En
la mitología griega, Sísifo fue fundador y rey de Éfira la antigua Corinto,
hijo de Eolo y Enareta, y marido de Mérope. Hay tradiciones que indican que fue
padre de Odiseo con Anticlea, antes de que esta se casase con su último marido,
Laertes.
Es
conocido por su castigo: empujar cuesta arriba por una montaña una piedra que,
antes de llegar a la cima, volvía a rodar hacia abajo, repitiéndose una y otra
vez el frustrante y absurdo proceso.
El
motivo de su castigo es complejo, y responde a un conjunto de faltas cometidas
contra los Dioses.
Así,
en primer lugar, había revelado al dios fluvial Asopo que el autor del rapto de
su hija Egina había sido Zeus;
Pero
Sísifo aún no había agotado todos sus recursos: antes de morir le dijo a su
esposa que cuando él se marchase no ofreciera el sacrificio habitual a los
muertos y esta así lo hizo, así que en el infierno se quejó de que su esposa no
estaba cumpliendo con sus deberes, y convenció a Hades para que le permitiese
volver al mundo superior y así castigarla. Pero cuando estuvo de nuevo en
Corinto, rehusó volver de forma alguna al inframundo, viviendo varios años más
en la tierra hasta que fue devuelto a la fuerza por Hades.
En
el inframundo, Sísifo fue obligado a cumplir el castigo consistente en empujar
una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, y antes de que alcanzase
la cima, la piedra se le soltaba y rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que
empezar de nuevo desde el principio, una y otra vez.
De
esta forma. el término «trabajo de Sísifo» se utiliza en la actualidad para
describir un trabajo duro que debe de hacerse una y otra vez.
Albert
Camus escribió un famoso ensayo a cerca del mito de Sísifo, publicado en 1942, partiendo
de lo absurdo de su castigo, y del que haremos un breve examen.
El autor comienza su obra con la
afirmación:
“No hay más que un problema filosófico
verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de
vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás …
vienen a continuación”
Para
Camús matarse es, en cierto sentido, y como en el melodrama, confesar.
Confesar
que se ha sido sobrepasado por la vida o que no se la comprende.
Tal
divorcio entre el nombre y su vida, entre el actor y su decorado, es
propiamente el sentimiento de lo absurdo.
El
tema de este ensayo es, precisamente, esa relación entre lo absurdo y el
suicidio, la medida exacta en que el suicidio es una solución de lo absurdo.
Camus
discute la cuestión del suicidio y el valor de la vida, presentando el mito de
Sísifo como metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre.
Para
Camus hay 3 posturas que el hombre puede adoptar con respecto al absurdo de
vivir o morir:
1.- El
suicidio como salida. La fatal confesión de que la vida nos ha superado, que no
la entendemos, que no la podemos explicar y que concluimos que no vale la pena
vivirla.
2.- La
evasión, ya sea por abrazar los placeres hedonistas como distracción de la
realidad, o por cifrar toda esperanza en el ejercicio de la fe en credos
religiosos.
3.- La
tercera postura es la aceptación y la vivencia del absurdo. Aceptar el absurdo,
renunciar a buscar explicación y vivir la vida con la independencia, la
autodeterminación y la insignificancia individual que se desprenden del supuesto
de que esto es todo cuanto hay, de que no hay Dios ni vida futura en otro
tiempo y lugar, pero sin jamás perder de vista que, a pesar de todo, la vida
vale la pena vivirla.
No comparto las tesis ateas del francés, pues la vida merece la pena vivirla en atención fundamentalmente, a que después de ella habrá otra perfecta. Si no fuere así, la desesperación del hombre sería absoluta.
Y como
siempre concluiremos esta reflexión con un vídeo, que en esta ocasión nos trae
“La Mamma Morta” de la ópera Andrea Chénier de Umberto Giordiano.
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