"Y el demonio
contestó: Mi nombre es Legión, pues somos muchos" Marcos 5:9
“Aquellos espíritus
inmundos, entraron en los cerdos y se precipitaron en el mar por un despeñadero,
y en el mar se ahogaron” Marcos 5:1-20
Se produce, en estos días, el vigésimo quinto aniversario
del asesinato de Miguel Ángel Blanco.
Mientras esto ocurre, la Guardia Civil está llevando a cabo una
investigación para imputar a los entonces jefes de la banda terrorista ETA, los
asesinos José Javier Arizcuren, alias “Kantauri”, Miguel Albisú, alias “Mikel
Anza”, Ignacio Gracia Arrregui, alias “Iñaki de Rentería” y María Soledad Iparaguirre,
alias “Anboto” ―a quienes, por su participación como autores intelectuales
de aquel asesinato, persigue el Juez de la Audiencia Nacional Manuel García
Castellón―
Y para caer en otra indignidad, el Gobierno social comunista
de Pedro Sánchez, alias “Antonio”, ha cometido una de las mayores felonías de
nuestra reciente historia política, consistente en incluir a EH-BILDU, rama política
de ETA ―incrustada
en nuestras instituciones― en los acuerdos de “adecuación” de la Ley de Memoria
Democrática, a fin de que se puedan “investigar las violaciones de derechos
humanos cometidas por el franquismo entre 1977 y 1983” es decir, que no se
investigarán las violaciones de esos derechos cometidas por ETA mediante los
asesinatos coacciones y extorsión a sus víctimas, pero si las que, según los asesinos
comunistas de ETA/EH-BILDU, sufrieran sus “gudaris” por parte del aparato
represor del franquismo.
Vamos, que se da otra pasada de jabón y esponja a esos hijos
de la grandísima puta que son los etarras y bilduetarras, y se considera
violadores de derechos humanos a los policías y guardias civiles que persiguieron
detuvieron y en ocasiones mataron, en enfrentamientos armados, a los
terroristas.
Y todo ello con la mera finalidad de tener los votos
necesarios para que el Gobierno Frankenstein pueda sacar adelante la reforma
que pretende de la Ley de Memoria Democrática, de estilo absolutamente
revanchista comunista.
A cualquier persona decente y de espíritu realmente
democrático, el comportamiento de Sánchez, alias “Antonio”, y todos sus socios
antisistema comunistas y separatistas, no le puede provocar otra cosa que un
inmenso vómito.
Así, la Ley de Memoria Democrática sirve a la finalidad de intentar
ganar sociológicamente la Guerra Civil 1934/1936 ―provocada por la izquierda al
intentar establecer una República Soviética― perdida por la izquierda en
los campos de batalla, o de ganar lo que estas alimañas separatistas llaman “conflicto
vasco” ―otro
intento similar de convertir las Vascongadas en una Albania Ibérica―,
perdido por ellos ante la eficacia de la Policía y la Guardia Civil y el
valiente quehacer de algunos fiscales y jueces, muchos de los cuales fueron sus
víctimas.
Y todo responde a una estrategia ya definida por el
comunista Gramsci, para quien
“La conquista
del poder cultural es previa a la del poder político, y esto se logra mediante
la acción concertada de los intelectuales llamados 'orgánicos' infiltrados en
todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”.
Se trata, en fin, de lograr la “hegemonía
cultural”, concepto con el que se designa la dominación ideológica de la
sociedad, culturalmente diversa, por la clase dominante, para justificar un
determinado statu quo social, político y económico ―como natural e inevitable,
perpetuo y beneficioso para todo el mundo― pero que en realidad beneficia
únicamente a la clase dominante que la impone.”
Estrategia aplicada con fruición
por Sánchez, alias “Antonio”, como servidumbre a sus socios parlamentarios
comunistas y separatistas ―repugnantes sostenes de su Gobierno― que no han condenado las acciones
criminales de sus “Basapiztia gudariek” (Guerreros alimañas)― y que trata de
convencer a la Sociedad española de que la “lucha armada” ―mera
delincuencia criminal― de sus huestes asesinas, no fue un simple ejercicio de
terrorismo marxista con intención de crear en las Vascongadas una república
soviética, sino una lucha por la democracia y la libertad frente a la represión
del Estado Español.
Afortunadamente, en los últimos
tiempos son numerosas las voces que se levantan, con mayor o menor autoridad
intelectual, contra esta conquista cultural de nuestra Sociedad.
Uno de los más recientes ha sido
Juan Carlos Girauta, que en su nuevo libro “Sentimentales, Ofendidos, Mediocres
y agresivos “, alerta contra las actuales formas de manipulación sentimental e
ideológica, afirmando que la izquierda se ha hecho con la hegemonía cultural.
Lo que se agrava por el hecho,
indiscutible, de que la derecha ha abandonado los principios esenciales de la
democracia liberal, con una aborregada población a la que se ha manipulado
torticeramente hasta convencerla de que no es tolerable soportar las opiniones
contrarias a las mayoritariamente imperantes, interpretándose cualquier
disensión como una forma intolerable de violencia.
Ya en 1926 Dicey y Lowell
afirmaron que
“La democracia es el gobierno de la
opinión”
Hoy, algunos autores como Sartori
siguen aceptando la idoneidad de tal afirmación
“Actualmente, el pueblo soberano
opina sobre todo en función de cómo la televisión le induce a opinar. Y en el
hecho de conducir la opinión, el poder de la imagen, se coloca en el centro de
todos los procesos de la política contemporánea, de modo que la opinión
pública, moldeada por el Gobierno a través de los medios de comunicación,
condiciona las propias decisiones del Gobierno”
y aquí debemos tener en cuenta que
la “Opinión” es tan solo eso, opinión subjetiva y no demostrable, mudable y
acomodaticia, e inspirada, hoy en día, por el propio poder en beneficio de sí
mismo.
Sin embargo, el pueblo español es
cualquier cosa menos estúpido, y todas estas maniobras repugnan a los
ciudadanos, que cada día se apartan más de la política de Sánchez, alias
“Antonio”, como han demostrado los recientes resultados electorales de Madrid,
Castilla y León y Andalucía.
Y como no quiero alargar demasiado esta reflexión
heteróclita, cuyo objetivo no es sino el de hacer pensar a mis lectores sobre
la materia tratada, me despediré, según acostumbro, con una pieza musical, que
hoy solo puede ser reflejo de tristeza...
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