Y, como lo prometido es deuda, hoy vamos a hablar de “EUTANASIA Y EUGENESIA” cuyas premisas y conclusiones vuelven a estar de rabiosa actualidad en atención a las manifestaciones contenidas en la entrevista concedida por el Ministro de Sanidad Bernat Soria al diario El Mundo, en la que, tras soltar la perla dialéctica de que:
“La izquierda cura más que la derecha”
nos dice:
“En esta legislatura no tengo tiempo, pero la eutanasia es una asignatura pendiente en la sociedad española. Una cosa es el suicidio asistido, con el que no estoy de acuerdo. Otra, en el otro extremo, la limitación en el esfuerzo terapéutico o la sedación del enfermo terminal, donde hay legislación que protege al enfermo. Y hay una situación intermedia, que llamaríamos eutanasia, que no es un ejemplo simple, sino una multitud de ejemplos. Es un tema que en algún momento debe plantearse la sociedad. Habrá que generar un marco legal donde un comité ético en el que no sólo haya médicos y juristas, sino lo que llamaríamos legos que transmiten la percepción de la sociedad. Hablo de periodistas, amas de casa..."
manifestaciones a las que se ha unido su compañero de Gobierno el Ministro de Justicia Mariano Fernández Bermejo, quien en declaraciones a Radio Nacional, ha sostenido que:
"La sociedad española ya está madura para este debate, ya que al aumentar el nivel de bienestar, ha aumentado la longevidad de los ciudadanos, y es en este contexto donde muchos empiezan a reflexionar sobre el derecho individual a poner el límite final, la raya final a la propia existencia".
Lo más curioso del caso es que, ya antes de sus manifestaciones a cerca de la Eutanasia, ambos ministros habían sido catalogados como el “tandem” más radical del Gobierno, y no han defraudado a sus críticos.
El concepto de “Eutanasia” procede etimológicamente del griego "eu" bien y "thanatos" muerte y hace referencia a la provocación activa o pasiva de la muerte a un enfermo para evitarle sufrimientos innecesarios ante la inevitabilidad de la muerte.
Dentro del concepto genérico se diferencias tres modalidades.
La activa, consistente en dar la muerte a un paciente utilizando métodos tendentes a provocarla.
La pasiva, consistente en no aplicar tratamientos que mantengan con vida del enfermo.
La asistencia al suicidio, consistente en facilitar a quien desea suicidarse y no puede hacerlo por sí mismo, los medios precisos para dicho suicidio.
Moralmente, al menos desde las posiciones del humanismo cristiano, y no necesariamente desde la ortodoxia de los postulados del cristianismo, pese a que en ello coinciden las confesiones Católica, Ortodoxa, Luterana y Evangélica, se consideran indiscutiblemente reprobables la eutanasia activa y la asistencia al suicidio.
La mayor dificultad, se encuentra, pues, en la llamada “Eutanasia Pasiva”.
Es interesante que nos detengamos un momento en la posición de la Iglesia Católica en este punto, por su papel de referente ético y moral en la Sociedad Occidental, que se concreta en el documento: “Declaración sobre la Eutanasia” de la “Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe” de 5 de mayo de 1980.
No voy a repetir aquí el análisis que del contenido de este documento realicé ahora hace un año ---a él me remito--- sino que tan solo voy a referirme a las conclusiones que se derivaban de aquel estudio.
Y esa conclusión no es otra que la de considerar que el derecho a una “muerte digna” implica la aceptación moral del principio de que:
"El derecho a “morir dignamente" no designa el derecho de procurarse o hacerse procurar la muerte como se quiera, sino el derecho a morir con toda serenidad y con dignidad humana y cristiana
”.
y en consecuencia,
y en consecuencia,
“Ante la inminencia de una muerte inevitable, a pesar de los medios empleados, es lícito en conciencia tomar la decisión de renunciar a unos tratamientos que procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia.”
Lo que abriría la puerta a la negativa a recibir o aplicar tratamientos terapéuticos que prolonguen la vida innecesariamente y dificulten una “muerte humanamente digna”.
A mi juicio estas consideraciones facilitan la decisión de proceder a la desconexión de enfermos, en muerte cerebral, de los aparatos que mantienen sus cuerpos en forzado funcionamiento, pues en esa situación no se puede considerar que la vida continúe; e incluso a la de negarse a recibir o aplicar “tratamientos desproporcionados” de reanimación en pacientes terminales a los que aquellos procedimientos de reanimación les condenarían a una situación, prolongada artificialmente, de vida vegetativa.
No obstante no existen en esta materia “reglas automáticas” que operen objetivamente, pues el mismo documento comentado nos dice que las decisiones, en cada caso, habrán de adoptarse en atención las condiciones del enfermo y sus fuerzas físicas y morales.
La aplicación práctica de tales criterios, como viene ya sucediendo en la realidad cotidiana de nuestra sanidad pública y privada, demuestra la absoluta inexistencia de un debate social a cerca de la eutanasia, y consecuentemente acredita la absoluta falta de necesidad de proceder a una regulación legal de la materia.
En cualquier caso, el establecimiento de una regulación legal de esta materia genera una enorme desconfianza en amplios sectores de la sociedad, pues lo cierto es que la intención de los “progresistas dogmáticos intolerantes de izquierdas” con la implantación de una norma no es otra sino la de abrir el camino a una mayor permisividad y laxitud en la materia, que fácilmente degeneraría en la tentación eugenésica de “facilitar la muerte” no solo a los enfermos terminales, sino a los ancianos, a los deficientes físicos o psíquicos, etc… Como de facto está empezando a suceder en Holanda.
Efectivamente en Holanda a partir de 1998 se incluyó la posibilidad legal de la práctica de la eutanasia por los médicos, estableciéndose una exención de responsabilidad penal en relación con el delito de eutanasia siempre que se dieran ciertas condiciones.
Ello abrió la puerta, en 2002, a la total despenalización de la eutanasia practicada por los médicos, llegándose más allá incluso de lo que en principio y conforme a consideraciones morales, constituye una “muerte digna”, y estableciéndose la posibilidad de aplicar la eutanasia incluso a niños con el solo consentimiento de sus padres o tutores, siempre que se den los “requisitos” establecidos en la Ley, a saber:
1º.- Que exista una petición del paciente insistente, lúcida y, de ser posible, puesta por escrito.
2º.- El médico debe evaluar el dolor y el sufrimiento del paciente, para decidir si justifican, por ser insoportable, la anticipación de la muerte.
3º.- El médico debe de haber llegado al convencimiento junto con el paciente que en la situación en que se encuentra no existe otra solución razonable.
4º.- El médico debe de haber consultado al menos con otro médico independiente que también haya visto al paciente y haya emitido un dictamen sobre los requisitos mencionados en los puntos anteriores.
Sin embargo no podemos obviar que el niño no es capaz de valorar o definir como insoportable su sufrimiento. Quien habrá de valorarlo, según las normas holandesas, es el médico; y los que consienten y deciden la muerte son los parientes.
¿No se trata, acaso, de aliviar su propio sufrimiento ---el de los médicos y los parientes--- y no el de los niños enfermos?
Además, tampoco puede olvidarse que en nuestra época los cuidados paliativos y los tratamientos para aliviar el dolor, promovidos en todo el mundo y utilizados por los médicos y por la sanidad, logran mantener y armonizar la humanidad de los cuidados, la reducción radical del sufrimiento físico y la serenidad de la muerte.
Ello nos lleva a pensar que se está cayendo en un darwinismo social, que pretende facilitar la eliminación de los seres humanos marcados por el sufrimiento o por defectos físicos o psíquicos, "para anestesiar" a la sociedad entera.
En efecto, Darwin consideraba como obstáculo para la evolución humana la construcción de manicomios y hospitales, así como la elaboración de leyes para sostener a los indigentes, porque estas medidas de la sociedad impedirían o retrasarían la deseable eliminación natural de los individuos defectuosos[1].
Por esto algunos comentaristas, no solo religiosos, si no incluso laicos, refiriéndose a este último desarrollo de la ley holandesa sobre la eutanasia, han hablado de "eugenismo solapado".
Y no deberíamos olvidar que la eugenesia, aunque las corrientes filosóficas de la izquierda contemporánea, sobre todo la representada por el filósofo alemán y Director del Departamento de Filosofía de la universidad de Karlsruhe, Peter Sloterdijk, la presente como una:
“Teoría propia de la izquierda progresista aplicada al terreno de la genética y concebida como un medio de reflexionar sobre las mejores condiciones en que será creada la próxima generación”
no deja de ser, en realidad, una practica odiosa consistente en seleccionar a los individuos más aptos, más favorables para garantizar una adecuada evolución de la especie en el futuro, en detrimento de los menos aptos o menos favorables para aquella finalidad.
Lo que en la práctica supondría, llevada la eugenesia a su máxima expresión: la eliminación, o al menos la exclusión de los procesos reproductivos, incluso del disfrute de la vida, de los seres humanos “defectuosos” o “no deseados” en el proyecto genético del futuro, que inevitablemente habría de ser definido por alguien, y me temo que ese alguien no habría de ser otro que la mayoría política dominante en cada momento en la sociedad.
Lo que abriría un panorama, cuando menos, aterrador: dejar en manos de las mayorías políticas, grupos de expertos, comisiones políticas, sociales o científicas, o “comités éticos”, en definitiva en manos de “grupos de hombres” con la consecuente subjetividad y falibilidad de sus criterios, la definición de quienes, entre sus semejantes, tengan la consideración de seres humanos “defectuosos” o “no deseados” en el proyecto genético del futuro.
En definitiva de privar de la contemplación del arco iris a aquellos cuya herencia genética no sea acorde con los patrones establecidos, o con el objetivo prefijado para la evolución de la humanidad.
¡¡¡Que Dios nos pille confesados!!!
Y hoy añado:
El peligro comentado no es una mera reflexión alarmista si nos fijamos en algunas de las afirmaciones que se contienen en los textos editados como manuales de la nueva asignatura de adoctrinamiento impuesta por el Gobierno del señor Rodríguez en nuestro sistema educativo bajo el rimbombante nombre de “Educación para la ciudadanía”.
Como muestra valgan dos botones:
Libro de la editorial Anaya:
“El poder político es el poder supremo que, en una sociedad, decide, de manera obligatoria para todos, lo que debe hacerse y lo que no debe hacerse.”
Libro de la Editorial Santillana:
“Las leyes son las que determinan los derechos y deberes de todos los ciudadanos y especifican los comportamientos correctos e incorrectos […] Ajustan la vida social a criterios de justicia o pautas éticas y limitan el poder de las instituciones.”
Vamos, que si hace un año manifestaba mis temores ante cualquier aproximación politizada al concepto de Eutanasia, hoy me siento absolutamente “acongojado” pensando que entre los legisladores y esos
“Comités éticos en los que no sólo haya médicos y juristas, sino lo que llamaríamos legos que transmiten la percepción de la sociedad. Hablo de periodistas, amas de casa..."
a los que se refiere Soria en su aproximación a la Eutanasia, puedan decidir algún día sobre el “como y cuando deba” producirse mi muerte, sobre todo si pienso que esos “buenos ciudadanos” miembros de tales “comités éticos” estarán perfectamente adoctrinados en el laicismo materialista, relativista y utilitario que tanto gusta a nuestra izquierda progresista dogmática e intolerante, y que trata de extender mediante la implantación obligatoria del adoctrinamiento a través de la Educación para la Ciudadanía.
Uno de los argumentos utilizados por Elena Salgado en su etapa como Ministra de Sanidad para prohibir fumar en España, fue el del inmenso coste que, para el sistema de sanidad pública, suponían las enfermedades derivadas del tabaquismo. Me temo que estos criterios materialistas, maniqueos y utilitaristas, acaben apareciendo en el debate sobre la eutanasia, y no quiero ni pensar en cual sea, para nuestro sistema de sanidad pública, el coste de asistencia a los enfermos considerados incurables o a los enfermos terminales...
Por cierto, la única musica acorde con el contenido de este post es la marcha funebre de Chopin que os adjunto.
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[1] C. Darwin, 1871 , “La descendencia del Hombre y la selección sexual”