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domingo, 27 de marzo de 2016

NUEVO MARXISMO vs NUEVA SOCIEDAD LIBRE

Pablo Iglesias, Líder de PODEMOS, representante actual de la NUEVA IZQUIERDA española


No debemos caer en la equivocación de considerar que el marxismo del s. XXI es idéntico al marxismo inicial del s.XIX, ni que las contribuciones del materialismo histórico de Marx son las que continúan siendo la base ideológica de la autoproclamada NUEVA IZQUIERDA.

Efectivamente los postulados comunistas formulados por Karl Marx en el s. XIX responden a una situación sociológica y económica propia de un Capitalismo primitivo en donde se cosifica no solo el resultado del trabajo si no el trabajo mismo, arrebatando al hombre su dignidad y provocando lo que Marx definió como “alienación del individuo”.

Pero desde el s XIX a nuestros días el capitalismo ha evolucionado de modo exponencial.

Sin embargo hagamos una advertencia previa: El propio Marx ya criticaba a los revolucionarios hoy al uso con estas palabras, descriptivas y premonitorias:

"La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su exilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal”

Afirmando que cada Revolución ha de tener su forma y su estética propias, las adecuadas al momento histórico en que se produzca y no imitando las actitudes de otras revoluciones anteriores, lo que no parece ser recordado por la NUEVA IZQUIERDA que pretende encarnar PODEMOS, que no deja de ser un calco risible de los mensajes frentepopulistas de la España de los años 30 del s.XX. (Arderéis como en el 36 – Vamos a quemar la conferencia episcopal - La referencia permanente a la República- No Pasarán- etc…)

Dicho esto, entremos en materia.

El capitalismo de los años treinta era todavía el capitalismo decimonónico sobre el que había fijado su aguda mirada Carlos Marx. EI marxismo era todavía el marxismo que se nutría directamente de las tesis fundamentales de Carlos Marx.

Hoy el capitalismo no es ya aquel capitalismo, hoy el marxismo no es ya aquel marxismo.

El marxismo que hoy se pasea por la llamada Europa libre, que se manifiesta y estalla en actitudes como la revolución de mayo del 68, o se expresa en las definiciones de la nueva izquierda a través de partidos de carácter demagógico/populista como PODEMOS, no es el marxismo de entonces. Como tampoco el capitalismo actual es el capitalismo de aquellos años.

El análisis marxista del capitalismo clásico se concretaba en esto: la propiedad privada, combinada con el sistema industrial y de mercado, característico del modo burgués de producción del siglo XIX y primer tercio del siglo XX, consistía en la explotación sistemática del trabajo del obrero.

Precisamente por su carácter básico, la estructura de este fenómeno económico determinaba la estructura de la sociedad capitalista. De esa suerte, no sólo los objetos creados por el trabajo eran mercancía, sino que lo era el trabajo mismo La expresión mercado de trabajo expresaba realísticamente aquel hecho. El trabajo humano se podía comprar y vender. Era, por lo tanto, una mercancía, y no solamente era una mercancía el trabajo, sino que, siendo éste Inseparable del hombre que lo prestaba, el obrero era convenido también en una mercancía.

La sociedad burguesa o capitalista de aquella época se definía no solamente por su sistema de producción, sino por el proceso histórico a que estaba sujeta y la determinaba. Por eso Marx formula, desde el análisis de aquel capitalismo, la teoría o ley de la acumulación capitalista. De esa ley se deducían dos postulados fundamentales: la concentración del capital y la creciente y progresiva miseria de la clase explotada, de la clase trabajadora.

La acumulación capitalista, o sea la acumulación de bienes más elementos de producción para el aumento de la productividad, era inevitable causa de la competencia en la sociedad de libre mercado. La economía capitalista, competitiva, producía una creciente acumulación de capital a través de la competencia, arruinaba crecientemente a los capitalistas no suficientemente poderosos, y al mismo tiempo, creaba una masa cada vez más amplia, más miserable, la masa del proletariado, en condiciones cada vez peores de trabajo, con sueldos cada vez más bajos, cada vez más abandonada a sí misma, convertida en el inmenso rebaño del proletariado miserable; que no tendría más escape que la revolución, arrebatándole a la burguesía la propiedad de los medios de producción, creando el Estado socialista, creando la dictadura del proletariado y acabando con la “alienación” del proletariado.

¿Quién puede sostener hoy, sin más, que éste sea el proceso del capitalismo actual?

¿Acaso la llamada SOCIEDAD OPULENTA, que es la nueva forma del capitalismo, no ha creado una prodigiosa riqueza, que ha contribuido también al avance del socialismo, a la adopción de medidas socialistas?

Hoy son realidad toda una gama de medidas de protección. Los seguros sociales, la mejor distribución de la renta, las reformas fiscales crecientemente socializantes, las políticas de empleo, los seguros de desempleo, una vida a nivel más alto para todos, con posibilidades reales de disfrute de los bienes por masas antes marginadas, que hacen de la sociedad opulenta una sociedad mejor para las masas trabajadoras, realmente insospechada e impensable a comienzos del siglo XX; y ha ganado batallas decisivas a la miseria, que no sólo no avanza, como pretendía la tesis del marxismo original, sino que claramente retrocede.

Por eso los teóricos marxistas de la nueva izquierda han tenido que cambiar sus dispositivos de combate y surge la paradoja de que al enemigo ya no es la miseria, sino la misma SOCIEDAD OPULENTA.

¿No afirman los doctrinarios de la nueva izquierda que en la sociedad actual el proceso de la libertad ya no es un proceso contra la miseria, sino un proceso contra el poder de la sociedad opulenta, que adormece al hombre (a la gente) al darle, con un sinfín de bienes y servicios, un alto nivel de vida?

¿No ha tenido que recurrir a la teoría de los sistemas secundarios al decirnos que la lucha de la nueva izquierda no es la lucha contra la miseria, sino la lucha contra la sociedad de consumo, que mecaniza y automatiza a los hombres, negándoles una libertad más profunda. Es decir, manteniendo su “alienación” de la que han de ser liberados?

¿Quién podría pensar en la primera mitad del s.XX, que la gran objeción marxista a una sociedad en pleno desarrollo y riqueza, no estaría precisamente en la afirmación de que crea grandes masas miserables, sino a todo lo contrario?

Los teóricos marxistas de la nueva izquierda afirman que la elevación del nivel de vida adormece al hombre, lo materializa y lo hace un mero robot, incapaz de vivir la verdadera libertad, los valores auténticos del vivir humano.

Ahora bien, ¿Cuáles son esos auténticos valores para la nueva izquierda? Al final los mismos que para la más rancia y antigua: La inexistencia de autoridad y la desaparición de los valores considerados burgueses, lo que hace que nos encontremos ante nuevos planteamientos, que en la realidad no son tales.

No obstante, algo ha cambiado fundamentalmente: Los frentes son distintos; la actitud frente a Capitalismo y Marxismo tiene que ser distinta.

Prestemos un poco de atención al significado de las cosas y los hechos. Permitidme que recuerde aquí algunas afirmaciones de la llamada "nueva izquierda", la que se presenta como la expresión más perfecta del marxismo.

Permitanme que repita palabras de algunos de los teóricos de esa nueva corriente.

Ahora, se nos dice, "ya no nos enfrentamos con la situación del capitalismo clásico. Ya no podemos interpretar las cosas simplemente en la forma histórica en que las interpretara el socialismo nacido inmediatamente de Marx. Hoy nos enfrentamos a una situación nueva en la Historia, porque hoy tenemos que liberarnos de una sociedad que funciona bien, es rica y poderosa. Tenemos hoy que plantear nuestra liberación como liberación de la sociedad opulenta".

"La esclavitud —añaden— se realiza hoy en una sociedad fuerte y rica, que permite al hombre desenvolverse y satisfacer mejor que nunca las necesidades materiales y culturales. Por eso el socialismo tiene que hacerse hoy más utópico que nunca, tiene que afirmar que su ruptura es una ruptura total con la historia, un rompimiento radical, un ir hacia el reino de la libertad que solamente puede lograrse si destruimos de raíz la sociedad actual, con todos sus fundamentos culturales. Hoy luchar contra la sociedad opulenta es precisamente intentar abolir los sistemas constituidos de servidumbre. Y eso sólo podemos hacerlo mediante la afirmación de los valores cualitativos. La sociedad moderna, en todo su desarrollo, significa la transición de la servidumbre de la miseria a una servidumbre peor: la servidumbre voluntaria, que acepta, con los valores, maneras y formas de vivir que la sociedad opulenta ofrece, el mayor peligro de que el hombre se resigne a ser dócil y obediente y abandone su actitud radicalmente negativa, negadora, revolucionaria, única actitud capaz de movemos hacia el futuro”.

El CAMBIO que se busca ya no es un cambio cuantitativo, como lo era antaño.

Hoy el cambio consiste en una transformación cualitativa, una auténtica liberación.

Esta es la nueva versión de la actitud marxista en la Europa libre; para ella una sociedad que satisface crecientemente las necesidades del hombre es una sociedad represiva, contraria a la auténtica libertad, porque al crear una existencia humanamente satisfactoria, destruye en el hombre su capacidad de negación, su actitud negativa ante los valores que ellos llaman burgueses, que son los valores de la civilización occidental, que son, en último término, los valores humanistas, los valores cristianos, los valores cuya defensa habría de unirnos de cara a defender nuestro futuro como sociedad libre.

¿Pero cómo es posible que cuando el hombre está en trance de lograr triunfos espectaculares contra la miseria, resulte ahora que el marxismo haga un giro de 90 grados y afirme que la liberación de la miseria engendra mayor servidumbre?

¿Cómo cabe esa posición en una actitud materialista que hacía de la economía el gozne de la Historia?

El giro es tan sorprendente que los mismos doctrinarios de la nueva izquierda tienen que formularse esta pregunta:

¿Por qué necesitamos liberarnos de una sociedad si ella es capaz de vencer la miseria, de reducir la pobreza en un grado superior a lo alcanzado hasta ahora por cualquier otra, de reducir el esfuerzo y el dolor en el trabajo, de reducir el propio tiempo del trabajo y facilitar el ocio, de elevar el nivel de vida, de hacer más amplias las posibilidades de libertad del hombre, para decidir sobre su propia existencia?

La contestación radicalizada que nos ofrecen es ésta:

“Porque esta sociedad tiene el enorme peligro de adormecer al hombre, de hacerle satisfecho y contento, con lo que asegura y robustece los valores que pretendemos destruir. Sólo en la medida en que destruyamos los valores clásicos, los valores de la llamada civilización, que no son otros que los valores burgueses, seremos capaces de liberar al hombre"

Es necesario —añaden— tener el valor radical de hacer esta afirmación. Porque subyace en esa sociedad toda una serie de conceptos, como el de honor, el de sacrificio, el esfuerzo, el valor, la fe religiosa, etc., que conducen al militarismo, al imperialismo, a la creación de estructuras represivas.

Así habla la nueva izquierda marxista.

Frente a ella, el capitalismo moderno, cuyos certeros planteamientos técnicos son una realidad, comete el error de creer que los hombres carecen de alma, y que los logros materiales pueden crear, en su dinamismo, un paraíso en donde los goces y el placer, la libertad sin trabas, pueden saciar en el hombre el hambre del espíritu, creando sucedáneos de libertad, incapaces de fomentar, estimular o proteger los valores que el hombre necesita como persona.

Ante esta situación doctrinal del Marxismo y del Capitalismo,  no podemos contentanos, ciertamente, con una sociedad de consumo deshumanizada, ni con la respuesta planteada por el Nuevo Marxismo.

La técnica, la industria, la ciencia, el esfuerzo, el trabajo, construyen una sociedad mejor que buscamos para nuestra Sociedad; pero con harta frecuencia la sociedad industrial vende su alma al diablo, o lo que es peor es una sociedad sin alma, cuando lo deseable sería que el desarrollo creciente de la sociedad sea base y fundamento de una sociedad con alma.

Tampoco podemos caer en la trampa de la nueva Izquierda y de las nuevas expresiones neomarxistas, en tanto pretenden deslegitimar a la sociedad desarrollada, que nos han permitido lograr una mejor situación, una organización mejor, un nivel industrial, técnico y económico, que hacen posible una vida humana más valiosa, y que nos permite una vida mejor para un cada día mayor número de ciudadanos.

Hemos de defender pues una sociedad en donde sea posible de modo inequívoco la defensa de los valores que han constituido a lo largo de la Historia nuestra manera de ser: ciertamente, queremos vivir mejor, pero queremos vivir a nuestro modo, a la manera occidental, desde los valores radicales que dan al ser humano la dignidad de su propio vivir, los valores que definen nuestra Sociedad como Sociedad formada por hombres no sólo liberados de los condicionamientos de la miseria, si no, también,  en la plena libertad de su espíritu como personas.

En tal sentido debe advertirse como el socialismo marxista pretende destruir los poderes económicos y sociales para asegurar la libertad a todos los seres humanos y el medio que utiliza es una política de dirección e intervención estatal que conduce a la radical funcionarización de la vida humana y esa funcionarización tiene una consecuencia de radical gravedad: El abandono del propio destino.

"La vida humana ─escribe Torcuato Fernández-Miranda- es radical intimidad, mismidad, destino propio, peculiar, infungible, intimo. Así como nadie puede morirse por mí, soy yo el que tengo que morir mi muerte, así de la misma manera sólo en mi radical intimidad puede mi vida ser vivida. Renunciar a esta radical intimidad, al propio destino de nuestra vida infungible, para asumir un destino ajeno, enajenar nuestra vida, es dimitir del modo más absoluto de la vida humana y aceptar la peor de las esclavitudes".

El socialismo marxista amenaza tanto la libertad cuanto algo más radical: La intimidad, la posibilidad de vivir cada uno dentro de sí mismo, en ese castillo interior que es el alma y la vida del hombre.

"El concepto de intimidad quiere subrayar esto: Cada hombre tiene su propio destino, su vocación específica, infungible. Pretender, por tanto, funcionarizar al hombre, estandarizarlo, uniformar su vida bajo la igualdad de una normatividad igualitaria, es desconocer lo que la vida tiene de infungible y hacer imposible la vida concreta de cada hombre para designar la cual hemos empleado la palabra intimidad.

En su obra Torcuato Fernandez-Miranda reitera que la vida humana tiene como dimensión esencial la libertad y analiza el proceso de la libertad en la edad contemporánea, a través de tres momentos:

1.- Libertad como autonomía frente al poder, como esfera en la que se ejerce la propia decisión, sin injerencias ni limitaciones por parte del poder.

2.- Libertad como participación en el poder, lo que equivale a la historia del proceso hacia el sufragio universal.

Y 3.- Libertad como poder, como libertad efectiva y no meramente formal, como lo eran las libertades formales de la democracia decimonónica, exclusivamente burguesas.

Ahora bien: El ejercicio de las posibilidades que la libertad reconoce exige una situación social previa, una presencia eficaz en la sociedad.

"Si las libertades formales del régimen liberal fueron vacías e inoperantes, no fue debido a que fueran falsas, que no lo eran, sino a la inanidad de la situación de las clases inferiores, privadas de todo poder social, de toda posible participación en la sociedad y. como derivación obligada, de toda presencia activa en el Estado"...

"La libertad significa, antes que nada, estar en situación de libertad y esta situación es primordialmente social: toda libertad, para ser real y efectiva, ha de poseer los fundamentos sociales que la determinan: sin tales fundamentos, la libertad es puro vacío, estéril e inoperante".

Y tales fundamentos son:

1º.- "La cultura”:  es decisiva en la incorporación de todos los miembros de una sociedad al conjunto de bienes y soluciones que ésta ofrece. El analfabetismo es una grave miseria, porque significa el exilio de la cultura. En el concepto de cultura se incluyen la del ocio y la cultura cívica.

2º.- “La profesión” o "Trabajo": es el cauce de mayor virtualidad para la conquista de las posiciones sociales más altas y el acceso a ella está condicionado por la posibilidad del estudio y del aprendizaje. El origen del derecho a la educación y el estudio está en la dignidad de la persona humana.

3º.-“La propiedad”: entendida como síntesis de la situación económica, es también cauce determinante de la situación que se ocupa y de las posibilidades que se tienen en la sociedad.

4º.- “La asociación social”: como determinante de fuerzas que aseguren colectivamente, allí donde la fuerza individual desvalida es por naturaleza inoperante, la presencia de los ciudadanos en la sociedad y en los órganos del Estado.

Este es el camino que deberíamos recorrer, reforzar esos fundamentos de la libertad en nuestra Sociedad, sin dejarnos caer en el fácil populismo denunciado por Zweig al decir:

“No cabe duda de que en el fondo de la naturaleza humana hay un misterioso anhelo de autodisolución en la colectividad. Nuestra ancestral ilusión de que podría forjarse un determinado sistema religioso, nacional o social que brindara a toda la humanidad la paz y el orden definitivos, es indestructible.

El Gran Inquisidor de Dostoievski demuestra con cruel dialéctica que, en el fondo, la mayoría de los hombres teme la propia libertad y que, de hecho, ante la agotadora variedad de los problemas, ante la complejidad y responsabilidad de la vida, la gran masa ansía la mecanización del mundo a través de un orden terminante, definitivo y válido para todos, que les libre de tener que pensar.

Esa nostalgia mesiánica por una existencia libre de problemas constituye el verdadero fermento que allana el camino a todos los profetas sociales y religiosos. Cuando los ideales de una generación han perdido su fuego, sus colores, un hombre con poder de sugestión no necesita más que alzarse y declarar perentoriamente que él, y sólo él, ha encontrado o descubierto la nueva fórmula, para que hacia el supuesto redentor del pueblo o del mundo fluya la confianza de miles y miles de personas.”


(Post basado en documentos, escritos y discursos de Torcuato Fernandez-Miranda)

lunes, 21 de marzo de 2016

EJERCITO, MUERTE Y RELIGIÓN

Este post lo escribí y publique hace años, pero creo que hoy su republicación viene al pelo



Desde instauración de la democracia, tras la aprobación de nuestra constitución los diversos partidos en el Gobierno han aplicado políticas muy restrictivas en relación con las fuerzas armadas.

Inicialmente tanto la UCD como el PSOE en poder, hicieron un gran esfuerzo por despojar al Ejercito de todo carácter de “amenaza” frente a las autoridades civiles, tratando de eliminar la tradición golpista que caracterizó a nuestras fuerzas armadas durante el s.XIX y la primera mitad del s.XX.




Siempre, y en todas partes hay algún imbécil

El empeño se incrementó en tiempos de Rodríguez Zapatero, que convirtió a nuestros ejércitos en una especie de ONG armada y sin objetivos claros con la inestimable ayuda del General Julio Rodriguez, Podemita elevado por Zapatero a la categoría de JEMAD.

Por ejemplo, Zapatero creó una división de intervención rápida militar para combatir los incendios forestales, en vez de incrementar los efectivos de protección civil, con equipos especializados, que hubiese sido lo normal.

De ahí la intervención en guerras internacionales como las de Afganistán o Irak, en las que los socialistas se esforzaron en reiterar que nuestro ejército actuaba en “misiones humanitarias” cuando lo cierto es que eran fuerzas armadas implicadas en acciones militares y que sufrieron casi cien bajas mortales en “acciones bélicas”.

Lo cierto es que si han existido, aunque disfrazadas, acciones verdaderamente militares desarrolladas por nuestras fuerzas armadas en estos últimos años, como las labores de apoyo a programas humanitarios en Afganistán o la escolta de barcos pesqueros en el índico por buques de la armada para su protección contra la piratería somalí.

Lamentablemente el panorama no ha cambiado mucho como consecuencia de los recortes presupuestarios necesarios para solventar nuestra crisis económica que aplicó el Gobierno del PP, con lo que nos encontramos con ser uno de los países de la unión que menor porcentaje de su PIB aplica a las inversiones militares.

El artículo 8º de nuestra Constitución dice en su párrafo 1:

“Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.”

Es decir, que sus funciones no son las humanitarias de las ONGs que les se les ha venido atribuyendo: desde los retenes anti incendios forestales a “labores humanitarias” en el tercer mundo, salvo que las mismas contribuyan, directamente o indirectamente, al cumplimiento de las que Constitucionalmente tienen atribuidas y que son:

1.- Garantizar la soberanía e independencia de España
2.- Defender la integridad territorial de España
3.- Defender el orden constitucional

Pero que duro resulta a la a la casta política aceptar esta declaración constitucional en donde los conceptos de “soberanía” e “independencia de España” y de “Integridad territorial” chirrían en las mentes dogmáticas de izquierda y llena de maricomplejines a la derecha.

La labor de la izquierda es constante, como una gota china, en este sentido. Hace poco el Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez, afirmó ante los medios de comunicación, en respuesta a la pregunta “¿Qué ministerio suprimiría Vd. Si llegase al Gobierno?”, “El de Defensa”, aunque, claro, rectificó al poco tiempo.

Pero esa actitud antimilitarista a la izquierda le sale por los poros.

Gabriel Albiac se refería hace poco a las declaraciones de otro miembro de PSOE (un concejal madrileño) que se lamentaba porque se cantase una marcha sobre la muerte de contenido religioso en un acto de la Policía Municipal de Madrid.

Esa canción es el conocido “La muerte no es el final”, canción cristiana compuesta por el sacerdote español Cesáreo Gabaráin Azurmendi (1936-1991) y adaptada por Tomas Asiaín; su pasaje central fue elegido en 1981 como himno para honrar a los mártires de las fuerzas armadas españolas. Su letra adaptada a las ceremonias castrenses es:

Cuando la pena nos alcanza
por el hermano perdido,
cuando el adiós dolorido
busca en la Fe su esperanza.
En Tu palabra confiamos
con la certeza que Tú
ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz.
Ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz

Y es que el hombre de armas donde encuentra el consuelo frente al riesgo de la propia muerte o la de sus compañeros, es, precisamente en ese mundo, en el de la religión, y como nos dice Albiac en una reciente columna de ABC:

“El deseo de cantarla (a la muerte) es la más honda melancolía del humano”

Y lo es porque para el ser humano no basta con aceptar un final sin más en la muerte y busca su trascendencia.

Se escandalizan los progresistas por el hecho de que en el mundo militar exista una mitología de la muerte y de la trascendencia de lo humano, manifestada en los himnos de respeto a sus caídos.

La Muerte no es el Final, canta doliente el himno fúnebre castrense, y efectivamente no lo es, porque si lo fuera, si fuera el final, carecería de sentido el sacrificio de la propia vida y se ruega a un Dios protector por los compañeros abatidos.

Sólo desde el amargo convivir con la muerte, como eventualidad siempre presente, puede entenderse la fe del combatiente ante su posible muerte y la necesidad de ampararse en esa profunda melancolía de la fe.

Y cuando el riesgo de muerte, el compromiso de derramar hasta la última gota de la propia sangre en la defensa de los compromisos honorablemente adquiridos, es parte consustancial de una actividad humana como es la castrense, negar al individuo poder aplicar un acento religioso a su concepción vital sería tan aterrador como negar a cualquiera la libertad de conciencia.

Pero claro, a la izquierda eso no le gusta, querría soldados ateos sin vocación, pasión ni honor, dispuestos a masacrar a su propio pueblo si no se atiene a las directrices del “aparatich” llegado el caso y sin hacer preguntas ni tener resquicios de índole moral.

En una gran y dura película llamada “Enemigo a las puertas” se refleja muy bien la actitud de los comisarios de guerra soviéticos ante las propias tropas rusas que cuando retrocedían ante el enemigo alemán eran ametralladas por esos mismos Comisarios, para evitar su repliegue.

Ahora el empeño se centra en negar a los miembros de las fuerzas armadas su participación secular en actos de la Semana Santa, lo que está produciendo conflictos en algunos ayuntamientos y que va a más.

En relación con ello solo un apunte, a ver quién es el podemita que se atreve a denegar a la Legión su homenaje a su Patrón el Cristo de la Buena Muerte de Mena… 

asumiendo las consecuencias que ello pudiera tener


YIHAD, REFUGIADOS, ISLAM Y UNA PANDA DE MERMAOS



Durante los últimos días, más bien semanas, hemos venido asistiendo no ya a un espectáculo lamentable, sino a una serie de acontecimientos, que pese a su complejidad, son gravísimos para Occidente, entendiendo por OCCIDENTE un modo de vida basado en la libertad, la tolerancia y la democracia, fruto de dos mil años de historia en la que se han fundido las influencias del imperio romano, las invasiones de los llamados bárbaros, la edad media, el Cristianismo ─aunque algunos personajes como Giscard Dèstayn se negaran a aceptar su mención en la definición de la esencia de la Unión Europea por puro apaciguamiento de los musulmanes instalados ya en Europa en su época─, la Reforma, la Contrarreforma y la Revolución francesa, que en su combinación e influencias mutuas ha dado lugar a lo que hoy en día es la Sociedad occidental, de raíz cristiana y democrática.

Frente a esta idea de vida nos encontramos con dos grandes amenazas muy reales, el islamismo radical, concretado en las acciones del terrorismo yihadista, y el populismo creciente, basado en el comunismo revanchista y resentido y que está poniendo en peligro la estabilidad y gobernabilidad de los países europeos, empezando por Grecia, siguiendo con Portugal y afincada ya en España.

La combinación de ambas fuerzas ya fue denunciada por la activista antisoviética de origen judío Nadiezda Mandelshtam ─que dedicó su vida, tras el encarcelamiento y muerte de su marido Ósip en un campo de concentración, a denunciar la degradación cultural y moral de la Unión Soviética─ con la siguiente reflexión:

"La atracción de los comunistas por el Islam no es casual. El determinismo, la disolución del individuo en la sagrada militancia, el orden que aplasta al individuo. Todo eso le atrae al comunismo más que la doctrina cristiana del libre albedrio y el valor de la personalidad humana."

Pues bien, ese mismo atractivo del comunismo hacia el islam se refuerza con la teoría de que el Islam será un poderoso aliado para la destrucción del Sistema Occidental, acobardado, relajado y dócil, como una reedición de las tesis del sionismo más feroz, que yo consideraba hoy en día superado, representado por EL PLAN KALERGI elaborado en 1923 por el político austriaco Richard Nikolaus Coudenhove-Kalergi  para destruir a Europa y exterminar a la raza blanca, mediante el fomento del multiculturalismo (el primer paso hacia la dictadura de un único estado mundial) y la inmigración masiva de negros, asiáticos, mestizos latinoamericanos, amerindios y musulmanes con el fin de mezclarlos racialmente, produciendo así, según sus propias expectativas, una raza mestiza pasiva, amansada, predecible y manipulable, de carácter e formación inferior sobre la cual pudiera gobernar eternamente la élite aristocrática judía, pues dicho carácter acomodaticio y su falta de preparación intelectual les impediría organizarse para rebelarse, e incluso darse cuenta de que están siendo dominados.

No creo que este PLAN KALERGI ─que para mayor INRI era un mestizo hijo de un austriaco y una japonesa─ esté hoy en día en la mente de ningún político europeo, pero sus conclusiones se acercan mucho a las de la multiculturalidad proislámica de la izquierda más radical, lo que no deja de aportar un elemento más de temor hacia sus posicionamientos políticos.

Efectivamente, en mi post Izquierda e islam, publicado en 2010 en mi BLOG REFLEXIONES HETERÓCLITAS, ya describía ese efecto de “inmigración-Invasión” que hoy estamos presenciando.

Se me llamará racista y xenófobo, pero el descontrol de ese proceso de inmigración constituye un verdadero peligro para nuestras sociedades democráticas.

Y las pruebas están siendo evidentes. Citemos sólo algunos ejemplos:

La detención del terrorista cerebro de los atentados de París,  Salah Abdelman, ha venido seguido de manifestaciones violentas de los residentes en el barrio belga de Molenbeeck, autentido Gheto islamista.

1Un 30% de los musulmanes nacidos de segunda o tercera generación en el reino unido afirman la prevalencia de la Sharía ( o ley coránica) sobre las leyes aprobadas por el Parlamento Británico.

  La oleada de violaciones de ciudadanas de esos países, ocurridas en Alemania, Dinamarca, Suecia y Noruega durante estas últimas semanas han sido protagonizadas por musulmanes refugiuados sirios.

3 El 90 % de los refugiados sirios que han invadido Europa son hombres entre 20 y 40 años que deberían estar en sus países defendiendo su fe y sus propiedades frente al ISIS.

4 Pese a los intentos de integración cultural en los países de acogida, los inmigrantes musulmanes han constituido sus ghetos culturales, religiosos e idiomáticos, con sus leyes propias, creando verdaderos Estados paralelos a los Estados de las Naciones de acogida. 

   La izquierda radical les hace el juego entre el buenismo, la corrección política y la complicidad antisistema. Recordemos que la alcaldesa de Madrid, la senil Carmena ya ha anunciado que del presupuesto municipal se dedicará idéntica partida a las celebraciones de la Semana Santa Católica, religión absolutamente mayoritaria en Madrid, y a las celebraciones del Ramadán musulmán y el año nuevo chino, propiciando el absurdo, casi de chiste, acoja un refugiado en su casa.

6  Los ataques a la Iglesia Católica y las profanaciones de sus templos por parte de los mermaos perroflautas es constante, pero no se ha producido ningún atentado contra mezquitas, madrasas, o centros islámicos.

7   Solamente Suiza y Croacia han prohibido la construcción de mezquitas en su territorio.

8   Los atentados islamistas en distintas ciudades de Europa son el pan nuestro de cada día.

Y la pregunta es ¿Hasta cuando los cristianos, y en general los occidentales,  tenemos que soportar pacíficamente esta situación?

El “apaciguamiento”, o pacto con el enemigo por miedo a su reacción, del que Chamberlain, primer ministro inglés fue ejemplo con los pactos de Munich firmados con Hitler, fue bien definido por Churchil:

“Se trata de dar de comer al cocodrilo sin darnos cuenta de que cuando haya crecido lo suficiente nos devorará a nosotros”

Hoy Europa está en la misma tesitura sobre la falacia de la “solidaridad” con los refugiados, no olvidemos que denunciada por algunas instancias de la Iglesia Católica como el principio de la “Tercera Guerra Mundial” y lo único que me inspira esta situación es el recuerdo del poema de Almafiera (Pedro Bonifacio):

¡Molto Più Avanti!

Los que vierten sus lágrimas amantes
sobre las penas que no son sus penas;
los que olvidan el son de sus cadenas
para limar las de los otros antes;

los que van por el mundo delirantes
repartiendo su amor a manos llenas,
caen, bajo el peso de sus obras buenas,
sucios, enfermos, trágicos, sobrantes.

¡Ah! Nunca quieras remediar entuertos;
nunca sigas impulsos compasivos;
ten los garfios del Odio siempre activos
y los ojos del juez siempre despiertos...

¡y al echarte en la caja de los muertos,
menosprecia los llantos de los vivos!


Aunque se me acuse de xenófobo o antisolidario.

La Caridad bien entendida empieza por uno mismo, y Europa tiene de por si suficientes problemas como para solucionar antes los de otros.