La
“Santina”, como es conocida en Asturias la Virgen de Covadonga, es no solo
patrona del Principado, sino la advocación mariana que con mayor respeto y
cariño llena el corazón de los asturianos.
Y
da igual del Concejo que uno sea, o sus adscripciones políticas o culturales,
la “Santina ye la Santina”, y no hay más que hablar.
El origen de la advocación se remonta a la mítica batalla de Covadonga, que os relato, y que tuvo lugar en el año 718, aunque otros autores la fechan en el 722 en un paraje próximo a Cangas de Onís (Asturias), entre el ejército astur de Don Pelayo y tropas de al-Ándalus, que resultaron derrotadas.
Algunos
autores han señalado que la pretendida batalla no
fue sino una mera escaramuza que supuso el afianzamiento del caudillaje
carismático de Pelayo, así como de la
alianza entre los visigodos refugiados y la aristocracia indígena.
Las crónicas árabes restaron importancia al acontecimiento —«un cronista
musulmán tardío, al-Maqqari, afirma que las
huestes de Alqama decidieron
retirarse de las montañas astures porque al fin y al cabo allí sólo había
"treinta asnos salvajes", por lo que se preguntaron "¿qué daño
pueden hacernos?"»—, mientras que los cristianos más adelante lo
magnificaron llegando a considerarlo algunos eclesiásticos próximos a la corte,
años más tarde, nada menos que el punto de partida de "la salvación
de Hispania".
Tras la caída del reino
visigodo, el bereber Otman ben Neza, conocido por los cristianos
como Munuza, fue nombrado valí del tercio noroccidental de la península.
Su autoridad fue desafiada por algunos dirigentes astures que, reunidos en
Cangas de Onís en 718 encabezados
por Pelayo, decidieron rebelarse negándose a pagar impuestos exigidos, el jaray y
el yizia.
Tras algunas acciones de castigo a cargo de tropas árabes locales, Munuza solicitó la intervención de refuerzos desde Córdoba. Aunque se restó importancia a lo que estaba sucediendo en el extremo ibérico, el valí Ambasa envió al mando de Al Qama un cuerpo expedicionario, acompañado por el obispo Don Oppas que trató de convencer a Pelayo que se plegase al poder musulmán y renunciase a su rebelión.
Pelayo esperó a los
musulmanes en un lugar estratégico, como el angosto valle de Cangas de
los Picos de Europa cuyo fondo cierra el monte Auseva, donde un
atacante ordenado no dispone de espacio para maniobrar y pierde la eficacia que
el número y la organización podrían otorgarle.
El enfrentamiento se produjo
en la cueva de Covadonga, en el año 722 (718 para otros historiadores), y
se saldó con la completa derrota de los sarracenos.
Se desconocen las dimensiones
exactas del ejército de Pelayo o el de Al Qama, aunque los recientes
descubrimientos arqueológicos hacen pensar que las fuerzas cristianas de la
región eran de varios miles y que, consecuentemente, las tropas musulmanas de
Al Qama, serían de una entidad tal que no cabría calificar al enfrentamiento de
escaramuza.
La cuestión es que las tropas
sarracenas fueron diezmadas, obligando a Munuza a escapar de Gijón, donde se
hallaba en ese momento.
Al Qama halló la muerte en
este lance, mientras que sus fuerzas sufrieron grandes pérdidas en su
desordenada huida, al caer sobre ellos una ladera debido a un desprendimiento
de tierras, muy probablemente provocado por los cristianos, cerca de Cosgaya en Cantabria.
La Batalla de Covadonga supuso la primera victoria de
un contingente rebelde contra las fuerzas musulmanas. Tuvo una amplia difusión
en la historiografía posterior como detonante del establecimiento de una
insurrección organizada que desembocaría en la fundación, en principio, del
reino independiente de Asturias, y de otros reinos cristianos.
A ella se refieren ya las crónicas de Alfonso III, Crónica de Albelda, datada en el año 881.
La falta de
documentación en relación con la figura de Pelayo ha hecho posible que en torno
a él surjan ciertas leyendas.
Sin
embargo, se encuentran bases suficientes para afirmar la historicidad del
personaje.
En
un manuscrito del siglo IX se le considera hijo del duque Fávila y
perteneciente a la corte del rey visigodo Witiza (700-710).
A
parte de la situación estratégica se dice que Covadonga era un lugar mágico. La
leyenda cuenta que un ermitaño había revelado a Don Pelayo los secretos de la
cueva y la salida por la gruta de Orandi, que según antiguos relatos conecta
con la Cueva Santa y que sería el camino usado por los guerreros de Pelayo para
apostarse en la Cueva Santa en espera de la llegada de los sarracenos.
Antiguamente se asociaba a la Santa Cueva
propiedades mágicas y se rendía culto a la Virgen en ella. El nombre de
Covadonga (Cueva de la Señora o Cueva Honda) hace referencia a este culto.
Dejando
de lado la exageración de las cifras de los ejércitos y los elementos mágicos,
la victoria en la batalla de Covadonga de los astures se debió a una falta de
juicio por parte de Córdoba, que consideró que no era necesario prestar
atención a las revueltas, y la falta de estrategia del general Alqama.
En
cualquier caso, con o sin leyendas, pues existen muchas en torno al origen de
Pelayo, su papel en la Corte Visigoda, o el desarrollo de la
Batalla/Escaramuza, se puede afirmar que esa gran batalla o pequeña revuelta,
fue el comienzo del Reino de Asturias, que primigeniamente estableció su
Capital en Cangas de Onís, muy cerca de Covadonga, y de la “Reconquista” de la
Península por los Reinos Cristianos, que terminaría casi 800 años más tarde, en
1492, con la conquista de Granada por los Reyes Católicos..
Por
su belleza os acompaño dos vídeos de Covadonda.
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