Si la muerte pisa mi
huerto
¿quién firmará que he
muerto
De muerte natural?
¿Quién vaciará mis
bolsillos?
¿quién liquidará mis
deudas?
A saber…
¿Quién pondrá fin a
mi diario...
Al caer...
La última hoja en mi
calendario?
Aunque
a nadie interese.
La Muerte
es un arcano para el conocimiento humano, y la tumba iguala a todos, ricos y
pobres, feos y guapos, gordos y delgados, inteligentes y lerdos, si, a todos…
Y a
todos preocupa, aunque omitan cualquier pensamiento o comentario sobre ello, y aunque
exista, en nuestra sociedad, la idea de que toda referencia a la muerte, toda
conversación o mención a ella, es una falta de respeto a nuestros contertulios.
En esta
línea recuerdo una anécdota entre dos amigos, en la que uno de ellos, cuando se
encontraban, se daba unos golpecitos con la mano en su hombro, significando “aquí
llevaré apoyado tu ataúd” a lo que el otro contestaba con intensos improperios,
llevándose la mano al bolsillo de su pantalón, donde, como buen supersticioso
que era, llevaba un taquito de madera para espantar la mala suerte y sus
maleficios.
En
mi caso, el hecho de llevar años conversando cara a cara con el destino y la
muerte, me ha llevado a no temerla.
De
hecho mi conclusión, al respecto, es
“Si después
de la muerte está la Gloria e Dios, espero que su divina y eterna misericordia
allí me lleven.
Y si
tras la muerte no existe nada, tampoco hay que temerla, pues la nada implicaría
que no haya conciencia de ella, ni melancolía, ni sufrimiento, ni tristeza,
solo NADA y nada más que NADA…”
Y de este modo, al no temerla, la veo como un acontecimiento más de mi vida, cierto que el último, pero tan natural, que lo lógico es aceptarla —en mi caso como creyente— cuando el Señor decida que me llegue, sabiendo que serán mi familia, y mis amigos, los que se entristezcan con ella.
Pero siempre tendré un pensamiento profundo de fé y confianza, y dejaré mi destino en el regazo amoroso de Dios. En cuyas manos encomiendo mi espíritu
©2025
JESÚS FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA
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