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martes, 28 de febrero de 2012

ALEMANIA




NICHT GOLD IST ALLES, WAS GLÄNZT,

NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE


La política financiera restrictiva impulsada por Alemania y Francia, liderada por la Canciller alemana Angela Merkel, suscita, en otros países de la Unión Europea, más que recelos y resistencias.

Prueba de ello es la reciente carta firmada por los Presidentes de doce de los países miembros, liderados por España y el Reino Unido, dirigida a la Comisión Europea y a otros lideres de la Unión, solicitando la adopción común de:

"Medidas promotoras para el crecimiento económico y el empleo".

No se trata, desde luego, de una petición de reestablecimiento de políticas económicas Keynesianas, pero si se demanda una mayor “sensibilidad y flexibilidad” a la Unión en sus políticas restrictivas del gasto y el déficit público para los Estados miembros, en un momento en el que panorama económico va cada día a peor en Europa.

La referida carta ha encontrado concreción en el anuncio del Gobierno español de que los presupuestos que presentará para su aprobación el próximo mes de mayo prevea una cifra de déficit del 5,9/6 %, muy alejada de la exigencia del 4,4% planteado para España por los órganos competentes de la Unión.

El argumento de fondo no es otro que la consideración de que la exagerada restricción del gasto público sería otra losa sobre nuestra economía en un momento en que la economía privada (Gasto e Inversión) están estancadas y no existe flujo de fondos vía de crédito bancario, para el sector privado −a lo que sin duda ha venido a contribuir el hecho de que a diciembre de 2011 los bancos españoles hubieran acumulado la compra de casi 242.000 millones de euros de deuda pública−.

Bien está recortar el gasto superfluo, innecesario o injustificado −incluso corrupto−, que lo hay y mucho, pero hay gasto público productivo, que no deja de ser imprescindible para la reactivación del conjunto todo de la economía, idea a la que responde, por ejemplo, la decisión adoptada por nuestro gobierno, de dotar un fondo extraordinario de 50.000 millones de euros para que las administraciones hagan frente, aunque sea con quitas, a la deuda que acumulan impagada en perjuicio de sus proveedores.

Pero lo más llamativo de todo este Asunto, al menos para mi, que me confieso lego en la materia, es el hecho de que mientras España mantenía, hasta 2003, sus cifras de déficit público controladas, Francia y Alemania incumplieron reiteradamente, hasta ese año, los acuerdos de límite estructural establecidos en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, (PEC) constituido en 1997.

El PEC fue el instrumento diseñado para supervisar las finanzas públicas de los países de la zona euro y para compensar la falta de una política fiscal común en el diseño de la zona euro.

En este mismo PEC se establecía que la superación del límite del 3% de déficit no implicaba automáticamente el incumplimiento del Pacto de Estabilidad. En realidad el PEC sólo se infringía cuando no se aplicaban las recomendaciones de la Comisión y del Consejo.

Sin embargo, en 2003 el PEC fue dinamitado de consuno por el canciller alemán, Gerhard Schröder y el presidente francés Jacques Chirac, quienes lograron que el Consejo no respaldara las recomendaciones de la Comisión, que exigía a ambos países, Alemania y Francia, una reducción más intensa de su déficit.

En los corrillos se aceptó que Alemania venía soportando un déficit estructural justificable por consecuencias de la incorporación de Alemania del Este al sistema económico occidental de mercado tras la unificación.

Francia, como siempre, incumplía por mera conveniencia, sin razones extraordinarias coyunturales que lo justificasen, “ça ç’est la vie

Según palabras de J.B. Donges (experto del Banco Central Alemán):

"Los argumentos expuestos para la reforma del PEC son a todas luces inconsistentes. No es verdad que el techo establecido para el déficit público (3% del PIB) y la deuda pendiente (60% del PIB) impidan una política fiscal anticíclica. Cuando una economía entra en recesión, los presupuestos estatales, si previamente han estado equilibrados, contienen un enorme margen (miles de millones de euros) para apoyar la demanda agregada mediante los "estabilizadores automáticos", que actúan por el lado de los ingresos tributarios (los disminuyen) y del gasto (lo aumenta). y La propuesta del comisario Joaquín Almunia para reformar el PEC, y su aprobación por la Comisión Europea el 3 de septiembre pasado, es un intento de legitimar a posteriori las infracciones cometidas por los países mencionados. Francia y Alemania

Y ahora nos encontramos con que la política “santificada” por la Unión Europea, impulsada por el “Sanedrín” de los “Países Sanos” −Alemania, Francia y Dinamarca esencialmente− se basa en una doble idea intocable “No al déficit”, “No a la inflación”.

En este contexto me parece francamente interesante el artículo publicado el pasado día 20 en el “New York Times” por Paul Krugman, que podríamos resumir en estas ideas:

1.- Es falsa la percepción de que los problemas económicos europeos tengan su origen en un incontrolable, por caro “Estado del Bienestar”, teoría que según el autor es la preferida por el ala más conservadora del Partido republicano, y que encuentra su precedente en 1991, cuando se justificaba la crisis financiera sufrida entonces por Suecia en el hecho de su exagerada inversión en el sistema sueco de “bienestar social”.

Según el propio Krugman en aquella ocasión el Instituto CATO (el think tank ultraliberal americano por excelencia) publicó un triunfalista informe en el que se llegaba a la conclusión de que lo sucedido en suecia implicaba el fracaso entero del sistema del “Estado de Bienestar”.

Hoy en día Suecia tiene una situación económica envidiable, mantiene su “Estado del Bienestar” y es uno de los países europeos con mayor tasa de crecimiento económico (3,5% previsto para 2012) con una tasa de desempleo del 6%

Finalmente y en relación con lo que el analista llama los países GIPSI (Grecia, Irlanda, Portugal (España e Italia) el gasto per cápita en atenciones sociales en considerablemente inferior al de Alemania, por lo que no puede considerarse que este extremo sea causante de la crisis.

2.- Por otra parte nos encontramos con lo que el analista define como la “Visión alemana de las causas de la crisis” que también considera errada.

Según esta versión la causa de la crisis se encontraría en lo que Alemania define como la “Irresponsabilidad Fiscal” de algunos de sus socios europeos lo que según Krugman sería aplicable a Grecia pero no al resto de los países europeos de mayor déficit, que históricamente han soportado situaciones de endeudamiento elevadas sin mayor problema.

El analista señala también, como ejemplos de situaciones parecidas, a los Estados Unidos, que con su ingente deuda actual paga tan solo un 2% de intereses por ella, o Japón, que arrastra una deuda infinitamente mayor que la de cualquier país europeo, incluida Grecia y que tan solo paga un interés del 1% por su deuda.

Pero lo más interesante del artículo analizado, sin perjuicio de los datos hasta ahora comentados, es su conclusión, con la que coincido plenamente:

La verdad de la historia es esencialmente monetaria. Con la introducción de la Moneda Unica, Europa ha reinventado algo similar a lo que fue el “Patrón Oro”, con todos sus defectos, que jugó un papel esencial en causar y prolongar la “Gran Depresión” de los años 20

Más específicamente, la creación del euro supuso una falsa sensación de seguridad en los inversores privados y produjo una insostenible flujo de capitales alrededor de los países periféricos de Europa. Como consecuencia de ello los precios subieron y la producción se hizo menos competitiva, y los países que habían mantenido presupuestos equilibrados hasta 1999, comenzaron a soportar déficits inesperados. La música se había terminado.”

Finalmente los países con problemas no pueden acudir al mecanismo de la devaluación monetaria para balancear su perdida de competitividad, lo que implica tener que asumir un largo periodo de alto paro y deflación

La única solución al problema es que Alemania afloje sus exigencias de restricción del gasto y acepte incrementos de inflación, lo que de momento no acepta.

Entiendo que no son malas noticias, frente a esa rigidez, que los países más perjudicados comiencen a ejercer presiones como las que implican la “Carta de los 12” o la decisión de no respetar las exigencias de déficit impuestas por la Comisión Europea, con el fin de dulcificar la situación de sus maltrechas economías ante la inexistencia de mecanismos puramente monetarios.

Se me puede tachar de injusto con la “Generosa Alemania” pero tampoco en Alemania es Oro todo lo que reluce.

Europa ha soportado las consecuencias de una política expansiva alemana cuando ello le interesaba para una pronta incorporación del Este a la economía de mercado.

Europa es el destinatario primero de las exportaciones Alemanas, pues la Europa Unida adquiere más del 53% de la producción germana.

La contribución neta de Alemania al Presupuesto de la UE fue en 2010 de tan solo 8.800 millones de Euros descontando de su aportación bruta las cantidades que Alemania percibió de la propia Unión.

Según un informe del corresponsal en Berlín del diario “LA VANGUARDIA” Rafael Poch, Alemania es cierto que es el mayor contribuyente, en términos brutos al Presupuesto de la UE, sin embargo no lo es en términos comparativos reales.

Así, en 2010, en el ratio Aportación bruta sobre PIB nacional, Alemania ocupa el puesto 6º sobre 17 países contribuyentes, incluso por debajo de España.

Si el dato se analiza porcentualmente, es decir que porcentaje del PIB aporta Alemania a la UE, su puesto se retrasa aún más, llegando a la posición 10ª. Por debajo de España

En cuanto a la aportación per cápita a la UE el primer país es Luxemburgo con una aportación de 398.- € habitante/año, muy por encima de Alemania con 265.- € por habitante/año, nuevamente en el puesto 6º. También por debajo de España

Efectivamente la cuestión merece la pena ser matizada.

La cuestión lo es, realmente, de tamaño de la economía y volumen de la población de cada país. Alemania representa el 30% de la Economía de la eurozona y tiene más de 80 millones de habitantes.

Por eso, según nos dice Poch, su depósito en efectivo al mecanismo de estabilidad del euro (21.700 millones) y sus garantías (168.300 millones) son las mayores.

Francia, con un 20% memos de población que Alemania contribuye al fondo con 16.300 millones en efectivo y 126.400 millones en garantías, Italia con 14.300 millones y 111.100 millones, respectivamente, y España con 9.500 millones en efectivo y 73.800 millones en garantías. Y en ninguno de estos países se ha producido debate nacional alguno sobre las aportaciones a la UE.

Poch concluye su crónica señalando como:

"Jürgen Habermas, uno de los filósofos alemanes más reputados, habla de una “berlusconización de Alemania”.
El filósofo presenta a la canciller Angela Merkel como una “euroescéptica” que ha erosionado la “vocación europea” de aquella “Alemania cooperativa” citada en su día por Hans Dietrich Genscher.
Ahora la canciller sólo está pendiente “del siguiente éxito electoral”, dice Habermas.
Más allá de los reproches concretos contra países particulares, la constatación es que el populismo también se abre paso en Alemania. El país no es excepción, sino norma en el actual contexto europeo."

Y ese populismo y ese creciente euroescepticismo son un dato político esencial para comprender actual crisis de la Unión Europea.

Mientras en Alemania se fomenta una actitud crítica frente al −falso− desgaste que la Unión implica para la economía alemana, lo que provoca un cada día mayor rechazo a la Unión, en el resto de los paises de la eurozona se esta produciendo un −también cada día más acentuado− malestar y resentimiento contra la intransigencia de la política económica propiciada por Alemania.

Y como dijera un castizo:

“Esto puede ser el principiose del acabose”

sábado, 25 de febrero de 2012

ALBAÑIL ACCIDENTADO


Es un clásico, pero siempre me ha hecho gracia la explicación del accidente sufrido, hecha a su Compañía de Seguros, que se atribuye a un albañil gallego.
Si non è vero è ben trovato.

Estimados Señores:

En respuesta a su pedido de informaciones adicionales declaro:

En el ítem Nº 1 sobre mi participación en los acontecimientos, mencioné: "tratando de ejecutar la tarea y sin ayuda", como la causa de mi accidente.

Me piden en su carta que dé una declaración más detallada, por lo que espero que lo que sigue aclare de una vez por todas sus dudas.

Soy albañil desde hace 10 años. El día del accidente estaba trabajando sin ayuda, colocando los ladrillos en una pared del sexto piso del edificio en construcción en esta ciudad.

Finalizadas mis tareas, verifiqué que habían sobrado aproximadamente 250 kilos de ladrillo. En vez de cargarlos hasta la planta baja a mano, decidí colocarlos en un barril, y bajarlos con ayuda de una roldana que felizmente se hallaba fijada en una viga en el techo del sexto piso.

Bajé hasta la planta baja, até el barril con una soga y, con la ayuda de la roldana, lo levanté hasta el sexto piso, atando el extremo de la soga en una columna de la planta baja. Luego, subí y cargué los ladrillos en el barril.

Volví a la planta baja, desaté la soga, y la agarré con fuerza de modo que los 250 kilos de ladrillos
bajasen suavemente (debo indicar que en el ítem 1 de mi declaración a la policía he indicado que mi peso corporal es de 80 kilos).

Sorpresivamente, mis pies se separaron del suelo y comencé a ascender rápidamente, arrastrado por la soga.

Debido al susto, perdí mi presencia de espíritu e irreflexivamente me aferré más aun a la soga, mientras ascendía a gran velocidad.

En las proximidades del tercer piso me encontré con el barril que bajaba a una velocidad aproximadamente similar a la de mi subida, y me fue imposible evitar el choque.

Creo que allí se produjo la fractura de cráneo.

Continué subiendo hasta que mis dedos se engancharon dentro de la roldana, lo que provocó la detención de mi subida y también las quebraduras múltiples de los dedos y de la muñeca.
A esta altura (de los acontecimientos), ya había recuperado mi presencia de espíritu, y pese a los dolores continué aferrado a la cuerda. Fue en ese instante que el barril chocó contra el piso su fondo se partió y todos los ladrillos se desparramaron.

Sin ladrillos, el barril pesaba aproximadamente 25 kilos.

Debido a un principio simplísimo comencé a descender rápidamente hacia la planta baja.

Aproximadamente al pasar por el tercer piso me encontré con el barril vacío que subía. En el choque que sobrevino estoy casi seguro se produjeron las fracturas de tobillos y de la nariz.

Este choque felizmente disminuyó la velocidad de mi caída, de manera que cuando aterricé sobre la montaña de ladrillos sólo me quebré tres vértebras.

Lamento sin embargo informar que, cuando me encontraba caído encima de los ladrillos, con dolores insoportables, sin poder moverme y viendo encima de mi el barril, perdí nuevamente mi presencia de espíritu y solté la soga.

Debido a que el barril pesaba más que la cuerda, descendió rápidamente y cayó sobre mis piernas, quebrándome las dos tibias.

Esperando haber aclarado definitivamente las causas y desarrollo de los acontecimientos,
Me despido atentamente

ORTEGA Y GASSET


Releo después de algunos años, y a rebufo del comentario del Príncipe de Asturias sobre la actualidad de las tesis de Ortega, en la presentación de la nueva edición de sus "Obras Completas", su “España Invertebrada”, escrita en 1920, y me reactiva algunos argumentos que por oídos mal formulados, incluso deformados y en demasía, habían perdido, para mi, su frescura.

Ortega explora el alma histórica de España y analiza su proceso de declive, de deterioro nacional, con conceptos que pese a estar formulados en los años 20 del siglo pasado, resuenan hoy con incontenible fuerza de actualidad y vigencia, aunque no cabe duda de que algunos de sus planteamientos de base sean discutibles.

La primera parte de lo que el propio Ortega denomina “ensayo de ensayo”, bajo el título “Particularismo y Acción Directa”, se refiere a la disgregación, a la “desvertebración” de España, que podemos resumir en las siguientes ideas:

La unidad de España se conformó en atención a los grandes retos de futuro que esa misma unidad anticipaba como objetivos posibles y que, solo desde la unidad, cada una de sus partes consideraron realizables.

Y sería la desaparición de la ilusión por el logro de esos objetivos comunes, que Ortega identifica con la creación del Imperio Español, lo que habría determinado la vuelta a un proceso imparable de desintegración de la Unidad, que Ortega considera que ya se inició en 1580, fecha en que a su
juicio se produce la culminación del poderío de la Unidad que constituye “El Imperio” con la incorporación del llamado “Imperio Portugués” y a partir de la cual comienza una paulatina, inexorable y continua decadencia de España.

Hay quienes matizando esa visión Orteguiana consideran que el objetivo común no era de tipo político-sociológico, sino económico, lo que vendría a demostrarse por la incorporación de Portugal al proyecto común bajo el reinado de Felipe II en 1580, como consecuencia de la riqueza inmensa procedente de las Colonias, y su disgregación del Todo en 1640, bajo el reinado de Felipe III, como consecuencia fundamentalmente del deterioro de la situación económica del Imperio.

Baste recordar que mientras que en el período 1591-1595 se habían importado más de 35 millones de pesos en oro y plata desde las colonias, el agotamiento de los yacimientos hizo descender esa cifra por debajo de los 17 millones en el período 1631-1635.
Hoy podríamos decir que el elemento integrador de la idea de España, en nuestro tiempo, había sido el deseo de la sociedad española, de España toda, de configurarse en una sociedad moderna y democrática al amparo de su Constitución, pero ese elemento integrador también ha entrado en decadencia.

Decadencia del concepto unitario de España, que fue puesta de manifiesto por Ortega y que hoy se reproduce en nuestra sociedad, y que se manifiesta en la tendencia de los españoles a la autocrítica y a la peor autoestima, descrita, ya en 1653, por Gracián que decía de los españoles, en “El Criticón”, que:

"Son poco apasionados por su patria, y trasplantados son mejores. Abrazan todo lo extranjero, pero no estiman lo propio."

Efectivamente, en la España contemporánea es curioso comprobar como algunos de los síntomas, manifestaciones y consecuencias de esa disgregación, de esa “desvertebración”, persisten en el modo y manera en que fueran definidas por Ortega.

Así, en cuanto a las razones de esta tendencia disgregadora, de esa “desvertebración”, la encuentra Ortega en lo que él llama “El particularismo” de los pueblos y de los grupos sociales que integran la idea común de España.

La esencia del particularismo es que cada grupo deja de sentirse a si mismo como parte, y en consecuencia deja de compartir los sentimientos de los demás. No le importan las esperanzas o necesidades de los otros y no se solidarizará con ellos para auxiliarlos en su afán

Este particularismo habría afectado a todas las partes que forman el todo que llamamos España, y de manera crítica a Castilla, que tras haber sido quien forjó España, se convirtió en el elemento que la deshizo, pues:
Castilla se transforma ---a partir del reinado de Felipe III--- en lo más opuesto a si misma: se vuelve suspicaz, angosta, sórdida, agria. Ya no se ocupa en potenciar la vida de las otras regiones; celosa de ellas las abandona a si mismas y empieza ano enterarse de lo que en ellas pasa. Si Cataluña y Vasconia hubiesen sido las razas formidables que ahora se imaginan ser, habrían dado un terrible tirón de Castilla cuando esta comenzó a hacerse particularista, es decir, a no contar debidamente con ellas.
La sacudida en la periferia hubiera acaso despertado las antiguas virtudes del centro y no habrían, por fortuna, caído en la perdurable modorra de idiotez y egoísmo que ha sido durante tres siglos de nuestra historia.”

La descripción de acontecimientos que realiza Ortega es lamentablemente actual, pues desde lo que entonces fue Castilla y hoy la España que no es Cataluña y Vascongadas ---a quienes se ha unido Galicia--- no se ha sabido, por particularismo, articular la idea de España con amplitud de miras, más preocupadas, cada una de las partes, de los propios privilegios, oportunidades y opciones, que de las del todo, de las de España, tal y como se ha venido a comprobar en el proceso de modificación de los estatutos autonómicos.

Baste recordar el detalle de las pretensiones de Andalucía y Aragón de asumir competencias sobre la gestión de las cuencas hidrográficas del Guadalquivir y del Ebro, respectivamente, pese a que las mismas se extienden más allá de sus propios territorios.

Para Ortega La consecuencia política directa de la exacerbación del particularismo es la opción por la “acción directa”.

En estados normales de nacionalización los grupos sociales que conforman el todo, aceptan la formulación conforme a la cual la consecución de sus objetivos, la satisfacción de sus ambiciones particulares, pasa necesariamente por el acuerdo con los demás, lo cual se logra a través del normal funcionamiento de las instituciones comunes, tenidas como resortes de la solidaridad nacional.

Sin embargo, en los supuestos de particularismo exacerbado, tener que contar con los demás produce irritación, pues a los demás no solo se les considera innecesarios, si no incluso un obstáculo para lograr las propias ambiciones ---en cuanto que limitadores, por vía de la exigencia acuerdo previo y la presencia del principio de solidaridad--- de los propios intereses, hasta el punto de que se opta por la satisfacción automática de los deseos de cada parte sin contar con lo demás, sino tratando de imponer su soberana voluntad a los demás a través de la acción directa.
Las cosas ya no se pactan con los demás, ni se someten al principio de solidaridad, sino que la consecución de mis apetencias particulares me la procuro yo mismo y se la impongo al todo.

Y la actitud de los partidos nacionalistas contemporáneos no deja de ser si no una manifestación de esa actuación conforme al modelo de la “Acción Directa”, pues sus pretensiones autonomistas o independentistas tratan de imponerse, o en la práctica se imponen, a todos los demás miembros de la Nación, de España, desde sus propios planteamientos y desde sus propias instituciones particulares, sin contar con la voluntad de los demás.

Pero, ¿Cual es la causa, el origen de ese “particularismo” y de su consecuente inercia de las partes a actuar conforme al modelo de la “acción directa”, despreciando los principios de solidaridad y convivencia?.

Ortega se refiere a su existencia como causa primera de la desvertebración de España, e incluso analiza ---en “La redención de las Provincias”, recopilación publicada en 1931, de los artículos publicados por él mismo sobre la materia en los últimos años de la Dictadura de Primo de Rivera--- las, para él, más recientes manifestaciones del fenómeno: el madrileñismo, que confunde la nación con su centro, y el provincianismo que se produce como reacción frente a tal idea centralista, pero en ningún momento nos describe de modo expreso las causas del particularismo, aunque puede intuirse en su obra que su origen se encuentra en la inexistencia de un elemento integrador de fuerza suficiente para actuar como catalizador de los sentimientos unitarios.

La tesis de Ortega, que se podría definir como elitista, se resume en la idea de que en España no existen clases dirigentes suficientemente amplias y preparadas como para ser capaces de dirigir a las masas y aglutinarlas en torno a esa idea común de España, y ello como consecuencia de la “rebelión” de esas masas, lo que nos conecta con la segunda parte de la obra que comentamos.

Según el propio Ortega, y aquí conecta con las tesis expuestas en su obra “La rebelión de las Masas”, la razón de base del particularismo está precisamente en esa rebelión, que concreta en los siguientes postulados:

1º.- Una nación es una masa humana organizada, estructurada por una minoría de individuos
selectos.

2º.- Cuando en una sociedad la masa se niega a ser masa, esto es a seguir a la minoría directora, constituida por hombres excelentes y ejemplares ---por “los mejores”--- la nación se desintegra.

3º.- El pueblo español, desde hace siglos ---por una extraña y trágica perversión del instinto encargado de las valoraciones--- detesta a todo hombre ejemplar o, cuando menos, esta ciego a sus cualidades excelentes. Cuando se deja conmover por alguien, se trata, casi invariablemente, de algún personaje ruin e inferior que se pone al servicio de los instintos multitudinarios.

4º.- Como consecuencia de esa “aristofobia” el pueblo español, que odia a toda personalidad selecta y ejemplar por el mero hecho de serlo, y que siendo vulgo y masa se considera apto para regirse por si mismo en sus ideas políticas y morales y en sus gustos, es el causante de su propia degeneración, pues en lugar de aspirar a ser como “los mejores”, se ha ido deteriorando hasta llegar a una pavorosa desvitalización.

Discrepo de la formulación de Ortega.

No puedo aceptar una imputación de culpa al pueblo español del género de la realizada, máxime cuando el propio Ortega nos dice que:

En España lo ha hecho todo el pueblo, y lo que no ha hecho el pueblo ha quedado sin hacer.”

Sus argumentos suenan al lamento de un amor no correspondido, que afirme que la culpa de no ser amado no es suya, sino de la incapacidad de amar de su ser querido.

No puede olvidarse que en toda sociedad son la élites las que conforman el sistema educativo, las que con su excelencia imprimen su impronta en la sociedad, las que en definitiva establece los objetivos que la masa debe cumplir, y consecuentemente la responsabilidad de que el grupo social que lideren se comporte o no adecuadamente, será suya y no de la masa.

Asi, la realidad de la gran crisis sociológica española, y de su concreción en la realidad nefasta del
particularismo desmembrador que la atenaza, habría de buscarse en la pésima calidad de sus élites, a mi juicio fruto del desastroso modelo de su formación.

Contribuyeron a ello razones demográficas: entre 1600 y 1700 la población de la España peninsular desciende en un 25% pasando de ocho a seis millones de personas.

Dos millones de españoles se marcharon a las colonias, entre ellos no es difícil pensar que se encontraban los más capaces y emprendedores.

Por otra parte, durante los siglos XVIII y XIX, las élites en Europa se forman en las concepciones Ilustradas primero y revolucionarias después, que producen, en el mundo “protestante”, lo que podríamos llamar “emancipación” de las ideas, muy enriquecedora, pero que en España carece de adecuada proyección.

En España, por el contrario, y durante los mismos siglos, las élites se conformaron sobre la base de unas clases sociales carentes del empuje necesario para gobernar el pueblo que les correspondía, ultraconservadoras y carentes de aquel espíritu de excelencia que las convertiría en autenticas élites, la nobleza y el clero.

Ambas fuerzas sociales combinan en esos siglos lo peor de sus propias potencias. La nobleza es educada por el clero, y el clero está formado por lo peor de la sociedad, pues a los seminarios acceden, como medio de vida, los miembros más desfavorecidos de las clases nobles venidas a menos, los infanzones y los desechos de la segunda nobleza, la hidalguía, ya que los primogénitos de cada casa heredan la hacienda y los segundogénitos engrosan la milicia.

El clero, en consecuencia, y salvo honrosas excepciones, viene a estar formado por elementos carentes de vocación religiosa y de ambición intelectual, que sin embargo administra dos esferas de poder impresionantes en su época, la docencia de la nobleza, pues a los centros educativos superiores tienen restringido el acceso quienes no demuestren “pureza de sangre”, y la confesión, con especial importancia respecto de las clases dirigentes, en quienes se influye a través del sacramento.

Además, el intento de contrarrestar la evolución de la Europa protestante por parte de la Europa católica, la “contrarreforma” que habría de haberse constituido en el motor de la modernidad en el mundo católico, acaba siendo alicorta y se convierte, salvo excelsas formulaciones intelectuales de algunos pocos sabios o teólogos, en un movimiento de corte político y económico en el que se concreta la pugna de intereses entre la Europa septentrional, anglosajona y protestante y la mediterránea, latina y católica.

Además, dentro de esa situación, el clero, presa de una nueva manifestación de “particularismo”, abandona su misión de elite dirigente, preocupado tan solo del mantenimiento férreo de los principios de la Fe, que considera amenazada por los movimientos reformistas protestantes, y no solo castra las esperanzas que habrían de haberse depositado en el frustrado proceso de la “contrarreforma”, de la que los sectores más conservadores también desconfían, sino que contribuye desde esa frustración del proceso reformista, a taponar la evolución de la burguesía.

En cuanto a la nobleza, su decadencia como elite social, bien representada por el Quijote Cervantino, no es sino trasunto de la pugna por el mantenimiento de los privilegios feudales del antiguo régimen, una nueva muestra de “paticularismo” que atenaza y hace decaer a una clase social que por historia, tradición y peso social tenía encomendada aquella misión elitista de dirección de la sociedad.

Y es la combinación de esos dos elementos, la Iglesia, o más propiamente el clero, y la nobleza, ambos presos de sus propios “particularismos”, la que impide el desarrollo de una burguesía culta y ambiciosa en España, la que impide el desarrollo, en consecuencia, de renovadas élites políticas e intelectuales buguesas, como las que surgen en el resto de Europa, en el mundo protestante.

El arte y el intelecto, cuyas últimas manifestaciones gloriosas se producen en España en el llamado siglo de oro (s.XVI y s.XVII), lo hacen absorbidos por el torbellino religioso, y solo brevemente, en los comienzos del s XIX, imbuida del espíritu revolucionario y emancipador, la burguesía asume el papel director que históricamente le correspondía, y lidera un nuevo renacer de la idea de integración de España frente al invasor francés y la parálisis de la monarquía.

Pero a partir de ese momento, y como consecuencia de los acontecimientos nefastos de nuestro s.XIX, la burguesía recae en un nuevo estado catatónico, en una parálisis de la que ya no saldrá, y nuevamente con brevedad, hasta la muerte del General Franco.

En ese momento, aquella capacidad de liderazgo de la sociedad por parte de las elites intelectuales burguesas, vuelve a manifestarse en la llamada “transición”, pero es efímera y se desintegra como consecuencia del juego de la izquierda, más preocupada por derrotar en el escenario político los principios conservadores que constituyen el alma de la burguesía, que de cuidar el bienestar de la Nación, y del juego de la derecha, que olvida sus prioridades cediendo en la defensa de los interesas nacionales y centrándose en la defensa de la idea de nos ser considerada heredera del franquismo, lo que beneficia, en definitiva, las posiciones de los nacionalismos y su “particularismo”, que vuelve a predominar sobre otros principios en la realidad política contemporánea.

El problema de España radica, pues, en la mala calidad de sus élites, su egoísmo, su cortedad de miras y su sometimiento a los intereses partidistas más que a los intereses de la Nación.

No en la calidad de su pueblo.