En
el año 2020 escribí un post sobre el frío que hoy reproduzco y amplío.
Hace
frío, un frío no tan intenso como para clavarse en los huesos y las
articulaciones como alfileres de hielo.
No
tan duro como para hipnotizar, ni adormecerte hasta la muerte, como el humo serpenteante
de la lamparilla de aceite que ilumina la estancia.
No es como el frío que enterró congelados a los mamuts que hoy nos
regala el permafrost excavado en las estepas siberianas, o que acabó con los
triunfantes soldados de la “Grande Armeé” del Emperador en las Guerras
Napoleónicas.
En 1812, Napoleón Bonaparte decidió invadir Rusia con el objetivo de
obligar al zar Alejandro I a restablecer el Tratado de Tilsit y reafirmar su
dominio sobre Europa.
La “Grande Armée”, compuesta por aproximadamente 600,000 soldados de
diversas nacionalidades, se preparó para llevar a cabo esta ambiciosa campaña.
A medida que las tropas francesas penetraban más en el territorio
ruso, comenzaron a enfrentarse no solo a la resistencia del ejército ruso, sino
también a las adversas condiciones climáticas.
El calor abrasador del verano dio paso a un otoño lluvioso que
convirtió los caminos en barro y dificultó aún más el avance.
Las enfermedades comenzaron a proliferar entre las tropas debido a la
falta de suministros y al mal estado físico de los soldados.
La moral comenzó a decaer mientras los hombres sufrían hambre y
agotamiento.
Los soldados estaban exhaustos y desmoralizados; muchos murieron congelados o fueron asesinados por las tropas rusas que atacaban constantemente a los rezagados.
La “Grande Armée”, que había comenzado como
una fuerza imponente y bien equipada, se redujo drásticamente.
Las Divisiones Panzer, emblemáticas de la
Wehrmacht alemana durante la II Guerra Mundial, experimentaron un notable
desastre
A partir de 1941, las fuerzas alemanas lograron avances significativos
al principio, capturando vastas extensiones de territorio soviético.
Sin embargo, a medida que el invierno se acercaba y las condiciones
climáticas se deterioraban, la situación comenzó a cambiar drásticamente.
Uno de los momentos críticos fue la Batalla de Stalingrado
(1942-1943), donde las fuerzas alemanas, incluyendo varias divisiones Panzer,
se vieron atrapadas en un cerco soviético.
La falta de suministros, el agotamiento de las tropas y las
estrategias soviéticas cada vez más efectivas llevaron a una derrota aplastante
para los alemanes.
Las Divisiones Panzer sufrierion pérdidas significativas no solo en
términos de hombres, sino también en equipo y moral.
El clima ruso jugó un papel crucial en este desastre. Los fríos
extremos y las nevadas dificultaron enormemente las operaciones de los tanques
y la movilidad de las tropas.
Las divisiones Panzer, que habían sido diseñadas para la guerra rápida
y móvil, se encontraron atrapadas en un conflicto estático y desgastante.
A medida que avanzaba la guerra, el alto mando alemán subestimó la
capacidad de resistencia del Ejército Rojo y su habilidad para llevar a cabo
contraofensivas efectivas.
La estrategia de "guerra relámpago" que había funcionado tan
bien en otras partes de Europa no se tradujo con éxito en el vasto y desafiante
terreno ruso.
En resumen, el desastre de la División Panzer en Rusia se debió a una
combinación de sobreextensión territorial, condiciones climáticas adversas y
una subestimación grave del enemigo.
Y lo mismo ocurrió con las tropas nacionales y republicanas enfrentadas en las operaciones llamadas "La Batalla de Teruel" en nuestra guerra civil 1936/1939, batalla ocurrida en el invierno 1937/1938, caracterizada por las bajas temperaturas, nevadas y luvias que afectaron no solo a las tropas, congeladas en muchos casos en sus trincheras sino también a la logística de suministr y movimientos de artillería de ambos bandos en uno de los inviernos más crudos de la reciente histoiua de España, y en la que se calculan más de 50.000 bajas entre ambos bandos.
Y lo que en estos días sentimos, es
frío, a secas, frío y nada más… y nada menos.
Y este
invierno, borrasca tras borrasca, no pasábamos tanto frío invernal desde hace tiempo,
sin llegar a las nevadas de la famosa borrasca “Filomena”, de principios de
2021, que llenó de nieve media España, y que nos deparó imágenes curiosas, como
esta de gente esquiando en la Cibeles nevada.
El
frío no deja de ser una de las fuerzas de la naturaleza que más impacta en
nuestras vidas.
Cada
año, con la llegada del invierno, las temperaturas descienden y nos enfrentamos
a un cambio profundo en nuestra rutina diaria.
El
frío no solo afecta nuestro entorno físico, sino que también tiene un impacto
significativo en nuestra salud mental y emocional.
Cuando el frío se hace
presente, lo primero que sentimos es una disminución de la temperatura corporal,
a lo que el cuerpo reacciona intentando reservar su calor.
Sin embargo, esta lucha constante puede llevar a una
serie de sensaciones incómodas, llegando a presentarse el riesgo de congelación
empezando por piés y manos, lo que puede resultar en un dolor agudo y daños permanentes.
Pero
el frío no solo afecta nuestro cuerpo, también tiene un efecto notable en
nuestro estado mental.
Durante
los meses más fríos muchas personas experimentan una disminución en su estado
de ánimo, unido al hecho de que la falta de luz solar puede contribuir a trastornos
afectivos estacionales (TAE), donde la depresión se hace más pronunciada con la
llegada del invierno.
Este
fenómeno se traduce en sentimientos de tristeza, fatiga y desmotivación.
Y quiero
concluir esta “Reflexión Heteróclita” con otra pieza musica, y ¿que otra podría
acompañar mejor esta reflexión si no a Pavarotti cantando el el aria “Che
gelida manina” de La Boheme de Puccini?
©2025 JESÚS FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA
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