En ocasiones, los sentimientos, las emociones, embotan la razón, de tal modo que influyen en la elaboración de mis reflexiones
heteróclitas más que la razón.
La elaboración de reflexiones intelectuales queda oscurecida
por el imperativo de los sentimientos, de las sensaciones personales, de la
memoria, de todos aquellos acontecimientos de la vida, que han ido marcando el devenir
de la propia historia.
Y ello hace que mis reflexiones, en ocasiones, se desvíen
hacia cuestiones de carácter intimo y personal, abandonando las elaboraciones
intelectuales genéricas.
Algunos de mis lectores me dicen que tales Reflexiones
son, por ser demasiado intimistas, menos interesantes que las que se
desarrollan en relación con cuestiones, políticas, filosóficas, teológicas o
divulgativas.
Pero mi mente está llena de unas y de otras, sin que
pueda renunciar a ninguna de ellas.
Ya lo decía Shakespeare en su obre “La Tempestad”
“Estamos hechos de la misma materia de la que están
hechos nuestros sueños”.
El mundo emocional se encuentra lleno de múltiples sensaciones y sentimientos, como el miedo, la ira, la alegría, la tristeza, el asco, la sorpresa...
La mayoría de las veces, la razón termina justificando nuestras decisiones emocionales, así que la emoción decide y la razón justifica.
Y para equilibrar
adecuadamente el mundo emocional con el mundo racional, debemos aprender a unir
ambas esferas de nuestro pensamiento a través de esa habilidad que se llama
“inteligencia emocional”.
No obstante, en muchas
ocasiones nos dejamos arrollar por las emociones, los sentimientos, y dejamos a
la razón de lado, lo que suele ocurrir cuando queremos ir a esas reflexiones
más intimistas sin que nos importe que sean o no acordes con la razón.
Ocurre, por ejemplo con
las “Cuestiones de Honor”, en las que es el sentimiento y no la razón lo que impera en la
mente de quien lo valora y lucha por su defensa.
El Bushido, o código de
honor de los Samuráis japoneses, define el honor como “la sensación del alma
propia de quien le da importancia”, mientras que Chateaubriand nos dice que el
Honor es “La sensación que hace que el hombre honorable siga siéndolo en medio
de la corrupción que le rodee”
Posición del hombre de
honor que se fundamenta, pues, en emociones y creencias, y no en la razón.
Otra cuestión que puede
contemplarse desde perspectivas de razón o de emoción, es la muerte.
A ella me he referido en
diversos POSTS de este BLOG, tanto en la búsqueda de razones teológicas que
ayuden a contemplarla con un intento de explicación, o limitarnos a lo meramente emocional,
tratando de expresar los sentimientos que produce.
Y así, en la esfera emocional, con frecuencia recordamos cuando vimos a alguien importante en nuestras vidas por primera vez pero, sin embargo, nunca sabemos cuándo estamos viendo a alguien clave en nuestra vida por última vez.
De algo tan esencial como eso, nunca hay aviso.
Ambos conceptos, Honor y
Muerte, podría abordarlos en esta reflexión desde posiciones puramente
emocionales.
Pero prefiero no reflexionar
y sumirme en un estado de ataraxia (imperturbabilidad o calma espiritual) en la
que disfrutar de la tranquilidad de espíritu.
Y como siempre concluyo con una nueva pieza musical, hoy Beethoven “Concierto para piano n.º 5, "Emperador",
Adagio un poco mosso”
© 2024 JESÚS FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA
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