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lunes, 27 de julio de 2020

DON PEDRO MENÉNDEZ DE AVILES, ADELANTADO MAYOR DE LA FLORIDA


    Don Pedro Menéndez de Avilés, Conquistador y Adelantado Mayor de la Florida, es ancestro por línea materna, en descendencia directa, aunque por vía de segundones, de mis hijas, a través de enlaces matrimoniales de los Rato-Argüelles con algunas Ramírez de Jove hermanas de los primogénitos de la Casa, familia que entroncaría en el s XIX con los Armada, actuales Condes de Revillagigedo, y que ostentan el Título de “Adelantado Mayor de la Florida” con carácter hereditario, dignidades que actualmente ostenta mi buen amigo Álvaro.

    Y es precisamente a través de Álvaro que accedo al Post que hoy no escribo yo, sino que, por su interés, reproduzco del Blog “La Paseata” de Don José Crespo-Francés, y que se ha escrito en defensa de don Pedro ante los ataques furibundos contra toda memoria española en América por los energúmenos del movimiento LBM.

La ceremonia de la confusión y Pedro Menéndez de Avilés 

Por José Antonio Crespo-Francés

26 julio 2020


Leo sin sorpresa en un diario español unas líneas escritas bajo el titular “Pedro Menéndez y sus 500 esclavos”, entendiendo que se refiere a la figura de Pedro Menéndez de Avilés, y digo sin sorpresa pues asistimos a una ceremonia de la confusión a nivel global en el que los enemigos de España y de la Hispanidad, tanto externos como internos, se debaten moviendo los mismos fantasmas. Líneas cuyo autor también reclama en otro titular que «Sigue pendiente un relato satisfactorio de la Guerra Civil» lo cual también es esclarecedor viniendo de gente joven y sobre todo para todos los que peinando canas hemos nacido fruto del amor, la reconciliación y el perdón.

 

Tras la muerte de George Floyd por una mala praxis policial en los EEUU se ha desatado una furia contra símbolos a lo largo de ese país, furia que se ha cebado especialmente con la herencia española, así se han atacado las imágenes de Ponce de León, Colón, la reina Isabel la Católica, San Fray Junípero Serra, e incluso Cervantes cuyos agresores se identificaron sin saberlo al estampar “Bastards” con pintura roja sobre el monolito de nuestro universal Cervantes en el Golden Gate Park de San Francisco ignorando que en 1575, Cervantes fue capturado por piratas islámicos argelinos siendo esclavizado durante cinco años en Argel hasta su liberación. Dado lo inexplicable de la situación se comprende porque existe un trasfondo común en todos estos ataques y no es otro que la querencia por destruir la cultura, idioma, historia y herencia española, obviada en Norteamérica donde cierta historiografía habla de “siglo perdido” para describir el periodo comprendido entre el Descubrimiento y la llegada de los Peregrinos.

 

No es una simple identificación sobre esas esculturas de una rabia contra las injusticias del presente, es una disculpa para atacar y demoler una herencia centenaria sobre una ignorancia que alienta y facilita la comisión de esos hechos.

 

Si viajamos por Europa veremos cómo en sus plazas públicas se rinde homenaje a sus prohombres, existe una cultura nacional algo que se produce en toda Europa durante y a partir del siglo XVIII, únicamente en España se ha buscado una estética contraria llegando al ridículo que el gracejo popular pone en su sitio cuando renombra lugares como la plaza de la pantera rosa en Zaragoza y la plaza del monstruo en Jaca, así como en innumerables plazas en toda España donde los “objetos” depositados en ellas rayan entre el ridículo y el absurdo.

 

Ese movimiento antifa ‘Black Lives Matter’ responsable de vandalizar el monumento a Miguel de Cervantes y al santo Fray Junípero tiene sus acólitos también en España y a todos ellos hay que recordarles lo que en su día dijo Juan Pablo II sobre nuestro país:

 

 «España aportó al Nuevo Mundo los principios del Derecho de Gentes, y puso en vigor un conjunto de Leyes, con las que la Corona de Castilla trató de responder al sincero deseo de la reina doña Isabel I de Castilla, de que sus hijos los indios fueran reconocidos y tratados como seres humanos con la dignidad de hijos de Dios. Me urgía reconocer y agradecer ante toda la Iglesia, vuestro pasado evangelizador. Era un acto de justicia cristiana e histórica. Vosotros que fuisteis capaces de aquella empresa gigantesca, sed fieles a vuestra historia de fe».

 

Y esta ceremonia de la confusión afecta directamente a don Pedro Menéndez de Avilés, atacado frívolamente en este momento, cuyo único sueño era terminar sus días en la Florida.

 

 En la carta que dirigió a su sobrino diez días antes de su muerte, el 8 de septiembre de 1574, y recién nombrado como general de la armada destinada a atacar Inglaterra, resumía cuáles habían sido y cuáles eran sus fines en el gobierno de La Florida:

 

 «el acrecentamiento de nuestra Santa Fe Católica; y después de la salvación de mi alma, no hay cosa en este mundo que más desee que verme en la Florida para acabar mis días salvando almas».

 

Digo que no es nuevo este movimiento, ahora reactualizado en estos días por los neopopulismos, es solo una disculpa, pues ya Chaves, tras abolir el Día de la Raza en 2002, autorizó la vandalización y ahorcamiento ceremonial en 2004 del monumento erigido al almirante en el paseo de Colón en Caracas que pasó a llamarse con el nombre del cacique Guaicapuro. Si a esto añadimos que hemos visto a la fundadora de ‘Black Lives Matter’ fotografiada sonriente junto al déspota Maduro, que mata de hambre a su pueblo, nada nos puede sorprender.

 

Nadie valora globalmente como “gloriosa” la conquista de América pero la valoración general desde luego es totalmente positiva, los juicios de residencia pusieron en su sitio a los infractores e incluso algunos no alcanzaron la rehabilitación hasta después de muertos. Gracias a nuestros reyes, las leyes españolas, nuestros exploradores y misioneros América pasó de la Edad de Piedra a la Edad Moderna.

 

La conquista, luego poblamiento y asentamiento, de España en América no fue posible sin el amplio y masivo apoyo de los nativos americanos, porque con España les llegó la libertad, acabando con crueles imperios caracterizados por brutales sacrificios humanos.

 

Aquellos territorios nunca fueron colonias sino reinos, provincias parte constitutiva de la propia España. Hispanoamérica gozó de seguridad, estabilidad social y prosperidad económica cuando estuvo unida a España y así lo relatan con sorpresa y admiración los viajeros europeos en América durante el periodo virreinal, además contando con una presencia militar mínima basando la defensa en las milicias.

 

El modelo de la sociedad americana se estableció sobre los mismos parámetros que en la metrópoli… religión, derecho, educación, economía, aportando los españoles con todos sus defectos propios una administración moderna, infraestructuras, decenas de universidades, agricultura, ganadería, industrias, hospitales dando a la luz una nueva cultura fusión de la existente y la de los recién llegados.

He estudiado diferentes figuras olvidadas de la Hispanidad, sobre todo en los actuales EEUU, y en concreto tras años buceando en estos temas publiqué diferentes ensayos, un libro en 2020 dedicado al adelantado avilesino, y en 2019 mi tesis doctoral “Estudio Histórico y Edición Crítica del Memorial de Solís de Merás: la Florida de Pedro Menéndez de Avilés”, con esto quiero decir que me he empapado en sus relato y en su vida, y que físicamente he caminado por los embarrados pantanos infestados de mosquitos que él caminó, y desde luego lo que no es de justicia es juzgar a personajes sacándolos de su contexto histórico enjuiciándolos con parámetros contemporáneos.

 

Si así lo hacemos ¿Qué habría que hacer con las pirámides? ¿Con el acueducto de Segovia? (que algún político actual ubica en Ávila),… con los vestigios de Roma… con el Taj Mahal… con las pirámides de Mesoamérica… sería entrar en una enumeración inacabable pero que nos conduce a esa teoría, vieja por cierto, que hoy se pretende imponer y que no es otra que destruir los cimientos de una sociedad, de una civilización, para sobre las cenizas edificar una nueva que por supuesto contaría con sus nuevas estatuas, no les quepa duda.

 

Atraído por ello, en 1996 me enfrenté al estudio de mi primer memorial relacionado con la presencia española en el suroeste de los EEUU desde donde a finales del siglo XVI se pretendía alcanzar y facilitar el control de la Florida. Pero no había sido el primero. Entonces tuve noticia de otro singular personaje, un asturiano, don Pedro Menéndez de Avilés, quien hizo todo lo posible por lograr y logrando el asentamiento español en la Florida después de seis intentos anteriores frustrados por parte de otros exploradores en aquella tierra amenazada, por su valor estratégico, por diferentes potencias extranjeras, y él también trató de lograr un itinerario desde el norte de Florida hasta el norte de Nueva España, Zacatecas, y previó el asentamiento en la costa del norte de Nueva España junto al río Pánuco como seguridad de un posible itinerario terrestre desde Nueva España a Florida.

 

Menéndez murió sin poder llevar a cabo ni el poblamiento deseado desde el río Pánuco ni encontrar un camino desde Santa Elena, en la costa atlántica hasta Zacatecas, con la frustrada expedición a través de los Apalaches de su capitán Juan Pardo, recogida en los documentos originales del Archivo de Revilla-Gigedo y del Archivo General de Indias, escritos por el capitán Juan de Labandera, y tampoco pudo alcanzar el soñado paso al Pacífico por el Atlántico Norte, asunto que se mantuvo vivo por centurias tal como vemos en el detalle esclarecedor del debate de finales del siglo XVIII celebrado en la Academia Francesa de Ciencias sobre el Paso del Noroeste.

 

Con aquel itinerario terrestre aspiraba Pedro Menéndez a ofrecer una salida a las mercancías desde Nueva España al Océano Atlántico evitando así la ratonera que obligaba a navegar mediante las predecibles corrientes marinas caribeñas a través del estrecho de Florida, corrientes descubiertas por el piloto Antón de Alaminos en la calamitosa expedición de Francisco Hernández de Córdoba en la segunda década del siglo XVI.

 

Pedro Ménendez albergó ese proyecto desde un principio cuando en 1565, pues justo antes de partir hacia La Florida se entrevistó en Cuba con Andrés de Urdaneta recién llegado de su tornaviaje desde Filipinas y de camino a la Corte para dar novedades del mismo al rey. Allí Pedro Menéndez decidió progresar por la costa hacia el norte en búsqueda de ese paso, por eso tras fundar San Agustín en 1565, funda Santa Elena el año siguiente en la actual Carolina del Sur con la idea de, igual que el avance de frontera durante la Reconquista, llegar a ese paso.

 

Las dificultades, y la falta de personal sumadas de los ataques ingleses sobre San Agustín forzarían el repliegue desde Santa Elena unos pocos años después de su muerte abandonándose ese proyecto.

 

En el año 2000, tras publicar un libro sobre Pedro Menéndez de Avilés, a partir del Memorial de Barrientos, conocí el archivo de los condes de Revilla-Gigedo y a su cuidador el actual adelantado de la Florida, archivo que comprende una extensa y muy valiosa colección de manuscritos de excepcional importancia no solo para la historia de España sino también para la de EEUU de América, de México y otros lugares de las Américas y del Pacífico, y que podemos considerar como uno de los archivos privados sobre la materia más importante de España. Allí pude ver, por primera vez, con una sensación entre la emoción y el vértigo, el manuscrito del Memorial de Solís.

 

Casi de inmediato consulté la edición de 1893 de ese memorial, realizada por Eugenio Ruidíaz y Carabia, titulada “La Florida, su Conquista y Colonización por Pedro Menéndez de Avilés”. A partir de ese momento quedé cautivado por el personaje y su experiencia vital, recogida tanto en el Memorial como en los documentos de Revilla-Gigedo de indescriptible interés relativos a la amplísima y extensa correspondencia del Adelantado con Felipe II, en la que se incluye la relativa a la gran flota frustrada que se le había encargado organizar a Pedro Menéndez en Santander contra Inglaterra poco antes de su muerte en 1574.

 

Pero… ¿Quién fue Pedro Menéndez de Avilés? En el Estudio Histórico de la tesis detallé con parquedad las vicisitudes de su carrera, desde su nacimiento y sus actividades de corso en el Cantábrico así como sus servicios y viajes con el emperador Carlos y Felipe II tanto a su boda con María de Inglaterra como a Flandes antes de la jornada de la Florida, mencioné el, muchas veces ignorado, relato de su captura por corsarios franceses en el Caribe en los inicios de sus navegaciones y el pago del rescate en Santiago de Cuba de 1.098 pesos en oro por su libertad y barco. Me centré, fundamentalmente, en las acciones de Menéndez de Avilés e intenté analizar su labor tantas veces desdibujada por los relatos franceses sobre La Florida que ofrecen un retrato de Menéndez como un fanático y que no deja de ser un estereotipo que juzga al personaje desde la óptica de la contemporaneidad.

 

Cuando, como recuerda el profesor Charles Moore en palabras de García-Castañón

 

«sus acciones son consideradas avatares lógicos en las guerras de entonces».

 

Definido por estudiosos como un simple contratista, contractor, o emprendedor, entrepeneur, se ha dejado de lado por parte de la historiografía el peso más importante de su personalidad, como fue su visión de futuro, perspectiva de conjunto y la percepción de la expansión hispánica desde el punto de vista de la evangelización que planeó desde su injusto encarcelamiento en Sevilla y tras la desaparición de un hijo en el mar.

 

El adelantado tuvo que sobreponerse, desde un principio, a numerosas trabas, envidias y dificultades en el cumplimiento de la misión.

 

Estas nacieron, en primer lugar, en la propia península, como consecuencia de haber sido designado para la misión directamente por el rey, lo que provocó las reticencias y celos de los oficiales de la Casa de Contratación que hasta entonces habían tenido el privilegio de ser los responsables del nombramiento de los generales para la Carrera de Indias.

 

Y se complicaron después por la amenaza de las potencias extranjeras que quisieron apoderarse de un territorio de un interés estratégico clave para la seguridad de la navegación de las armadas españolas en el Caribe.

 

El éxito, al menos parcial, de Pedro Menéndez en el asentamiento y poblamiento de La Florida residió en el planteamiento de unos objetivos lejanos. Estos no se centraron exclusivamente en la península de La Florida: se empeñó en buscar el enlace terrestre con Nueva España, desde Santa Elena a Zacatecas, también desde Pánuco hacia La Florida con el propósito de crear nuevos asentamientos; e igualmente incentivó, una vez conocido el tornaviaje de boca de Urdaneta la búsqueda de un paso del noroeste hacia el mar del Sur y además despejó el Caribe de piratas y corsarios. Es cierto que algunos de sus planes no alcanzaron el éxito, pero por su visión lejana y en profundidad facilitaron la ampliación del territorio, la exploración, poblamiento y asentamiento definitivo en La Florida.

 

Al adelantado no se le puede tildar de autoritario o despótico si lo comparamos con otros capitanes españoles y europeos de su época. Pedro Menéndez actuó con liberalidad siempre que pudo y en sus decisiones siempre trató de convencer, nunca vencer, usando de los consejos de oficiales para exponer sus planes y tratar que sus mandos interiorizaran sus designios. Estos planes pasaban por asegurar las posesiones españolas en aquella parte del Nuevo Mundo, amenazada, por su valor geoestratégico, por las naciones tradicionalmente enemigas de la monarquía hispánica, Francia e Inglaterra, y en donde el componente confesional fue no poco importante.

 

Por otra parte, si evaluamos fríamente, casi cinco siglos después, el suceso de la expulsión de los franceses, cabe preguntarse si hubiera sido posible otro desenlace: si al muy superior número de supervivientes náufragos franceses se les hubiera liberado y permitido costear hacia el norte hasta reunirse con los suyos en Fort Caroline, ¿qué habría sido del enclave de San Agustín, en fase de construcción, sin fortificar, y con un muy inferior número de colonos, en el caso de una victoria de los hugonotes y sabiendo que estos estaban atacando los asentamientos españoles en el Caribe?

 

Ni unos ni otros contaban con hombres, provisiones y medios para mantener un campo de prisioneros. Cualquiera que hubiese sido el vencedor en el lance, el resultado habría tenido, seguramente, los mismos trágicos resultados.

 

Además, don Pedro contribuyó a la evangelización que había proyectado con el padre Avellaneda durante su encarcelamiento en Sevilla, tal y como se refleja en una de sus cartas al inicio de la empresa floridiana cuando dice:

 

«e iré descubriendo aquel camino y allanándolo, procurando ganar en todo la voluntad de los indios»,

 

nada que ver con la «caza de los indígenas de aquellas tierras» de la que algún indocumentado le acusa con ligereza.

 

Pedro Menéndez de Avilés quería para los nativos y sus hijos lo mismo que para los españoles por eso se trataba de formar a los jóvenes en colegios en Cuba para luego ser llevados a sus poblaciones originarias, nada que ver con esclavizar o vender niños, tal como dice en su memorial:

 

«no los venían a matar ni hacer esclavos ni a tomarles su maíz, que solo iban a decirles si querían ser cristianos y enseñarles como lo habían de ser y tenerlos por amigos y hermanos, y que no iba a hacer la guerra ni matar a ningún cacique ni indio, excepto a los que le quisieran hacer mal e matar algún cristiano, e que si él e su gente querían ser cristianos que holgaría d’ello».

 

Efectivamente Pedro Menéndez de Avilés solicitó en 1570 «se le envíen 6.000 ducados a Nueva España, o que se le de licencia para vender esclavos» dado el mal estado de salud de la gente de la armada, por la escasez y la mala condición de los alimentos, habiendo recibido licencia el 22 de mayo de 1565 licencia para «trasportar a la Florida, libres de derechos, 500 esclavos», licencia que no sabemos si llevó a cabo aunque de lo que si tenemos constancia es del establecimiento en San Agustín, amparados por Carlos II de España, del primer asentamiento de personas de raza negra huidas de las colonias inglesas de Georgia formando como ciudadanos libres el fuerte de la Gracia Real de Santa Teresa de Mosé donde constituyeron una milicia libre al servicio del rey de España donde un esclavo mandingo, huido de Carolina, adoptó el nombre de Francisco Menéndez quien fue nombrado capitán de la Milicia Negra y jurando servir a la Corona Española «hasta que la última gota de sangre fuera derramada«.

 

La defensa del catolicismo emprendida por Menéndez fue más allá de la lucha contra el protestante. La preocupación por la misión, por la conversión de los nativos, marcó, según Herbert E. Bolton, las características de la expansión española en América del Norte, tanto por su sentido religioso como por su dimensión política, al actuar los colonizadores como una “agencia” reconocida por la corona.

 

Esta iba de la mano de la evangelización, aspecto que queda demostrado en la carta del papa San Pío V a Pedro Menéndez de Avilés, recién nombrado gobernador de la Florida, en la que le da su bendición apostólica y buen deseo para el cumplimiento del cometido evangelizador y le envía al arzobispo Rosano con dilatadas instrucciones al efecto de esforzarse «con buen seso y prudencia» para atraer a los nativos a la conversión.

 

Tanto esta carta como la contestación de Pedro Menéndez al Papa las podemos disfrutar actualmente en el Archivo Revilla-Gigedo.

 

Pedro Menéndez, fue un hijo de su época, marino, soldado, político, estratega, administrador, impulsor de la misión, amante de la música, inventor y creativo, en suma, polifacético como hombre típico del Renacimiento aunque no hubiera asistido a la Universidad de Mareantes.

 

Su personalidad nace de la fusión de la cruz y la espada que durante la Reconquista protagonizaron la Edad Media en la península ibérica.

 

En sus cartas apreciamos los matices de su carácter, su expresión digna y clara, su valor autodidacta y creativo, sin ser un hombre universitario, su profunda y convencida fe, frente a lo que consideraba el fanatismo luterano.

 

En fin, Dios y la defensa de la monarquía, al menos según sus palabras, fueron sus principales objetivos.

 

Es curioso, los que hablan de que ahora «se ha puesto sobre la mesa un pasado más cruel y menos digerible», atacan a nuestros personajes refiriéndose a la presencia española en América, guardan silencio sobre criminales contemporáneos, auténticos genocidas, me refiero a la larga lista que produjo el comunismo y que alcanza a personajes de la emancipación americana, como el esclavista Bolívar “El Libertador”, financiado por Inglaterra, con monumento ecuestre en Madrid en el parque del Oeste, responsable de crueles matanzas de civiles, paisanos y náufragos, escultura emplazada sobre el lugar donde se erigía el Monumento a los Héroes de Cuba, toda una contradicción.

 

Recordemos que los movimientos independentistas americanos no fueron promovidos por los indígenas, protegidos por las Leyes de Indias, sino por la oligarquía criolla opresora que vendió y esclavizó su economía dejándola en manos de los EEUU y de Inglaterra, sin olvidarnos de Francia, la creadora del término latinoamérica para arrumbar el de Hispanoamérica.

 

Esos mismos, incluso, llegaron a elevar a los altares de la concordia a un tal Marcos Ana, criminal de la última Guerra Civil española para la que buscan “un relato satisfactorio” pidiendo la concesión del Premio Príncipe de Asturias.

 

Visión de futuro, perspectiva de conjunto, inasequibilidad al desaliento, perseverancia, espíritu de sacrificio, fiel al cumplimiento de la misión y lealtad inquebrantable al rey, estudioso creativo, soldado, marino e ingeniero naval práctico, diseñador de los galeoncetes agalerados, fruto de su experiencia, ideólogo de la organización y procedimientos del sistema de flotas de la Carrera de Indias, ese fue Pedro Menéndez de Avilés, pero sobre todo un líder que supo emplear la información y experiencias anteriores y elegir cuidadosamente a sus auxiliares como el piloto Gonzalo Gayón. Don Pedro debió improvisar acudiendo al Obispo Toral en Yucatán, para obtener maíz y alimentos que le negaba el envidioso y luego destituido García Osorio gobernador de Cuba.

 

En definitiva con mi relato y el de tantos otros, se trata de desvelar, al menos desde mi sencillo modo de ver, y a través de la narración de todo el conjunto de vicisitudes que lo rodean, que este período que comienza en 1492 hasta el final del primer cuarto del siglo XVII no es en manera alguna ni puede ser tildado como un «período oscuro» en la Historia de Norteamérica, como cierta historiografía ha pretendido calificarlo, para, en consecuencia, afirmar que la “oscuridad” tendría su fin con la llegada de los peregrinos anglosajones.

 

 De esta forma, creo que podemos debemos poner en valor y contribuir con esta sencilla aportación y otras a establecer, parte de los ricos, variados y complejos orígenes de los Estados Unidos de América.

 

Thomas Jefferson, uno de los Padres Fundadores, nos recuerda que

 

«la historia más antigua de los Estados Unidos está escrita en español»

 

 idioma que a juicio de Jefferson todo norteamericano debería conocer.

 

John F. Kennedy, reconociendo esa falta declaró en 1961 a los asistentes al Seminario Internacional de Archivos:

 

 «siempre he pensado que una de las grandes necesidades de los americanos de este país en su conocimiento del pasado, ha sido su conocimiento de la influencia española, su exploración y desarrollo a lo largo del siglo XVI en el suroeste de los Estados Unidos, lo cual constituye una historia tremenda. Desafortunadamente también, los americanos piensan que América fue descubierta en 1620 cuando los peregrinos llegaron a mi propio Estado y olvidan la tremenda aventura del siglo XVI y principios del XVII en el sur y suroeste de los Estados Unidos».

 

Esas figuras de nuestra historia no son mitos, sino realidades, no se puede ignorar que la conquista fue seguida y reemplazada legalmente por los conceptos de poblamiento y asentamiento…

 

«Que en las capitulaciones se excuse la palabra conquista y usen las de pacificación y población»

 

 (Leyes de Indias, II, lib. IV, tít. I, ley VI), poniendo el acento en la persuasión como la mejor herramienta para la conversión.

 

Definitivamente aquello no fue un siglo perdido y la hazaña de Pedro Menéndez de Avilés y de tantos otros no debe quedar empañada por “historiadores” aventureros de la revancha y la ignorancia.

 

José Antonio Crespo-Francés y Valero

Doctor en Artes y Humanidades, Coronel de Infantería en Reserva

 


1 comentario:

  1. Querido Jesús gracias por la difusión de la memoria de ese gran soldado, considerado el mejor marino del S.XVI, cuya muerte cambió los desrinos de Europa y quizás del mundo. Esta vez fue un microbio, el tabardillo, el que acabo con su vida..!un bichito microscópico..! Te recuerda a algo?? un fuerte abrazo!

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