Antes de nada quiero comentaros que mi costumbre es escribir un Post los viernes, pero en esta ocasión he estado todo el día de médicos y por eso os público hoy sábado.
¿Qué
es el Recuerdo Proustiano?
El
recuerdo proustiano es la experiencia de revivir un recuerdo pasado a través de
un estímulo sensorial, como un aroma, sabor, sonido o imagen.
En el
primer Libro de Proust, de su obra “Por el Camino de Sawn” de su obra “En busca
del tiempo perdido” ocurre que al saborear una magdalena mojada en té, se desencadena
en su cabeza una seria de recuerdos de su infancia, y juventud en Illers- Combray,
en casa de su tía Lèonie.
En
mi caso esa magdalena la constituye el olor de la pación —hierva o pasto— recién
segada, con su olor perfumado, frutal dulce e impresionante.
El
primer recuerdo que me trae ese olor es el de la siega de la pación por los
paisanos de la aldea y su carga en carros tirados por vacas, y se ayaba su
carga con maromas, siendo el pasatiempo de la chavalería subirse a lo alto del
carro, que tenía la peculiaridad de que el ronquido de su eje lo hacía
inconfundible, de modo que todos los miembros de la parroquia sabían quién
había subido a la siega y bajaba a casa con su carga.
Al llegar a casa, la hierva era almacenada en la tenada —pajar situado sobre las cuadras— o se hacía con ella “Balagares”, los típicos pajares en forma de pera que se veían por toda la geografía asturiana.
Hoy,
sin embargo la tradición se ha perdido y los pajares tradicionales han sido substituídos
or esas terriles bolas negras que dominan los capos de Asturias.
Asturias es, en cualquier caso es, una tierra peculiar, donde tanto el hombre del mar como el paisano de tierra adentro intercambian su lenguaje.
Así,
el marinero dice que se forman borregos en las olas cuando la mar está picada,
mientras que el paisano habla de olas causadas por el viento en la hierba de
verano durante la siega de la pación.
Mis
recuerdos de Asturias, mi “tierrina” familiar y atopadiza, me emocionan y
abruman, transportándome a sensaciones primerizas de amor, conocimiento de la
muerte, experiencias, y fragancias que en la
juventud fueron marcando mi carácter, consideradas esenciales entonces e
intrascendentes hoy en día, pero que hoy, en mi madurez, actúan como las
magdalenas de Proust.
Y en
el anaquel de mis magdalenas, tienen presencia especial infinidad de recuerdos.
Así,
otra magdalena, esta visual, es la imagen del obispo arriano y hereje “Don
Opas” convertido en piedra por la Santina como castigo a su traición a
los cristianos, y que resiste incólume los siglos, en una peña cercana a
Covadonga.
Hasta aquí puedo decir que mis magdalenas
asturianas han sido placenteras y agradables, sin embargo también me han
deparado mi primer gran trauma existencial, la aproximación a la muerte.
En
el verano, creo que de 1.974 o 75, dos amigos de la pandilla, Jaime “el
mejicano” y “el ponticu” —que frecuentes son los apodos en Asturias—
subían de Gijón a Somió por la carretera del Piles, en una moto Laverda 1.000
propiedad de Jaime.
En una curva “el ponticu”, que conducía, perdió el control, con tan mala suerte que se golpeó la cabezacontra una farola, muriendo en el acto.
Esa
noche celebramos su velatorio en su casa y fue, para mí, la primera
aproximación a la tremenda realidad de la muerte de una persona cercana, y me
impresionó que al amanecer le hubiese crecido la barba.
También
en Asturias experimenté pequeñas sensaciones negativas, como el primer
desengaño amoroso, la primera pelea a puñetazos, las primeras copas de alcohol
y su correspondiente resaca, el primer revolcón con una gran ola, el primer
accidente en mi moto Derby50, pequeños acontecimientos, entonces importantes y
hoy intrascendentes, que me ayudaron a madurar.
Entre
otras cosas aprendí que, a pesar de no otorgar el perdón a mis enemigos, que soy
incapaz de causarles perjuicio alguno; de tal modo que mi actitud es de rencor
pero jamás he sido vengativo.
Recuerdo
también la primera copa por la tarde en “La Pondala antes de subir a la
discoteca “El Jardín”
O las primeras tardes de toros en la plaza
de “El Bivio”
Y las primeras “Verbenas” en el Club de Regatas o en el Tenis.
Y finalmente la playa de San Lorenzo con sus casetas veraniegas que también conozco con el mar embravecida de Semana Santa
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