En Mi reflexión “NACER, VIVIR, MORIR”,
afirmaba que el hombre es una:
“Criatura maravillosa que no se limita a formular
la conclusión filosófica de Descartes “Cogito, ergo Sum” ―Pienso luego Existo― [i] , sino que proyecta sobe los otros, sobre todo lo
demás, la fuerza intelectual expansiva de ese “yo que es porque piensa”, lo que le permite
crear el camino sinuoso de su propia vida.”
Lo que, desde un
punto filosófico, implica que el hombre es libre para crear ese camino sinuoso
que es su propia vida.
Y ello nos
conecta con la muy antigua cuestión de si existe la predestinación, o por el
contrario, el hombre goza de “libre albedrío”
Es decir, ¿Tiene nuestra vida un
destino marcado e inalterable preestablecido?
Esa es la conclusión más conservadora
de los movimientos fatalistas que consideran que
los acontecimientos no se pueden evitar, por estar sujetos a una fuerza superior
que rige el mundo, por lo que es imposible cambiar el destino que nos viene
predeterminado.
El DRAE define la predestinación como la creencia según la cual todo sucede por ineludible predeterminación o destino.
Y desde un punto de vista religioso
implicaría que Dios habría determinado lo que será el destino de las criaturas,
y que por lo tanto es inalterable.
Yo, personalmente,
no creo en la predestinación, sino en el libre albedrío del alma humana.
Efectivamente creo
que cada ser humano va creando el camino de su vida, sin duda afectado por las
circunstancias que le rodean, pero esencialmente dirigido por las decisiones
libremente adoptadas por cada uno.
Sin embargo, está
idea ha sido criticada como una forma de ideología individualista por
pensadores tales como Baruch Spinoza, Arthur Schopenhauer, Karl Marx o
Friedrich Nietzsche.
Desde un punto de
vista filosófico y teológico, la definición de la predestinación y el libre
albedrío varía entre los cristianos.
Así, en el calvinismo,
a partir de la obra de Juan Calvino “La Institución de la Religión Cristiana” se
defiende la idea de que Dios, en su soberanía, decidió quién iba a ser salvado
desde antes de la Creación y, al igual que los luteranos, niegan el libre
albedrío, concluyendo que la voluntad humana, en vez de ser amo de sus propios
actos, está rígidamente predeterminada en todas sus opciones a lo largo de su
vida.
Según estas creencias, el hombre está
predeterminado desde antes de su nacimiento al eterno premio o al castigo, de
tal manera que no tiene libertad de acción sobre su propio destino.
Lutero abiertamente
sostenía que el libre albedrío es un mito, pues no está en el poder del hombre
concebir el bien o el mal, ya que los eventos ocurren por previo e inalterable
mandato divino.
Por el contrario, los
teólogos de la Iglesia católica abrazan la idea del libre albedrío, afirmando
que Dios, que es todopoderoso, sabe lo que va a ocurrir en la vida de cada
individuo, pero deja al hombre libertad en la toma de las decisiones que le
llevarán por el camino de la salvación o la condena, afirmando que saber —como
lo sabe Dios— todo lo que ocurrirá en el futuro es perfectamente compatible con
su no intervención en las decisiones libérrimas de los hombres.
Con independencia de postulados teológicos, desde un punto de vista puramente filosófico, discrepo de las consideraciones que fundamentan la idea de la predestinación.
Si Dios no existe, no hay poder universal que haya marcado de modo inalterable nuestro destino.
Y concluyamos según
mi costumbre, con un nuevo video musical, hoy el aria “Pace, pace… mio Dio”, de
la Ópera la Forza del Destino de Verdi, interpretada por María Calas
© 2023 Jesús
Fernández-Miranda y Lozana
ResponderEliminarLa Iglesia Católica rechaza, y yo con ella, la creencia de la predestinación de Calvino, afirmando que Dios no predestina a nadie al infierno; para que esto suceda es necesaria una aversión voluntaria al mismo Dios, un pecado mortal, y persistir en él hasta el final.
Dios no hace nada injusto, su voluntad es regla suprema de toda justicia. Bondad y Justicia, pero siempre respetando nuestra libertad. Me gustó mucho este artículo, gracias.