El ejemplo más característico sería el de “burro”, que en
italiano es mantequilla, mientras que en español designa a un asno.
En el juego de las “falsas amistades” entre idiomas entran también las
palabras “parónimas”
es decir las que siendo fonéticamente parecidas tienen diferentes significados,
y que son las que provocan mayores malentendidos entre usuarios poco avezados
en lenguas ajenas.
Así la palabra inglesa “sympathy”, que no implica simpatía hacia otro, sino
compasión hacia el mismo.
El paradigma de ejemplo de “falsos amigos” estaría en la frase latina “Mater tua mala burra est”,
que no implica insulto alguno, sino que significa que “tu madre come manzanas coloradas”.
En un reciente almuerzo se
relataron algunas anécdotas deliciosas en la que aparecían implicados algunos
de esos “falsos amigos”.
La primera relataba la insistencia de un visitante español
en una heladería romana de pedir “un cornuto para la sua dona”, en vez de un “corneto” para su
esposa, lo que produjo gran hilaridad entre los heladeros del establecimiento.
O la de otro turista pidiendo en la misma heladería un
helado de “Tuti-fruti”
a lo que los divertidos dependientes contestaban afanosamente tratando de
explicar que los helados de su establecimiento eran “tutti di fruti”.
La
figura en cuestión tiene también otras derivaciones interesantes, como lo son
las etimologías populares, consistentes en el contagio de unas palabras por
otras fonéticamente similares, en las que el hablante cree ver una
conexión semántica que no es tal en la realidad.
Algunos divertidos ejemplos serían los
siguientes:
Atiforrarse por atiborrarse. Se piensa
en forrarse.
Desinfestar por desinfectar.
Se piensa en infestar.
Destornillarse por desternillarse. Se
piensa en tornillo en lugar de en ternilla.
Insulas por ínfulas.
Pecunio por peculio. Se piensa en pecunia,
pecuniario...
Vagamundo por vagabundo. Se piensa en
la palabra mundo, sin caer en la cuenta de que se trata del sufijo –bundo,
que tenemos en palabras como meditabundo.
O como Sofía Mazagatos, a quien le gustan los
toreros que están en el candelabro, por candelero.
Los fenómenos comentados, que son por
desgracia cada vez más habituales entre nuestros famosillos, locutores y
papanatas de moda, dan lugar a expresiones divertidas, aunque sonrojates, para
quienes las oímos, en un piadoso ejercicio de vergüenza ajena, pues los
delincuentes lingüísticos no se sonrojan porque no se enteran de sus deslices.
Así es frecuente el uso de los números fraccionarios en el lugar propio de los ordinales, de tal modo que este escrito no sería la duocentesima duodecima de mis reflexiones heteróclitas, sino, conforme a las nuevas modas, la doscientosdoceava.
No entraré en disquisiciones academicistas a
cerca de la corrección o incorrección de dicho uso.
Lo cierto es que es una mera cuestión de
cultura.
También la Academia admite la supresión de la
p precedente a la s en palabras como psiquiatra y todas las demás referentes a
la “psiqué” griega, o en el prefijo “pseudo” (falso), aunque, al igual que en
el caso del correcto uso de los ordinales y fraccionarios, me niego a caer el
la vulgaridad “seudointelectual”,
aunque reconozca que todo se reduce a una cuestión de buen gusto, tal vez de
refinamiento, pero de refinada cultura al fin y al cabo.
Lo peor de todo esto es que la vulgaridad
idiomática, al calor muchas veces de un pretendido respeto a las lenguas
vernáculas reconocidas por nuestra Constitución, están contribuyendo, en gran
medida, a la decadencia del Español.
Y ello no solo ocurre con las manifestaciones
verbales de nuestros políticos; docientas
(por doscientas) veces errarán en el uso correcto del Español los diputados
catalanes, y pudiera ser que alguno de los vascos no se enteraría
(por esterase), pero lo más grave es que esta incorrección está trascendiendo a
la legislación, que algún padre de la patria consideraría que adolece
(por carece) de buena técnica jurídica, sino que además están escritas en
pésimo español.
Lo más sangrante de todo, en aras a esa
pulcritud y corrección “política” que no lingüística, es que el paroxismo
nacionalista ha llegado al extremo del ridículo en la contaminación del Español
por el Gallego, Vasco o Catalán, que siempre fue proscrita en el caso de otras
lenguas.
Así por ejemplo, y por mor de aquella corrección política, está mal visto decir, a un hispanoparlante, Lerida en vez de Lleida, o La Coruña en lugar de A Coruña, y los veraneantes ya no disfrutan de las playas de Fuenterrabía, pues ahora tienen que ir a Hondarribia mientas se siguen paseando por San Juan de Luz y no Saint Jean de Luz , cuando lo cierto es que nunca se nos exige decir London por Londres o München por Munich...
Y llegamos así a una cuestión que no es
baladí, y que es la de la dedicación compulsiva de las autoridades de las Comunidades
Autónomas con lengua propia, al fomento de estas lenguas en detrimento del
conocimiento del Español.
Y me pregunto ¿Cuál será el efecto de esta
política cultural en los ciudadanos de esas comunidades en el futuro?
En las autonomías sin lengua vernácula los
estudiantes se incorporan cada día con mayor fuerza al mundo de los idiomas,
siendo práctica habitual la proliferación de centros de enseñanza, incluso públicos,
que facilitan a sus alumnos educación hispano-inglesa, hispano-francesa o
hispano-alemana.
Mientras tanto en Vascongadas o Cataluña, y
me temo que cada día con mayor ímpetu en Galicia, los niños se ven obligados a
realizar sus estudios elementales en gallego, vascuence-batúa o catalán, lo que
en la práctica les lleva a utilizar deficientemente el Español, que se estudia
cada vez menos y a no realizar unos estudios muy profundos de otros idiomas.
En la práctica, y en muy poco tiempo, los
ciudadanos de estas comunidades, que por supuesto dominarán sus lenguas
históricas o reinventadas, se van a
encontrar, irremisiblemente, en inferioridad de condiciones para competir en el
mercado laboral con los de las comunidades monolingüísticas.
Efectivamente, un licenciado en ciencias
empresariales por la Universidad Autónoma de Barcelona estará perfectamente
preparado para su incorporación a cualquier departamento financiero de alguna
de las empresas radicadas en Cataluña, y quien haya estudiado su licenciatura en
la Universidad del País Vasco, sin duda no tendrá problemas para incorporarse a
un puesto de trabajo, por ejemplo, en el Complejo Mondragón.
Pero lo cierto es que, sin embargo, tendrá
menos posibilidades de incorporarse a un puesto de trabajo ajeno a su contexto
idiomático - sociológico excluyente, que un estudiante no mediatizado en su
formación lingüística y ello, simplemente, por su deficiente uso de nuestro
idioma común.
Hace algún tiempo conocí a un sabio
profesor, catalán de nacimiento, de
tradición familiar y sentimientos, Catedrático de lenguajes de programación
informática que se había formado y crecido profesionalmente en Estados Unidos.
En el proceso de recuperación de sabios
españoles diseminados por el mundo, iniciado en los años 80, se le ofreció la
posibilidad de incorporarse como docente a la Universidad Española, y
concretamente en Barcelona, sin embargo al poco tiempo y ante la necesidad,
exigida, de explicar su asignatura en Catalán, decidió renunciar a su Cátedra y
volverse a los Estados Unidos, pues consideraba que no era posible “explicar
en Catalán una asignatura cuyo contenido lo es, mayoritariamente, en Inglés”.
Soy un convencido de que deben cuidarse los
sentimientos de amor a la propia tierra, su cultura y su lengua y que uno de los
mayores tesoros de los pueblos radica, precisamente, en la defensa de su
cultura, su lengua y sus tradiciones, pero a diferencia de los nacionalistas
entiendo el ejercicio de ese amor sin exclusiones ni exclusivismos.
Lamentablemente, tal y como nos recordaba
hace poco Fernando García de Cortazar:
«El españolismo se considera
hoy un insulto, mientras que el vasquismo, catalanismo o europeísmo describen
un talante abierto con un criterio de legitimidad. El nacionalismo que se
construye en Cataluña o en el País Vasco se considera la única forma de ser
catalán o vasco. Ser vasco o catalán es votar nacionalista y los demás son unos
traidores o renegados de la patria. Tal vez ser español ya no sea una de las
pocas cosas serias que se pueden ser en este mundo, pero empieza a ser una de
las más extravagantes».
Por
cierto, el papanatismo nacionalista ha llegado nuevamente al ridículo en los
libros de texto que se prevé sean utilizados en las “ikastolas” vascas, en cuya
materia “Conocimiento del medio” los mapas de Europa presentan este curioso
aspecto
En donde, además de distribuir caprichosamente el territorio
peninsular entre los “Paisos Catalás” “Euskalherría”, “Galicia”, “Portugal” y
los “Paises Españoles”, fíjense ustedes que casualidad, Alemania aparece como
en los mapas Nazis con la incorporación de Austria, la Suiza alemana, los
Udetes , Alsacia y Lorena...
Para concluir, no olvidemos la tontería del lenguaje progre
inclusivo, que no sólo proscribe el masculino genérico, y usa en las
expresiones ambos sexos, como en el caso de “todos y todas”, sino que se
inventa palabros absurdos, incorrectos, pero muy modernos, como portavoza,
olvidando que el correcto portavoz no es sino quien porta la voz, o las miembras junto a los miembros, y demás barbaridades idiomáticas propias de la jerga
perroflautista.
En fin, que hablar correctamente, para la progresía patria,
es signo de facherío cuando no de mala educación o incorrección política...
Y concluyamos, según nuestra costumbre, con un vídeo, que en este caso, ya que vamos de jugar al despiste, recoge el "Rondó alla Turca" de Mozart, que nunca estuvo en Turquía.
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