Pues aquí andamos, en una de mis butacas favorita, al calor que nos regala el sol de invierno, tras los cristales de mi porche acristalado.
Los,
invernaderos, estufas y porches acristalados, son un gran invento, que aportan
calor, quietud y sosiego a nuestra vida ajetreada, con la luz del sol en estos ríos
y soleados días de ivierno.
Harto
de filosofía, política, escándalos y politiqueos, prefiero dedicar mi tiempo y
mi pluma a reflexiones más personales y gradecería ser poeta, cómo Joaquín Sabina,
que pensador o informante a “la mode” contemporáneo.
Y
¿Qué significa esta vuelta de timón?
Pues
que lo importante, en este momento de mi vida, sólo es mi propio yo, mi
espíritu, mi propia realidad existencial, mis íntimas reflexiones.
De
este modo abandono construcciones elaboradas y complejas y me centro en
reflexiones más sencillas y comprensivas que expliquen mis sentimientos.
Y
todo ello me lleva a conclusiones impotantes.
La
primera es que la muerte es un acontecimiento más de la vida.
Nada
más que eso, aunque sea cierto, que es el último, pero uno más.
Y estas
conclusiones se pueden concretar en ideas que son fundamentales.
La primera
de ellas es que el ser humano s finito, y su destino último es la muerte, esa realidad
terrible que es difícil de aceptar pero que es inevitable.
La Muerte es un arcano para el conocimiento
humano, y la tumba iguala a todos, ricos y pobres, feos y guapos, gordos y
delgados, inteligentes y lerdos, si, a todos…
La
segunda es el abandono de Dios, que en ocasiones nos agobia; abandono que no
implica olvido de Dios y su divina misericordia, sino, desesperanza del ser
humano, que se supera poniendo nuestro destino en Sus Divinas Manos.
Y, por último, en tercer lugar, rememoro mi vida vivida, a la
manera que hiciera Mme. de Rècamier, a quien se refiere Chateaubriand en sus
“Memorias de Ultratumba”, y he tenido la inmensa suerte de haber podido
descansar, en muchas ocasiones, en el porche de mi casa, que da a mi jardín, y
agradecer todo el placer que me dispensa la naturaleza que veo, con su
presencia eterna, inamovible.
Y, como es mi costumbre, concluyo esta “Reflexión
Heteróclita” con una nueva pieza musical, ”Un último Bals” de Joaquín Sabina,
haciendo honor a mi gusto actual anteriormente mencionado
©2025 JESÚS FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA
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