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miércoles, 29 de enero de 2025

DIOS MÍO, DIOS MÍO ¿PORQUÉ ME HAS ABANDONADO?

 


Ay mísero de mi

Ay infelice

Apurar, cielos, pretendo,

Ya que me tratáis así,

Qué delito cometí

Contra vosotros naciendo;

Aunque si nací, ya entiendo

Qué delito he cometido.

Bastante causa ha tenido

Vuestra justicia y rigor;

Pues el delito mayor

Del hombre es haber nacido.

 Sólo quisiera saber

Para apurar mis desvelos

dejando a una parte, cielos,

El delito de nacer,

Qué más os pude ofender

Para castigarme más.

¿No nacieron los demás?

Pues si los demás nacieron,

¿qué privilegios tuvieron

Qué yo no gocé jamás?


     Recita Calderón de la Barca en su obra “La Vi yada es Sueño” a través de su personaje Segismundo desde su cárcel, y es el lamento de quién desconoce las razones de su miserable destino.

Y más, sería el lamento de quién piensa, angustiosamente, que Dios le ha abandonado.

«Elí, Elí Lama Sabactani.»

«Dios Mío, Dios ¿Porqué me has

abandonado?»

Exclamó Jesús en la Cruz antes de expirar.

Angustia que ya experimentó en el “Huerto de los Olivos” de Getsemaní, donde, según nos relata Mateo, Jesús rezó al padre, sintiendo una tristeza de muerte y diciendo:

« Padre, si es posible, que este cáliz se aleje de mí. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» 

A veces esa sensación de abandono nubla nuestro entendimiento, nuestra conciencia, como un grito desesperado de auxilio dirigido al Altísimo, a Quien rogamos que nos tienda su mano y nos ampare ante las razones que hayan provocado aquella angustia existencial.

En ocasiones esa angustia, esa duda, hace que nuestra fuerza interior flaquee, y nuestra esperanza en la misericordia Divina se tambalee.

En esas circunstancias el hombre debe reflexionar sobre su destino y su fe, y las dos columnas en qué se sustentan: la fuerza y la esperanza.

     Esa reflexión es, en cualquier caso, compleja, pues implica superar dudas y angustias que dominan nuestro pensamiento.

Para superarlas, debemos hacer un profundo examen de conciencia, para encontrar las causas de esa angustia, las dudas en nuestra Fe, y la debilidad de nuestra Esperanza.

Y una vez identificadas esas causas, tratar de buscar los medios para superar las dudas y debilidad que nos hayan dominado.

En esta búsqueda tenemos que recordar que debemos comenzar por desechar dudas de imposibles respuesta, pues como dice Ortega y Gasset 

"Los empeños inútiles tan sólo conducen a la melancolía"

En ocasiones puede bastar con la íntima meditación; en algunos casos, sin embargo, se necesita la asistencia de otra persona que pueda dirigirnos y ayudarnos en esa búsqueda y superación, ya sea un sacerdote —si se es creyente— o un consejero con experiencia psicológica —si no lo somos—.

Y en ese proceso místico, íntimo, normalmente encontraremos las soluciones buscadas.


En cualquier caso, en ese proceso de superación de nuestraa angustias existenciales, acudamos a la D ivina Misericordia, pues en ella encontraremos, siempre, el consuelo a nuestras aflicciones.

     Y como ya os será habitual, concluyo esta "Reflexión Heteróclita" con una nueva pieza musical, que hoy es De tu bondad o Señor y Dios” de “La Creación” de Hydnm


 

©2025 JESÚS FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA

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