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lunes, 15 de enero de 2007

POLITICAMENTE INCORRECTO

Un tema del que se está hablando mucho en la red y muy poco en los medios de comunicación convencionales, es el del fenómeno de la multiplicación exponencial de “bitácoras” o “blogs” en los que los cibernautas manifiestan y difunden toda clase de opiniones, contenidos y manifestaciones intelectuales o culturales en Internet.
La SGAE ha iniciado una campaña tendente a limitar esta proliferación de manifestación de la libertad de expresión de los ciudadanos, en un afán corporativista de mantener su control económico tradicional sobre el mundo de la creación artística e intelectual, campaña que se ha tejido de la mano del PSOE, empeñado en controlar la disidencia, en la línea de lo que en mi escrito “Jacobinos” definía como la práctica de la “elusión de la crítica”, propia del “progresismo dogmático” que caracteriza a la izquierda, cuyo instrumento en la materia podría ser la llamada “Ley de Servicios de la Sociedad de la Información y de Comercio Electrónico”.
Según el borrador de la Ley presentado por el Gobierno, cualquier autoridad administrativa podría ordenar, en relación con cualquier contenido de la red, la interrupción de un servicio, la retirada de una información o el bloqueo de acceso a la misma cuando se trate de contenidos ilegales o delictivos.
Frente a esta previsión no han faltado críticos que han argumentado que tales decisiones solo deberían poder ser tomadas por un juez, únicos competentes para declarar la ilegalidad o el carácter delictivo de una manifestación fruto de la libertad de expresión, y nunca por una autoridad gubernativa, pues con ello se conculcaría un derecho fundamental de los ciudadanos cual es el derecho a la libertad de pensamiento y de expresión.
Es decir, que han de ser los jueces, y solo ellos, quienes deban y puedan ordenar el secuestro, la clausura o la detención de publicaciones o contenidos ilegales, así como de sancionar a las personas que hayan incurrido en un delito de difusión de tales contenidos ilegales. Pero junto a este instrumento legal, no deja de tener importancia otro instrumento práctico en la búsqueda de aquellos objetivos, cuales son las actividades institucionales que se desarrollan al efecto.
Así, tal y como informa “Libertad Digital” la SGAE acaba de patrocinar las IV Jornadas de Periodismo Digital, organizadas por la “Asociación de periodistas Europeos” en las que Pedro Farré, abogado que representaba a la SGAE ha declarado que:
"Igual que se necesita una licencia para conducir, tendrá que haber una identificación necesaria para navegar por Internet. El objetivo de esa identificación es erradicar el anonimato de Internet".
En estas jornadas, Félix Lavilla, senador del PSOE, ha declaró que
"Una cosa es un medio de comunicación y otra cosa es una página Web".
La diferencia, a su juicio, estaría en que los primeros tienen una audiencia muy amplia.
El periodista y blooger Arcadio Espada le preguntó:
"¿Qué es una audiencia muy amplia?”
tras lo cual Félix Lavilla reconoció que:
"Los límites no son claros pero confió en que estos límites se fijarían en un acuerdo político”.
lo cual es para echarse a temblar, pues la mayoría política dominante hará de su capa un sayo, sin importarle la libertad de expresión.
En el mismo contexto, y dentro del debate sobre la libertad y la responsabilidad de los medios en Internet, Félix Lavilla afirmó, NADA MÁS Y NADA MENOS que:
"toda opinión que se reproduzca en España tiene que ser constitucional, es decir, no puede ser racista o sexista"
La frase del Senador no tiene desperdicio, centrándose demagógicamente en las cuestiones sexistas o racistas como el “summum” de la “inconstitucionalidad” de las opiniones censurables. Sin embargo lo más grave es la idea de censura, de prohibición, de radical inadmisibilidad, de cualquier manifestación contraria a la Constitución o sus principios ----naturalmente interpretados desde las posiciones partidistas del progresismo dogmático de la izquierda--- que por el hecho de serlo serían ilegales o delictivas.
¡¡¡Que vivan las caenas!!!
Todo esto me lleva a analizar conceptos tan discutible como el de la “corrección política” de las ideas y a la discusión sobre la legitimidad o ilegitimidad de las manifestaciones de formas de pensar no coincidentes, o incluso contradictorias con las mayoritarias de la sociedad.
Para comenzar este análisis, quiero volver a recordar la reiterada Jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, que ya cité en uno de mis anteriores escritos, pero que creo que es oportuno volver a citar aquí.
Según este Tribunal:
La libertad de expresión constituye uno de los fundamentos esenciales en una sociedad democrática y una de las condiciones primordiales para su progreso y el desarrollo de cada uno, siendo válida no solamente para las "informaciones" o "ideas" acogidas favorablemente o consideradas inofensivas o indiferentes, sino también para aquellas que chocan, ofenden o inquietan. Así lo quieren el pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura sin los que no existe "sociedad democrática"
Es decir, la libertad de expresión, entendida como derecho fundamental de los ciudadanos, ampara el derecho no solo de expresar ideas u opiniones acogidas favorablemente o consideradas inofensivas o indiferentes por la Sociedad, sino también la expresión de “otras” ideas u opiniones aquellas que “choquen, ofendan o inquieten” a la opinión pública mayoritaria.
Sin tal consideración, sin esa tradición de “rompimiento” con los estándares establecidos, sin debate intelectual, sin procesos de contradicción y pugna, la libertad de pensamiento y expresión habrían desaparecido en occidente, y nuestra sociedad no sería lo que es.
Y por eso mismo me parece repugnante e inamisible el concepto de lo “políticamente correcto” que no es sino una forma encubierta y sibilina de censura a la libertad de pensamiento y expresión.
Amén de ser un absurdo encomio del eufemismo que hiere la sensibilidad de los espíritus cultivados.
Según contaba Umberto Eco, en un artículo publicado en el diario El Mundo el 18 de junio de 2004:
“El concepto de lo “Políticamente Correcto” nació en el mundo universitario norteamericano ultraliberal y radical, para reducir algunos de los vicios lingüísticos que, a su juicio, establecían líneas de discriminación hacia las minorías. Con tal finalidad se comenzó a decir “afroamericanos”, en vez de “negros”, o “gay” ---chicos--- en vez de los múltiples y conocidos apelativos despreciativos reservados a los homosexuales. Naturalmente, esta campaña en pro de la purificación del lenguaje produjo su propio fundamentalismo, hasta desembocar en los casos más vistosos y ridículos. Como el de algunas feministas que propusieron no decir más “history”, porque, por medio del prefijo “his”, se hacía pensar que la historia fue sólo “de él”, sino “herstory”, historia de ella, ignorando, obviamente, la etimología greco-latina del término, que no implica referencia de género alguna.”
Por su parte, Luis Sánchez de Movellán de la Riva, nos dice (Univ. Complutense de Madrid, Id y Ev. nº 41, noviembre-diciembre 2004) que:
“El origen de lo políticamente correcto coincide con el fracaso de las ideología de izquierdas a la hora de racionalizar la igualdad social. El mundo de la cultura fue su reducto y desde ahí diseñaron la corrección política como un intento e imponer la igualdad social a través de la imposición de un lenguaje no discriminatorio. Es decir, al no lograr cuajar una revolución ideológica –--y mucho menos política--– el izquierdismo progresista inventó una revolución semántica.”
En conclusión, los partidarios de la “Corrección política” se presentan como liberadores de los discriminados y acaban imponiendo a la Sociedad toda, de forma intolerante, su estilo de vida y sus modelos intelectuales.
Al final, toda esta moda de la “corrección política” no deja de ser una manifestación, sutil y benigna, de lo que profetizó Tocqueville como “modelos de tiranía democrática.”
Pero el fondo del asunto es más preocupante, incluso, que el mero problema semántico o ideológico que venimos analizando.
En teoría la consecuencia de esta forma de actuación, desarrollada por las reflexiones y prácticas sociales destiladas en las factorías intelectuales de los herederos norteamericanos y europeos del “mayo del 68”, se concreta en que la idea de que lo "políticamente correcto" es la tolerancia, de tal modo que no se admita la existencia de valores absolutos y que no se admita a nadie defender sus principios de modo beligerante, pues eso sería fundamentalismo.
Sin embargo, en la práctica, esta tendencia no es sino un instrumento dialéctico propio de la técnica de la “elusión de la crítica” propia del “progresismo dogmático” de la izquierda.
Efectivamente, de lo que se trata no es de defender la idea de tolerancia con carácter genérico, pues la tolerancia solo se reclama, reconoce y defiende para el “políticamente correcto”, que a la postre no es sino quien piensa igual que la mayoría política o social dominante, pero se niega para quien es “políticamente incorrecto”, es decir, todo aquel que no forme parte, ideológicamente, de aquella mayoría.
Y la derecha se ha contagiado de la estupidez.
La expresión más extrema de esta corriente es que se haya llegado, en el mundo occidental, a demonizar a todo aquel que defienda teorías fascistas o nazis, hasta el punto de prohibir todo aquello referente a tales movimientos políticos o de criminalizar cualquier doctrina política que los recuerde, pero sin embargo se tolere, aún se fomente, la propaganda, el debate, el estudio y la propagación de las doctrinas comunistas, cuando ocasionaron, en todos y cada uno de los países que fueron sus víctimas, horrores y atrocidades tanto o más brutales que las ocurridas en Europa bajo el régimen hitleriano.
En el fondo la única diferencia entre el totalitarismo nazi y el totalitarismo comunista radica en que aquel perdió la II Guerra Mundial, mientras que este se mantuvo en el bando de los vencedores, pues ambos fueron esencialmente violadores de los derechos humanos, genocidas y asesinos.
En este sentido me aterra la iniciativa del gobierno alemán de tratar de extender la criminalización de las doctrinas de extrema derecha, y determinadas actitudes de la misma, que se definen como “el negacionismo del holocausto” y el “revisionismo histórico por motivos ideológicos”, a todos los países comunitarios, pues dicha iniciativa, que responde al aspecto más criticable de la doctrina de la “corrección política”, constituiría una profunda violación de la libertad de pensamiento y expresión, base esencial de nuestro sistema liberal democrático.
Al igual que hice en mi escrito “Don Opas”, creo que es preciso recordar las palabras de Gustavo Bueno, para quien la libertad de expresión no solo es “libertad de” expresar las propias convicciones, ---acertadas o incluso erróneas--- conquistada como libertad democrática por la Europa nacida de la Revolución Francesa, sino que debe ser también entendida como “libertad para” la defensa de esas convicciones liberales y democráticas sin cortapisa, censura o limitación alguna, pues las opiniones, ideas o creencias expresadas por cualquiera habrán de ser combatidas con las opiniones, ideas o creencias expresadas por quienes piensen diferente, sin que sea admisible más limitación a tales derechos que la colisión con otros derechos fundamentales que merezcan mayor protección, y no creo que el concepto de “verdad histórica” o el de “ideología mayoritariamente admisible”, tengan la consideración de tal.
Otra manifestación, sutil y peligrosa, de esta forma de pensar y actuar, es la de la consideración del laicismo radical que impregna a los partidos de la izquierda como única forma de “corrección política”; y en esa línea se llega a afirmar en el reciente documento publicado al respecto por el PSOE, que:
Sin laicidad sería difícil evitar la proliferación de conductas nada acordes con la formación de conciencias libres y críticas y con el cultivo de las virtudes cívicas
Posición frente la cual no nos queda más remedio que mantener la posición “políticamente incorrecta” que ya mantuviera el Papa Benedicto XVI, en noviembre de 2004, cuando todavía era el cardenal Joseph Ratzinger:
Debemos defender la libertad religiosa contra la imposición de una ideología que se presenta como si fuese la única voz de la racionalidad, cuando es solo expresión de un cierto racionalismo".
En conclusión, la solución no es la de criminalizar todas las ideas catalogadas de “políticamente incorrectas” por ser consideradas antidemocráticas en cuanto que no lo sean de izquierdas o no respondan al “vademécum” de principios democráticos generalmente admitidos ---La Constitución según la interpretación de la misma izquierda--- como parece pretender la izquierda europea desde las posiciones del “progresismo dogmático”, que trata de desacreditar e incluso de criminalizar muchas de las concepciones propias del humanismo cristiano y del liberalismo democrático, sino la de permitir la expresión de todas y cada una de las ideas, opiniones, creencias o pensamientos, de forma y manera que las ideas se combatan no con su censura, con su prohibición, o su criminalización, sino con el debate intelectual y su contradicción racional.
Claro que eso supondría tanto como que la izquierda permitiese un debate intelectual abierto y constructivo que pudiera poner en evidencia sus posiciones ideológicas, lo cual no parece factible frente a la reiteración de la “elusión de la crítica” que se practica por el “progresismo dogmático”.
Por todo ello reivindico mi derecho a ser “POLITICAMENTE INCORRECTO”, a manifestar mis opiniones, mis creencias, mis ideas contradictorias con las de la mayoría política o sociológicamente dominante en España en 2007.
A manifestarme cristiano y a defender los principios y creencias de mi Fe, y en consecuencia, a no tener que aceptar como verdaderas otras creencias religiosas, ni otras prácticas sociales aunque sean mayoritarias en aquellos casos en que, conforme a mi fe, sean censurables, ni aceptar las imposiciones procedentes de ellas y a defender, consecuentemente, mi derecho a la educación de mis hijos en los principios morales en los que creo y no en los impuestos por el laicismo inmoral y hedonista que quiere imponerme la izquierda.
A manifestarme defensor de la sociedad conformada de acuerdo con los principios del humanismo cristiano y la tradición liberal occidental, que me llevan al convencimiento de que he de respetar que piensen como quieran y vivan conforme a sus creencias todos los que sean “diferentes” a mi, pero exigiendo en correspondencia ser absolutamente respetado en mi diferencia, en mis creencias y en mi modo de vida.
A no tener que aceptar como indiscutible la opinión de la mayoría, ni a ser tachado de intolerante o fascista por contradecir sus postulados.
A ser en definitiva, según la formulación orteguiana el “YO” que soy conforme a mis circunstancias, y no conforme a las circunstancias de los demás.

lunes, 8 de enero de 2007

ANGELUS vs SALAT

Hay una casa en la calle de Céa Bermúdez de Madrid que, tal y como podéis contemplar en la foto que os adjunto, es pura fachada, al igual que pura fachada, cartón piedra vacío de contenido, es el empeño de Rodríguez de profundizar en su “Alianza de Civilizaciones”.
En uno de mis primeros escritos (Calabobos) relativos a este asunto, hacía referencia a la estrategia de determinados grupos islámicos de gran poder económico, de crear en Europa un tejido de instituciones islámicas que impregnen nuestra sociedad de cultura islámica, en vez de fomentar el desarrollo ---imprescindible si se quiere su desarrollo y evolución que les permita abandonar su integrismo--- de los países de mayoría musulmana que se debaten en la miseria, el subdesarrollo y la incapacidad del cambio.
El Jeque Sultán III Ibn Muhammad Al-Qasimi, soberano del emirato de Sharjah, uno de los ocho que conforman los llamados “Emiratos Arabes Unidos”, parece ser uno de los contribuyentes financieros de “Medinnat Assalam”, el proyecto que impulsa la Asociación de Musulmanes de Córdoba y que se concreta en la idea de construir una réplica de la Mezquita de los Omeya de Córdoba, un hotel y dos escuelas coránicas en un terreno de 11.000 metros cuadrados en las afueras de la ciudad.
El emir Al Qasimi ---que ya ha financiado la mezquita de Granada y la de La Puebla de don Fadrique y que es uno de los inversores en la de Los Bermejales de Sevilla, paralizada por la protesta de los vecinos--- es quien, este mismo año, abanderó el boicot a los productos daneses en los paises musulmanes, después de la publicación de unas caricaturas de Mahoma en un periódico de ese país nórdico, pero no se conoce que contribuya al desarrollo económico de los países musulmanes que necesitan salir de la miseria.
Mientras tanto el PSOE acaba de aprobar un documento sobre laicismo en nuestra sociedad, del que destaco este párrafo: “Los fundamentalismos monoteístas o religiosos siembran fronteras entre los ciudadanos. La laicidad es el espacio de Integración. Sin laicidad sería difícil evitar la proliferación de conductas nada acordes con la formación de conciencias libres y críticas y con el cultivo de las virtudes cívicas
Es decir que el PSOE vuelve a los viejos argumentos laicistas trasnochados:
La religión es el opio de los pueblos” ó “Solo sin religión habrá conciencias libres
que harán posible la utopía marxista del “Hombre Nuevo”.
Menos mal que el PSOE, en su congreso extraordinario celebrado en Madrid en septiembre de 1979, bajo el lema “Forjando el Socialismo”, renunció al marxismo como ideología oficial del partido, aunque, por supuesto, y según las conclusiones de aquel mismo congreso: “la mantiene como instrumento crítico y teórico”.
El documento del PSOE sobre laicismo termina mezclando churras con merinas, al afirmar que: “Sin laicidad no habrían nuevos derechos de ciudadanía y serían delitos civiles algunas libertades como la interrupción voluntaria del embarazo, el matrimonio entre personas del mismo sexo,…”
Sin embargo yo me pregunto:
¿De que habla el PSOE, de laicismo o de anti catolicismo? pues lo cierto es que mientras el mismo PSOE y su gobierno hacen manifestaciones de laicismo, aplauden que se censure la tradición de los belenes en los colegios públicos y promueven la retirada de crucifijos de las aulas o suprimen la asignatura de religión (cristiana), al mismo tiempo, insisto, no se oponen al uso del velo islámico en los mismos colegios públicos, fomentan el estudio de la religión musulmana multiplicando por cien el número de profesores contratados en el sistema educativo público para enseñar la fe de Mahoma, y no ponen reparo alguno a la inversión multimillonaria del jeque Al-Qasimi en sus instituciones islámicas.
Y no penséis que la idea de controlar estas inversiones es un ocurrencia solo mía, pues el gobierno italiano se ha empezado a mover en este sentido, tal y como se desprende de las recientes manifestaciones de su Ministro del Interior Guliano Amato, recogidas en la prensa española.
Ah ¡¡¡, pero se me olvidaba…
La actitud de nuestro Gobierno no puede parecerse a la italiana, pues toda iniciativa en esta materia debe estar puesta en relación con la “Alianza de Civilizaciones”, que al final, si hurgamos detrás de la fachada, veremos que no es otra cosa que un instrumento más para acabar con los principios del llamado “humanismo cristiano” propios de nuestra sociedad, en la línea propia de las reminiscencias marxistas del “progresismo dogmático” de nuestro Gobierno y su partido.
En definitiva el jeque Al Qasimi no es sino la muestra viva de que esos inmensos poderes económicos musulmanes ven en la inmigración desde los países subdesarrollados islámicos hacia occidente, un claro instrumento de islamización de nuestra sociedad, y así, no solo no contribuyen a financiar el desarrollo de aquellos países musulmanes subdesarrollados, lo que frenaría la emigración hacia occidente, sino que financian con decisión las instituciones islámicas que fomentan su credo y sus costumbres sociales en nuestra sociedad.
No olvidemos, por lo demás, que en el emirato de Sharjah, dominado por el clan Al Qasimi, impera el “wahabismo”, una de las corrientes integristas islámicas más fundamentalistas, por mucho que, políticamente, sean pro americanos, al igual que lo son sus vecinos los “wahabistas” Saudíes.
Así que vuelvo a plantearme otra pregunta:
¿Por qué financiamos proyectos de desarrollo económico en países islámicos subdesarrollados y aceptamos que el integrista Al Qasimi no haga lo mismo e invierta en instituciones islamistas en España?
Pues porque el ministerio de Asuntos Exteriores español, con Moratinos a su cabeza, está más ocupado con el proyecto “Zapaterista” de la “Alianza de Civilizaciones” que en promover soluciones realistas a los problemas de desarrollo de los países tercermundistas musulmanes, lo que contribuiría a la solución, también realista, de la inmigración musulmana a Europa.
Sin embargo “realismo” y “Zapaterismo” parece, contumazmente, que no van de la mano.
Mientras que el demonizado Aznar, errores a parte, intentó aupar a España al Club de “Los Grandes”, jugando la baza de nuestra incorporación al llamado “G8”, cuyo numero hoy sería 9, el “Zapaterismo” se empeña en aliarnos con los países musulmanes, las dictaduras populistas americanas, el club de los “no alineados” y el régimen cubano de “El Comandante”.
Y en la política europea se inclina hacia las posiciones francesas, olvidando que Francia es históricamente nuestro peor enemigo.
Baste en tal sentido recordar la política impulsada por Jacques Chirac desde el Eliseo en Marruecos, tendente a minimizar la presencia española en el reino alauita.
Pero como nuestro Presidente del Gobierno demuestra diariamente que es un gran amante de los decorados de cartón piedra ---de las fachadas sin trastienda--- tendremos “Alianza de Civilizaciones” para rato.
Aunque las consecuencias del “gran montaje” sean duraderas y perniciosas para el futuro de nuestra credibilidad internacional y de nuestro prestigio entre las potencias del mundo desarrollado occidental, las únicas que parecen no interesar demasiado a Moratinos y a su jefe Rodríguez.
Gracias a Dios, nunca mejor dicho, leo con emoción contenida, la nota de Prensa publicada el 27 de diciembre por el Obispo de Córdoba, Monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, a quien tuve el placer de conocer en su etapa de Secretario de la Conferencia Episcopal Española, contestando a la pretensión de la “Junta Islámica de España”, dirigida por su Secretario Mansur Abdussalam Escudero ---un psiquiatra cordobés, ex comunista y convertido al Islam--- de transformar la Catedral de Córdoba en “templo ecuménico” compartido por el culto religioso de cristianos y musulmanes.
Las razones expuestas en dicha nota para oponerse a la pretensión de los musulmanes son, esencialmente las siguientes:
1.- La consideración de que no ayudaría al diálogo interreligioso el uso compartido de templos y lugares de culto, que sólo generaría confusión en los fieles, dando pie al indiferentismo religioso.
2.- El convencimiento de que el Obispado de Córdoba y su Cabildo tienen títulos jurídicos fehacientes para mantener el uso exclusivo de la Catedral por la Iglesia Católica, a quien aquella fue donada por Fernando III en 1236. De tal modo que si la mezquita fue templo musulmán durante 500 años lleva siendo templo católico los últimos casi 800.
3.- La existencia de títulos históricos incontestables al efecto, pues las excavaciones arqueológicas dirigidas por el arquitecto Félix Hernández en 1930 demostraron la existencia en el subsuelo de la actual Catedral de todo un complejo episcopal cristiano visigótico, que puede datarse entre los siglos IV y VI, dedicado a San Vicente Mártir, que fue destruido tras la invasión musulmana en el año 711, construyéndose sobre sus ruinas la mezquita.
4.- En la Catedral de Córdoba, como en todas las catedrales cristianas, está el Señor en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Este dato fundamental hace inviable celebrar la oración de otra tradición religiosa en su recinto.
5.- Los católicos cordobeses quieren vivir en paz con los creyentes de otros credos, pero no desean estar continuamente sometidos a presiones que no contribuyen a la concordia.
Como afirmara en el mes de mayo de 2004 el Arzobispo Filtzgerald, ex presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, a raíz de una solicitud idéntica de la Junta Islámica: “Es difícil promover la convivencia entre cristianos y musulmanes remontándose a la historia o queriendo revanchas. Es necesario aceptar la historia y seguir adelante”.
Mientras tanto el comunista Gaspar Llamazares ha manifestado su apoyo a la propuesta de Mansur Escudero, con estas singulares palabras: “en una instalación religiosa tan importante como esta no debería existir ningún problema para que, desde una posición abierta, la confesión musulmana, junto con la católica, tuviera un ámbito de participación
Ante la retórica nauseabunda del comunista Llamazares, deberíamos recordar que un templo católico no es una “instalación de participación” sino un “lugar de culto” en el que según recordaba Monseñor Asenjo, los Católicos creemos que está presente Dios en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.
Por lo demás, y como complemento a las prudentes manifestaciones del Obispo de Córdoba, quisiera también recordar que el “ecumenismo” que se promueve desde las posiciones islámicas no es sino un falso ecumenismo, pues lo que pretende es la cesión de occidente frente a las demandas de reconocimiento y respeto a todo lo musulmán, sin que ese respeto reclamado venga acompañado de un respeto recíproco otorgado a los cristianos.
Ya lo he dicho en ocasión anterior.
Si a un cristiano en Arabia Saudita se le ocurriera reclamar a la máxima autoridad religiosa saudí, el Rey Abdullah, o bien a la siguiente autoridad religiosa del país, el "mufti" Abdelaziz al Sheik, que se permitiese el rezo del “Angelus” en la Mezquita de Masjid Al Haram de la Meca, en cuyo gran patio central se encuentra la Kaaba, no me cabe la más mínima duda de que el osado sería inmediatamente decapitado por blasfemo y provocador.
Por ello me congratulo con la posición adoptada por el obispo de Córdoba, que introduce un innegable elemento de sentido común en esta cuestión, asumido por la propia Conferencia Episcopal Española, según se desprende de las palabras de Monseñor Gonzalez Montes, Obispo de Almería y Presidente de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española, quien además de manifestar su absoluta sintonía con el Obispo Asenjo, denunció las manipulaciones retóricas de Mansur Escudero, quien, a su juicio:
"tiene muy claro que su petición no será aceptada puesto que en vez de dirigirse a la propietaria de la Catedral, la Iglesia católica de Córdoba, ha preferido recurrir a otras instancias que no tiene sentido que se pronuncien al respecto".
Asimismo, aseguró que la misiva remitida por Mansur Escudero al Vaticano introduce una “interpretación confusa y peligrosa del vocablo ecumenismo”, que debe entenderse como diálogo entre iglesias cristianas y no entre religiones "como parece interpretar la Junta Islámica" cuando se refiere a la conversión de la Mezquita en un "templo ecuménico". Mientras tanto el radical y provocador Escudero ha protagonizado un nuevo “espectáculo mediatico” con la oración celebrada el día 28 de diciembre en la calle, ante la puerta de la Catedral de Córdoba, reclamando su derecho a rezar el “Salat” en el interior del templo, y por supuesto no deberíamos olvidar que toda la campaña del mahometano Escudero se ha producido en plena “Navidad”, fiesta grande en que los Cristianos celebramos la encarnación de Dios en la persona de Jesús.
¿Será casualidad o ánimo de provocar el enfrentamiento?
Veremos, porque esto no ha hecho más que empezar.

domingo, 7 de enero de 2007

LA SERPIENTE Y LA LUCIERNAGA

He encontrado una sencilla reflexión sobre la envidia en la "Bitácora" de “Aimé” El baúl de mis locuras que acabo de visitar y como buen "cyberaficionado", que me cosidero, os mando su link para que si a alguno le interesa pueda leerlo.
Tambien os mando un precioso fado de Mariza, que creo que merece la pena.

lunes, 1 de enero de 2007

SALUDO AL 2007



Allegro moderatto para trompeta, del concierto en Do de Mozart





Quiero dedicar estas primeras reflexiones del año que comienza a desearos, siguiendo una tradición secular, un prospero año nuevo.
Comprendo que para la mayoría de nosotros, el cambio de año no tenga ninguna trascendencia, pues tras unos breves días de descanso, en el mejor de los casos, continuaremos con nuestras rutinas, nuestras obligaciones, nuestras devociones, nuestros empeños, que no habrán variado apenas un ápice por el cambio de año en el calendario.

Pero en todo caso hemos de felicitarnos mutuamente por sobrevivir a oto cambio de ciclo solar en nuestra efímera existencia.
Hace algunos días, en una deliciosa cena con unos amigos, comentábamos la fugacidad del tiempo, que todos percibíamos que pasaba cada vez más deprisa.

Uno de los comensales nos hizo una interesante explicación matemática del efecto de aceleración del paso del tiempo, que más o menos se resumía en el siguiente argumento.

Cuando las personas empiezan a tomar conciencia reflexiva de su propia existencia, en torno a los diez años de edad, el transcurso de un año representa, aproximadamente, un 10% de la vida vivida.
En la juventud de los 20 años un año de nuestra vida representaría un 5% de la misma.
Mediada la edad, en torno a los 50 años, un año de nuestra vida representa ya tan solo un 2% de los años vividos.
Llegados a la vejez, en torno a los 75 u 80 años, un año equivale ya a un 1,29 % de la vida vivida, y así sucesivamente.
Ello implica, en la práctica, que el año trascurrido sobre el que reflexione un niño de diez años equivaldrá a un período de tiempo de cinco años para un hombre de 50, o a la inversa, que si un hombre de 50 años recapacita sobre su último año vivido, en la mente de un niño de diez años esa reflexión equivaldría a analizar el 2% de su vida, es decir, los últimos dos meses y medio.
Afortunadamente el hombre, enfrascado en su quehacer cotidiano, dedica poco tiempo a estas reflexiones, pues en caso contrario la depresión sería inmensa.
Y no penséis que estoy atacado por una bruma de tristeza, lo que ocurre es que cuando intentas sondear en el alma humana y sus paradigmas ---y el transcurso de nuestro tiempo es paradigma insondable--- normalmente encuentras que el empeño es inútil, y ya lo decía Ortega:
Los empeños inútiles tan solo conducen a la melacolía
Cuando Chateaubriand logró acumular unos pequeños ahorros, adquirió, en 1807, la mansión de la “Vallè aux loups” cerca de París, en cuyo amplio parque mandó construirse un estudio retirado, una deliciosa torre de inspiración italiana, a la que llamó la “Tour Velleda”, en honor de la sacerdotisa gala protagonista de su obra “Los Mártires”.


Aquí comenzaría a escribir sus “Memorias de Ultratumba” su bellísimamente escrita biografía, en la que trabajó durante más de cuarenta años, y en la que rememora, en numerosas ocasiones, la fugacidad de la vida.

Entre los numerosos pasajes de esa obra referidos a la cuestión de la fugacidad de la vida me parecen fascinante los siguientes:

Castelnau escribió una parte de su vida en Londres. Al final del libro VII le dice a su hijo “Trataré de este hecho en el libro octavo” y el libro VIII de las memorias de Castelnau no existe: lo que es un aviso de que ha de aprovecharse la vida.”

Recordaba los versos que le escribía entonces a dos jóvenes ladyes que se habían hecho viejas a la sombra de las torres de Westminster; torres que volvía a encontrar erguidas como las había dejado mientras que al pie de ellas habían quedado enterradas las ilusiones y las horas de su juventud.”
"Una vez conocí a un tal Monsieur Damaza de Raymond que tenía en su biblioteca una calavera junto a sus bibelots. Algún tiempo después perdió la vida en un duelo y su encantador rostro fue a reunirse con la cara horrorosa que parecía llamarle."

En cualquier caso la consecuencia inmediata de la reflexión a cerca de esa fugacidad de la vida se concreta en la idea clásica del “Carpe Diem” de Horacio:

dum loquimur, fugerit invida aetas
carpe diem, quam minimum credula postero

Mientras hablamos, huye el envidioso tiempo.
Aprovecha el día, y no confíes lo más mínimo en el mañana.

O en las aseveraciones de Cátulo:

Vivamus, mea Lesbia, atque amemos…
soles occidere et redire possunt;
nobis, cum semel occidit brevis lux,
nox est perpetua una dormienda.

Vivamos, Lesbia mía, y amémonos…
Los soles pueden salir y ponerse;
nosotros, tan pronto acabe nuestra efímera luz,
tendremos que dormir una noche eterna.

Es decir, la fugacidad de nuestras vidas nos inclina hacia la idea de que debemos aprovechar el momento presente, exprimir nuestras vivencias contemporáneas, pues el pasado ya no existe y el futuro es una mera incógnita, pues como dijera el propio Chateaubriand:

Solo el minuto presente nos pertenece, el siguiente es ya de Dios, y solo Él sabe si nos dejará vivirlo.”

Mientras evoco a los clásicos, y rememoro la “Tour Velleda” de Chateaubriand, me fascino contemplando el atardecer sobre los “Picos de Europa” que se yerguen majestuosamente nevados, a la luz del crepúsculo, sobre las cercanas colinas costeras que diviso desde mi casa asturiana.

Montes que, a la postre, son testigos impasibles del paso del tiempo humano, pues si en épocas pretéritas sobrecogieron a los “cromañones” que se refugiaron en las cuevas costeras de la rasa riosellana, o dieron refugio a Pelayo y sus mesnadas, hoy me deleitan con su contemplación sosegada, pues su formación, hace más de un millón y medio de años, hace que fuesen viejos gigantes, pese a su juventud geológica, cuando el “Homo Sapiens Sapiens” comenzó a pasearse por la tierra hace treinta y cinco mil años.

Desde una perspectiva cosmológica no dejamos de ser un acontecimiento reciente y fugaz, pues la vida humana comenzó a pasearse por nuestro mundo hace treinta y cinco mil años, mientras que, calculada desde su instante inicial, el “Big Bang”, la edad del universo es de casi 14 mil millones de años.

Nuestra vida, pues, desde esa perspectiva cosmológica, siendo generosos en nuestras máximas aspiraciones de senectud, no dejará de ser un ínfimo suspiro, un chispazo de energía y materia, que se unen y descomponen en el complejo existir de las galaxias.

Como para ser muy exigentes con nosotros mismos…

Hace algún tiempo un buen amigo mío me confesaba sus desvelos íntimos ante la pretensión de ser feliz, de alcanzar, al menos, la sensación de acariciar la felicidad propia con las yemas de sus dedos.

Le recité tan solo una frase de Nietzsche:

El ser humano no aspira a la felicidad. Solo los ingleses hacen eso”

Para tratar de convencerle de la inutilidad de su empeño.

El secreto de la vida, al fin y al cabo, no está tanto en ser feliz, como en saber mantenerse en relación con todas y las mismas cosas, en permanente estado simultaneo de amor y burla de deseo y desprecio, de pasión y frialdad, de ansia y de pereza.

De tal modo que con nuestra mera existencia, así equilibrada, seamos capaces de hacer felices a quienes nos rodeen y ello permita mitigar nuestra propia infelicidad, al punto de considerarnos casi felices también nosotros mismos.

Aunque las más de las veces seamos incapaces de lograr nuestro objetivo y las ramas nos impidan ver el bosque.

Ya lo decía Homero por boca de Ulises:

“El viaje navegando hacia la felicidad es ya la felicidad en si misma

Aunque otros como Epicuro, no admitan estorbo u ocupación alguna que pueda alterar la plenitud de la felicidad, de tal modo que esta solo es posible en cuanto que el alma se aleje de cualquier preocupación u ocupación, y alcance un estado de ininterrumpido sosiego.

Me temo no obstante que el sabio griego confundiese la felicidad con el aburrimiento. Lo cual es bastante probable en alguien que, según cuenta el poeta Hermipio, esperó su inminente muerte sumergido en una bañera de bronce con agua caliente para mitigar los dolores que le asediaban, bebiendo vino y charlando con sus discípulos, cuando ante la inminencia de la muerte estoy seguro que a todos se nos ocurrirían infinidad de cosas más interesantes que hacer que una tertulia.

En cualquier caso, apagadas ya las luces de crepúsculo, y ocultos los Picos de Europa por la falta de luz de la noche, que de todo ya se enseñorea, os reitero mi felicitación y buenos deseos para el año que comienza.
Espero que a lo largo del nuevo año encontréis y disfrutéis todos esos momentos deliciosos que suceden cada día y que hacen que la vida sea una experiencia apasionante por si sola.