefiere agachar la cabeza ante el tirano en lugar de rebelarse, pues el hombre contemporáneo, inmerso, según definición de Bauman, en una “sociedad líquida” en la que no existen pétreos principios, ni rocosas convicciones morales, se encuentra más cómodo siguiendo las corrientes dominantes, las mareas definidas por los manipuladores sociales de la izquierda, en donde el relativismo y la innecesaria lucha por las propias creencias, permite al común de los mortales vivir una existencia sin sobresaltos, acomodaticia y nutrida de confortable ignorancia.

Pedro Sánchez es el paradigma de esa posición manipuladora y totalitaria de la izquierda, como reflejó en su reciente primer debate parlamentario con Núñez Feijóo, al decirle que “El PP solamente estorba”, con lo que negó de raíz la idea de que, en una autentica Democracia, la oposición no solo es una cuestión de legitimidad política, sino que su existencia es una exigencia de tipo moral u ontológico, pues, si no existiese la oposición, si no se defendiese la existencia posible de una alternativa a quien ostenta el Poder, renunciaríamos a controlar a quienes lo ocupan, a quienes pretenden, desde ese poder ocupado, controlar una realidad que se pretende imponer como única realidad posible.

Y tan indigno ha demostrado ser, personal y políticamente, el personaje “Antonio” Pedro Sánchez que bien le acomoda el juicio que Mefistófeles dedica a Fausto:

…aquello que no comprendéis, para vos no existe; aquello que no calculáis, creéis que no es verdad; aquello que no pensáis, no tiene para vos peso alguno; aquello que no podéis amonedar, imagináis que nada vale…

De todas formas, y para quien quiera profundizar en la situación existente y en la necesidad de dar la “Batalla Cultural” a que me refiero, aconsejo algunos libros:

▪ Una filosofía del Miedo de Bernat Castany

▪ Disidencia Activa de Capitán Bitcoin

La Tiranía de la Igualdad de Alex Kaiser

Todos ellos disponibles en Amazon.

Y para concluir, recuperando una inveterada costumbre de mis post, aquí os dejo una pieza musical adecuada a lo tratado. En este caso una escena de la película “Amadeus”, en la que Mozart ridiculiza a Salieri, como la Sociedad debería ridiculizar a Antonio…