No debemos caer en la equivocación de
considerar que el marxismo del s. XXI es idéntico al marxismo inicial del
s.XIX, ni que las contribuciones del materialismo histórico de Marx son las que
continúan siendo la base ideológica de la autoproclamada NUEVA IZQUIERDA.
Efectivamente los postulados
comunistas formulados por Karl Marx en el s. XIX responden a una situación
sociológica y económica propia de un Capitalismo primitivo en donde se cosifica
no solo el resultado del trabajo si no el trabajo mismo, arrebatando al hombre
su dignidad y provocando lo que Marx definió como “alienación del individuo”.
Pero desde el s XIX a nuestros días
el capitalismo ha evolucionado de modo exponencial.
Sin embargo hagamos una advertencia
previa: El propio Marx ya
criticaba a los revolucionarios hoy al uso con estas palabras, descriptivas y
premonitorias:
"La tradición de todas las generaciones
muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos
aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a
crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es
precisamente cuando conjuran temerosos en su exilio los espíritus del pasado,
toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este
disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva
escena de la historia universal”
Afirmando que cada Revolución ha de tener su
forma y su estética propias, las adecuadas al momento histórico en que se
produzca y no imitando las actitudes de otras revoluciones anteriores, lo que
no parece ser recordado por la NUEVA IZQUIERDA que pretende encarnar PODEMOS,
que no deja de ser un calco risible de los mensajes frentepopulistas de la España de los años 30
del s.XX. (Arderéis como en el 36 – Vamos a quemar la conferencia episcopal - La referencia permanente a la
República- No Pasarán- etc…)
Dicho esto, entremos en materia.
El capitalismo de los años treinta era todavía el
capitalismo decimonónico sobre el que había fijado su aguda mirada Carlos Marx.
EI marxismo era todavía el marxismo que se nutría directamente de las tesis fundamentales
de Carlos Marx.
Hoy el capitalismo no es ya aquel capitalismo,
hoy el marxismo no es ya aquel marxismo.
El marxismo que hoy se pasea por la llamada Europa
libre, que se manifiesta y estalla en actitudes como la revolución de mayo del
68, o se expresa en las definiciones de la nueva izquierda a través de partidos
de carácter demagógico/populista como PODEMOS, no es el marxismo de entonces.
Como tampoco el capitalismo actual es el capitalismo de aquellos años.
El análisis marxista del capitalismo clásico se
concretaba en esto: la propiedad privada, combinada con el sistema industrial y
de mercado, característico del modo burgués de producción del siglo XIX y
primer tercio del siglo XX, consistía en la explotación sistemática del trabajo
del obrero.
Precisamente por su carácter básico, la
estructura de este fenómeno económico determinaba la estructura de la sociedad
capitalista. De esa suerte, no sólo los objetos creados por el trabajo eran mercancía,
sino que lo era el trabajo mismo La expresión mercado de trabajo expresaba
realísticamente aquel hecho. El trabajo humano se podía comprar y vender. Era,
por lo tanto, una mercancía, y no solamente era una mercancía el trabajo, sino
que, siendo éste Inseparable del hombre que lo prestaba, el obrero era convenido
también en una mercancía.
La sociedad burguesa o capitalista de aquella
época se definía no solamente por su sistema de producción, sino por el proceso
histórico a que estaba sujeta y la determinaba. Por eso Marx formula, desde el
análisis de aquel capitalismo, la teoría o ley de la acumulación capitalista.
De esa ley se deducían dos postulados fundamentales: la concentración del
capital y la creciente y progresiva miseria de la clase explotada, de la clase
trabajadora.
La acumulación capitalista, o sea la acumulación
de bienes más elementos de producción para el aumento de la productividad, era
inevitable causa de la competencia en la sociedad de libre mercado. La economía
capitalista, competitiva, producía una creciente acumulación de capital a
través de la competencia, arruinaba crecientemente a los capitalistas no
suficientemente poderosos, y al mismo tiempo, creaba una masa cada vez más
amplia, más miserable, la masa del proletariado, en condiciones cada vez peores
de trabajo, con sueldos cada vez más bajos, cada vez más abandonada a sí misma,
convertida en el inmenso rebaño del proletariado miserable; que no tendría más
escape que la revolución, arrebatándole a la burguesía la propiedad de los medios de producción, creando el Estado socialista, creando la dictadura del
proletariado y acabando con la “alienación” del proletariado.
¿Quién puede sostener hoy, sin más, que éste sea
el proceso del capitalismo actual?
¿Acaso la llamada SOCIEDAD OPULENTA, que es la nueva forma del capitalismo, no ha
creado una prodigiosa riqueza, que ha contribuido también al avance del
socialismo, a la adopción de medidas socialistas?
Hoy son realidad toda una gama de medidas de protección.
Los seguros sociales, la mejor distribución de la renta, las reformas fiscales
crecientemente socializantes, las políticas de empleo, los seguros de
desempleo, una vida a nivel más alto para todos, con posibilidades reales de
disfrute de los bienes por masas antes marginadas, que hacen de la sociedad
opulenta una sociedad mejor para las masas trabajadoras, realmente insospechada
e impensable a comienzos del siglo XX; y ha ganado batallas decisivas a la
miseria, que no sólo no avanza, como pretendía la tesis del marxismo original,
sino que claramente retrocede.
Por eso los teóricos marxistas de la nueva
izquierda han tenido que cambiar sus dispositivos de combate y surge la
paradoja de que al enemigo ya no es la miseria, sino la misma SOCIEDAD OPULENTA.
¿No afirman los doctrinarios de la nueva izquierda
que en la sociedad actual el proceso de la libertad ya no es un proceso contra la
miseria, sino un proceso contra el poder de la sociedad opulenta, que adormece
al hombre (a la gente) al darle, con un sinfín de bienes y servicios, un alto
nivel de vida?
¿No ha tenido que recurrir a la teoría de los
sistemas secundarios al decirnos que la lucha de la nueva izquierda no es la
lucha contra la miseria, sino la lucha contra la sociedad de consumo, que mecaniza
y automatiza a los hombres, negándoles una libertad más profunda. Es decir,
manteniendo su “alienación” de la que han de ser liberados?
¿Quién podría pensar en la primera mitad del
s.XX, que la gran objeción marxista a una sociedad en pleno desarrollo y
riqueza, no estaría precisamente en la afirmación de que crea grandes masas
miserables, sino a todo lo contrario?
Los teóricos marxistas de la nueva izquierda
afirman que la elevación del nivel de vida adormece al hombre, lo materializa y
lo hace un mero robot, incapaz de vivir la verdadera libertad, los valores auténticos
del vivir humano.
Ahora bien, ¿Cuáles son esos auténticos valores
para la nueva izquierda? Al final los mismos que para la más rancia y antigua:
La inexistencia de autoridad y la desaparición de los valores considerados burgueses,
lo que hace que nos encontremos ante nuevos planteamientos, que en la realidad
no son tales.
No obstante, algo ha cambiado fundamentalmente:
Los frentes son distintos; la actitud frente a Capitalismo y Marxismo tiene que
ser distinta.
Prestemos un poco de atención al significado de
las cosas y los hechos. Permitidme que recuerde aquí algunas afirmaciones de la
llamada "nueva izquierda", la que se presenta como la expresión más perfecta
del marxismo.
Permitanme que repita palabras de algunos de los
teóricos de esa nueva corriente.
Ahora, se nos dice, "ya no nos enfrentamos
con la situación del capitalismo clásico. Ya no podemos interpretar las cosas
simplemente en la forma histórica en que las interpretara el socialismo nacido
inmediatamente de Marx. Hoy nos enfrentamos a una situación nueva en la
Historia, porque hoy tenemos que liberarnos de una sociedad que funciona bien,
es rica y poderosa. Tenemos hoy que plantear nuestra liberación como liberación
de la sociedad opulenta".
"La esclavitud —añaden— se realiza hoy en
una sociedad fuerte y rica, que permite al hombre desenvolverse y satisfacer mejor que nunca las
necesidades materiales y culturales. Por eso el socialismo tiene que hacerse
hoy más utópico que nunca, tiene que afirmar que su ruptura es una ruptura
total con la historia, un rompimiento radical, un ir hacia el reino de la
libertad que solamente puede lograrse si destruimos de raíz la sociedad actual,
con todos sus fundamentos culturales. Hoy luchar contra la sociedad opulenta es
precisamente intentar abolir los sistemas constituidos de servidumbre. Y eso
sólo podemos hacerlo mediante la afirmación de los valores cualitativos. La sociedad moderna, en todo su
desarrollo, significa la transición de la servidumbre de la miseria a una
servidumbre peor: la servidumbre voluntaria, que acepta, con los valores, maneras y formas de
vivir que la sociedad opulenta ofrece, el mayor peligro de que el hombre se resigne
a ser dócil y obediente y abandone su actitud radicalmente negativa, negadora,
revolucionaria, única actitud capaz de movemos hacia el futuro”.
El CAMBIO
que se busca ya no es un cambio cuantitativo, como lo era antaño.
Hoy el cambio consiste en una transformación cualitativa, una auténtica
liberación.
Esta es la nueva versión de la actitud marxista
en la Europa libre; para ella una sociedad que satisface crecientemente las necesidades del hombre es una sociedad represiva, contraria a la auténtica libertad, porque
al crear una existencia humanamente satisfactoria, destruye en el hombre su
capacidad de negación, su actitud negativa ante los valores que ellos llaman
burgueses, que son los valores de la civilización occidental, que son, en
último término, los valores humanistas, los valores cristianos, los valores
cuya defensa habría de unirnos de cara a defender nuestro futuro como sociedad
libre.
¿Pero cómo es posible que cuando el hombre está
en trance de lograr triunfos espectaculares contra la miseria, resulte ahora
que el marxismo haga un giro de 90 grados y afirme que la liberación de la
miseria engendra mayor servidumbre?
¿Cómo cabe esa posición en una actitud materialista
que hacía de la economía el gozne de la Historia?
El giro es tan sorprendente que los mismos
doctrinarios de la nueva izquierda tienen que formularse esta pregunta:
¿Por qué necesitamos liberarnos de una sociedad
si ella es capaz de vencer la miseria, de reducir la pobreza en un grado superior
a lo alcanzado hasta ahora por cualquier otra, de reducir el esfuerzo y el
dolor en el trabajo, de reducir el propio tiempo del trabajo y facilitar el
ocio, de elevar el nivel de vida, de hacer más amplias las posibilidades de
libertad del hombre, para decidir sobre su propia existencia?
La contestación radicalizada que nos ofrecen es
ésta:
“Porque esta sociedad tiene el enorme peligro de
adormecer al hombre, de hacerle satisfecho y contento, con lo que asegura y
robustece los valores que pretendemos destruir. Sólo en la medida en que destruyamos los valores clásicos, los valores de la llamada civilización, que no son otros que los valores burgueses,
seremos capaces de liberar al hombre"
Es necesario —añaden— tener el valor radical de
hacer esta afirmación. Porque subyace en esa sociedad toda una serie de
conceptos, como el de honor, el de sacrificio, el esfuerzo, el valor, la fe religiosa,
etc., que conducen al militarismo, al imperialismo, a la creación de
estructuras represivas.
Así habla la nueva izquierda marxista.
Frente a ella, el capitalismo moderno, cuyos
certeros planteamientos técnicos son una realidad, comete el error de creer que
los hombres carecen de alma, y que los logros materiales pueden crear, en su dinamismo,
un paraíso en donde los goces y el placer, la libertad sin trabas, pueden
saciar en el hombre el hambre del espíritu, creando sucedáneos de libertad,
incapaces de fomentar, estimular o proteger los valores que el hombre necesita
como persona.
Ante esta situación doctrinal del Marxismo y del
Capitalismo, no podemos contentanos,
ciertamente, con una sociedad de consumo deshumanizada, ni con la respuesta
planteada por el Nuevo Marxismo.
La técnica, la industria, la ciencia, el
esfuerzo, el trabajo, construyen una sociedad mejor que buscamos para nuestra
Sociedad; pero con harta frecuencia la sociedad industrial vende su alma al diablo,
o lo que es peor es una sociedad sin alma, cuando lo deseable sería que el desarrollo creciente
de la sociedad sea base y fundamento de una sociedad con alma.
Tampoco podemos caer en la trampa de la nueva
Izquierda y de las nuevas expresiones neomarxistas, en tanto pretenden deslegitimar
a la sociedad desarrollada, que nos han permitido lograr una mejor situación,
una organización mejor, un nivel industrial, técnico y económico, que hacen
posible una vida humana más valiosa, y que nos permite una vida mejor para un cada
día mayor número de ciudadanos.
Hemos de defender pues una sociedad en donde sea
posible de modo inequívoco la defensa de los valores que han constituido a lo
largo de la Historia nuestra manera de ser: ciertamente, queremos vivir mejor,
pero queremos vivir a nuestro modo, a la manera occidental, desde los valores
radicales que dan al ser humano la dignidad de su propio vivir, los valores que
definen nuestra Sociedad como Sociedad formada por hombres no sólo liberados de los condicionamientos de la miseria, si no, también, en la plena libertad de su espíritu como
personas.
En tal sentido debe advertirse como el socialismo
marxista pretende destruir los poderes económicos y sociales para asegurar la
libertad a todos los seres humanos y el medio que utiliza es una política de dirección
e intervención estatal que conduce a la radical funcionarización de la vida
humana y esa funcionarización tiene una consecuencia de radical gravedad: El
abandono del propio destino.
"La vida humana ─escribe Torcuato Fernández-Miranda-
es radical intimidad, mismidad, destino propio, peculiar, infungible, intimo.
Así como nadie puede morirse por mí, soy yo el que tengo que morir mi muerte, así
de la misma manera sólo en mi radical intimidad puede mi vida ser vivida.
Renunciar a esta radical intimidad, al propio destino de nuestra vida infungible,
para asumir un destino ajeno, enajenar nuestra vida, es dimitir del modo más
absoluto de la vida humana y aceptar la peor de las esclavitudes".
El socialismo marxista amenaza tanto la libertad
cuanto algo más radical: La intimidad, la posibilidad de vivir cada uno dentro
de sí mismo, en ese castillo interior que es el alma y la vida del hombre.
"El concepto de intimidad quiere subrayar esto:
Cada hombre tiene su propio destino, su vocación específica, infungible.
Pretender, por tanto, funcionarizar al hombre, estandarizarlo, uniformar su
vida bajo la igualdad de una normatividad igualitaria, es desconocer lo que la vida
tiene de infungible y hacer imposible la vida concreta de cada hombre para
designar la cual hemos empleado la palabra intimidad.
En su obra Torcuato Fernandez-Miranda reitera que
la vida humana tiene como dimensión esencial la libertad y analiza el proceso
de la libertad en la edad contemporánea, a través de tres momentos:
1.- Libertad como autonomía frente al poder, como
esfera en la que se ejerce la propia decisión, sin injerencias ni limitaciones
por parte del poder.
2.- Libertad como participación en el poder, lo que
equivale a la historia del proceso hacia el sufragio universal.
Y 3.- Libertad como poder, como libertad efectiva
y no meramente formal, como lo eran las libertades formales de la democracia
decimonónica, exclusivamente burguesas.
Ahora bien: El ejercicio de las posibilidades que
la libertad reconoce exige una situación social previa, una presencia eficaz en
la sociedad.
"Si las libertades formales del régimen liberal
fueron vacías e inoperantes, no fue debido a que fueran falsas, que no lo eran,
sino a la inanidad de la situación de las clases inferiores, privadas de todo
poder social, de toda posible participación en la sociedad y. como derivación
obligada, de toda presencia activa en el Estado"...
"La libertad significa, antes que nada, estar
en situación de libertad y esta situación es primordialmente social: toda
libertad, para ser real y efectiva, ha de poseer los fundamentos sociales que
la determinan: sin tales fundamentos, la libertad es puro vacío, estéril e
inoperante".
Y tales fundamentos son:
1º.- "La cultura”: es decisiva en la incorporación de todos los
miembros de una sociedad al conjunto de bienes y soluciones que ésta ofrece. El
analfabetismo es una grave miseria, porque significa el exilio de la cultura.
En el concepto de cultura se incluyen la del ocio y la cultura cívica.
2º.- “La profesión” o "Trabajo": es el cauce de mayor
virtualidad para la conquista de las posiciones sociales más altas y el acceso
a ella está condicionado por la posibilidad del estudio y del aprendizaje. El
origen del derecho a la educación y el estudio está en la dignidad de la
persona humana.
3º.-“La propiedad”: entendida como síntesis de la
situación económica, es también cauce determinante de la situación que se ocupa
y de las posibilidades que se tienen en la sociedad.
4º.- “La asociación social”: como determinante de
fuerzas que aseguren colectivamente, allí donde la fuerza individual desvalida
es por naturaleza inoperante, la presencia de los ciudadanos en la sociedad y
en los órganos del Estado.
Este es el camino que deberíamos
recorrer, reforzar esos fundamentos de la libertad en nuestra Sociedad, sin
dejarnos caer en el fácil populismo denunciado por Zweig al decir:
““No cabe duda de que en el fondo
de la naturaleza humana hay un misterioso anhelo de autodisolución en la
colectividad. Nuestra ancestral ilusión de que podría forjarse un determinado
sistema religioso, nacional o social que brindara a toda la humanidad la paz y
el orden definitivos, es indestructible.
El Gran Inquisidor de Dostoievski
demuestra con cruel dialéctica que, en el fondo, la mayoría de los hombres teme
la propia libertad y que, de hecho, ante la agotadora variedad de los
problemas, ante la complejidad y responsabilidad de la vida, la gran masa ansía
la mecanización del mundo a través de un orden terminante, definitivo y válido
para todos, que les libre de tener que pensar.
Esa nostalgia mesiánica por una
existencia libre de problemas constituye el verdadero fermento que allana el
camino a todos los profetas sociales y religiosos. Cuando los ideales de una
generación han perdido su fuego, sus colores, un hombre con poder de sugestión
no necesita más que alzarse y declarar perentoriamente que él, y
sólo él, ha encontrado o descubierto la nueva fórmula, para que hacia el
supuesto redentor del pueblo o del mundo fluya la confianza de miles y miles de
personas.”
(Post basado en documentos, escritos y discursos
de Torcuato Fernandez-Miranda)
HAMILTON COMO UNKNOWN: De lo mejor que has publicado. Ojalá sirva para que muchos reflexionemos y utilicemos con valentía nuestra libertad (Lo publico así porque, por error, al tratar de contestar lo había borrado)
ResponderEliminarGracias Unknown por tu comentario. Ahí entiendo que se encuentra la clace. En unsar con valentía y responsabilidad nuestra libertad. Gracias
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