Freud considera que el ser humano no
es más que una bestia depredadora que razona y habla.
La formulación, desde luego, no es
novedosa. Ya, en la Roma clásica, Plauto nos dejó la frase “Homo homini lupus
est”, “El hombre es un lobo para el hombre”, popularizada por Thomas Hobbes, en
el siglo XVII, en su obra De Cive, que sintetiza el espíritu animal que impera
en las relaciones del hombre con otros hombres.
Puede por tanto que, en base a esta
percepción, toda la obra de la civilización no haya consistido si no en un
intento inconsciente de domar a la bestia, potenciando sus capacidades afectivas,
gregarias, productivas y creativas, para intentar que viva pacíficamente en
Sociedad.
Pero de vez en cuando la bestia
resurge, y lo hace, generalmente, por desarraigo o en masa.
Ernst Jüngger explicita esa idea en
su afirmación, contenida en su obra "La Emboscadura"
Si los lobos contagian a la manada,
un mal día el rebaño se convierte en horda
Sin embargo, los filósofos ilustrados del s.XVIII consideran que esto no es cierto, y así Rousseau piensa
que el hombre es bueno por naturaleza, y que cuando actúa con maldad, lo hace forzado
por la sociedad, que le corrompe.
No es esta, sin embargo, la
posición dominante en la filosofía y sociología a lo largo de los siglos.
Todas las grandes religiones afirman
la imperfección del hombre, y el cristianismo, de máxima influencia en nuestro
mundo occidental, en sus distintas variantes, afirma taxativamente que el
hombre es malvado, pues es pecador, y que Cristo-Dios se encarnó como hombre
para la sanación de los pecados del hombre, de su maldad, afirmando que Él ha
venido al mundo “No a llamar a Justos, sino a pecadores a penitencia”
Por su parte, el marxismo, antítesis
del cristianismo, habla también de la maldad de los hombres, a los que se
divide en explotadores malvados y explotados alienados, y pretende que los
alienados se des alienen mediante la revolución, para llegar a la creación del
“Hombre Nuevo” des alienado, perfecto y bueno.
En estas formulaciones marxistas,
vemos nuevamente la consideración del hombre/masa, a quien, desprovisto de su
identidad individual y su libertad, se llama a la revolución,
Se llama, pues, al hombre masa para
que despierte en manada la bestia que lleva dentro, y destruya violentamente todas
las estructuras sociales burguesas en la búsqueda del “Comunismo”, ese nirvana
incapaz de ser descrito por Marx ni por los autores comunistas ulteriores; Comunismo
en el que aparecerá el “Hombre Nuevo” ideal utópico, inalcanzado e
inalcanzable, pues no se puede prescindir, por siempre, de la individualidad y
ansia de libertad del ser humano, contradictorio con el proceso hacia ese
comunismo soñado.
En conclusión, la posición doctrinal
predominante es la de considerar al ser humano malvado en esencia, y que es
precisamente su socialización la que retrae esa maldad intrínseca y permite su
vida pacífica en Sociedad.
¿Por su propia voluntad, o por miedo
a ser coercitivamente sancionado si no se ajusta a las normas de convivencia
impuestas por esa misma Sociedad organizada en forma de Estado?
Hoy en día, ese
temor va más allá del obligado cumplimiento de aquellas “normas” establecidas
para el funcionamiento de la Sociedad, pues ha cobrado un papel relevante la
“opinión” mayoritaria de los ciudadanos, defendida a través de la imposición por “corrección política” a todos, sin respeto a la libertad de los individuos a
pensar diferente, hasta el punto que ese “pensar diferente” es un elemento de
persecución y discriminación del disidente, a quien se califica inmediatamente
de antisocial, antidemocrático o intolerante por no pensar como "los más".
Y así, el
hombre contemporáneo, esencialmente el urbanita, se ha constituido en defensor
acérrimo de la “opinión pública” mayoritaria, de modo que hemos pasado de la
Democracia entendida como un sistema de respeto de los derechos de todos, y muy
especialmente de los de las minorías, a un sistema censor de esas minorías a
quienes no se permite pensar de otro modo y cuyos derechos se reprimen, o
deslegitiman, en defensa del pensamiento de "los más”
En esta línea, el escritor Antonio Pérez Henares, autor de «Tiempo de Hormigas», aborda en esta obra, sin ambages, la actual «dictadura cursi» que sufrimos., y considera que el origen de las actitudes, preocupantemente idealistas de la izquierda radical, obedecen a una razón evidente:
«Vivimos desde hace ya demasiado
tiempo bajo una especie de mandamientos teocráticos de obligado cumplimiento, que
son terribles porque atentan directamente contra nuestra libertad, afectan a
toda nuestra vida cotidiana, pero nos son presentados, como en toda dictadura,
como, no ya lo bueno, sino lo único bueno. Pretender que solo ciertos
comportamientos son los correctos, los únicos sensibles, es ya colocarnos ante
una dictadura. Es un neo totalitarismo progre y un dogmatismo acrítico»
En la misma línea se manifiesta Fernando Vallespín en su obra “La sociedad de la intolerancia" al afirmar que:
“Bajo un gobierno que encarcela
injustamente, el lugar más apropiado para un hombre justo es la cárcel”
pues, cuando los poderes públicos cometen abusos apoyándose
en leyes injustas, la mejor alternativa es desobedecer al poder, sin miedo ni
vacilación.
Y es
precisamente esa actitud de “rebeldía” o desacomodo respecto de la verdad
absoluta que el poder trata de imponer, la que es fundamento y base de la
“guerra cultural” que los demócratas debemos estar dispuestos a emprender con
todas nuestras fuerzas frente a la maldad intrínseca de la pretensión de
dominio cultural de la Sociedad propia de la izquierda.
Nietzsche, expreso y beligerante antisocialista, se anticipó a su tiempo denunciando los peligros de las doctrinas de izquierdas de base marxista, en su obra “Más allá del bien y del Mal”, concretamente en su capítulo “Para La Historia Natural de la Moral”, tal y como en su día reflejé en mi post "PORQUE SOY ANTIMARXISTA".
No compartimos la brusquedad de las
formas del genio prusiano —no en balde su genialidad le precipitó a una
temprana locura— sin embargo, no me resisto a apuntar una de sus frases que, al
fin y al cabo, pienso que refleja el sentimiento que nos embarga a todos
quienes nos encuadramos en esa tarea intelectual del antimarxismo militante:
“Quien ha pensado alguna vez hasta el
final esa posibilidad [el éxito del socialismo] conoce una náusea más que los
demás hombres, ¡y tal vez también una nueva tarea!... “
Concluyamos aquí nuestra “reflexión heteróclita” con la tradición de incorporar una pieza
musical que se compadezca del contenido de la misma.
En esta ocasión el Dueto de Adán y Eva de la obra "La Creación" de Hydn
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