Cráter Barringer |
Como consecuencia del aterrizaje de la sonda
espacial Philae en la superficie del cometa llamado “67P Churyumov Geramisenco”,
a mas de 500 millones de kilómetros de la tierra, me han venido a la mente las
ideas que les transmito en esta reflexión heteróclita.
Ilustro esta reflexión con una fotografía
aérea del cráter Barringer, provocado por un asteroide que chocó contra la
tierra hace unos 50.000 años y que se encuentra en el estado de Arizona (EEUU).
Los
astrofísicos denominan asteroide potencialmente peligroso o PHA,
por las siglas de su nombre inglés ─potentially hazardous asteroid─ a
los asteroides que, potencialmente, pueden, en algún momento, impactar contra
la Tierra.
Existe
incluso un programa internacional dedicados a la detección y catalogación de los
mimos, con el que España colabora desde el observatorio astronómico de La
Sagra, ubicado en Granada.
Desgraciadamente,
los recursos asignados a Spaceguard Survey son muy bajos y por ello se han
sufrido fracasos sonados de cuando en cuando. Más de una vez, se detectó un objeto
potencialmente peligroso cuando ya se alejaba de la Tierra. Ni los gobiernos ni
la opinión pública consideran prioritario este asunto, por mucho que pueda
estar amenazada la propia supervivencia de la especie humana y aunque
recientemente ya se hayan producido algunos acercamientos que no fueron
detectados.
Para
clasificar la peligrosidad de estos objetos, se ha establecido la Escala
de Turín (Torino scale), que se determina como sigue:
· Nivel 0: probabilidad de colisión cero u
objetos que se desintegrarían durante su entrada a la atmósfera terrestre.
· Nivel 1: probabilidad muy baja de colisión.
· Nivel 2: probabilidad baja de colisión.
· Nivel 3: probabilidad de colisión capaz de
causar daños locales superior al 1%.
· Nivel 4: probabilidad de colisión capaz de
causar devastación regional superior al 1%.
· Nivel 5: probabilidad elevada de colisión
capaz de causar devastación regional.
· Nivel 6: probabilidad elevada de colisión
capaz de causar una catástrofe global.
· Nivel 7: probabilidad muy elevada de
colisión capaz de causar una catástrofe global.
· Nivel 8: colisión segura, con daños
locales. Probabilidad: una vez cada 50 a 1.000 años.
· Nivel 9: colisión segura con devastación
regional. Posibilidad: de 1.000 a 100.000 años.
· Nivel 10: colisión segura con catástrofe climática
global. Probabilidad: 100.000 años
Por otra parte
hay científicos ─Davis, Hut y Muller de las universidades de Berkeley y
Princeton, en Nature [1]─
que han sugerido la posibilidad de que el Sol forme parte de un sistema binario
—como el 50% de estrellas de la galaxia—, con una estrella muerta formando el
otro extremo del par. A esta estrella se le llama Némesis, por la diosa griega "de
la que nadie puede escapar".
Según esta hipótesis, la órbita de Némesis
alteraría la Nube de Oort (donde están los cometas) cada 27 millones de años,
causando una proyección de los mismos en dirección a su compañera, el Sol (y
por tanto, también hacia la Tierra).
Estas lluvias de cometas tendrían una
duración de entre 100.000 y 2.000.000 de años, con un impacto grave en la
Tierra cada 50.000. Existen indicios que apoyarían la hipótesis Némesis, pero
no son concluyentes en absoluto. De hecho, muchos científicos rechazan
totalmente esa hipótesis, precisamente debido a esa misma regularidad [2].
Sin embargo
recordemos que los científicos señalan que la última extinción masiva por culpa
de un asteroide se produjo hace 11 millones de años, así que, si la teoría se
cumple, todavía queda bastante tiempo para conocer qué es lo que próximo que se
nos viene encima.
Dentro de esos
asteroides de riesgo potencial se encuentran los llamados asteroides Apolo, que
son los asteroides con una órbita que atraviesa la órbita terrestre. Por lo
tanto existe riesgo evidente de colisión, aunque esa probabilidad depende de la
periodicidad de su órbita y la de la tierra, por lo que los cálculos llevan a
la previsión de miles de años para que un choque llegase a producirse.
Mayor peligro
tienen los objetos de trayectoria desconocida o errática, respecto de los
cuales no puede hacerse una previsión, ni en cuanto a su aparición ni en cuanto
a su trayectoria.
En cualquier
caso, y aunque oficialmente no existen objetos celestes clasificados por encima
de 2 según la escala de Turín anteriormente explicada, lo cierto es que se está
permanentemente trabajando en métodos por medio de los cuales un objeto cercano
a la Tierra pueda ser desviado o destruido, previniendo así un potencial y
catastrófico impacto.
No en balde, la
colisión en la Tierra y un cuerpo de aproximadamente 10 km, ocurrido hace 65
millones de años, se considera que fue el causante del cráter en Chicxulub,
Yucatán y de la extinción de la mayor parte de la vida del periodo
Cretácico-Terciario.
Así,
para una adecuada prevención de impacto, se requieren años de anticipación, que
permitan la construcción de un mecanismo capaz de desviar un objeto próximo a
la Tierra, de tal modo que la observación es una herramienta de extraordinaria
utilidad.
De este modo,
un número de potenciales amenazas han sido identificadas por medio de una
minuciosa observación, tales como el 99942 Apophis, que había demostrado una
probabilidad de ~3% de impacto para el 2029, aunque en nuevas estimaciones,
esta probabilidad se ha reducido a cero.
Tengamos en
cuenta que la mayoría de la comunidad científica admite que el choque de un
cuerpo estelar contra nuestro planeta será la causa de extinción de la vida en
el mismo, tarde o temprano, así que recemos para que los cálculos de Dios nos
den al menos algunos miles de años de supervivencia, período que de todas
formas no es más que una nano partícula de tiempo si lo consideramos en
relación con el “tiempo galáctico”, es decir, con el tiempo trascurrido desde
el nacimiento del universo, allá hacia 14.000 millones de años antes de nuestro
tiempo.
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