Varios titulares de
prensa de estos últimos días me llenan de estupor y tristeza. Y me plantean una
cuestión de fondo para mi importante:
¿Qué le está pasando a la
Sociedad Española?
Según las encuestas de la
UE España es el país con mayor índice de abandono escolar y universitario, en
cifras que nos dicen que en torno al 30 % de los estudiantes de secundaria o universitarios
abandonan sus estudios sin terminarlos.
Y ello es un dato
preocupante que no se compadece con el hecho -puesto también de manifiesto en
esas encuestas- conforme al cual en
España los profesores están pagados por encima de la media del resto de países
de la Unión, el número de alumnos es inferior por aula al que es media en la
Unión y existen más profesores que por alumno que los existentes, como media,
en los países de la Unión.
Para tratar de poner
remedio a este dislate el Gobierno del PP ha presentado, y el Parlamento ha
aprobado, una nueva Ley de educación (LOMCE), frente a la cual se ha movilizado
una marea de alumnos, profesores y padres, de los que pienso que pocos habrán
leído la Ley y menos la habrán entendido; Da igual, la consigna de los jóvenes
que se manifestaban en estos días pasados en Madrid era “La Solución es la Revolución”
que no se que tendrá que ver con la educación, aunque rime con ambos términos.
Ello se ha unido al
“tópico” marxista de defensa del “Sistema público de Educación”, que tampoco
muchos saben que significa, pero que es peligrosamente demagógico; sobre todo
cuando las instituciones de la UE advierten que el mantenimiento de algunos de
los hitos del llamado Estado del Bienestar pasa, precisamente, por la
privatización de muchos de sus servicios.
Lo mismo ocurre con la
Sanidad, en la que la privatización del Servicio, que seguirá siendo gratuito
para los ciudadanos, no es contestado en las comunidades donde gobierna el PSOE
con los comunistas; como es el caso de Andalucía, región líder en privatización
de Servicios sanitarios y Hospitales; o en Asturias; pero que saca a las
enfurecidas “Batas blancas” a la calle cuando se trata de Comunidades Autónomas
gobernadas por el PP como son Madrid o Valencia.
Pero los problemas que
padecemos no son solo económico/políticos, sino de índole sociológico/moral.
Llamar “matrimonio” a una
legítima, porque no, unión de vida de una pareja homosexual, o tildar de “sagrado”
el pretendido derecho al aborto, no son sino reflejo de los males morales que
también afectan a nuestra Sociedad, desnortada éticamente.
Vivimos en una sociedad
dominada por tópicos marxistas, todos ellos recogidos en el “Manifiesto
Comunista” y todos ellos superados desde su publicación por Marx y Engels en 1848.
Estamos viviendo, en el
segundo decenio del s. XXI, nuestro propio “Mayo del 68” sin que la Sociedad
esté siendo consciente de ello.
El movimiento francés de
“Mayo del 68” constituyó la más exitosa operación de AGITPROP protagonizada por
el Partido Comunista francés, que impregnó a las capas burguesas acomodadas, de
principios marxistas.
De una parte maquilló al
comunismo con la etiqueta de “Eurocomunismo”, haciendo a las clases medias
perder el miedo a su amenaza mediante la declaración del abandono (teórico) de
las técnicas de revolución violenta, la integración en el juego democrático de
partidos y la aplicación doctrinal de la revolución pacífica
“científico/técnica”.
De otra socavó los
cimientos de la moral burguesa cristiana, con la puesta en práctica de medios
de superación del concepto de “familia burguesa” y de liberación de la mujer,
contenidos en el Manifiesto Comunista, que denunciaba la “prostitución legal”
que para la mujer suponía el matrimonio, promoviendo los movimientos feministas
radicales y propugnando utopías como el “amor libre” o dramas como la defensa
del aborto.
Pues bien, los
“Movimientos antisistema” tan en boga hoy en día bajo la genérica denominación
de “Movimientos 15 M” no han hecho sino volver a los planteamientos propios del
“Mayo del 68”
Efectivamente se han
puesto en marcha todos y cada uno de los planteamientos de aquel movimiento,
desde su dinámica “asamblearia”, su oposición de corte anarquista al poder
establecido, aunque provenga de la legitimidad de las urnas, la exigencia de un
anticipo electoral y de la apertura de un “Proceso Constituyente”, o la
búsqueda de su fuente doctrinal en obras del comunismo más rancio, como es el
“Indignaos” de Stefan Hessel, que propugna, ni más ni menos, que la vuelta a
los modelos de actuación política de la resistencia francesa de postguerra, con
el objetivo indisimulado de “derribar las estructuras de la Sociedad”.
Lo más lamentable es que
los instigadores de todos estos movimientos manipulan a los jóvenes,
desconocedores del fracaso de los principios comunistas y del propio proceso
revolucionario del 68 y que vuelven inocentemente a las andadas como si
hubiesen descubierto “la modernidad”, algo nuevo nunca ensayado, con olvido de
que ya los clásicos nos advertían de la ingenuidad de la juventud, pues como
dijera Homero “La juventud tiene genio vivo y juicio débil”
Pero llegados a este
punto debemos plantearnos nuevamente:
¿A qué responde esta
actitud ciudadana?
La respuesta simplista es
fácil pues, cabría decir que, es normal que la ciudadanía se movilice en
momentos de crisis como la que padecemos, máxime si esta situación viene
adobada por inadmisibles y reiterados casos de corrupción político/económica
que afecta a los principales partidos políticos.
Pienso, sin embargo, que
hay razones de fondo mucho más importantes que expliquen estos movimientos
populares, y que desacreditan la teoría del carácter espontaneo de estas
reacciones sociales.
Según mi parecer, la
situación que vivimos es fruto, nuevamente, del AGITPROP protagonizado por la
izquierda marxista radical, que ha inoculado en nuestra sociedad el mal de la
POLITIZACION.
Efectivamente, y por
impulso de los partidos de izquierda radical, la política ha desbordado los
cauces normales por los que debería moverse y ha anegado la vida social toda,
contaminando a la sociedad civil con unos contenidos políticos que ella no
debería gestionar.
Las sociedades civiles de
los países desarrollados ejercen su poder soberano en las urnas,
periódicamente, y asumen roles políticos o asistenciales que los Estados o las
Administraciones periféricas no asumen, pero no tratan de suplantar al poder
político institucional, no tratan de imponer leyes a los legisladores ni
medidas ejecutivas a los Gobiernos.
Eso solo lo hacen las
sociedades civiles anómalamente POLITIZADAS por el influjo de los partidos de
extrema izquierda, pues en ello está su propia esencia.
En España los comunistas,
se denominen como ellos quieran para ocultar su esencia, (izquierda Unida,
Izquierda Plural, o lo que sea) no han sabido evolucionar ni aceptar la
superación de sus tópicos, ni la falsedad de sus asertos, falsedad de la que es
muestra indiscutible la afirmación contenida en el Manifiesto Comunista según
la cual: “La mejora de los medios de producción capitalistas nunca mejorará la
calidad de vida del proletariado”; cuando ha sido precisamente el capitalismo
quien ha creado el “Estado del Bienestar” que ahora dicen defender.
Y pese a ello se han
anclado en un política decimonónica de “lucha de clases” y en su empeño de
destruir la sociedad burguesa en aras de “la igualdad” y no por defensa de sus
principios, todos ellos fallidos según se demostró en el “socialismo real”, sino
por resentimiento y ambición personal de sus dirigentes.
Y a ello contribuye un
PSOE desnortado, carente de ideas y liderazgo, que se radicaliza y vuelve a sus
orígenes marxistas, nunca del todo olvidados y colaboran con los comunistas en
esa operación de AGITPROP a través de la cual los “nuevos redentores” manipulan
a una sociedad inculta y asustada, POLITIZÁNDOLA y tratando de ponerla a su
servicio por medio de su manipulación.
Y al final de todo ello,
tan solo se adivina un “frentepopulismo” de sainete del “quitémosles a ellos
para ponernos nosotros”, con el riesgo que ello implica de desarticulación de
la Sociedad, uso de la violencia y renacimiento de un FRENTE POPULAR
estructurado; idea ante la cual tan solo se me ocurre pensar “Que Dios nos
pille confesados”
Sinceramente
no me gustaría que mis hijas viviesen el calvario que vivieron sus abuelos por
la contumaz voluntad marxista de volar por los aires, con evidente violencia, y
como dice el Manifiesto Comunista “hasta la última astilla del sistema burgués”
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