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viernes, 6 de julio de 2012

LOS GRANDES AUSENTES DEL 4 DE JULIO


LOS GRANDES AUSENTES DEL 4 DE JULIO

POR SU INTERES Y PESE A NO CONTAR CON EL PERMISO EXPLICITO DE SU AUTOR PUBLÍCO, PARA GENERAL CONOCIMIENTO, ESTE ARTICULO QUE CIRCULA POR LA RED DADO SU INTERES Y ACTUALIDAD


Al llegar el 4 de julio de 2012, 236 años después de que se proclamó la Declaración de  Independencia de los Estados Unidos, conviene repasar un poco la historia y regresar a los orígenes de este gran país.



Fueron españoles los que llegaron primero. Exploraron tierras, descubrieron golfos y bahías. Midieron abismos del mar y alturas de montañas, recorrieron ríos, praderas, bosques y desiertos. Reconocieron la costa Atlántica de Norteamérica desde los cayos de la Florida hasta Terranova y mirando hacia el oeste, en 1524 el explorador Esteban Gómez escribió sobre el mapa: ACA NADA, sin saber que había bautizado el inmenso territorio del Canadá. Pero también exploraron el litoral de Norteamérica que mira al golfo de México, y las costas desde California hasta Alaska. Pusieron sus nombres, más de 3,000, en toda la geografía norteamericana, levantaron mapas y cartas de marear, aprendieron y conocieron tribus y animales. Buscaron metales y maderas. Detectaron riquezas. Los exploradores que llegaron después del siglo XVI y en los siglos siguientes dieron sus primeros pasos orientados por los mapas que dibujaron los exploradores españoles.



Se  dice que si en un mapa del mundo se marcaran con una cruz todos los territorios habitados por cristianos, esas inmensas extensiones de tierra corresponden a los lugares donde se desarrollaron la civilización occidental, el pensamiento humanista y los derechos humanos.



En ese mapa quedaría constancia de que fueron también españoles los que colocaron en tierra de los actuales Estados Unidos la primera cruz, y de que fue un marino y hombre de armas español, Pedro Menéndez de Avilés, quien abrió en la Florida la puerta que da entrada a los Estados Unidos y toda Norteamérica. Fueron españoles los que erigieron en San Agustín de la Florida la primera ciudad fundada por europeos en tierras de los actuales Estados Unidos. En ese momento participaron en la primera misa, por primera vez dieron gracias a Dios acompañados por los indios cercanos, erigieron la primera alcaldía, escuela, iglesia, convento y misión, imprimieron los primeros libros y levantaron la primera fortaleza, que bautizaron con el nombre de Castillo de San Marcos.



Ellos empezaron a vivir según las normas europeas en tierras que hasta entonces sólo habitaron tribus nómadas. En Norteamérica se escuchó por primera vez otro idioma, y las gentes pensaron de otra forma, adaptando el viejo mundo para fusionarlo con el nuevo. Venían con conceptos diferentes, con ideas distintas, con técnicas nuevas. Usaban mapas, brújulas, portulanos, cartas de marear, astrolabios, armas de fuego. Tenían leyes escritas, leían libros, escribían actas, informes, peticiones y reglamentos.



Propiciaron que en pocos meses la civilización surgiera para dar un salto de muchos siglos.



Cuando en San Agustín de la Florida nació en 1566 un niño al que bautizaron con el nombre de Martín de Argüelles, hijo del sargento mayor Martín de Argüelles y de Leonor Morales, vio la luz el primer hijo de europeos que vino al mundo en tierras de los actuales Estados Unidos. Medio siglo más tarde aparecieron los colonos ingleses.



Pasaron muchos años. A fines del siglo XVIII, parte del territorio actual de los Estados Unidos estaba habitado por colonos descendientes de ingleses que entraron en conflicto con la metrópolis y se levantaron en armas para lograr la independencia.



Los españoles de la Florida y los habitantes de Cuba, México y Puerto Rico, que entonces se consideraban también españoles, acudieron al llamado de Su Majestad Carlos III de España con el propósito de ayudar a los norteamericanos que luchaban por la independencia, dirigidos por George Washington.



En tierras de las Trece Colonias norteamericanas había casas comerciales de cubanos, mexicanos y españoles que realizaban grandes negocios en los Estados Unidos. El hispano cubano Juan Miralles y el cubano Eligio de la Puente formaron una red de agentes, un verdadero servicio secreto por el cual las tropas de Washington conocían los movimientos de los generales ingleses, sus armas y abastecimientos, daban fe de la solidez de las alianzas con las tribus indias, conocían las necesidades del Ejército Continental y las trasmitían a Cuba, España y México desde donde llegaban a Washington mosquetes, tiendas de campaña, pólvora, municiones, uniformes, comida, dinero, bayonetas...



Su Majestad el Rey de España Carlos III entró en guerra contra Jorge III de Inglaterra el 16 de junio de 1779, dispuesto a ayudar económica y militarmente a los independentistas norteamericanos de las trece colonias. Antes de la declaración de guerra España ya ayudaba a los norteamericanos secretamente. En 1777 Benjamín Franklin, el representante americano en Francia, pidió la ayuda secreta de España a las colonias, de la que obtuvo 215 cañones de bronce; 4.000 tiendas; 13.000 granadas; 30.000 mosquetes, bayonetas, y uniformes; más de 50.000 balas de mosquete y 300.000 libras de pólvora. Franklin agradeció por carta al Conde de Aranda toda esta ayuda, de la que posteriormente recibió 12.000 mosquetes más enviados a Boston desde España. Además España dio casi dos millones de libras a los insurrectos.



Las naves del comodoro norteamericano Alexander Gullon eran reparadas y artilladas en el Real Astillero de La Habana.



El gobernador de Luisiana, Bernardo de Gálvez, y su poderoso hermano, José de Gálvez, estaban al tanto de victorias, derrotas, estrategias y decisiones. Bernardo de Gálvez trazó un plan estratégico genial, que constaba de varios aspectos:



--Tomar el delta del Mississippi, para que los ingleses no pudieran moverse por el río y llevar refuerzos a sus tropas encerradas en el campo atrincherado de Yorktown;



--Controlar el Mar de las Antillas, tomando las bases de abastecimiento y suministros que utilizaba la poderosa marina británica;



--Conquistar Pensacola y los puestos fortificados de los ingleses en el delta del Mississippi y tierra adentro hacia el norte, a lo largo del río.



--Fortalecer al Ejército Continental de Washington para facilitar su victoria.



Para Bernardo de Gálvez, acción y decisión formaban parte de una misma fórmula. En una serie de acciones relampagueantes venció a los ingleses en Manchac, Panmure de Natchez, los puertos Thompson y Smith, Baton Rouge, Fort Charlotte y Mobila, tomó sus fuertes,  y los desalojó completamente, al tiempo que aseguraba los pactos de alianza con las tribus indias de la zona hostiles a los británicos.



Una vez tomado el delta del Mississippi y los fuertes, los ingleses de Yorktown no podían recibir refuerzos y tampoco atacar a Washington por la retaguardia.



Ahora había que tomar Pensacola, donde los ingleses mantenían una poderosa guarnición protegida por fortificaciones. Gálvez se reunió en La Habana con refuerzos llegados de España, los completó con tropas cubanas y con parte de sus veteranos. Una primera expedición fracasó, pero en poco tiempo estuvo lista la segunda. En ella embarcó el Regimiento de Fijos de La Habana, el batallón de pardos y morenos, y algunas tropas auxiliares junto con los regulares españoles.



La toma de Pensacola se realizó en dos meses, desde el 9 de abril al 10 de mayo de 1781. Los británicos tuvieron unas 500 bajas, y los hispano cubanos, alrededor de 200:



El comandante británico, el general John Campbell y el Almirante Chester que era el Capitán General y Gobernador de West Florida, se entregaron junto con sus 1.113 hombres y todas sus banderas, artillería, pertrechos (123 cañones, 4 morteros y 6 obuses, además de balas, fusiles y demás material bélico) y la ciudad intacta gracias a un acuerdo previo entre los españoles y británicos para no llevar el combate a la ciudad. También se entregaron más de 300 norteamericanos de Georgia que apoyaban a las fuerzas británicas.



Durante las operaciones fueron capturados cinco buques de guerra ingleses que trataron de apoyar a los defensores británicos de los fuertes.



Los franceses apoyaron la toma de Pensacola con ocho navíos de guerra y 725 hombres. El 19 de abril llegaron de La Habana 1,600 hombres de refuerzo al mando del Mariscal de Campo Juan Manuel Cagigal y Monserrate, nacido en Cuba.  Después de la rendición de la ciudad, Gálvez dio a la flotilla francesa unos 100.000 pesos, cuando se aprovisionaban para partir. Esas naves francesas iban a participar en el bloqueo de Yorktown, donde la Armada española apoyaba eficazmente a la francesa, el 19 de octubre de 1781 el general británico Cornwallis se rendiría con todo su ejército y su flota.



Como es natural, la toma de Pensacola puso en control de los españoles el litoral del golfo de México y privó a los ingleses de su base más poderosa, a partir de la cual podían lanzar ataques a las tropas de Washington desde el sur.



Sólo quedaba la base naval de Nassau, en las Bahamas, en poder de los ingleses. Pero una fuerza procedente de La Habana, al mando del Mariscal Cagigal, formada por 2,000 hombres de los regimientos habaneros, preparó la escuadra, entró en el archipiélago y el 7 de mayo de 1782 se apoderó de la capital inglesa, Nassau. Los ingleses, tratando de compensar las victorias de Gálvez y Cagigal, lanzaron la escuadra del almirante Rodney contra La Habana, pero las tropas y los destacamentos de milicias, dirigidos por Cagigal, frustraron los intentos de desembarco.



Pero hubo, además, otras ayudas decisivas. A mediados del año 1781, y en vísperas de la batalla de Yorktown, el general Washington y su ejército de rebeldes, se encontraban en condiciones deplorables; las arcas que financiaban la guerra estaban vacías, los agricultores rehusaban suministrar más comestibles por falta de pago y lo mismo ocurría con los armamentos y la pólvora, mientras que a los marinos de la flota del Almirante De Grasse y a la infantería del General Rochambeau (franceses aliados a la causa de los rebeldes), no había dinero con qué pagarles tampoco. De Grasse, después de fracasar en sus gestiones para recoger dinero en Saint Domingue (hoy Haití), donde era dueño de plantaciones, fue a Cuba donde las damas cubanas y otros criollos reunieron y donaron 1'200,000 libras tornesas (una moneda de plata acuñada en la ciudad francesa de Tours, que se aceptaba internacionalmente), equivalentes a 300 millones de dólares de hoy...



El 3 de septiembre de 1783 terminó la Guerra de Independencia con la firma del Tratado de Versalles entre Estados Unidos e Inglaterra.



El 4 de julio de 2012 se celebra el 235 aniversario de la independencia de los Estados Unidos. Como es natural, ese día se recuerda con veneración a los hombres que llevaron adelante la heroica lucha por la libertad. Los nombres de Benjamin Franklin, George Washington, John Adams, Thomas Jefferson, John Jay, James Madison, Thomas Paine y Alexander Hamilton, están vinculados eternamente a ese día, igual que los que firmaron la Declaración de Independencia.



También vienen a la memoria el Marqués de Lafayette, Rochambeau, Tuffin, de Grasse, el héroe polaco Tadeusz Kościuszko y el general prusiano von Steuben van a ser recordados por sus aportes a la independencia.



Hay otros nombres, sin embargo, que no van a ser mencionados o sólo se citarán de soslayo. Se trata de Bernardo de Gálvez,  su hermano el ministro José de Gálvez, el Mariscal de Campo Juan Manuel Cagigal, nacido en Santiago de Cuba, o Francisco de Saavedra, soporte financiero de la independencia norteamericana... es una pena que no se hable del hispano cubano Juan Miralles, amigo personal de Washington, en cuya casa murió atendido por el médico personal del Padre Fundador, que colaboró de muchas formas con la independencia americana.



La lista sería interminable si agregáramos los nombres de los españoles, cubanos,  puertorriqueños, blancos y negros, que cayeron en los combates del delta del Mississippi, en la toma de Pensacola o en la batalla por las Bahamas.



Y tal vez ¿por qué no? se debería recordar a los intrépidos exploradores, los que pasearon por primera vez la mirada por las extensas tierras, las reconocieron, examinaron, estudiaron y nombraron, a los misioneros que trajeron la Palabra de Dios, a los que plantaron las primeras cruces y levantaron ciudades y pueblos, trajeron libros y leyes, conceptos y pensamientos, humanismo y filosofía.



Ellos fueron también Padres Fundadores, y el Día de la Declaración de Independencia merece que se les recuerde y con ellos a todos los que con sus cuerpos y sus almas participaron para forjar la grandeza de los Estados Unidos, esta tierra de hombres libres, para que no sean los grandes ausentes en la fecha hermosa del 4 de julio.



Dr. Salvador Larrúa-Guedes

Miami, 3 de julio de 2012