Páginas

martes, 27 de junio de 2023

¿PORQUÉ ESCRIBO TANTO?

 



    A veces me siento en mi escritorio con intención de escribir una nueva reflexión y, en muchas ocasiones, cuando cojo mi pluma, no sé de qué va a tratar.

    Confío, en esas ocasiones, en que las musas se decidan a inspirarme, pero no es fácil que se dignen a otorgar sus favores a las pobres almas de los humanos que las invocan.

    De momento sólo sé que algunos de mis lectores han comenzado a llamarme “Heteróclito”, pues debe ser el atributo que más destaca en mi modesta persona, como en los ”Plantagenet” destacaba la tradición iniciada por Godofredo V de Anjou, de usar como cimera una ramita de retama (o genista, en  francés antiguo "genest"  y posteriormente genêt). Esto le valió en su época el apodo de "Godofredo "Plantagenet". Desde entonces, la Casa de Anjou pasó a ser conocida como de los Plantagenet.

    Y soy consciente, también, de que he hecho méritos para que nadie me considere un miembro del detestable club PAO (Pedro, Arnaldo y Oriol) al que me he dedicado a criticar ácidamente en muchos de mis escritos.

    Y de que he convertido mi pequeño estudio en un reducido espacio que me parece adecuado para soñar con mis vanas esperanzas, recordando las palabras de Horacio es sus “Odas”

«Spatio brevi spem longam reseces.»

«No pongas grandes esperanzas en la breve vida.»

    Lo que me lleva a recordar que una de mis diversiones infantiles era construir castillos de arena en la orilla de la playa, que las olas acababan destruyendo.

    Y que, desde entonces y con frecuencia, he querido erigir, para la eternidad, castillos que se han desmoronado más velozmente que aquellos de arena.

    De tal modo que no dejaré a la posteridad más que los árboles que he plantado, las hijas a quienes he infligido la vida, y las páginas escritas que, lo más probable, no sirvan a nadie en el futuro ni para encender una chimenea.

    Así que con estos pensamientos llego a la conclusión de que tienen razón mis amigos cuando me preguntan porqué escribo tanto.

    Sin embargo, e8sta cuestión tiene fácil contestación, pues si no escribo me aburro y si me aburro me cabreo, y si me cabreo mi mujer y mis hijas no me soportan, así que en beneficio de mi armonía familiar prefiero seguir dándole la lata a mis lectores y no incomodar a mi sufrida familia.

    Y como consecuencia de este desahogo de mi mal humor, construyo mis “Reflexiones Heteróclitas”, asalto la intimidad de mis amigos y me he convertido en una especie de “Pepito Grillo” con altas pretensiones, aunque respondo a la regla de que todo escritor debe prestar atención a tres cuestiones fundamentales: el contenido de sus escritos, su oportunidad y la forma de expresarse.

Todo ello me lleva, sin embargo, a una segunda consideración, ya apuntada por Montaigne, pues realmente escribo sobre diversas materias y en el fondo me pregunto

      ¿Y yo, qué se?

      Quiero creer que algo sobre muchas cosas, pero nada del todo de ninguna en concreto; No soy, pues, especialista en nada, sino mero generalista que cree que tiene una pluma ágil y un verbo fácil. —Cuestión de la que presumo con un punto vanidoso, pero que, en cualquier caso, no he de juzgar yo, sino quienes me lean—.

  Lo que si me precio de ser es un alma independiente. 

    Jamás aceptaría someterme a quien, con una sola palabra, pudiera arrebatarme mi independencia intelectual, mis creencias, mi hogar, mi familia y mis amistades, sin importar el talento o superioridad del individuo que lo pretenda. 

    Y si no menciono la posibilidad de que me arrebaten mi fortuna o mi honor, es porque considero que mi fortuna es tan limitada que no merece ser defendida, mientras que el honor goza del privilegio de escapar a la tiranía y sus secuaces.

       Desde mi más temprana edad, he disfrutado de la lectura y la música, que me llevaron a la escritura y la filosofía, de tal modo que sólo esas cuatro aficiones pueden ya calmar las inquietudes de mi alma.

   De mis ancestros celtas, he heredado los ojos verdes, el cerebro rápido y la fortaleza en la lucha, así como mi respeto por la naturaleza, mi amor por el mundo espiritual y mágico y por las brumas del amanecer y mi afición a los paseos bajo la lluvia.

Sin embargo, también he heredado de aquellos ancestros primitivos mi carácter introvertido, que provoca inauditas, por extravagantes, explosiones extrovertidas de enfado o alegría, y mi humor burlesco y algo ofensivo —la coña asturiana—.

Y por último, he heredado, en un tiempo en que es extraño, un exacerbado sentido del honor, de la libertad personal y de la independencia, por los que, a lo largo de mi vida, tantas cosas he sacrificado, especialmente ventajas y fortuna.

Así que simplemente soy un sujeto vulgarmente razonable, con sus excentricidades, y rabiosamente independiente, con un punto de vanidad ridícula, y no exento de caprichos.


Lo  cierto es que desearía parecerme a Cicerón, que era un excelente y ameno conversador y un individuo cosmopolita que, en circunstancias de gran pesadumbre o dificultad, optaba por aislarse en el silencio y la soledad de su “castillo”, con el propósito de dedicarse a la reflexión acerca de los deberes y derechos del ciudadano, el funcionamiento del Estado y la justicia, así como también sobre la esencia del ser humano y la humanidad en sí misma, y cuyo pensamiento, basado en la paz interior llamada “tranquilla libertas”, que se traduce como una “libertad serena”, estaba dominado por la búsqueda de la felicidad en la vida y la esperanza de la existencia del paraíso después de la muerte.


Hoy en día, sin embargo, predomina la actitud de percibir la libertad con una sonrisa irónica y considerarla demodé junto con el honor, primando, por influencia materialista marxista, los conceptos de igualdad y de vulgaridad “woke”.

 Personalmente creo que sin la libertad no hay nada en el mundo, y que sólo ella le da autentico valor a la vida.

Isaac Berlin considera que los conceptos de libertad "negativa" y "positiva" están estrechamente relacionados. 

 La libertad "negativa" se refiere a la ausencia de coacción y opresión por parte de otros, mientras que la libertad "positiva" se refiere a la capacidad de decidir y vivir según las propias elecciones y deseos. 

Para Epicteto, aquellos que buscan ser libres deben ser dueños de sí mismos, no desear nada ni huir de nada que dependa de otros. De lo contrario, se convertirán inevitablemente en esclavos; del mismo modo que debemos evitar conflictos en los que ganar no esté bajo nuestro control y así podremos convertirnos en invencibles.

 En cualquier caso los años van pasando su factura y comienzo a notar que es una tortura mantener la esencia intelectual propia atrapada en una carcasa física que va deteriorándose, y entonces empiezo a pensar que mi tiempo pasará y que el día que me disponga a morir, mi muerte —excepto para los pocos que me quieran de verdad— no tendrá más importancia que la caída de un copo de nieve en lo más crudo del invierno.

A lo largo de toda nuestra existencia, giramos alrededor de nuestro destino final, nuestra tumba. Las diversas dolencias que padecemos son como ráfagas de aire que nos acercan o alejan de ella.

 Se suele pensar que la muerte es una fuerza destructora que arrasa con todo a su paso, pero en realidad no es más que una transición o cambio de vida. 

  De hecho, las personas creyentes vemos en la muerte un camino hacia el cielo, y mientras nuestros amigos, piensan que los dejamos atrás, tan solo los precedemos.

    Algunos podrían decir: "¿No podrías expresar todas estas verdades con menos crudeza?"

Sí, podría hacerlo. Podría diluirlas, suavizarlas, edulcorarlas y expresarlas con una escritura meliflua, insegura y temblorosa al gusto de los tibios. Pero nunca he sabido hacerlo.

Aunque, ciertamente, he de confesar que nunca he querido intentarlo.

Además, pensar diferente no es un delito, es un derecho, incluso un privilegio.

      Y como siempre, llegados a este punto, finalicemos, con el fin de aliviar de mi pesadez; a mis lectores, con una nueva pieza musical, "Regnava nel Silencio" de la Ópera "Luzia di Lammermoor" de Donizetti, interpretada por María Calas.


© 2023 Jesús Fernández-Miranda y Lozana

 


4 comentarios:

  1. Estupenda descripcion personal, sin duda en mi modestisima opinion, veo en tu relato un velo de tristeza? Espero que solo sea mi apreciacion tal vez equivocada. Y que si asi fuera, dure loque yo he tardado en leer tu estupendo articulo. Abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Más que tristeza, mi alma tiene algunos matices de melancolía. No puede ser de otra forma si somos conscientes de ser poco más que "criaturas finitas" de Dios.

      Eliminar
  2. “Si no escribo me aburro y si me aburro me cabreo…. “. Dichoso usted D. Jesús que tiene esa gran facilidad para escribir, cuánto me gustaría a mi hacerlo y poder crear artículos tan interesantes como este, de verdad. Y no se cabree porque barrunto que tiene otras muchas aficiones más que llenarán sin duda una vida tan apasionante como la suya. Y aburrirse??. Eso jamás, la vida es un tesoro aunque solo sea mirando al mar como me encuentro yo en estos momentos disfrutando de su lectura. Nunca olvide que personalmente a mi, y seguro que a otros muchos nos encanta que escriba tanto.

    ResponderEliminar
  3. Discrepo contigo amigo.
    Aquí voy a mezclar ciencia y filosofía.
    Si el universo no tiene principio ni fin, sino un continuo ciclo de transformación eterna, todo cuanto escribes configura ese todo por lo tanto es eterno. Lo escribes, toma vida y queda... Un pequeño ladrillo universal, aún incluso aunque nadie lo leyera. Los judíos consideraban que aquello que se enuncia toma vida, la palabra crea el todo, el universo... Por tanto considérate un humilde albañil del cosmos que no es poco...
    Un abrazo y gracias por compartir...

    ResponderEliminar