La única reacción de un católico ante las noticias aparecidas en los medios de comunicación del mundo entero sobre numerosos escándalos de pederastia protagonizados por sacerdotes católicos durante los últimos años, no puede ser otra que la del llanto y la indignación.
La Iglesia, sus jerarquías, han abordado valientemente el escándalo frente a la malintencionada utilización que, de aquellos lamentables sucesos, están haciendo todos los movimientos, asociaciones, grupos o personas de sentimiento anticristiano o anticatólico.
La Iglesia ha sido contundente en este asunto, pero la crítica es siempre la misma:
“¿y si lo sabían porqué no han hecho nada antes?”
Pero es que, ante todo, la afirmación de la Iglesia no ha hecho nada no es cierta.
Ya el Papa Juan Pablo II en su discurso pronunciado en la reunión Interdicasterial con los Cardenales de Estados Unidos, el martes 23 de abril de 2002, decía:
“Como a vosotros, también a mí me ha dolido profundamente que algunos sacerdotes y religiosos, ………… hayan causado tanto sufrimiento y escándalo a los jóvenes. Debido a ese gran daño provocado por algunos sacerdotes y religiosos, a la Iglesia misma se la ve con sospecha, y muchos se sienten ofendidos por el modo como perciben que han actuado los responsables de la Iglesia a este respecto. Desde todos los puntos de vista, el abuso que ha causado esta crisis es inmoral y, con razón, la sociedad lo considera un crimen; es también un pecado horrible a los ojos de Dios.”
Tras la multiplicación de los casos de abuso y pederastia denunciados en los medios de comunicación, el Papa Benedicto XVI publicó el 9 de marzo de 2009, su Carta a los católicos de Irlanda , en la que, entre otras cosas se nos dice:
“Sólo examinando cuidadosamente los numerosos elementos que dieron lugar a la crisis actual es posible efectuar un diagnóstico claro de sus causas y encontrar remedios eficaces. Ciertamente, entre los factores que contribuyeron a ella, podemos enumerar: procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa; insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados; y una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos, cuyo resultado fue la falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y la falta de tutela de la dignidad de cada persona."
Tras la multiplicación de los casos de abuso y pederastia denunciados en los medios de comunicación, el Papa Benedicto XVI publicó el 9 de marzo de 2009, su Carta a los católicos de Irlanda , en la que, entre otras cosas se nos dice:
“Sólo examinando cuidadosamente los numerosos elementos que dieron lugar a la crisis actual es posible efectuar un diagnóstico claro de sus causas y encontrar remedios eficaces. Ciertamente, entre los factores que contribuyeron a ella, podemos enumerar: procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa; insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados; y una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos, cuyo resultado fue la falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y la falta de tutela de la dignidad de cada persona."
para continuar diciendo:
“…ya en 2006 pedí a los obispos de Irlanda, establecer la verdad de lo sucedido en el pasado, dar todos los pasos necesarios para evitar que se repita en el futuro, garantizar que se respeten plenamente los principios de justicia y, sobre todo, curar a las víctimas y a todos los afectados por esos crímenes abominables"
“Los sacerdotes y religiosos que habéis abusado de niños habéis traicionado la confianza depositada en vosotros por jóvenes inocentes y por sus padres. Debéis responder de ello ante Dios todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos … habéis violado la santidad del sacramento del Orden, … y además del inmenso daño causado a las víctimas, se ha hecho un daño enorme a la Iglesia y a la percepción pública del sacerdocio y de la vida religiosa.
“No se puede negar que algunos de vosotros mis hermanos obispos y de vuestros predecesores, habéis fallado, a veces gravemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños. Se han cometido graves errores en la respuesta a las acusaciones … hay que reconocer que se cometieron graves errores de juicio y hubo fallos de gobierno. Todo esto ha socavado gravemente vuestra credibilidad y eficacia … además de aplicar plenamente las normas del derecho canónico concernientes a los casos de abusos de niños, seguid cooperando con las autoridades civiles en el ámbito de su competencia.”
En relación con todo este tema me parece muy interesante una homilía Sacerdote franciscano P. Roger J. Landry, pronunciada en la Parroquia del Espíritu Santo, en Fall River, Massachusetts, Estados Unidos, que circula por la red y en la que creo que se pueden destacar los siguientes párrafos:
"La noticia principal en los medios de comunicación durante los últimos días ha sido la de que algunos sacerdotes en la Archidiócesis de Boston abusaron de jóvenes a quienes estaban consagrados a servir. Es un escándalo mayúsculo; un escándalo que muchas personas, que durante largo tiempo han tenido aversión a la Iglesia a causa de alguna de sus enseñanzas morales o doctrinales, están usando como pretexto para atacar a la Iglesia como un todo, tratando de significar que, después de todo, ellos tenían razón.
Antes de elegir a sus primeros discípulos, Jesús subió a la montaña a orar y estuvo orando durante toda la noche. En ese tiempo tenía muchos seguidores. Habló a su Padre en oración acerca de a quiénes elegiría para que fueran sus doce Apóstoles, los doce que Él formaría íntimamente, los doce a quienes enviaría a predicar la Buena Nueva en su nombre. Les dio el poder de expulsar a los demonios. Les dio poder para curar a los enfermos. Ellos vieron como Jesús obró incontables milagros, ellos mismos obraron en su nombre numerosos milagros. Pero, a pesar de todo, uno de ellos fue un traidor. Uno que había seguido al Señor; uno a quien el Señor le lavó los pies. Uno que lo vio caminar sobre las aguas, resucitar a personas de entre los muertos y perdonar a los pecadores, traicionó al Señor. El Evangelio nos dice que permitió que Satanás entrara en él y luego vendió al Señor por treinta monedas en Getsemaní.
A VECES LOS ELEGIDOS DE DIOS LO TRAICIONAN. Este es un hecho que debemos asumir. Podemos centrarnos en aquellos que traicionaron al Señor, aquellos que abusaron en vez de amar a quienes estaban llamados a servir, o, como la primera Iglesia, podemos enfocarnos en los demás, en los que han permanecido fieles, esos sacerdotes que siguen ofreciendo sus vidas para servir a Cristo y para servirlos a ustedes por amor. Los medios casi nunca prestan atención a los buenos once, aquellos a quienes Jesús escogió y que permanecieron fieles, que vivieron una vida de silenciosa santidad."
Seguiremos, no obstante, siendo testigos de la campaña de ataque y descrédito de la Iglesia y muy concretamente del Papa Benedicto XVI como cabeza de la misma. Sin embargo, como dijo Jesús en el Sermón de la Montaña:
Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.
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