Hace ya demasiado tiempo que
no aparezco por mi BLOG con nuevos posts, con nuevas “Reflexiones
Heteróclitas”, pero ello tiene explicación.
Tal y como nos cuenta Harry
Heller, según relato de Herman Hesse, algunas noches, estando despierto en la
cama, empezó súbitamente a recitar versos, versos demasiado bellos, demasiado
singulares para que él, un “lobo estepario”, hubiera podido pensar en escribirlos,
versos que a la mañana siguiente ya no recordaba y que, sin embargo, estaban
guardados en él como una nuez sana y hermosa dentro de una cáscara rugosa y
vieja.
A mí me ocurre lo mismo con
mis reflexiones que, en ocasiones, desarrollo mentalmente en mi cama por las
noches, pero que, la mayoría de las veces, no soy capaz de llevarlas al papel a
la mañana siguiente.
Y esa situación es
tremendamente frustrante, pues me lleva al convencimiento de que se pudiera estar
acabando para mí el pulso de la escritura, ese juego que permite al animal
hablante trasladar sus pensamientos a otros y tratar de proyectar sobre ellos
las sombras de la luz que, como ser pensante, proyecta más allá de su propia
esencia.
Y es, para tratar de romper
esa sensación, que me enfrento hoy al papel en blanco para intentar escribir
una “reflexión”, aunque las musas no estén rondando mi imaginación.
En ocasiones creo que me son
perfectamente aplicables las palabras dedicadas por Asinio Polión a Cicerón:
¡Ojalá hubiera sido capaz de soportar la prosperidad
con mayor autocontrol y la adversidad con mayor energía!
Pues hoy, destruida mi
prosperidad y en manos de la adversidad, sólo me queda decir, parafraseando a
Chateaubriand, que ya estoy cansado de sufrir tempestades y vivir naufragios,
tras los cuales solo me queda recado de escribir sobre la mesa de trabajo que
son los escollos de los sufridos desastres.
Es, en cualquier caso, el
ejercicio de la escritura, una de las más sublimes expresiones de la cultura,
de la capacidad humana de razonar y transmitir a los demás el sentido de
nuestros razonamientos; la forma más sublime de evitar la victoria de la
barbarie.
Ya lo decía Albiac, al
afirmar que:
No hay realidad humana sin la danza, laberíntica y
cruelmente hermosa, del miedo y la esperanza. Lo demás es barbarie.
Pero
no quiero ser pedante.
Si de escribir se tratase, por el mero hecho de
emborronar hojas con letras que nada digan, estaría el mundo lleno de grandes
literatos.
Lo complejo es que, al
escribir, se diga aquello que se quiera expresar y se diga de modo inteligible,
con ritmo y con destreza.
Y no se trata de ser
original, pues es original no quien primero manifiesta una idea, sino quien la
manifiesta de modo más preciso y brillante que todos los que antes lo hubieran
intentado.
Con todo ello, y en mi
situación actual, no dejo de pensar en el desolador paso de los años, y
convivir con los achaques de la edad y sus efectos sobre mi capacidad y mis
deseos de escribir.
Ya lo decía Chateaubriand
Es un suplicio conservar intacto el propio ser
intelectual, aprisionado en una envoltura material gastada
de
tal modo que la escritura constituye una especie de refugio, de última morada
en donde guarecerse.
Nietzsche, antes de abandonar su mente a las diosas
Manías (Μανίαι), afirma, en su “Más allá del Bien y del Mal”, que
Todo hombre selecto aspira instintivamente a favor de un
castillo. Un escondite donde quedar redimido de la multitud, de los muchos, de
la mayoría, donde tener derecho a olvidar.
y mi castillo son mis cuartillas en blanco, mis plumas y
mis escritorios, entre los que me refugio, preferentemente en la noche, cuando
ya decaen las horas y la oscuridad diluye el último rubor del ocaso, pues como
nos dice Nicoáy Berdiáyev
la
noche no es menos maravillosa que el día, no es menos de Dios, y el resplandor
de las estrellas la ilumina. La noche tiene revelaciones que el día ignora. La
noche tiene más afinidad con los misterios de los orígenes que el día. El
abismo no se abre más que con la noche.
Y
abierto el abismo, fluyen las ideas, danzan las Musas, y se nos permite
contemplar los misterios de la razón, que se atesoran en el subconsciente y en
los posos de nuestra cultura gracias a la educación recibida.
Reconozco,
no obstante, que a lo largo de mi vida siempre he expresado mis opiniones, mis
“reflexiones”, sin valorar el efecto, positivo o negativo, que ellas hayan podido
producir en mis lectores. Y siempre lo he hecho con una cierta dosis de
vehemencia y dominado por mi espíritu de independencia política e intelectual.
En
ello sigo las enseñanzas de Chateaubriand
¡Bendita seas, oh mi innata y cara independencia, alma de mi
vida!
Hasta
mi último puerto
Dulce
y encantadora estrella,
Siempre
seguiré tu rayo
puro
y nuevo.
Y
cuando dejes de brillar
Sobre
mi vela,
Brillarás
sobre mi tumba.
Y
por ello, sé que muchos pensarán que debería exponer mis ideas con menos
dureza, expresándolas con voz más placentera, pero nunca he sabido hacerlo, pues
soy un alma compleja ―espero que más llena de sorpresas agradables que de
intransitables recovecos― aunque a la manera del Marqués de Bradomín, y pese a
haber sido, por mi carácter, calumniado y mal comprendido, nunca he sido otra
cosa que un místico galante, como San Juan de la Cruz.
Sin olvidar
que, como dijera Nietzsche que
El individuo ha luchado siempre para no ser
absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces
asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno
mismo.
Y es por ello que nunca he sido
partidario de la corrección política, que no deja de ser una forma de
autocensura impuesta a los ciudadanos por el progresismo dogmático intolerante
de la izquierda cultural y política que ha visto, en esa regla, una concreción
de las normas de dominio de la Sociedad promovidas por los marxistas gramscianos,
que defienden que aquella no ha de ser conquistada violentamente, sino mediante
la conquista cultural, por infiltración, de todos los ámbitos de influencia o
poder que constituyen la propia Sociedad.
Y ante tal estrategia no queda sino dar
la batalla ideológica, defender los principios liberales conservadores, la auténtica
DEMOCRACIA, y no la democracia popular o populista, defendida por los herederos
del “Eurocomunismo”, que no es sino la adaptación del comunismo, promovida por
Gramsci y abrazada por los Partidos Comunistas europeos en los años 70 del
siglo pasado, a las reglas de las democracias occidentales no por comunión con ellas,
sino como medio de “asaltar los cielos”
En esa línea no deberíamos olvidar las
palabras de Albiac en EL MUNDO en 2018
Cuando
oigo a esa banda de necios que han invadido el universo político, volver a
hablar del asalto a los cielos y del advenimiento del hombre nuevo, me quedo
absolutamente estupefacto, porque la gran fantasía de la consecución de un
mundo y un hombre nuevos, es lo que la primera mitad del s. XX nos enseña a
entender como elemento de destrucción sin precedentes.
Y
es precisamente esto, la cuestión de la “batalla ideológica”, lo que la mayoría
de la derecha occidental no ha sabido tomarse en serio, limitando sus deseos y
su acción política a la mera gestión económica, obviando todo lo que se refiere
a los principios, a la concepción de un mundo, de una sociedad, no marxista.
Y
no nos engañemos, pues la tan cacareada “socialdemocracia” no deja de ser, como
ya advirtió Trotsky en su obra “El Frente Único Defensivo (Carta a un obrero
Socialdemócrata)”, un marxismo acomplejado, un marxismo no combativo, un
preludio de lo que acabaría siendo el “Eurocomunismo” anteriormente mencionado,
que desea convertir la Sociedad en su malhadada “Nueva Sociedad” des alienadora
a través de la democracia. Lo cual Trotsky considera imposible, pues según él
mismo:
Los socialdemócratas consideran
que la constitución democrática está por encima de la lucha de clases. Para nosotros
los comunistas, la lucha de clases está por encima de la constitución
democrática.
y,
por tanto, no nos dejemos engañar por los mensajes “progresistas” de los
poderosos. La socialdemocracia, cuyo fin último es imponer una Sociedad
totalitariamente igualitarista, ha sido impuesta sibilinamente por el PSOE a lo
largo de los últimos años, sin que debamos olvidar que este partido ha
gobernado en España, desde la instauración de la democracia, casi el 70% del
tiempo.
Y con métodos diseñados
por Gramsci en la primera mitad del s.XX, ha ido socavando los principios
liberal-conservadores imperantes en nuestra Sociedad, tachados de retrógrados,
fascistoides o contrarios a “su” igualdad, imponiendo su ideología como la
única aceptable y tildando a sus opositores de fascistas, machistas,
negacionistas o franquistas, como medio para eludir el debate mediante la
descalificación apriorística de todo opositor.
Lo cierto, sin embargo,
es que esta realidad no es nueva. No nos encontramos con un escenario que el
hombre no haya vivido antes.
Chateaubriand, en sus
“Memorias de Ultratumba” nos describe una situación que él vivió en el s.XIX,
parecida a la que vivimos hoy en el s.XXI, cuando nos dice:
El Gobierno ha inventado una moral
nueva, la moral de los intereses: la de los deberes se reserva para los imbéciles.
Ahora bien, esta moral de los intereses, de la que quiere hacerse la base de
nuestro gobierno, ha corrompido más al pueblo en el espacio de tres años que la
Revolución en un cuarto de siglo.
Y esta “casualidad” me
hace ser optimista, pues, tras esa corrupción de la moral, se recuperó el buen
sentido de las cosas, aunque fuera por breve tiempo y el marxismo volviera a
intentar la destrucción de la Sociedad socavando sus cimientos.
Pero ¡Ay, con los tiempos
que vivimos!; ¡Ay con las costumbres que imperan en nuestra Sociedad!
En la mayoría de los
casos se prefiere agachar la cabeza ante el tirano en lugar de rebelarse, pues
el hombre contemporáneo, inmerso, según definición de Bauman, en una “sociedad
líquida” en la que no existen pétreos principios, ni rocosas convicciones
morales, se encuentra más cómodo siguiendo las corrientes dominantes, las
mareas definidas por los manipuladores sociales de la izquierda, en donde el
relativismo y la innecesaria lucha por las propias creencias, permite al común
de los mortales vivir una existencia sin sobresaltos, acomodaticia y nutrida de
confortable ignorancia.
Pedro Sánchez es el
paradigma de esa posición manipuladora y totalitaria de la izquierda, como
reflejó en su reciente primer debate parlamentario con Núñez Feijóo, al decirle
que “El PP solamente estorba”, con lo que negó de raíz la idea de que, en una
autentica Democracia, la oposición no solo es una cuestión de legitimidad política,
sino que su existencia es una exigencia de tipo moral u ontológico, pues, si no
existiese la oposición, si no se defendiese la existencia posible de una
alternativa a quien ostenta el Poder, renunciaríamos a controlar a quienes lo
ocupan, a quienes pretenden, desde ese poder ocupado, controlar una realidad
que se pretende imponer como única realidad posible.
Y tan indigno ha demostrado
ser, personal y políticamente, el personaje ― “Antonio”
Pedro Sánchez ― que bien le acomoda el juicio que
Mefistófeles dedica a Fausto:
…aquello que no comprendéis, para vos no existe;
aquello que no calculáis, creéis que no es verdad; aquello que no pensáis, no
tiene para vos peso alguno; aquello que no podéis amonedar, imagináis que nada
vale…
De todas formas, y para
quien quiera profundizar en la situación existente y en la necesidad de dar la
“Batalla Cultural” a que me refiero, aconsejo algunos libros:
▪ Una filosofía del Miedo de Bernat Castany
▪ Disidencia Activa de Capitán Bitcoin
▪
La Tiranía de la Igualdad de Alex Kaiser
Todos ellos disponibles en Amazon.
Y para concluir, recuperando una inveterada
costumbre de mis post, aquí os dejo una pieza musical adecuada a lo tratado. En
este caso una escena de la película “Amadeus”, en la que Mozart ridiculiza a Salieri, como la Sociedad
debería ridiculizar a Antonio…