Como
casi siempre, mis tardes de otoño se llenan de melancolía, como
los caminos se llenan de hojas caídas.
Dicen
que los hombres movemos nuestros sentimientos al albur de lo que nos inspira la
naturaleza, los “biorritmos” lo llaman, y no sé si será eso lo que me induce a
la melancolía, o un exceso de inclinación atrabiliaria de mi alma bajo la suave
seda de mis meninges.
Cuentan
que Lord Tennyson, el gran poeta inglés, falleció en Aldworth en la noche del 6 de octubre de 1892,
a la edad de 81 años “con el esplendor de la
luna llena cayendo sobre él, y su mano asiendo el libro “Cimbelino” de
Shakespeare” que fue depositado en
su ataúd, enterrado con gran solemnidad en la abadía de
Westminster. ─En descripción recogida en su Biografía escrita por su hijo
Hallam─
Su
propia muerte a la luz de la luna parece anunciada por él mismo Tennyson en uno
de sus poemas
Cuando la luz de la
luna cae sobre mi lecho,
sé que en tu lugar de
descanso,
desde las amplias aguas
del oeste,
llega una gloria
trepando los muros:
El mármol brillante
aparece en la oscuridad,
arrastrándose
lentamente sobre la plateada llama
que recorre las letras
de tu nombre
y el número de tus
años.
La mística gloria nada
en la distancia;
Fuera de mi lecho la
luz de la luna muere;
Y cerrando los párpados
de agotados ojos,
duermo hasta que se
diluya el crepúsculo:
Y entonces sé que la
niebla ha cubierto
con su lúcido velo
todas las costas
y en una iglesia oscura, como un fantasma,
el destello de tu
lápida reposa hasta el alba.
“Cuelga aquí de mí,
como un futo, alma de mi vida, hasta que el árbol muera”
Y esta relación entre el profundo amor y la conciencia de finitud de la vida ─…hasta que el árbol muera…─ es una constante en Shakespeare.
Esta
sensación de finitud, de transitoriedad de la vida, es espléndidamente definida
por Shakespeare en su obra dramática “La Tempestad” donde su personaje Próspero
nos la describe, también, con muy bellas palabras:
“Ahora, nuestro juego ha terminado. Estos actores, como dije, eran
sólo espíritus y se han fundido en el aire, en la levedad del aire; y al igual
que la efímera obra de esta visión, las altas torres que las nubes tocan, los
palacios espléndidos, los templos solemnes, el inmenso globo, y todo lo que en él habita, se disolverá; y, tal como
ocurre en esta vana ficción, desaparecerán sin dejar humo ni estela. Estamos
hechos de la misma materia que los sueños y nuestra pequeña vida cerrará su círculo con otro sueño.”
“Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte. Los valientes prueban la muerte sólo una vez.”
En todo caso no olvidemos que para Montaigne
"La Filosofía es aprender a morir"
Aunque Blaise Pascal afirmaba que
"Burlarse de la filosofía es verdaderamente filosofar"
De todos modos, digamos como El Comendador Escrivá
"Ven muerte tan escondida que no te sienta conmigo..."
Al final, según Zygmunt Bauman
"El intento de hacer más llevadero el hecho de vivir con la conciencia de ser mortales es el hecho fundamental de toda cultura humana."
Lo que conecta con el sublime pensamiento de Gabriel Albiac y su concluyente frase
"Morimos. A eso se reduce todo. A eso y a no saber ni siquiera decirlo. Desde Epicuro, el pensar occidental gira sobre las paradojas que esa barrera impone a la condición humana..."
Citas todas ellas que me llevan a reconocer, con Blaise Pascal, que siempre hablo de "Mi Reflexión Heteróclita", lo que huele a burgués con bienes raíces y siempre con un «en mi casa» en la boca, cuando haría mejor diciendo: «Nuestra Reflexión Heteróclita», visto que de ordinario hay en ellas tanto de cosecha ajena como propia.
Y concluyamos ya esta reflexión. En Esta ocasión con un video musical que recoge la obra “Serenade” de Schubert.
© 2022 Jesús Fernández-Miranda y Lozana
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